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Claves para identificar la propia vocación

 


Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción

Por: José Gvillermo Delgado


No existe persona en el mundo que no se sienta convocada a construir y participar de un mundo feliz, ya que la vocación primera y última consiste en alcanzar aquello que cada uno experimenta en la propia existencia. Esto es la vocación.

 

La vocación es responder al llamamiento que cada persona presiente a través de una voz interior, para orientar y definir su futuro. No hacerlo sería atentar contra sí mismo en un fluir de frustraciones.

 

El lugar de ese futuro no es sólo el más allá del ahora, sino el espacio que cada uno habita en sus acciones presentes, para definir el propio destino, como punto de llegada.

 

Por tanto, con la vocación aprendemos a formular las experiencias y a determinar las decisiones con sabiduría.

 

De tal modo que, la vocación apunta a la construcción de un mundo de relaciones, a un horizonte abierto a cosas mayores; como indicación de que somos seres en camino hacia un más allá, y a la vez constructores de un mundo feliz en el más acá de lo cotidiano.

 

Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción, y nos pondrá en una actitud de búsqueda permanente, en dirección del perfeccionamiento. A esto llamamos misterio.

 

Esbozamos ahora algunas claves para definir la propia vocación.

 

Primero, si la vocación es una llamada, un futuro y un destino que orienta hacia la felicidad o a la realización, saber cuál es mi vocación equivale a preguntarse: ¿Cuál es mi destino y a qué futuro soy convocado? Con frecuencia la enfermedad, la edad y las frustraciones nos llevan a decir que no tenemos futuro o que ya no tenemos esa capacidad de búsqueda.

 

Una vida sin futuro será siempre una vida sin presente, en cambio una vida con futuro es cauce por donde fluye el amor en todo momento.

 

Segundo, nada acontece por azar, todo corresponde a un plan. Nos definimos por lo que hacemos y por lo que queremos llegar a ser. Esto es tener un proyecto de vida. Tal proyecto consiste en lanzarse hacia adelante con el fin de alcanzar algo o llegar a ser alguien en la vida. Sólo quien tiene un proyecto puede decir, al modo de San Pablo: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).

 

Si lo determinante de un proyecto tiene que ver con el hacer, este se anima desde una base de valores. Con lo cual, cada persona debe priorizar su propia escala de valores y responder: ¿Cuáles son los valores más importantes para amar o relacionarme por vocación?

 

Tercero, si la vocación es una convocatoria para atender una llamada que emerge del interior, como quien escucha una voz que le ordena y destina hacia un futuro; entonces esa voz no se puede obviar por ser de la naturaleza humana. No atenderla sería atentar contra el propio destino. Para no equivocarse debemos identificar las señales que conectan el universo espiritual con el mundo de las cosas sensibles exteriores.

 

Con frecuencia las señales se simbolizan en acontecimientos, experiencias, personas, eventos de júbilo o de sufrimiento. Reflexionar sobre esas señales es clave para conocer la realidad y orientar las decisiones según lo que debo hacer y lo que debo esperar. Eso es corresponder a la vocación.

 

Cuarto, el llamamiento es corresponder a ser uno mismo. No existe modo alguno de llegar a serlo sin interrogarse sobre el futuro que con frecuencia negamos, cuando sabemos que corresponden a las grandes verdades del territorio del alma, por ejemplo, la muerte. Corresponder a esa realidad y no negarla es descubrir el ser auténtico.

 

La vocación nos permite sobreponernos al propio temor de interrogarse sobre la propia muerte que todos llevamos estampada en el alma desde el día en que nacemos. Así es como enfrentamos la muerte y le damos sentido a la vida, quedando para siempre determinada nuestra vocación en todas las direcciones, hacia el mundo, hacia las otras personas y hacia Dios.


Publicado en prensa Libre, 28/02/2022, sección Buena Vida, p. 26. 

lunes, 10 de enero de 2022

HOMBRE ÁRBOL

 





HOMBRE-ARBOL


 Por: José Gvillermo Delgado


Los hombres crecen

como los árboles,

florecen de vez en cuando:

desgajan sus ramas

y dan brotes nuevos.

 

Los hombres y los árboles

hunden sus raíces

donde nadie las mira,

para sorprendernos con la vida.

 

Los hombres y los árboles

Crecen por las mañanas,

recuentan sus frutos por las tardes.


Fluyen continuamente

en sangre y savia,

toda su vida

 

Emigran en sus hojas a tiempos nuevos;

atajan el vuelo de los vientos

con sus ramas de manos abiertas.

 

Lloran cuando les mutilan la vida...

Y mueren cuando les cortan las alas.

 

Viven igual en distancia;

son fruto del jardín.

 

Van juntos siempre:

el hombre y el árbol.

jueves, 6 de enero de 2022

LO ETERNO Y LO TEMPORAL

 




Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo


Por: Gvillermo Delgado OP

16/12/2021

 

Las cosas se definen por sus características sensibles. Todas las cosas tienen color, olor, forma, textura, tamaño, espacio. Valen, se compran. Tienen un principio y un final. Tienen causas y efectos. O sea que las cosas hacen comprensible la realidad que se nos presenta a la vista.


De ellas partimos para explicar las realidades más complejas, aquellas que tienen características visibles e invisibles a la vez.


Un árbol no asombra como el nacimiento de un niño; un cuerpo por simétrico que sea no provoca tanta incertidumbre como la eternidad de la vida.


Lo explicable da satisfacciones, tranquilidad, seguridad, estabilidad; porque, en cierto modo podemos poseerlo, como a un par de zapatos. 


Lo inexplicable, como la vida “después de la muerte” se aísla como tema aparte, porque al intentar poseerla se escapa como un atardecer entre las montañas de diciembre.


Por eso, la persona insinúa conocer lo eterno sin poseerlo. Lo cual desata en su alma una serie de añoranzas y un futuro prometedor al que nunca llega.


Con facilidad pasamos del gusto al disgusto; distinguimos lo oscuro de la luz, el nacimiento de la muerte, la alegría de la tristeza, el bien del mal, el amor del odio, lo bueno de lo malo, al diablo de los ángeles, y al Dios eterno de lo pasajero del mundo.


Tenemos dos “cosas” imprescindibles para vivir, que extrañamente no podemos poseerlas, como a un teléfono para manipularlo al gusto. Ellas son: el tiempo y el espacio.


Nadie puede pausar un segundo o alargar un día feliz. El tiempo pasa implacablemente dejando huellas imborrables en “un-de-repente”; en un ¡zas! se convierte en recuerdo, describiendo nostalgias en la memoria. 


Mi madre a sus ochenta años, suele decir: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo pasa todo! ¡La vida se nos va!


Igual ocurre con el espacio. Tenemos un territorio, una patria y una casa. Tenemos un cuerpo que se calca en la sombra, como huella indeleble mientras avanzamos por los caminos, pero no podemos poseer el propio cuerpo ni a otro ajeno. Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo. El día que morimos, el espacio queda, la sombra se borra.


Es fácil entender la eternidad de lo temporal. Uno se posee, el otro a tientas.


La persona es el punto de equilibrio entre lo eterno y lo temporal. Sacia sus necesidades, tiene valores, se perfecciona en virtud de la felicidad; y, aunque a veces simula no saberlo, es consciente que todo eso pasará como su sombra por el camino de su juventud.


Cuando la persona se hace en la justicia o se transforma en un ser justo, entonces expresa resabios de eternidad. Pues, sabe que, solo puede definirse en el amor y hacia ahí se encamina, aunque no lo alcance nunca en su totalidad. El amor provoca en todo ser humano una sed eternidad.


De ahí, sabemos que poseemos el amor y que somos poseídos por él. Para asegurarlo salimos a buscarlo en las demás personas y en el mundo de las cosas creadas; pues, lo eterno sólo puede acontecer en el amor, aunque sea a tientas.


El amor se posee sólo mientras la persona ama o es amada. Nadie nació para un par de zapatos. Todos nacimos del amor y para el amor.

jueves, 16 de diciembre de 2021

El valor de las lágrimas y las sonrisas

 




La misericordia es la práctica del amor 

que define a cualquier persona adulta


Por: Gvillermo Delgado OP

02/12/2021

La vida acontece entre alegrías y tristezas. A simple vista, cualquier mortal que intente sobreponerse al sufrimiento estará siempre cuesta arriba. Con razón la civilización occidental encontró en la paradoja cimentada en la muerte, el martirio y la religión, un refugio seguro para encarar las miserias y proyectar su futuro.


Es de la naturaleza social anhelar progreso y realizaciones creando aventuras de cambios; ya que siempre nos hemos sentido obligados a transformar los modos de ver el mundo y las actuaciones sobre él. Haciendo con ello inevitable las lágrimas y las sonrisas, el luto y el sueño como si fueran las alas de un pájaro en vuelo.


Abordar la tristeza y el sufrimiento como augurios seguros de muerte, buscando aplacar sus impactos, es posible si miramos en los otros aquello que es inevitable en nosotros. Es frecuente ver pasar de largo a la muerte sino no toca nuestras puertas y a la debilidad del cuerpo mientras tenemos salud. Por eso no es una fatalidad decir: “se acerca el final de mi vida mientras avanzo”, más bien fortalece el sentido de la existencia y permite abordar con realismo emocional las dificultades más acuciantes y cotidianas.


Ser misericordiosos -como quien siente la miseria del otro y lo auxilia- al modo en que lo enseñó el Maestro de Nazareth y lo practicó la Madre Teresa de Calcuta, nos cuesta tanto porque es normal aprender sólo aquello que experimentamos en la propia piel. Y no siempre tenemos la actitud para ser tan siquiera empáticos con quien no es a fin a nuestros intereses. Por eso, es necesario hacer esfuerzos por “apoyar a aquellos que apoyan” a las personas vulneradas en la comunidad. La misericordia se ancla en el alma cuando imitamos los buenos ejemplos de otros. La misericordia es la práctica del amor que define a cualquier persona adulta, de tal manera que aliviando los males de los otros curamos nuestras propias dolencias.


Los tiempos fuertes del ciclo anual como el inicio del verano, los tiempos de navidad, el aniversario del fallecimiento de la abuela, los recuerdos de una tempestad, etc., se configuran y rehacen continuamente evocando aquellos días, ya sean de lágrimas o sonrisas. De ahí que es indispensable dedicarles suficiente tiempo a esos sucesos del pasado, con símbolos construidos por nosotros mismos, por ejemplo: con comidas al gusto, en lugares de referencia, invitar a familiares y amigos a reunirnos; con el fin de cantar los cantos de siempre, hacer los rezos colectivos, comulgar en todo lo que nos hace afines; de tal modo de enjugar las lágrimas o incorporarlas para convertirlas, también, en expresiones de alegría y memorias edificantes.


Las experiencias propias o ajenas que fluyen del entramado y ensamble del sufrimiento y de las alegrías, configuran el carácter ético, en tanto estilo de vida. Con lo cual encaramos las dificultades, sobreponiéndonos a ellas y aprendiendo a celebrar dulcemente lo que puede ser festejado. Así, con las experiencias nos definirnos en valores; y, al priorizamos sobre las cosas, aprendemos, también, a elaborar criterios y a fortalecer los sistemas de normas, como instrumentos indispensables de comportamientos debidos; para “salir a flote” de las crisis, escuchando las aflicciones con los oídos del espíritu, y transformándonos en personas adultas en construcción permanente.


Este artículo fue publicado en Prensa Libre el día lunes 29 de noviembre de 2021, en la sección Buena Vida, p. 22. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

Alcanzar el éxito

 



El éxito nunca será nuestro en su totalidad

Por: Gvillermo Delgado Acosta OP

El éxito como expresión de la felicidad es alcanzar metas, ser alguien; es compartir con quienes hacemos valer el horizonte que se cerró en el pasado y que se abre al futuro.

Como felicidad el éxito se muestra en el ahora mismo y transciende en el tiempo. De no ser así, lo más probable es que se frustre y se quede como marca o estigma doloroso para toda la vida.

El éxito abre las puertas hacia cualquier realización ya sean académicas, laborales, familiares y de vida social. La realización tiene que ver con la capacidad de hacer real aquello que se empieza con un entusiasmo mínimo, siendo apenas un sueño imaginado.

Como tal se convierte en una tarea permanente. Afirmando con eso que toda persona se construye día con día como quien pone un ladrillo en su propia casa, para que el que éxito persista en el tiempo. Santa Teresa de Calcuta decía que es fácil llegar a la meta, lo difícil es perseverar en ella.

Decir que el éxito es expresión de la felicidad, indica, además, que no seremos felices sólo aquel día que lleguemos a una meta trazada. La felicidad como realización es aquí y ahora (hic et nunc) o nunca será. De ahí que las luchas por costosas que sean no deben frustrarnos, Gandhi decía: “El fin se aleja continuamente de nosotros. Cuanto más avanzamos, más tenemos que admitir nuestra nulidad. Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.

El éxito es para todos

El éxito nunca será nuestro en su totalidad. Lo hermoso siempre se nos escapa cuando creemos tenerlo entre manos, porque no es sólo nuestro, ni tampoco se retiene para siempre con una sola acción. Debiéramos decir siempre: Mi éxito es el de todos. Con razón los padres y los amigos se inventan fiestas para celebrar “nuestros triunfos”.

Eso obliga a demorarnos en su diseño, construcción y mantenimiento. Significa, aprender a pensar, a tomar decisiones para actuar. Pensar es orientar las ideas, discernir es anticiparse a los resultados y actuar es dar trámite al pensamiento y al discernimiento.

En el entramado de las relaciones actuales decidir no es fácil, dadas las diversas opciones que se nos presentan delante. Pensemos en una paleta de colores azules, optar es vernos obligados a escoger un solo matiz, ni siquiera dos. O frustramos las luchas propias y ajenas.

Un buen discernimiento da certezas para actuar. Ayuda a no errar sobre la marcha en dirección o búsqueda de las realizaciones permanentes, y no convertirnos en un barco a la deriva corroído por los arrecifes de coral en el pacífico mar, suena exótico y hasta poético, pero eso es inútil para una vida de realizaciones, pues el barco se hizo para navegar en dirección de horizontes siempre nuevos y no para anclarse en la seguridad de su puerto.

Publicado en Prensa Libre, sección Buena Vida, 1 de noviembre del 2021, p. 18.

lunes, 1 de noviembre de 2021

¡Ay, de nosotros!

 



Vamos por la vida como barcos en alta mar de aguas apacibles o tormentosas, debido a un halo misterioso que nos define.

 

Por: Gvillermo Delgado OP


Los ayes y porqués del alma


De lo hondo del alma surgen permanentes voces de “ayes”, quejidos de pena y dolor, y “porqués” de incertidumbres como hontanar que emerge de montañas. Describiendo así el estado de miseria y misterio del que a menudo a atraviesa la vida de todo ser humano, en el ancho mar por donde define su existencia. Determinando de tal modo cada segundo del tiempo y la dirección del horizonte hacia donde se dirige.


Tal condición inspiró a Dante los relatos de la selva oscura en descenso al infierno en flanco contraste con el paraíso que le elevó a las moradas celestes.


Los lamentos y las preguntas provienen de ecos profundos que golpean los muros interiores del alma. Donde no podemos presumir ignorancia de sus causas y de las respuestas más auténticas; porque venimos de un mundo luminoso donde no podemos escondernos por más que lo intentemos.


Por ser estas, verdades sumergidas, dirán los maestros de psicología profunda, se manifiestan en sentimientos conscientes como tentáculos para alcanzar a quienes caminan a nuestro lado. Ocurre, que al no ser conscientes se exteriorizan simbólicamente en los sueños o en acciones espontáneas de las que no siempre tenemos control.


Lo mejor de todo de ese mundo interior de verdades es que ayudan a “conocernos a nosotros mismos” y a que los otros nos definan; para no perder el horizonte hacia donde marchamos.


Petróleo en el mar


Hay una tercera realidad que Hobbes miró monstruosa, parecida al Leviatán de los mares; representada en las instituciones sociales necesarias para poder convivir de modo racional. Con lo cual justificamos al Estado y sus mecanismos de control, a veces de violencia, coartando así la libertad individual con indolencia. Esa realidad a veces se nos presenta como petróleo derramado en nuestro mar.


¿Podremos un día erradicar ese monstruo y a sus profetas?


¡Ay, de nosotros! ¿Por qué avanzamos mar adentro y nunca abrazamos el horizonte que nos guía? ¡Ay, de las verdades que nos iluminan desde dentro!

lunes, 4 de octubre de 2021

El éxito desde la familia

 




El éxito es una tarea permanente 

Por Gvillermo Delgado OP
28/09/2021

La familia es nuclear por su origen y extensa en su realización. Las relaciones más íntimas y profundas son el núcleo como el de un átomo, desde donde se desbordan las energías. Al mismo tiempo la familia es fuerza implosiva hacia donde se dirigen todas las energías. ¿Qué otra posibilidad puede haber para realizarse en la familia?


El termómetro del éxito se mide en la vida de familia. Es por lo que el trabajo y la vida social exigen grados íntimos o de confianza en los valores familiares. De lo contrario nos convertimos, por ejemplo, en trabajadores esclavos que se van consumiendo hacia el no-ser-nadie conforme se pierden las capacidades físicas e intelectuales.


No ser máquinas ni esclavos quiere decir que somos humanos para el éxito; por lo que, si el éxito nos realiza ahora mismo, seguiremos siendo útiles y necesarios para los demás, aun cuando hayamos perdido capacidades para el trabajo.


Quienes se resisten a comprender esta realidad aceptan con resignación que no les queda otra alternativa que vivir para la necesidad y el aburrimiento.


El éxito es, por tanto, el equilibrio entre lo que fue y lo que será. Es el aquí y ahora o el nunca de la vida. Es la realización que dinamiza aquello por lo que vivimos. Es una tarea permanente.


Eso es alcanzar éxito.


martes, 28 de septiembre de 2021

Alcanzar el éxito académico

 







Por Gvillermo Delgado OP

La motivación inicial de una realización académica consiste en anticiparse a la meta. Quien visualiza el punto de llegada de sus esfuerzos sabe que las dificultades no son dificultades en sí mismas sino retos y tareas necesarias para medir las capacidades de las que está hecho.

Entender así la vida académica es saber que ya somos potencialmente aquello que pretendemos alcanzar.

Por tanto, no seremos exitoso el día que nos llamen entre las filas para presentarnos como profesionales, sino ahora mismo.

Un profesional exitoso es un estudiante exitoso.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Llegar a ser alguien en la vida







Llegar a ser alguien en la vida


Por Gvillermo Delgado OP
21/09/2021


¿Para qué estudias?, le pregunté a un estudiante universitario de la Facultad de Administración de Empresas, dijo: “Estudio para llegar a ser alguien en la vida”. Él sabe que existe una posibilidad de convertirse en persona de importancia en un mundo donde las relaciones y el conocimiento son determinantes para hacer valer el esfuerzo académico.


El conocimiento y el interés no son suficientes para alcanzar las metas. Hay otra cosa necesaria. No siempre somos conscientes que el fundamento de lo que somos o podemos llegar a ser depende de las relaciones que creamos con los otros. Qué tan elemental sea depende del modo en que buscamos asegurarlo.


Es casi imposible alcanzar el éxito sin aferrarnos a los padres, a amistades sólidas o exclusivas que tengan como base la confianza. Esos son los referentes de sentido que finalmente nos definen como personas sabias. O sea, asegurando las relaciones, veamos por qué.


La confianza

Todos creemos en algo o en alguien, aunque no todos expresamos abiertamente que tenemos fe. La incredulidad es una decisión y la fe un horizonte de sentido, sin el cual es imposible realizar las posibilidades de alcanzar las metas que desde niños perseguimos.


La confianza como expresión de la fe, empieza por creer o encontrarse con alguien. Es colocarnos delante del otro para creerle, para darle el corazón y hacerle fuerte. Y hacerme fuerte “yo mismo”. Ese es el principio del conocimiento de las personas y de uno mismo. De tal modo que la fe es el amor que ve y permite divisar el horizonte hacia donde avanzamos cada día.


Los sueños

¿Qué sería de nuestros sueños, sin la fe y las personas con quienes nos relacionamos y en quienes damos consistencia a nuestros anhelos? La fe es ya, en sí misma la posibilidad de consumar nuestros sueños.


Soñar, ser alguien en la vida es poner de manifiesto que por más que presumamos de sí mismos, nunca un anhelo puede alcanzarse sólo con las propias fuerzas o el puro intelecto. Ya que estamos referidos, lo queramos o no, a un poder que nos trasciende, a quien podemos llamar Dios, o simplemente esa otra realidad que nos mueve a ser más, el poder al que estamos subordinados en este mundo limitado.


Para unos, Dios es experimentado de modo personal más allá de toda religión y es el tú infinito de todo anhelo, ya que permite ir más allá de lo que hallamos en nuestras posibilidades humanas; para otros no es otra cosa que el sentido de nuestras vidas.


El sentido de la vida

Llamamos sentido al mundo o al conjunto de todas las cosas incluido lo humano. También es viaje, dirección que se asoma, la meta final de una vida. Es la determinación de una dirección dentro de un amplio sistema de direcciones. Es subordinar la parte de nuestra realidad, que experimentamos como nuestro mundo, al todo de nuestros anhelos, incluido el más allá de nuestro mundo.


Decimos que hay sentido cuando todo concuerda, cuando las cosas van como deben ser, cuando todo se consigue y sale bien, cuando ilumina nuestro pensamiento y da satisfacción a nuestros sentimientos de vida. De tal modo, el sentido lo experimentamos en la satisfacción, la paz. Son los triunfos y la felicidad, un amor compartido o simplemente un perdón otorgado.


Con el sentido nos apoderamos del mundo para hacernos responsables de él. Ese mundo al que tenemos delante y es nuestro, que construimos a través del conocimiento y las obras, construyéndonos a nosotros mismos.


Así funciona la vida. Llevamos adelante los sueños, las profesiones y nos convertimos en ese alguien por el cual un día vinimos a la universidad.


Construir un mundo de sentido

Construirnos en el mundo de sentido es encaminarnos en la simplicidad ética de hacer el bien concreto, con el que apuntamos a un bien mayor; porque nadie se encamina a la nada sino al todo de sentido. Queremos decir que obrar importa cuando lo ponemos al servicio de una meta, cuando lo experimentamos como algo que hemos recibido de alguien. Eso es lo que define el anhelo de “llegar a ser alguien”, con lo que en cierto modo saciamos, nuestras inquietantes búsquedas o insatisfacciones humanas.


Viktor Frank, psiquiatra sobreviviente de los campos de concentración Nazi escribió, con razón: “No importa tanto lo que nosotros podamos esperar aun de la vida cuanto lo que la vida espera de nosotros”. Partir del sentido es creer, dar dirección a todo aquello en que nos ocupamos.


Creer en uno mismo es importante, pero no más que confiar en aquellos con quienes nos relacionamos. Quien no es capaz de sostenerse en las relaciones profundas para luchar por lo que quiere, podrá alcanzar lo que quiera e incluso ser feliz, pero será más difícil alcanzar sus metas. El sentido de la vida nos sostiene ahora mismo en la fe y traza el horizonte de las metas por las cuales vivimos.


 Publicado en Prensa Libre, el 20 de septiembre del 2021. En la sección Buena Vida, salud emocional, página 22.

https://www.prensalibre.com/vida/salud-y-familia/llegar-a-ser-alguien-en-la-vida/?fbclid=IwAR1LJ4zOx5F0LiwVVGlIvMPuvhN105Frhdsyvf1_RBuHxa8eylZHuOb2HtQ

martes, 21 de septiembre de 2021

Condición Misteriosa

 




Condición Misteriosa
Por: Gvillermo Delgado OP
26/08/2021

Existe una condición misteriosa, que tiene ver con el surgimiento de acciones espontáneas, a veces imprevistas, inesperadas en las personas.

Se trata de la búsqueda de los orígenes y del destino del ser humano, con el deseo de prolongar la dicha y desaparecer la desdicha, en el ahora mismo de la vida. El asunto tiene que ver con el modo en que esa búsqueda acontece. Es extraño . A veces se hace presente como un "deja vu", prolongado en el tiempo.

La condición misteriosa, con el tiempo se transforma en cíclica, como las estaciones o lineales como se ordenan los años en lustros, las décadas, las centurias, etc. Lo extraño de esta condición, también tiene que ver con el modo en que ocurre en la interioridad y en la exterioridad, por ejemplo, en cada persona y en los colectivos humanos.

Esa condición suele visibilizarse en los gustos que se imponen con las modas. Se expresa en las tendencias en el vestir, hablar con expresiones nuevas, marcas de perfume, o tan simple como la preferencia por los colores o el estilo en que llevamos el pelo. Además, esta condición se impone en los gustos artísticos, las expresiones religiosas, sociales, la ética y hasta en la política. En algunos casos, esa condición se queda por largo tiempo, años; otras veces a penas dura una temporada, como el verano o las vacaciones de la navidad.

Eso explica por qué a veces vemos surgir poetas, santos, héroes, científicos; hombre que construyen grandes obras, niños prodigio; y de repente sólo los echamos de menos. O, por otra parte, aparecen, como ola nos que nos pasa encima, los tiranos, los falsos profetas, guerras cruentas, terremotos, pestes y sueños truncados. A veces, todo acontece al mismo tiempo, mientras la vida persiste en ser vivida.

Cuando eso es tendencia y gusta tanto, nadie puede eximirse de participar en ello. En su defecto habita lo ridículo. Una vez pasa, se rechaza al extremo en que si alguien persiste en “habitarla” es una persona anticuada, un fuera de lugar. Cuando no gusta y por tanto es rechazada, por más que la evitemos nos toca sufrirla, sustraernos, más allá de la propia voluntad, mientras pasa.

La condición natural misteriosa no necesariamente tiene que ver con el estado de ánimo, las condiciones de salud, de pobreza, la coyuntura política, los cambios climáticos, o los ciclos del año. No. Es aquella realidad natural espontánea que emerge como de un sueño subterráneo, tal cual habitara en el propio interior y en el exterior al mismo tiempo. Con lo cual nos permite coincidir con el diferente, con lo diverso. ¿De dónde viene? ¿Qué ley la determina?

Al no saberlo del todo, simplemente nos toca vivirla. Asumirla. A veces nos obliga a trascender hacia el pasado con nostalgia y hacia el futuro con exagerado optimismo. Es un modo de escapamos de este mundo y de habitarlo al mismo tiempo.

Yo pienso que esa condición natural espontánea que llamo misteriosa no es otra cosa que una leve expresión de lo que llamamos humano, como quien ha salido de las aguas lustrales profundas para habitar la tierra y, desde entonces no puede más que intentar sumergirse nuevamente en esas aguas para saciar su propia sed de eternidad.


jueves, 26 de agosto de 2021