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Las Metas




Las Metas

Las metas están en el horizonte lejano. Nadie las puede habitar ni alcanzar nunca. Son orientación, para que nadie se extravíe en el camino mientras vive.

Los triunfos, los méritos, la dicha y la gloria engrandecen a la persona efímeramente. Son pasos de niño. Son luces intermitentes que reflejan las estrellas mayores. Nada más. Por eso, como se encienden se apagan.

Toda persona es movida por una fuerza extraordinaria hacia un destino que ella misma desconoce, pero que no cesa de buscar. Esa es la meta señalada por el horizonte.

Quienes dicen caminar en la dirección del horizonte, pero no le miran de frente se extravían en sus afanes de éxitos; caen en el fango de la codicia por querer “llegar a ser más”; invierten su riqueza en pasiones inútiles construyendo “torres” como la de babel para escalar lo alto, pero se trastornan sus mentes.

La única manera de evitar cualquier extravío y las pasiones inútiles es a través del amor. Quien ama no construye una torre para sí mismo, no pretende poseer todo, sólo quiere que su amor tenga eco en otro corazón y para evitar toda perturbación ensancha su alma en dirección de sus metas.

La persona que ama florece como árbol que se eleva a lo alto y se ilumina por aquello que busca. No es engreída. Sólo da fruto y se renueva a cada instante.

Quien ama se parece al atleta que dice:
Si llego al final de una competencia y las personas me aplauden, no precisamente por ocupar un lugar destacado, quiere decir que me reconocen “por lo que yo soy”. No por abrazar un trofeo. En realidad, los trofeos ni las medallas no son necesarias. ¿Para qué me puede servir una medalla de oro?
En todo caso, el triunfo es la sumatoria de muchos esfuerzos, méritos que sólo uno mismo puede darse. Por eso transforma a la persona en “alguien” diferente. Pero no es la meta. Ni por asomo. La meta es la gloria más alta. Tan alta que, morimos sin alcanzarla.

Por consiguiente, la dicha que deviene de una acción no se debe al triunfo sino a los méritos adquiridos a lo largo del sinuoso camino de la vida en dirección de la una meta, que sólo el amor puede premiar.

La gloria de cualquier triunfo tiene que ver con la satisfacción de haber sido movidos en esa dirección del amor. Eso hace buena toda acción.

La acción correcta deja tras de sí una estela misteriosa que da respuesta a las tantas preguntas que el alma contiene.

La persona que ama se funde en el horizonte que le guía a cada paso, que a su vez le convierte a ella misma en misteriosa. A esa persona, todos la queremos retener para conocer el verdadero amor.

Por: Fr. Guillermo Delgado OP
Foto: jgda
martes, 25 de junio de 2019

El pensamiento ético



El pensamiento ético


Los problemas de salud emocional tienen raíz en la salud moral y ética.


Por: Gvillermo Delgado OP



¿Existe un modo adecuado de pensamiento que permita tomar las mejores decisiones? 


Existen métodos. En su conjunto amplían el horizonte para la mejor de las decisiones. Tradicionalmente la filosófica ha facilitado los caminos más o menos consensuados e idóneos de los que casi nadie puede eludir.


Toda reflexión exige al menos un método, ordenar las ideas para no dar opiniones vanas acerca del comportamiento y orientarlos. 


Si nos damos cuenta, todos tenemos al menos un modo propio para hacerlo.


Por ejemplo, en la reflexión teológica, a mí me funciona ordenar las ideas en el modo de: ver, juzgar y actuar.


Ver es enfrentarse con las cosas y las personas tal cual son. Verlas con la crudeza del caso. El momento de juzgar es evaluar la realidad vista con aquellos criterios que nos ayuden a tomar decisiones. Y el momento del actuar es operativizar acciones a partir de lo visto y juzgado.


Este modo de pensar y tomar decisiones lo aprendí en mis primeros años de estudios académicos en teología, desde entonces no he dejado de sacarle el jugo; porque me di cuenta de que en realidad ya lo sabía y lo aplicaba, aunque no explícitamente.


La persona moral es aquella que tiene todas las capacidades psíquicas e intelectivas en vigencia. Piensa, decide y actúa. Por consiguiente, sabe ser responsable de aquellas acciones que pasan por tales filtros.

En el caso contrario, la persona sigue siendo persona, pero no moral. Una persona no moral, no es apta para la convivencia mínima, ya que está disminuida psicofísica y espiritualmente. Simplemente no es dueña de su pensamiento, sus decisiones y de sus acciones. No puede vivir porque no sabe vivir.

Con razón, hay que sustituir inteligencia emocional por inteligencia moral. Los problemas de salud emocional tienen raíz en la salud moral y ética. No al revés. Las emociones son el soporte de las acciones morales o inmorales. Si quieres salud emocional cuida tu salud moral.

Por eso, ordenar el pensamiento ético es muy importante. El ver, juzgar y actuar es un procedimiento sencillo y complejo al mismo tiempo para lograrlo.

Lo aplica un médico a sus pacientes, las personas cuando instalan una pequeña tienda en su propia casa. Lo usan quienes elaboran proyectos de ayuda social y hasta el Papa cuando elabora sus documentos para sus feligreses.

He ahí, un modo de fundamentar el pensamiento ético. 

Intenta aplicarlo a tu vida y verás que puedes vivir moralmente.

jueves, 6 de junio de 2019