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El trabajo y la migración de los jóvenes

 


El trabajo y la migración de los jóvenes


La vida es para vivirla 

y engrandecerla en cada acción.


 

Por Gvillermo Delgado OP

19 de septiembre de 2023.

 

Todos necesitamos un trabajo para vivir, porque necesitamos dignificar la vida para vivirla. En la tradición cristiana comprendemos esa dignidad en la figura de san José obrero como modelo del hombre hacedor.

 

Existe una actitud básica de todo obrero, esta es de ofrecer a Dios el comienzo de su jornada y agradecer por lo que realizó al final del día. Esta actitud le deviene del solaz que el cansancio provoca. Es la paz, el sosiego, la satisfacción que viene del desgaste cotidiano, al que de otro modo llamamos dignificación del hombre.

 

Guatemala gradúa anualmente más de doscientos mil jóvenes aptos para unirse a las fuerzas productivas del país. De esos solo una tercera parte encuentra un trabajo formal. El resto se ve obligado a buscar rutas laborales alternativas, ya sean en las ciudades o fuera del país cuyo destino principal es Estados Unidos. Ese sentimiento de “forzar” la migración de los jóvenes, se define como si fueran “expulsados de su propia patria”. Que más allá de un derecho, la migración les estigmatiza para siempre como quienes perdieron un lugar de pertenencia.

 

La educación básica mínima no es suficiente para obtener un trabajo digno, pero sí suficiente para migrar.

 

Las posibilidades de acceso a la comunicación y la técnica capacitan a los jóvenes para soñar en grande y movilizar sus energías más allá de su propio territorio, de su intelecto y sus emociones. Pero la tecnología no les capacita para desarrollarse en otras latitudes, con lo cual les toca realizar trabajos que nunca hicieron mientras estudiaron o vivían con sus familias. Entonces, migrar no sólo es una expulsión de su propio territorio sino verse obligados a realizar trabajos esclavizantes sin los cuales sería imposible tocar, al menos, con el dedo índice el sueño que los movilizó en estas peripecias.

 

Condenados a envejecer sin mayores incentivos de vida, muchos mueren sin abrazar los anhelos más profundos que un día los vio largarse de sus tierras.

 

Así como las manos son para construir y la boca es para la palabra, la vida es para vivirla y engrandecerla en cada acción.

 

Necesitamos un trabajo digno para vivir. Es digno el trabajo si posibilita envejecer y disfrutar el tiempo en el que la vida acontece.

martes, 19 de septiembre de 2023

EL PAN DE CADA DÍA

 

Al pedir el pan para hoy lo aseguramos para mañana

Por: Gvillermo Delgado OP

14/01/2023


El pan es el sustento, la fuerza para mantenernos en pie.


Desde tiempos remotos hemos evolucionado gracias al trabajo, intentando hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.


Aprovechamos la luz del día para ir por el mundo a buscar ese pan, que luego será compartido en medio de la comunidad de la familia. Gracias a esas búsquedas, hemos adaptado las fuerzas secretas de las leyes de la naturaleza a las capacidades humanas de crear, al extremo de creer que el universo está bajo nuestra soberanía.


El hambre y el anhelo de asegurar el pan para hoy y para mañana nos iguala a todos, parecido a lo que hace la muerte con nuestras vidas. 


Buscándolo migramos, haciéndonos extranjeros en el propio territorio.


Con el fin de salvaguardar el pan, con frecuencia somos apreciados o despreciados. Miserables o dueños de la riqueza. Nos convertimos en mascota de sala o simplemente depredadores de la selva indómita. De uno u otro modo, nos hacemos incapaces de interpretar las leyes de la naturaleza y de compartir aquello que fue dado a todos.


Jesús hablaba con el Padre en oración diciendo: Dadnos hoy el pan de cada día. Con igual actitud, nosotros, al pedir el pan y buscarlo al modo de las aves del campo, lo aseguramos para hoy. Pero no somos simplemente “animales inteligentes” como suele decirse, si no criaturas amadas por Dios, al pedir el pan y asegurarlo para hoy lo aseguramos al mismo tiempo para mañana. Pedir el pan de cada día no tiene nada que ver con la despreocupación de las aves del cielo y las bestias del campo por el mañana. En el afán de cada día, el creador perfecciona su obra y la encamina a su plenitud, contando con nuestras limitadas fuerzas.


Con razón, no sólo buscamos el pan con el trabajo para mantenernos en pie solamente, sino para desarraigarnos de la tierra que nos sostiene, si es necesario, y salir al encuentro de aquellos que en el mismo sentido buscan e interpretan la presencia de Dios en las luchas cotidianas.


La comunión en el trabajo nos hace capaces de cuidarnos compartiendo ese pan que, desde los orígenes fue querido para todos. Cuando eso ocurre la oración de Jesús al pedir el Pan de cada día se transforma en alimento verdadero.

martes, 24 de enero de 2023

Alcanzar el éxito

 



El éxito nunca será nuestro en su totalidad

Por: Gvillermo Delgado Acosta OP

El éxito como expresión de la felicidad es alcanzar metas, ser alguien; es compartir con quienes hacemos valer el horizonte que se cerró en el pasado y que se abre al futuro.

Como felicidad el éxito se muestra en el ahora mismo y transciende en el tiempo. De no ser así, lo más probable es que se frustre y se quede como marca o estigma doloroso para toda la vida.

El éxito abre las puertas hacia cualquier realización ya sean académicas, laborales, familiares y de vida social. La realización tiene que ver con la capacidad de hacer real aquello que se empieza con un entusiasmo mínimo, siendo apenas un sueño imaginado.

Como tal se convierte en una tarea permanente. Afirmando con eso que toda persona se construye día con día como quien pone un ladrillo en su propia casa, para que el que éxito persista en el tiempo. Santa Teresa de Calcuta decía que es fácil llegar a la meta, lo difícil es perseverar en ella.

Decir que el éxito es expresión de la felicidad, indica, además, que no seremos felices sólo aquel día que lleguemos a una meta trazada. La felicidad como realización es aquí y ahora (hic et nunc) o nunca será. De ahí que las luchas por costosas que sean no deben frustrarnos, Gandhi decía: “El fin se aleja continuamente de nosotros. Cuanto más avanzamos, más tenemos que admitir nuestra nulidad. Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.

El éxito es para todos

El éxito nunca será nuestro en su totalidad. Lo hermoso siempre se nos escapa cuando creemos tenerlo entre manos, porque no es sólo nuestro, ni tampoco se retiene para siempre con una sola acción. Debiéramos decir siempre: Mi éxito es el de todos. Con razón los padres y los amigos se inventan fiestas para celebrar “nuestros triunfos”.

Eso obliga a demorarnos en su diseño, construcción y mantenimiento. Significa, aprender a pensar, a tomar decisiones para actuar. Pensar es orientar las ideas, discernir es anticiparse a los resultados y actuar es dar trámite al pensamiento y al discernimiento.

En el entramado de las relaciones actuales decidir no es fácil, dadas las diversas opciones que se nos presentan delante. Pensemos en una paleta de colores azules, optar es vernos obligados a escoger un solo matiz, ni siquiera dos. O frustramos las luchas propias y ajenas.

Un buen discernimiento da certezas para actuar. Ayuda a no errar sobre la marcha en dirección o búsqueda de las realizaciones permanentes, y no convertirnos en un barco a la deriva corroído por los arrecifes de coral en el pacífico mar, suena exótico y hasta poético, pero eso es inútil para una vida de realizaciones, pues el barco se hizo para navegar en dirección de horizontes siempre nuevos y no para anclarse en la seguridad de su puerto.

Publicado en Prensa Libre, sección Buena Vida, 1 de noviembre del 2021, p. 18.

lunes, 1 de noviembre de 2021

El valor de la Comida



                   El valor de la Comida

Una persona cualquiera siempre se descubre «humana» delante de otra persona. Con frecuencia lo hace alrededor de la comida. Ya que la comida es el símbolo sagrado más preciado en todo el universo de las cosas.

Por: Gvillermo Delgado OP


Una casa sin cocina no es una casa
Cocina, comedor, dormitorio y sala son los lugares más sagrados de una casa. A veces uno prevalece sobre los otros de acuerdo a las circunstancias.

Cuando hablamos del «vacío existencial» pensamos en tiempos y lugares tristes, por ejemplo, en la soledad de la tumba después que enterramos a un ser querido; en todo aquello que queda atrás de un primero de enero o en un teatro vacío después de su función. 

Vació es el salto de la soledad al abandono. Como cuando uno se queda solo porque todos los demás se van a cualquier parte, y no sabemos que hacer con nuestro tiempo libre y espacio que ocupamos. 

Así pues, vacío existencial es la pérdida del sentido ante la ausencia de aquello que define la vida.

Ahora bien, si intentamos responder a la pregunta: ¿Qué es una casa sin cocina y mesa de comedor? No queda más que decir que: «no existe». En todo caso, lo que queda (si es que queda algo) es un vacío inhabitable.

Una casa se convierte en hogar sólo cuando en su interior arde una hoguera. La hoguera da calor y protección a quienes viven en la casa. La hoguera es la llama que arde en la casa mientras se cocinan los alimentos para quienes la habitan o la visitan.

Las hornillas de las casas campesinas ahúman el entorno. Otorgan identidad vital a las viviendas y al vecindario,  pues preservan los alimentos y aromatizan el aire que acerca a las personas en el silente fluir de una braza bajo el comal. 

¿Qué queda de una casa campesina sin el humo que se escapa por sus chimeneas?

La comida como símbolo de encuentro
Una persona cualquiera siempre se descubre «humana» delante de otra persona. Con frecuencia lo hace alrededor de la comida. Ya que la comida es el símbolo sagrado más preciado en todo el universo de las cosas.

La comida como símbolo de encuentro significa «unión y comunión». Con razón la comida no sólo satisface las necesidades objetivas, sino todas aquellas que demandan las circunstancias humanas. Así, por ejemplo, el paso de la vida a la muerte o de la muerte a la vida sin comida en la mesa no tienen sentido, ya que la comida hace posible la vida y traza estelas por donde la existencia se define en cada caso.

Imagina el matrimonio de tu hija o el funeral de un ser querido donde falte, por lo mínimo, una taza de café y un pedazo de pan. Cuando aquello que compartes, ya sea la tristeza o el festejo, lo simbolizas en la comida, eso que compartes toma un nuevo matiz: si es de tristeza deja de ser menos trágico, si es de gozo lo trasciendes a lo más profundo de tu interioridad o lo elevas a las alegrías más sublimes.


En el momento en que la comida es el símbolo del encuentro entre dos o más personas, lo que está ocurriendo es que «tu condición humana» está volviendo a nacer, tanto, como si Dios te tomara en sus manos como barro moldeable e hiciera de ti una vasija nueva.

La bendición del trabajo
El salario se sacraliza en aquel instante en que se transfiere el valor material del dinero a los alimentos como sustento elemental para la familia y los amigos. Del mismo modo, el trabajo significa «la bendición de Dios».

Dice el escritor sagrado: «Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien» (Sal 128, 2). Esa es la razón de ser de la existencia humana: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado» (Gn3, 19).

Mientras «volvemos a la tierra de la cual fuimos sacados» santifiquemos la mesa con la alegría de los niños que crecen y la bienvenida de los amigos que llegan a la casa. Hagámoslo en la unión y comunión. 

Simbolicemos en este acto al gran amor del cual venimos. En el que nos reunimos cada vez que la mesa se pone para contemplarnos, celebrar la vida o unirnos en solidaridad con quienes sufren una pena. 

Foto: jgda
jueves, 19 de julio de 2018