Viendo "Posts antiguos"

Home » Sueño

Indicios de eternidad

 


Indicios de eternidad


Por: Gvillermo Delgado OP

07 de febrero del 2024


En la medida que el tiempo transcurre en esta sociedad de ritmos acelerados no siempre es posible asumir que la vida se acaba.


Es suficiente una pausa, dejando por fuera la tecnología y el ritmo de vaivenes, para percatarnos que no somos cosas en desuso, sino personas de piel y espíritu que se baten en paradojas indescifrables. Para caer en la cuenta de esto, son suficientes hechos relevantes y significativos, por ejemplo: Una celebración “feliz” de un cumpleaños o una nota luctuosa que avisa de la partida de un ser querido. En esta sociedad difuminada y atomizada ¡Necesitamos una pausa para percatarnos de qué estamos hechos!


Al ocurrir, aparece un “de pronto” o sensación de que, con el tiempo el “sentido de ser” ya no es posible. Entonces razonamos con acierto. Atendemos las voces interiores del alma. Habitamos un mapa de verdades que llamamos a veces nostalgia, otras veces recuerdos. En realidad, es la memoria por donde a menudo transitamos (viajes de lo acontecido, por ejemplo, en los abuelos que un día se fueron y nos dejaron para siempre, o los senderos que nosotros trazamos en los días de infancia).


En ese de pronto, también caemos en la cuenta de que apenas empezamos a construir un sitio propio, agrandando ese mapa. Es lo que nos pone en condición melancólica y en desventaja hasta el día en que nos hacemos nostalgia para otros, para los que se quedan ocupando nuestro lugar presente.




En el fondo, esta experiencia no sólo es anhelo acerca de lo que fuimos sino, y al mismo tiempo, lo que podemos llegar a ser un día. Esos son los indicios de eternidad.


Con lo cual habitar aquella geografía describe el sueño originario de Adán cuando su creador lo hizo caer en sueño profundo (Libro del Génesis, 2, 21). Porque el sueño del paraíso terrenal está en la nostalgia y en lo que puedo habitar.


El paraíso es lo mejor del tiempo presente que se bate en las paradojas descifrables de la memoria y el sueño, sobre todo cuando llegamos a saber, con claridad consciente, quien es aquel que nos permite acceder a ese sueño profundo.

miércoles, 7 de febrero de 2024

La Vida es un Sueño

La Vida es un Sueño

“Quiero recordar que la vida es un sueño
y en mi corazón siempre guardaré un lugar
por si te llego a encontrar al despertar”.
Pedro Calderón de la Barca.

Nacer es despertar de un sueño que Otro soñó. Ese sueño sólo puede ser conocido mientras vivimos. Nacemos para vivir el sueño de la vida. 

Una vez en el mundo aprendemos a movemos en espacios extremadamente pequeños y breves, que sólo empiezan a tener sentido en aquel instante que los imaginamos buenos. Que terminamos haciéndolos bellos. Esa tuvo que ser la razón que le llevó a decir al filósofo Leibniz que: el mundo que habitamos es el único y mejor entre los posibles mundos.

Tal belleza que ya está en las profundidades del alma la hacemos venir a nuestro mundo exterior visible.

La memoria es el maestro que nos ha encaminado a ser lo que ahora somos, porque se alimenta de una realidad interior donde todo sueño se materializa. Es decir, el sueño es una idea material, concreta.

El sueño es concreto como es concreta la vida. Es la vida la que en este momento me permite leer y pensar lo que leo.

En pocas palabras, la vida es un sueño imaginado y vuelto a imaginar tantas veces posibles, que emerge del alma, hasta día que nos digan: «Retornad hijos de Adán» (Salmo 89, 6).

Retornar es volver al punto de partida como en un círculo perfecto en que acontece la vida con un inicio y un final; que luego se abre como en un espiral hacia lo alto de modo infinito buscando fundirse con lo eterno.

Imaginar en círculo nos convierte en dioses poderosos: con capacidades de crear mundos, de viajar por el espacio, de convertir el agua en luz y calcular la velocidad de un haz por el basto espacio (300.000.000 m/s). Más aún, nos hace capaces de entender la vida como un sueño breve que acaba en otro sueño. Donde la luz no tiene velocidad. Un lugar en que la luz, la justicia y la paz se abrazan.

La vida vino de un sueño que nunca tuvimos y se nos concedió sin tampoco pedirla. Lo cual la convierte un auténtico regalo de amor.

Quien vive sueña la vida feliz. Aun viviéndola, porque sabe que siéndola suya nunca lo es del todo. Además, es consciente que delante de todo regalo de amor no queda más que agradecer el regalo, fundiendo su alma con el dador. Por eso, todo regalo funda la amistad o la hace consiste.

Eso explica las capacidades que tenemos de amar mientras vivimos. El poder de mirar lejos y comprender el dinamismo de las fuerzas misteriosas que nos mueven. La capacidad de abrir puertas, a través de las cuales avanzamos a otros mundos. De tal modo que el día que nos marchemos las dejemos abiertas para que otros tengan la posibilidad de mirar lejos, avanzar hacia horizontes lejanos y materializar sus sueños, tal como lo hicimos nosotros.

Como todo sueño, no puede retenerse para siempre. Al manifestarse en instantes mínimos y efímeros, mientras dormimos, una vez despiertos sólo puede ser narrado de diversos modos e incluso reinventarse. Del mismo modo, el sueño de la vida tiene que venir de una fuerza mayor e infinita que explique todos los demás sueños.

Así, al afirmar que la “la vida es bella”, alguien tuvo que soñarla primero. Crearla desde su propia belleza. Con tal dimensión que nosotros, los mortales de este mundo, nos sintamos obligados a buscarla en todos los rostros y destellos de luz; hasta el día que por fin nos demos cuenta de que la belleza está en el mapa interior del alma. Tomemos en cuenta que, en cierto modo, ahí prevalecen los atisbos más cercanos con aquel que soñó y creo cada vida humana.

Con todo esto que hemos afirmado, también podemos decir que vivir es vivir un sueño breve que sólo es comprendido con la muerte. Por eso exaltamos la bondad de quienes mueren.

Mientras vivimos nos pasamos los días entendiendo la vida y soñándola. Somos incapaces de crearla. Sólo tenemos la capacidad de recibirla y de recrearla. Como en el amor somos capaces de amar y ser amados porque hemos recibido el amor. Jamás hemos sido, ni seremos capaces de crearlo. ¡El amor es uno, como una es su causa!

La muerte muestra colores diferentes de los sueños queridos porque tiene que ver con los sueños consumados. Ese es un grado particular de la belleza hacia donde la vida tiende. Mirarnos desde lo que fuimos nos hace capaces de comprender aquello que ahora somos. No existe otro modo de comprender lo que ahora somos. Sólo se entiende desde lo que un día fuimos.

Por eso, lo queramos o no, somos un invento del pasado. No como un pasado cronológico sino como memoria escrita de manera indeleble en el alma. Despertar todos los días desde la memoria del alma, eso es vivir el sueño de la vida.

Es hermoso vivir el pasado como lo que un día fuimos, para imaginar el mejor mundo posible y contener aquella belleza en la que aún no somos, pero que sin duda seremos.

Si vivir es imaginar lo que podemos llegar a ser, morir es recobrar lo mejor que fuimos. Eso quiere decir que, imaginar la vida desde el pasado es querer la vida, no de cualquier modo, sino haciéndola bella.

Por eso cuando un ser querido fallece reconstruimos su vida hacia nosotros desde los esbozos más hermosos y buenos. Así, la muerte es un tesón necesario para que la vida sea siempre bella. Es una expresión del único y eterno amor.

La vida es un sueño por eso es bella. Por tal motivo, la mejor manera de vivir la vida es vivirla como un sueño. Que el trayecto haga que toda alma buena sea la alfombra por donde Dios camina entre nosotros.

Por: Fr. Guillermo Delgado OP
Revisión: Glenda Macz
Foto: jgda
lunes, 15 de abril de 2019

LA PUNTUALIDAD



Por Gvillermo Delgado OP

La puntualidad es la acción que hace del tiempo un valor y de la vida el movimiento orientado a la conquista de grandes cosas, solo quien lo comprende y práctica lo alcanza y disfruta.

La puntualidad trae consigo quietud, seguridad, confianza en uno mismo, hace creíble la palabra, origina el «movimiento de las cosas», porque hace de la voluntad humana un «alma grande», en tanto capacidad de realizar los sueños.



Pequeños dioses del tiempo

Las personas de «alma grande» infunden confianza, trazan sueños hacia otros mundos posibles, pues son como pequeños dioses del tiempo.

Para ellos, el tiempo es un valor porque enmarca la vida desde su inicio hasta su final. Al saber que la vida no sólo puede existir ahí, la revaloran constantemente para alcanzar todo lo que se proponen, y perdurar más allá de esos límites.

Al asegurar que Dios crea el tiempo, al mundo y el uso de todo lo creado, ellos se convierten «pequeños dioses» que se realizan, transforman la naturaleza para su bien, se plantan en el podio del éxito, y hacen del tránsito leve por este mundo, algo más que una huella imborrable, porque en aquello que transforman edifican los trazos de su propia perfección.


El uso indebido del tiempo

La puntualidad como valor marca el tiempo y la vida, define a cada una de las personas. En ese orden de cosas, cualquier anarquismo, en tanto desobediencia a las normas, es la indebida actuación sobre aquello que nadie en este mundo es capaz de crear o producir, como la vida y el tiempo. Por lo mismo el uso indebido del tiempo convierte a las personas en dioses prepotentes y autoritarios.

Cuando una persona «presume omnipotencia» se convierte en un ser malvado y curvado, inclinado al vacío abismal de sus acciones; extraviado, sólo puede ser alguien inútil en el trato, limitado de mente, sordo al conocimiento y a los latidos del corazón, pues, limitado a su propio vacío se priva de disfrutar del ritmo de la vida que transciende su pequeño mundo.


La puntualidad para hacer cosas grandes

Quienes existimos en el límite del tiempo y la vida, sabemos que no nos queda otra cosa que ser puntuales, porque ahí encontramos el único regalo para hacer de cada instante de tiempo un mosaico de realizaciones.

Quien, además comprende esto hace cosas grandes, pues, se deja llevar por los impulsos internos del alma, y hacia fuera, se expresa con tolerancia y respeto, afabilidad y ternura.

Esas son las personas exitosas en todo aquello que emprenden, ya que con su trabajo construyen la comunidad humana; o sea, sirviéndose a sí mismos aman a quienes ni siquiera conocen.

Estas son las personas prestigiosas que caminan por las aceras de las ciudades, pues, saben que nacieron en una hora puntual y que volverán a su punto de origen del mismo modo; y para no ser sorprendidos por la muerte, viven haciendo que todo dependa de ellos, mientras ellos no dependen de nada. Son libres en el tiempo, viven cada instante en puntualidad. 
viernes, 8 de septiembre de 2017