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Condición Misteriosa

 




Condición Misteriosa
Por: Gvillermo Delgado OP
26/08/2021

Existe una condición misteriosa, que tiene ver con el surgimiento de acciones espontáneas, a veces imprevistas, inesperadas en las personas.

Se trata de la búsqueda de los orígenes y del destino del ser humano, con el deseo de prolongar la dicha y desaparecer la desdicha, en el ahora mismo de la vida. El asunto tiene que ver con el modo en que esa búsqueda acontece. Es extraño . A veces se hace presente como un "deja vu", prolongado en el tiempo.

La condición misteriosa, con el tiempo se transforma en cíclica, como las estaciones o lineales como se ordenan los años en lustros, las décadas, las centurias, etc. Lo extraño de esta condición, también tiene que ver con el modo en que ocurre en la interioridad y en la exterioridad, por ejemplo, en cada persona y en los colectivos humanos.

Esa condición suele visibilizarse en los gustos que se imponen con las modas. Se expresa en las tendencias en el vestir, hablar con expresiones nuevas, marcas de perfume, o tan simple como la preferencia por los colores o el estilo en que llevamos el pelo. Además, esta condición se impone en los gustos artísticos, las expresiones religiosas, sociales, la ética y hasta en la política. En algunos casos, esa condición se queda por largo tiempo, años; otras veces a penas dura una temporada, como el verano o las vacaciones de la navidad.

Eso explica por qué a veces vemos surgir poetas, santos, héroes, científicos; hombre que construyen grandes obras, niños prodigio; y de repente sólo los echamos de menos. O, por otra parte, aparecen, como ola nos que nos pasa encima, los tiranos, los falsos profetas, guerras cruentas, terremotos, pestes y sueños truncados. A veces, todo acontece al mismo tiempo, mientras la vida persiste en ser vivida.

Cuando eso es tendencia y gusta tanto, nadie puede eximirse de participar en ello. En su defecto habita lo ridículo. Una vez pasa, se rechaza al extremo en que si alguien persiste en “habitarla” es una persona anticuada, un fuera de lugar. Cuando no gusta y por tanto es rechazada, por más que la evitemos nos toca sufrirla, sustraernos, más allá de la propia voluntad, mientras pasa.

La condición natural misteriosa no necesariamente tiene que ver con el estado de ánimo, las condiciones de salud, de pobreza, la coyuntura política, los cambios climáticos, o los ciclos del año. No. Es aquella realidad natural espontánea que emerge como de un sueño subterráneo, tal cual habitara en el propio interior y en el exterior al mismo tiempo. Con lo cual nos permite coincidir con el diferente, con lo diverso. ¿De dónde viene? ¿Qué ley la determina?

Al no saberlo del todo, simplemente nos toca vivirla. Asumirla. A veces nos obliga a trascender hacia el pasado con nostalgia y hacia el futuro con exagerado optimismo. Es un modo de escapamos de este mundo y de habitarlo al mismo tiempo.

Yo pienso que esa condición natural espontánea que llamo misteriosa no es otra cosa que una leve expresión de lo que llamamos humano, como quien ha salido de las aguas lustrales profundas para habitar la tierra y, desde entonces no puede más que intentar sumergirse nuevamente en esas aguas para saciar su propia sed de eternidad.


jueves, 26 de agosto de 2021

SOMOS LUZ






Somos Luz

Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse de lo bello en que su condición humana descansa.

 

Guillermo Delgado OP
18 de mayo del 2020

La existencia de las cosas depende de quien las valore. Lo que no vale no existe, por eso muchas cosas pueden ser fácilmente desechadas.

La persona a diferencia de las cosas es la fuente de los valores. Vale no sólo por el juicio que una persona tenga sobre otra. El valor de las personas es luz sin extinción. No puede nunca ser desechada.

Sin embargo, a veces la realidad de las cosas pareciera ser compatible con la de las personas. Lo vemos en la pobreza o en la maldad de unas personas sobre otras.

¿Por qué el juicio bueno o malo que una persona tenga sobre otra tiende a aplacar la dicha o aumentar la euforia de la felicidad a veces artificial? ¿De dónde nos viene esa actitud extraña? De donde venga y llegue el juicio, para bien o para mal, es controlado por el cerebro. Sin embargo, hay algo más que el dominio y la explicación neurológica.

¿Es la tendencia natural la explicación de las buenas o malas acciones? Tradicionalmente hemos respondido del siguiente modo: Si el lado de la balanza se inclina a lo malo, la concupiscencia es la fuerza que atrae y domina. Si se inclina a lo bueno es un estado de “gracia” cuya fuente recae en el misterio divino.

La bondad en las personas no es una valoración de contrapeso, respecto al mal, sino la condición original de todo ser, del cual fue llamado a la existencia. De ahí el “amor extremo” al que refiere lo santo.

Si una bolsa se rompe la tiramos y nos olvidamos de ella. Con facilidad pasa de existir a no existir. En una persona no pasa lo mismo. Jamás deja de existir. Si enferma aumenta el aprecio. Pero si enferma gravemente y muere, no pierde lo que antes fue, es más, se le añaden otros valores, con nuevos significados. 

Como la luz que no se extingue, y solo prosigue su camino, la muerte es un tipo de ausencia, mientras más lejana, más brilla en la densa y oscura noche.

¿Qué explicación merecen aquellas acciones “humanas”, que muchos califican de estupidez, cuando buscan suplantar la luz y su fuente? La estupidez o estulticia jamás brillarán, por más que intenten aniquilar la luz para ocupar su lugar. Más bien provocan un efecto contrario al de sus pretensiones. Quien pretenda matar una semilla enterrándola, solo con el tiempo se percatará que favoreció el regio inicio de lo bello.

Para brillar en el firmamento de la oscura noche nadie necesita morir. Tampoco ser adulado en la desazón de las opiniones. Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse de lo bello en que su condición humana descansa.



San Pablo decía que, quien vive no vive para sí mismo; y quien muere, tampoco muere para sí mismo. Santo Tomas, añadiría a San Pablo, sólo que 13 siglos más tarde, diciendo: Ya que lo propio de la luz consiste en iluminar.

Una jaculatoria de los cristianos, delante de nuestros difuntos reza: “Dale Señor el descanso eterno, y brille para ella la luz perpetua”. Ese rezo recoge bien el hondo sentimiento que nos hace expresar, que lo bueno como el amor son eternos, y qué mejor modo puede haber que  el de asimilarlos a la luz eterna. Por eso, aquello que no puede ser amado o no es eterno no vale la pena.

Si somos luz que no se extingue ¿por qué los necios insisten en el intento por apagar la luz que brilla en nosotros?
lunes, 18 de mayo de 2020

La razón del Bautismo Cristiano





La razón del Bautismo Cristiano


Por: Gvillermo Delgado Acosta OP


Jesús que no tenía pecado (Heb 2, 17) es bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista (Mt 3, 13-17), quien realizaba un bautismo de conversión. En aquel gesto se oyó una voz que decía: “Este es mi hijo muy amado”; quedando mostrado así que el acercamiento de Dios a la humanidad es total. 


El vínculo de Dios con lo humano es tan íntimo al punto de hacernos hijos suyos. En el bautismo, lo humano y lo divino se abrazan.


El primer y gran acercamiento de Dios tiene que ver con hacer suya la tradición judía. En el bautismo, Jesús recibe la venía de la comunidad a la que pertenecía, para emprender su ministerio. Él asume y se vincula a la tradición de sus antepasados.


La novedad de Jesús está en el Evangelio que predica y la eficacia de su misión consistió en que asumió la herencia ancestral de su pueblo. Otra cosa es la crítica que hace a las instituciones, aún las religiosas, para que la buena noticia las inunde.


Jesús no inventó la tradición de un pueblo. Su novedad consiste en renovar todas las cosas. De ahí la importancia de su bautismo.


En tal razón, los cristianos somos bautizados, asumiendo así, en la tradición de la Iglesia, el legado del Evangelio a lo largo de tantos años.


El bautismo cristiano consiste en participar de la muerte y resurrección del Señor, para convertirnos en “ciudadanos del infinito”. Con lo cual constatamos que Dios camina con nosotros desde el día que nacemos hasta el momento de la muerte.


El bautismo de los cristianos, en tanto participar de la vida de Cristo, significa que no somos sólo seres terrenos, “nacidos del agua”, sino también “nacidos de lo alto” (Jn 3, 5), de tal modo que, somos del agua y del Espíritu. En nuestra humanidad prevalece el mismo Espíritu de Dios.


Al ser bautizados, aun siendo niños, por la fe de toda la Iglesia, dejamos claro que no somos sólo fruto de la necesidad terrena, sino seres con aspiraciones superiores.


La experiencia de los bautizados denota, de este modo, que por pequeños que sean nuestros sueños y tareas, estos llevarán siempre un hálito de eternidad. He ahí la razón del bautismo cristiano.

domingo, 12 de enero de 2020

El Gran Olvido


El Gran Olvido

A la hora en que los amigos empiezan a marcharse la mirada del pensamiento se dirige a la distancia del pasado como una realidad finalizada.

Paradójicamente, el pasado se transforma en el único modo de comprender el porvenir de los acontecimientos, del que inevitablemente seremos parte.

Empezamos a definirnos por lo que fuimos, por las cosas que un día amamos y por el tiempo en que perduramos haciendo tareas en las que empeñamos todos los recursos posibles.

Cuando eso pasa por nuestras mentes, los pensamientos se amotinan al antojo en la certeza de que nada de lo que se ama puede ser olvidado.

El pasado es el alma de los sueños. Sueños como reconstrucción del paraíso querido, y la validación de lo vivido. En cierto modo, los sueños son un invento de lo que podemos llegar a ser.

Los sueños son «el mientras tanto» llegamos al lugar de los amigos que se han ido. Y para demorar en la buena espera, hacemos «del para siempre» canciones obligadas, así migrar a la profundidad del inconsciente Edén.

Con todo, Hombre-Dios es en quien comprendemos esto, que ahora afirmamos.

La gran novedad del Hijo de Dios consiste en que es Palabra hecha Carne. 

Tal misterio sólo puede ser experimentado en el sentimiento de que somos de propiedad divina, desde aquel día que despertamos como palabra de amor, dado que el paso por este mundo no es otra cosa que un tránsito breve de retorno a aquel abismal encuentro.

Esta certeza tiene que ver con que el Hijo de Dios es el amor visible, la ruta que señala y lleva a lo más profundo de los orígenes y a la meta más próxima de cualquier final. Con lo cual, nos aclara en definitiva que es lo humano. 
Lo humano no es la "naturaleza pura". Es el acontecer de Dios en el mundo. Claro está, tampoco aquello que nos define como dioses. Simplemente define lo humano.
Porque el Hijo es la participación de Dios en la humanidad, muy sensible para nosotros en las mejores muestras de amor posible, sobre todo al darnos a su Padre, también como Padre nuestro. 

No hay más grande ternura que sentir los abrazos del Padre en los abrazos de su Hijo.

Desde entonces y para siempre, toda la humanidad (incluidos tú y yo), nos entendemos en el hecho de que provenimos más allá del sueño de Adán. Venimos del sueño de Dios.

Para entonces, el paraíso deja de ser una plena añoranza, pues nunca estará perdido mientras el amor tenga vigencia en nuestras almas. 

Ese amor es uno, donde nada se separa, por ser divino.

En todo caso, por aquello de los extravíos, tenemos que regresar del gran olvido, cuando el amor deja de ser la energía que moviliza las acciones. 

Ya que el gran olvido que da origen a la estupidez tiene ver con la necedad de pronunciar la palabra separada de los hechos; aun sabiendo que las palabras son la materia prima del amor, o separar lo divino de lo humano, sabiendo que sin esa causa seriamos cualquier cosa, sin destino y sin mundo.

No podemos olvidar nunca que, fuera del amor nada existe, que todo pasará, menos el amor (así lo escribió el viejo Pablo). Y si no fuera por eso, nadie nos encontraría jamás. Dichosamente somos palabra, palabra de amor.

Queda prohibido, pues, no separar jamás lo humano de lo divino, ni toda acción del pensamiento amoroso. Ay, de quienes lo hagan en su inefable arrogancia, quedaran condenados a no volver a reunirse más con los amigos que un día se fueron.

Por: Gvillermo Delgado
Foto: en línea.

martes, 27 de febrero de 2018