Somos Luz
Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse de lo bello en que su condición humana descansa.
Guillermo Delgado OP
18 de mayo del 2020
La existencia de las cosas depende de quien las valore. Lo que no vale no existe, por eso muchas cosas pueden ser fácilmente desechadas.
18 de mayo del 2020
La existencia de las cosas depende de quien las valore. Lo que no vale no existe, por eso muchas cosas pueden ser fácilmente desechadas.
La persona a diferencia de las
cosas es la fuente de los valores. Vale no sólo por el juicio
que una persona tenga sobre otra. El valor de las personas es luz sin extinción.
No puede nunca ser desechada.
Sin embargo, a veces la realidad
de las cosas pareciera ser compatible con la de las personas. Lo vemos en la
pobreza o en la maldad de unas personas sobre otras.
¿Por qué el juicio bueno o malo
que una persona tenga sobre otra tiende a aplacar la dicha o aumentar la euforia
de la felicidad a veces artificial? ¿De dónde nos viene esa actitud extraña? De donde venga y llegue el
juicio, para bien o para mal, es controlado por el cerebro. Sin embargo, hay
algo más que el dominio y la explicación neurológica.
¿Es la tendencia natural
la explicación de las buenas o malas acciones? Tradicionalmente hemos
respondido del siguiente modo: Si el lado de la balanza se inclina a lo malo, la
concupiscencia es la fuerza que atrae y domina. Si se inclina a lo bueno es un
estado de “gracia” cuya fuente recae en el misterio divino.
La bondad en las personas no es una
valoración de contrapeso, respecto al mal, sino la condición original de todo
ser, del cual fue llamado a la existencia. De ahí el “amor extremo” al que
refiere lo santo.
Si una bolsa se rompe la tiramos
y nos olvidamos de ella. Con facilidad pasa de existir a no existir. En una persona
no pasa lo mismo. Jamás deja de existir. Si enferma aumenta el aprecio. Pero si
enferma gravemente y muere, no pierde lo que antes fue, es más, se le añaden
otros valores, con nuevos significados.
Como la luz que no se extingue, y solo prosigue
su camino, la muerte es un tipo de ausencia, mientras más lejana, más brilla en
la densa y oscura noche.
¿Qué explicación merecen
aquellas acciones “humanas”, que muchos califican de estupidez, cuando buscan suplantar
la luz y su fuente? La estupidez o estulticia jamás brillarán, por más que
intenten aniquilar la luz para ocupar su lugar. Más bien provocan un efecto contrario
al de sus pretensiones. Quien pretenda matar una semilla enterrándola, solo con
el tiempo se percatará que favoreció el regio inicio de lo bello.
Para brillar en el firmamento de
la oscura noche nadie necesita morir. Tampoco ser adulado en la desazón de las
opiniones. Quien vive brillando, brillará para siempre. Y no necesita más que apropiarse
de lo bello en que su condición humana descansa.
San Pablo decía que, quien vive
no vive para sí mismo; y quien muere, tampoco muere para sí mismo. Santo Tomas,
añadiría a San Pablo, sólo que 13 siglos más tarde, diciendo: Ya que lo propio
de la luz consiste en iluminar.
Una jaculatoria de los
cristianos, delante de nuestros difuntos reza: “Dale Señor el descanso eterno,
y brille para ella la luz perpetua”. Ese rezo recoge bien el hondo sentimiento
que nos hace expresar, que lo bueno como el amor son eternos, y qué mejor modo puede haber que el de asimilarlos a la luz eterna. Por eso, aquello que no puede ser amado o no es eterno
no vale la pena.
Si somos luz que no se extingue ¿por
qué los necios insisten en el intento por apagar la luz que brilla en nosotros?
Sin Comentarios
¿Qué piensas de esta reflexión? Dame tu opinión.