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Superar el odio

 


Cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno.

Por: Gvillermo Delgado OP

07/12/2022

Si no estás de acuerdo con la opinión y conducta de otras personas no intentes corregirlas como es usual. Solo compréndelas. Si puedes, ámalas. Eso te hará mejor persona, y todo lo que antes notabas mal en los demás lo corregirás en ti. Verás que no tendrás impulsos de abalanzarte para imponer tus razones, sino para aceptarlas tal cual son. Eso es hacer camino.

He aprendido que el odio es veneno que sólo daña a quien lo ingiere. Si odias a una persona el primer afectado eres tú. Suele suceder que, el odiado, ni se entera del veneno que está haciendo estragos en ti. A veces crees que dañas a otros, cuando en realidad sólo te estas consumiendo en la miseria de sus efectos nocivos.

Desintoxicarse del odio es posible, cultivando hábitos buenos; a tres niveles.
En la base, y por eso elementales, están los hábitos físicos que consisten en adiestrarte como un atleta para conseguir metas cortas y largas; para eso debes cuidar tu cuerpo, por ejemplo, comer bien, y hacer ejercicios.

Otro nivel acontece en los hábitos emocionales, que tienen que ver con las relaciones humanas. Es puro aprendizaje que empieza por cultivar los buenos pensamientos en dirección de las otras personas. Los buenos pensamientos te transforman en la persona que cuida y sana a los demás. Para eso, debes ser consciente que el punto de partida eres tú, no la otra persona. Con lo cual, debes convertirte en prójimo de ti mismo. Sólo después serás prójimo de los demás. Permitir que los otros sean los más próximos a ti, te obliga, por ejemplo, a que antes de perdonar te perdones; antes de corregir, te corrijas; antes de amar, te ames. Una vez verifiques tal cosa, verás que las relaciones se fundan en ti, y que a su vez los otros te fundan.

Finalmente, en el nivel más alto, están los hábitos espirituales. No es doctrina religiosa. Lo espiritual es lo trascendente. En lo trascendente te descubres como quien está relacionado con Dios, con los demás y con todo lo creado, en un vínculo profundo, alto y difícil de romper. Al cultivar hábitos a ese nivel descubres que ya estás relacionado con algo más grande que tú, con ese alguien que te da las pautas y la conciencia de que estás en una relación seria, que perfecciona tus pensamientos y emociones. Lo trascendente eleva a unos niveles de relación que surgen del alma racional con la cual miras, sientes como tuyo todo lo que existe, pero con un sentido de posesión de que has recibido todo eso como un regalo que no mereces. Cultivar estos hábitos, al modo, por ejemplo, de cuidar la naturaleza, te convierte en jardinero; cuidar de los demás, te convierte en maestro; cuidar de tu intimidad más profunda, te convierte en un místico; cuidar de tu cuerpo te convierte en persona con una clara identidad y con buen carácter ético.

Los hábitos muestran que la felicidad es una conquista que emerge a cada instante de ti como sol que ilumina. Eso que no da lugar a ningún tipo de odio, sólo al amor; porque cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno que hay en ti y en los demás.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Qué son las virtudes

 


Por: Gvillermo Delgado OP


Las virtudes no se heredan, son forjadas por cada persona a base de esfuerzo y constancia. 


Con las virtudes, vivimos un estilo de vida,  donde las actitudes correctas definen el comportamiento y la vida moral de cualquier persona.


Por eso son perfecciones y hábitos que ayudan a llevar una vida buena. Constituyen el mundo de las excelencias y los valores. 
En pocas palabras, las virtudes, son camino de perfeccionamiento.


Y como todo aprendizaje exigen adiestramiento, disciplina y amor al arte.


Son utópicas. Pues nos elevan a horizontes cada vez más altos y abiertos. 


Su función consiste en desinstalarnos y obligarnos a andar. Como la estrella que nunca alcanzaremos, pero nos orienta para llegar a un destino trazado. 


Son sugerencias permanentes entre lo que se piensa y se hace, ahora mismo, para no instalarnos en la mera utopía, sino para avanzar de modo permanente, realizando en cada paso lo que buscamos más allá del horizonte. 


La identidad de los bautizados cristianos se define a partir de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad infundidas sobrenaturalmente por Dios en el bautismo.


Sin embargo, dichas virtudes deben ser asumidas humanamente para que determinen el actuar de las personas. Por esa vía se entienden y realizan los caminos espirituales y la vida de santidad.


Si las virtudes no son una herencia sino tareas que cada uno asume para realizar su vocación humana, también son un regalo de la naturaleza divina con la cual la persona se realiza y alcanza la vida feliz que, se prolonga más allá de los alcances que este mundo nos permite.

viernes, 29 de julio de 2022

El valor de las lágrimas y las sonrisas

 




La misericordia es la práctica del amor 

que define a cualquier persona adulta


Por: Gvillermo Delgado OP

02/12/2021

La vida acontece entre alegrías y tristezas. A simple vista, cualquier mortal que intente sobreponerse al sufrimiento estará siempre cuesta arriba. Con razón la civilización occidental encontró en la paradoja cimentada en la muerte, el martirio y la religión, un refugio seguro para encarar las miserias y proyectar su futuro.


Es de la naturaleza social anhelar progreso y realizaciones creando aventuras de cambios; ya que siempre nos hemos sentido obligados a transformar los modos de ver el mundo y las actuaciones sobre él. Haciendo con ello inevitable las lágrimas y las sonrisas, el luto y el sueño como si fueran las alas de un pájaro en vuelo.


Abordar la tristeza y el sufrimiento como augurios seguros de muerte, buscando aplacar sus impactos, es posible si miramos en los otros aquello que es inevitable en nosotros. Es frecuente ver pasar de largo a la muerte sino no toca nuestras puertas y a la debilidad del cuerpo mientras tenemos salud. Por eso no es una fatalidad decir: “se acerca el final de mi vida mientras avanzo”, más bien fortalece el sentido de la existencia y permite abordar con realismo emocional las dificultades más acuciantes y cotidianas.


Ser misericordiosos -como quien siente la miseria del otro y lo auxilia- al modo en que lo enseñó el Maestro de Nazareth y lo practicó la Madre Teresa de Calcuta, nos cuesta tanto porque es normal aprender sólo aquello que experimentamos en la propia piel. Y no siempre tenemos la actitud para ser tan siquiera empáticos con quien no es a fin a nuestros intereses. Por eso, es necesario hacer esfuerzos por “apoyar a aquellos que apoyan” a las personas vulneradas en la comunidad. La misericordia se ancla en el alma cuando imitamos los buenos ejemplos de otros. La misericordia es la práctica del amor que define a cualquier persona adulta, de tal manera que aliviando los males de los otros curamos nuestras propias dolencias.


Los tiempos fuertes del ciclo anual como el inicio del verano, los tiempos de navidad, el aniversario del fallecimiento de la abuela, los recuerdos de una tempestad, etc., se configuran y rehacen continuamente evocando aquellos días, ya sean de lágrimas o sonrisas. De ahí que es indispensable dedicarles suficiente tiempo a esos sucesos del pasado, con símbolos construidos por nosotros mismos, por ejemplo: con comidas al gusto, en lugares de referencia, invitar a familiares y amigos a reunirnos; con el fin de cantar los cantos de siempre, hacer los rezos colectivos, comulgar en todo lo que nos hace afines; de tal modo de enjugar las lágrimas o incorporarlas para convertirlas, también, en expresiones de alegría y memorias edificantes.


Las experiencias propias o ajenas que fluyen del entramado y ensamble del sufrimiento y de las alegrías, configuran el carácter ético, en tanto estilo de vida. Con lo cual encaramos las dificultades, sobreponiéndonos a ellas y aprendiendo a celebrar dulcemente lo que puede ser festejado. Así, con las experiencias nos definirnos en valores; y, al priorizamos sobre las cosas, aprendemos, también, a elaborar criterios y a fortalecer los sistemas de normas, como instrumentos indispensables de comportamientos debidos; para “salir a flote” de las crisis, escuchando las aflicciones con los oídos del espíritu, y transformándonos en personas adultas en construcción permanente.


Este artículo fue publicado en Prensa Libre el día lunes 29 de noviembre de 2021, en la sección Buena Vida, p. 22. 

jueves, 2 de diciembre de 2021