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Llegar a ser alguien en la vida







Llegar a ser alguien en la vida


Por Gvillermo Delgado OP
21/09/2021


¿Para qué estudias?, le pregunté a un estudiante universitario de la Facultad de Administración de Empresas, dijo: “Estudio para llegar a ser alguien en la vida”. Él sabe que existe una posibilidad de convertirse en persona de importancia en un mundo donde las relaciones y el conocimiento son determinantes para hacer valer el esfuerzo académico.


El conocimiento y el interés no son suficientes para alcanzar las metas. Hay otra cosa necesaria. No siempre somos conscientes que el fundamento de lo que somos o podemos llegar a ser depende de las relaciones que creamos con los otros. Qué tan elemental sea depende del modo en que buscamos asegurarlo.


Es casi imposible alcanzar el éxito sin aferrarnos a los padres, a amistades sólidas o exclusivas que tengan como base la confianza. Esos son los referentes de sentido que finalmente nos definen como personas sabias. O sea, asegurando las relaciones, veamos por qué.


La confianza

Todos creemos en algo o en alguien, aunque no todos expresamos abiertamente que tenemos fe. La incredulidad es una decisión y la fe un horizonte de sentido, sin el cual es imposible realizar las posibilidades de alcanzar las metas que desde niños perseguimos.


La confianza como expresión de la fe, empieza por creer o encontrarse con alguien. Es colocarnos delante del otro para creerle, para darle el corazón y hacerle fuerte. Y hacerme fuerte “yo mismo”. Ese es el principio del conocimiento de las personas y de uno mismo. De tal modo que la fe es el amor que ve y permite divisar el horizonte hacia donde avanzamos cada día.


Los sueños

¿Qué sería de nuestros sueños, sin la fe y las personas con quienes nos relacionamos y en quienes damos consistencia a nuestros anhelos? La fe es ya, en sí misma la posibilidad de consumar nuestros sueños.


Soñar, ser alguien en la vida es poner de manifiesto que por más que presumamos de sí mismos, nunca un anhelo puede alcanzarse sólo con las propias fuerzas o el puro intelecto. Ya que estamos referidos, lo queramos o no, a un poder que nos trasciende, a quien podemos llamar Dios, o simplemente esa otra realidad que nos mueve a ser más, el poder al que estamos subordinados en este mundo limitado.


Para unos, Dios es experimentado de modo personal más allá de toda religión y es el tú infinito de todo anhelo, ya que permite ir más allá de lo que hallamos en nuestras posibilidades humanas; para otros no es otra cosa que el sentido de nuestras vidas.


El sentido de la vida

Llamamos sentido al mundo o al conjunto de todas las cosas incluido lo humano. También es viaje, dirección que se asoma, la meta final de una vida. Es la determinación de una dirección dentro de un amplio sistema de direcciones. Es subordinar la parte de nuestra realidad, que experimentamos como nuestro mundo, al todo de nuestros anhelos, incluido el más allá de nuestro mundo.


Decimos que hay sentido cuando todo concuerda, cuando las cosas van como deben ser, cuando todo se consigue y sale bien, cuando ilumina nuestro pensamiento y da satisfacción a nuestros sentimientos de vida. De tal modo, el sentido lo experimentamos en la satisfacción, la paz. Son los triunfos y la felicidad, un amor compartido o simplemente un perdón otorgado.


Con el sentido nos apoderamos del mundo para hacernos responsables de él. Ese mundo al que tenemos delante y es nuestro, que construimos a través del conocimiento y las obras, construyéndonos a nosotros mismos.


Así funciona la vida. Llevamos adelante los sueños, las profesiones y nos convertimos en ese alguien por el cual un día vinimos a la universidad.


Construir un mundo de sentido

Construirnos en el mundo de sentido es encaminarnos en la simplicidad ética de hacer el bien concreto, con el que apuntamos a un bien mayor; porque nadie se encamina a la nada sino al todo de sentido. Queremos decir que obrar importa cuando lo ponemos al servicio de una meta, cuando lo experimentamos como algo que hemos recibido de alguien. Eso es lo que define el anhelo de “llegar a ser alguien”, con lo que en cierto modo saciamos, nuestras inquietantes búsquedas o insatisfacciones humanas.


Viktor Frank, psiquiatra sobreviviente de los campos de concentración Nazi escribió, con razón: “No importa tanto lo que nosotros podamos esperar aun de la vida cuanto lo que la vida espera de nosotros”. Partir del sentido es creer, dar dirección a todo aquello en que nos ocupamos.


Creer en uno mismo es importante, pero no más que confiar en aquellos con quienes nos relacionamos. Quien no es capaz de sostenerse en las relaciones profundas para luchar por lo que quiere, podrá alcanzar lo que quiera e incluso ser feliz, pero será más difícil alcanzar sus metas. El sentido de la vida nos sostiene ahora mismo en la fe y traza el horizonte de las metas por las cuales vivimos.


 Publicado en Prensa Libre, el 20 de septiembre del 2021. En la sección Buena Vida, salud emocional, página 22.

https://www.prensalibre.com/vida/salud-y-familia/llegar-a-ser-alguien-en-la-vida/?fbclid=IwAR1LJ4zOx5F0LiwVVGlIvMPuvhN105Frhdsyvf1_RBuHxa8eylZHuOb2HtQ

martes, 21 de septiembre de 2021

Yo y Tú

 



Yo y Tú

Por: Guillermo Delgado OP

 

Al nacer traemos trazos, como mapa interior, que dibujan los caminos por donde transitar sin la ayuda de nadie. Tal itinerario no puede ser entendido sino caminándolo, poniendo límites, estableciendo distancias, y definiendo metas.

 

En cuanto nacemos crecemos en todos los sentidos. A penas avanzamos por la vida, se impone una angustia incómoda de tener que mirar hacia las demás personas, seguir instrucciones y obedecer.

 

Es el momento en que nos descubrimos como “necesitados”.

 

Esa incómoda sensación también nos descubre otro estado natural: la rebeldía, de no querer necesitar de nada ni de nadie. Entonces, se ilumina desde la propia alma la individualidad como concepto mental, que nos acompañará el resto de la vida.

 

Digamos que la individualidad flota de aguas profundas, que emerge espontáneamente y exige imponerse por encima de todo pensamiento.

 

La adversidad de la individualidad da origen a una consigna con gérmenes primarios de sobrevivencia, que dice: yo versus tú. Ese egoísmo ensanchado será la propia sombra que no podremos sobrepasar por más que queramos, no al menos mientras caminemos bajo el sol de este universo.

 

Lo que nos queda es validar la libertad a prueba de voluntad, delante de las personas que amamos o que no.

 

O sea que, despertar al sueño de la vida nos obliga comprender la “condición misteriosa” de lo individual y la necesidad de las relaciones humanas.

 

Entendemos que junto al diseño de origen existe una caja de herramientas que tendremos que aprender a usar, más allá de todo egoísmo y más acá del puro amor.

 

Desde tiempos ancestrales los maestros de la moral y la religión nos hablaron de guiar el comportamiento hacia el equilibrio de las virtudes, sin las cuales no sería jamás factible la felicidad y la buena vida. Pero la felicidad no tiene un lugar, una meta, ni es una realidad determinada de una vez y para siempre. Sino que ella es el paraíso siempre habitado mientras la vida acontece.

 

La felicidad es lo verdadero. Lo conquistado. Partir de las propias disposiciones interiores, donde está el poder, el amor y el dominio propio, del que le habló San Pablo a Timoteo (2 Tm 1, 7). Cuyo alcance definitivo jamás será posible sin el auxilio de aquellos que nos aman. 


lunes, 15 de marzo de 2021

un Proyecto de Vida


Proyecto de vida

Alcanzar aquello que uno se propone tiene que ver con la elaboración de razones que puedan ser implementadas como un bien amado. Eso es un Proyecto de Vida.

Los razonamientos válidos son construidos a partir de otras razones, propias o ajenas, y puestas a prueba repetidas veces, hasta el infinito.

En las razones están las fuerzas del movimiento. La acción exige constancia en dos ejes: la fuerza interna que está en la razón y la fuerza externa que es el movimiento. 

Las grandes ideas, como los sueños son la base de toda revolución científica. Del mismo modo, nuestra existencia, primero tuvo que ser una idea en el corazón de Dios, y en el de nuestros padres.

Una persona razonable, sustenta sus pensamientos y acciones en un proyecto. 

Quiero decir que, los propósitos como las razones obligan a creer, confiar, en uno mismo. 

Es frecuente escuchar decir: Yo no tengo nada que no me lo haya dado yo mismo. Todo cae en el marco de mis propias posibilidades.

Este argumento puede sonar a “exceso de autonomía” y lo es; sin embargo, es el punto de arranque y el motor que mueve hacia a todas las direcciones y metas. 

Partimos de la confianza en uno mismo. Luego, nos extendemos a todas aquella direcciones que las relaciones nos permitan. 

Dios está en entre esas relaciones. La más valiosa. Abiertos a Dios es lo mismo que asegurar que la meta trazada nunca será una tarea inútil. La energía, la dirección, el aliento y todo lo demás, vienen de las relaciones y del amor que tiene su fuente en Dios.

Aquellas personas que no tienen proyecto se abandonan en su propia miseria.

Imbuidos en el miedo y las acechanzas del mal, frustran las iniciativas propias y ajenas. Ese tipo de personas, suelen ser poco racionales y atractivas. Definidas por Alberto Cortés como “la masa”. 

La diferencia entre “la masa” y “la persona” es el proyecto y las razones que lo han puesto en movimiento.

Fíjate bien que, las personas sin proyecto, sin propósitos; aluden a las razones y propósitos de otros, repiten hasta el cansancio aquello que justifica “su modo de ser”; suelen ser gente con pocas posibilidades de apertura a los cambios; estáticos esperan que la suerte los sorprenda un día por el camino.

Por consiguiente, cada vez que emprendamos un nuevo año, por la razón que sea, te propongo que consideres tu propia vida a partir de un proyecto; que aprendas a contar con las personas y las cosas; que pienses en lo breve que es la vida; te animo a que no olvides que, las potencialidades si no se ejecutan se frustran al punto de entumecer los sueños; finalmente, no olvides nunca que una persona sin sueños es una persona miserable.

Si eres un soñador como yo, vas a tener tantas frustraciones como las estrellas del firmamento; si no lo eres, serás tan amorfo como el mar después de la tormenta; de uno y otro modo, lo que importa es que tengas un proyecto, que sueñes y que cuentes conmigo.

Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
miércoles, 3 de enero de 2018