La Vida es un Sueño
“Quiero recordar que la vida es un sueño
y en mi corazón siempre guardaré un lugar
por si te llego a encontrar al despertar”.
Pedro Calderón de la Barca.
Nacer es despertar de un
sueño que Otro soñó. Ese sueño sólo puede ser conocido mientras vivimos. Nacemos para vivir el sueño de la vida.
Una vez en el mundo aprendemos a movemos en espacios extremadamente
pequeños y breves, que sólo empiezan a tener sentido en aquel instante que los
imaginamos buenos. Que terminamos haciéndolos bellos. Esa tuvo que ser la razón
que le llevó a decir al filósofo Leibniz que: el mundo que habitamos es el
único y mejor entre los posibles mundos.
Tal belleza que ya está en las profundidades del alma la
hacemos venir a nuestro mundo exterior visible.
La memoria es el maestro que nos ha encaminado a ser lo
que ahora somos, porque se alimenta de una realidad interior donde todo sueño
se materializa. Es decir, el sueño es una idea material, concreta.
El sueño es concreto como
es concreta la vida. Es la vida la que en este momento me permite leer y pensar
lo que leo.
En pocas palabras, la vida es un sueño imaginado y
vuelto a imaginar tantas veces posibles, que emerge del alma, hasta día que nos
digan: «Retornad hijos de Adán» (Salmo 89, 6).
Retornar es volver al punto de partida como en un círculo
perfecto en que acontece la vida con un inicio y un
final; que luego se abre como en un espiral hacia lo alto de modo infinito
buscando fundirse con lo eterno.
Imaginar en círculo nos convierte en dioses poderosos:
con capacidades de crear mundos, de viajar por el espacio, de convertir el agua
en luz y calcular la velocidad de un haz por el basto espacio (300.000.000 m/s).
Más aún, nos hace capaces de entender la vida como un sueño breve que acaba en
otro sueño. Donde la luz no tiene velocidad. Un lugar en que la luz, la
justicia y la paz se abrazan.
La vida vino de un sueño que nunca tuvimos y se nos concedió
sin tampoco pedirla. Lo cual la convierte un auténtico regalo de amor.
Quien vive sueña la vida feliz. Aun viviéndola, porque
sabe que siéndola suya nunca lo es del todo. Además, es consciente que delante
de todo regalo de amor no queda más que agradecer el regalo, fundiendo su alma
con el dador. Por eso, todo regalo funda la amistad o la hace consiste.
Eso explica las capacidades que tenemos de amar mientras
vivimos. El poder de mirar lejos y comprender el dinamismo de las fuerzas
misteriosas que nos mueven. La capacidad de abrir puertas, a través de las
cuales avanzamos a otros mundos. De tal modo que el día que nos marchemos las dejemos
abiertas para que otros tengan la posibilidad de mirar lejos, avanzar hacia
horizontes lejanos y materializar sus sueños, tal como lo hicimos nosotros.
Como todo sueño, no puede retenerse para siempre. Al
manifestarse en instantes mínimos y efímeros, mientras dormimos, una vez
despiertos sólo puede ser narrado de diversos modos e incluso reinventarse. Del
mismo modo, el sueño de la vida tiene que venir de una fuerza mayor e infinita
que explique todos los demás sueños.
Así, al afirmar que la “la vida es bella”, alguien tuvo
que soñarla primero. Crearla desde su propia belleza. Con tal dimensión que nosotros,
los mortales de este mundo, nos sintamos obligados a buscarla en todos los
rostros y destellos de luz; hasta el día que por fin nos demos cuenta de que la
belleza está en el mapa interior del alma. Tomemos en cuenta que, en cierto
modo, ahí prevalecen los atisbos más cercanos con aquel que soñó y creo cada
vida humana.
Con todo esto que hemos afirmado, también podemos decir
que vivir es vivir un sueño breve que sólo es comprendido con la muerte. Por
eso exaltamos la bondad de quienes mueren.
Mientras vivimos nos pasamos los días entendiendo la
vida y soñándola. Somos incapaces de crearla. Sólo tenemos la capacidad de
recibirla y de recrearla. Como en el amor somos capaces de amar y ser amados
porque hemos recibido el amor. Jamás hemos sido, ni seremos capaces de crearlo.
¡El amor es uno, como una es su causa!
La muerte muestra colores diferentes de los sueños
queridos porque tiene que ver con los sueños consumados. Ese es un grado
particular de la belleza hacia donde la vida tiende. Mirarnos desde lo que
fuimos nos hace capaces de comprender aquello que ahora somos. No existe otro
modo de comprender lo que ahora somos. Sólo se entiende desde lo que un día
fuimos.
Por eso, lo queramos o no, somos un invento del pasado.
No como un pasado cronológico sino como memoria escrita de manera indeleble en el
alma. Despertar todos los días desde la memoria del alma, eso es vivir el sueño
de la vida.
Es hermoso vivir el pasado como lo que un día fuimos,
para imaginar el mejor mundo posible y contener aquella belleza en la que aún
no somos, pero que sin duda seremos.
Si vivir es imaginar lo que podemos llegar a ser, morir
es recobrar lo mejor que fuimos. Eso quiere decir que, imaginar la vida desde
el pasado es querer la vida, no de cualquier modo, sino haciéndola bella.
Por eso cuando un ser querido fallece reconstruimos su
vida hacia nosotros desde los esbozos más hermosos y buenos. Así, la muerte es
un tesón necesario para que la vida sea siempre bella. Es una expresión del
único y eterno amor.
La vida es un sueño por eso es bella. Por tal motivo, la
mejor manera de vivir la vida es vivirla como un sueño. Que el trayecto haga
que toda alma buena sea la alfombra por donde Dios camina entre nosotros.
Por: Fr. Guillermo Delgado OP
Revisión: Glenda Macz
Foto: jgda