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Oración

 

Fotografía del interior del antiguo hospital de la Isla Poveglia. NATIONAL GEOGRPHIC

 

Oración


 Por: Gvillermo Delgado OP

27/06/2024


Llegada la hora en que el tiempo ya no es tiempo, todo se detiene, y el alma se colma de nostalgia. Esa hora en que no hay vínculo entre “un momento y otro”, y no se oyen las voces ni aquí, ni allá. Cuando el mudo-llanto es murmullo de la propia voz, eco, que emana de la propia tristeza; cuando una es la voz de quien busca conectar su-palabra-en-diálogo y otra el silencio-de-los-ángeles, que no puede ser oída. Nos preguntamos:


¿Qué pasa si tu voz -gemido en pecho- no es atendida por quien debiera hacerla suya y responderte?


Dante al intuir la atemporalidad de quienes murieron y ahora habitan el infierno, el purgatorio o el paraíso celestial; supuso que sus voces podían ser oídas, pero no atendidas.


 La tremenda frustración de toda frustración acontece entre el más allá y el más acá del tiempo donde nada se puede hacer, porque no hay conexión entre esta y aquella realidad. A no ser que se comprenda desde las almas despiertas.


La cualidad principal de la tecnología puesta en nuestras manos en los dispositivos digitales está en la capacidad de acortar la distancia y el tiempo, haciendo del espacio y el tiempo una realidad sin conexión. El espacio y el tiempo son unidades aisladas. Con lo cual no es posible tejer historias de vida, que puedan ser contadas.


En el mundo de la virtualidad donde todo está perdido en el tránsito de un enlace a otro, no quedan huellas, ni aroma en los recuerdos. No hay fotos amarillas, ni sabores de cocina al calor del intercambio de miradas cómplices. Tampoco hay vuelta atrás. Vida temporal y vida atemporal es el final de un por qué para vivir. Ante lo cual: ¿Es posible la amistad y la durabilidad del amor sobre un proyecto a largo plazo? ¿Dónde queda la memoria?


ISTOCK / HELEN DAVIES. Los gorriones son el ave con mayor presencia en áreas urbanas de todo el mundo. National Geogrphic


Sin embargo, los gemidos sin respuesta aparente pueden ser atendidos. Consolados, como solemos decir. La voz que vincula está en la oración y el silencio. Ahí hay aroma, color, sabor que se traduce en quietud. Para los tiempos que corren por los rieles de la tecnología, y de crisis de sentido -de pérdidas-, la oración es la voz que nos vincula con el silencio de los ángeles.


Y el amor el mejor atisbo de eternidad, que Dante no pudo representar. Es, como la oración, la vía a través del cual vivimos, hacemos historia, dialogamos, proyectamos, nos contemplamos en la mirada de quienes caminan a nuestro lado.


El amor y la oración conectan los pequeños segmentos de tiempo y espacio. Hacen de la nostalgia la voz que se entrega y se atiende, no sólo en modo cognoscitivo, sino, y sobre todo, en la transparencia del por qué para vivir la vida presente con aroma a eternidad; porque en el amor podemos recuperar la historia que los demonios buscan borrar porque le temen a lo eterno.

jueves, 27 de junio de 2024

La Providencia

 




La Providencia


Por: Guillermo Delgado OP


La vida es un reloj en marcha que acaba y se reinicia a cada instante. La vida es el latido del corazón, la oportunidad de oír la propia voz en el silencio y la voz de quienes amas, es el aquí y ahora (Hic et nunc) de la existencia.


La vida no conoce la prisa. 

La prisa es un invento humano que enmudece la cadencia del alma que fluye como agua interior, y que hace fértil todo lo que halla en su paso. La prisa es ausencia de sosiego en el alma. Como tal, atrae al dolor, a la pena y al error. La prisa es la desarmonía del reloj.


Con razón, una vez damos lugar a la prisa, se desatan tormentas interiores, se entorpecen las aguas; y como siervos heridos huimos a guaridas ajenas en busca del consuelo y del remedio para las penas, lejos del remanso de los propios pastizales.


En el dolor se extrañan en extremo los días felices. Y en la urgencia que la herida y el desorden imponen, a veces prolongamos las penas que queríamos remediar.


Es por lo que, mientras la angustia persiste no vale la huida ruin, más bien se hace necesario ceder a la calma que viene con el silbo de los vientos. Lo necesitarás para sanar, y para no dañar a quienes caminan al lado tuyo.


Sólo retírate a tu propio pastizal. Deja que la calma de los vientos y el sereno que dejó la noche halle su morada en el alma dolida; deja que la serenidad penetre por las cicatrices que dejó el dolor. Porque la herida solo sana con el silencio, con el paso leve que deja cada segundo tras de sí.


La señal de que ya habitas la calma se evidenciará en tu capacidad de resistencia: en no permitir nunca que, todo aquello que amas, empezando por ti mismo, sea lastimado. Entonces, protegerás al indefenso, no al modo de los huracanes, sino como lo hace la suave brisa con los cipresales, que perfuman las tardes de los domingos.


En tales circunstancias se alumbra desde ti mismo la luz de la sabiduría; porque la luz te enseñó que la vida es el eterno presente, el ahora mismo, el ritmo de cada segundo, el punto de partida de cada suspiro.


Todo lo demás es la Providencia.

lunes, 8 de marzo de 2021

El misterio humano




el Misterio humano

Existe una cosa propia de la condición humana a la que llamamos misterio. Cuando se decanta a lo bueno y santo es preferida como ideal, cuando se inclina hacia lo retorcido es algo despreciable. Inclinados a uno u otro lado, es como transcurre la vida.

Guillermo Delgado, OP

Las ideas grandes mueven las obras grandes. Si por una de ellas fueras recodado después de tu muerte, entonces pensarás: que no sólo valió la pena la idea que hiciste valer para los demás y para ti, sino que te hiciste inmortal, ya que sin saberlo buscabas a Dios donde ni siquiera lo sospechabas.

Queramos o no aceptarlo, la grandeza o la pequeñez, lo mortal o lo inmortal nos definen. Hay una cosa propia de la condición humana que por no saber cómo explicar llamamos misteriosa. Por ejemplo, tiene que ver con la actitud que asumimos una vez probamos la derrota.

¿Por qué el fracaso pone al descubierto una debilidad y la potencializa al extremo del aniquilamiento? Se supone que quien fracasa luchando como quien se hunde en el fango avanzando en un camino bueno, que él mismo determinó, jamás perderá la dirección que traía, a no ser que esa debilidad le haga cambiar de dirección.

Hay otra cosa más sublime que hace original al humano. Tiene que ver con una fuerza que lo moviliza a lo radicalmente bueno.

No hay cosa más sublime que vivir sabiendo que somos originalmente buenos, y que ahí está el fundamento de todo lo que en esta vida podemos conquistar.

A la hora en que comprendemos que en nosotros existe esa fuerza extraordinariamente buena, que nos mueve, no sólo llegamos a definirnos como lo que somos, originariamente buenos, sino que llegamos a saber por fin cual es el móvil de la vida ética y feliz.

Sólo los años hacen comprender lo misterioso de lo humano. Quizá porque empezamos a encarar la condición mortal con realismo. Así es como las grandes lecciones se aprenden de las pequeñas cosas. A menudo aquello que nunca tuvo valor, ahora brilla como el sol que se asoma en el horizonte entre las montañas lejanas. Mientras más limitada es la vida más grande se muestra. Por ejemplo, la enfermedad nos traza el halo de lo eterno.

Las voces eternas se oyen, no en el ruido sino en el silencio. Ya que la “soledad” hace posible la generación de la voz más potente.

Ocurre que en los ensayos de muerte que vienen con el profundo sueño, la verdad se asoma. También aparece en el descubrimiento de ser- uno-mismo. Y aunque esa verdad no nos introduzca en aquel lugar al que nos dirigimos paso a paso, sin embargo, lo traza como camino para llegar a ser, mientras avanzamos, lo que al menos mínimamente siempre hemos soñado.

Somos herederos de un paraíso del que jamás podremos ser expulsados.


domingo, 7 de junio de 2020

el Silencio de Dios



El Silencio de Dios

Cuando callamos, la voz de Dios empieza a ser fuerte y no sólo se oye fuera de nosotros, o a la distancia, sino en lo profundo de nuestras almas.

Guillermo Delgado OP

¿Cómo podemos atrevernos a decir que estamos capacitados para amar si somos incapaces de oír aquellas voces que sólo pueden ser atendidas con el oído del alma?

La capacidad de oír una palabra nos transforma en lo que esa palabra significa. Porque oír nos da capacidades. Cuando Dios creo el universo dijo: Hágase la luz; y la luz se hizo (Gn 1, 3-5). 

Al parecer, la luz oyó la voz de Dios. Ella que estaba en el puro silencio, se hizo luz. Desde entonces la luz ilumina, y adquirió otras capacidades.

María, la Madre del Señor, recibe la buena noticia de Dios porque la espera. O sea, tiene la capacidad de esperar. Porque quien espera como quien persevera alcanza lo que espera. Y es que tarde a temprano “todo absolutamente todo, llegará a ser o a cumplirse". Sólo no se alcanza aquello que no existe y que no se espera.

Esperar en el silencio es vaciar el corazón de todo lo innecesario para darle lugar a las grandes cosas, a lo realmente necesario e importante.

Es en el silencio donde la palabra eterna llega y llena todo aquello que requiere de su presencia. Cómo se llenan las aguas de los mares y las frutas de los sabores más deliciosos.

En el Silencio, Dios nos habla. Oímos y hablamos en él confianza, como lo hacemos con un amigo.

Nosotros estamos acostumbrados a rogar y a pedir a Dios, aquello que necesitamos. Y, Dios se comporta dando todo lo que pedimos:
Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mt 7, 7-9).

Mejor si lo hacemos desde el silencio, porque esperar en el silencio es escuchar. En el silencio se filtran las voces de la eternidad, porque de allá venimos. 

En el silencio fue pronunciado nuestro nombre, por el mismo Dios, antes que nuestros padres se amaran.

Eso es el tiempo de Dios, que abre puertas a todas las direcciones. Santa Teresa que sabía de esas cosas, lo dijo: “la paciencia todo lo alcanza”.

Hoy tememos al silencio. El silencio no da pánico. Hemos hecho del silencio un vacío cercano a la muerte, carente de sentido. Para muchos el silencio es nada.

Por eso “procuramos distraernos”. Queremos saciarnos de nosotros mismos. Nada más. Al parecer, hemos perdido a Dios.

En la sociedad actual Dios ya no es tan necesario. Lo que no sabemos es que: Quien pierde a Dios se pierde así mismo. Jesús gritó:
¿De qué le sirve al hombre conquistar el mundo entero si se pierde su alma? Y ¿Qué puede hacer para recuperarla? (Mt 16, 26).

Para escuchar a Dios, reconocer su voz, necesitamos por lo menos una cosa: silencio. Soledad. Callar.

Cuando callamos, la voz de Dios empieza a ser fuerte y no sólo se oye fuera de nosotros, o a la distancia, sino en lo profundo de nuestras almas. El alma es el mapa por donde Dios camina, ahí nos encontramos para dialogar con él.

Necesitamos silencio y soledad para volver a tener la capacidad de amar. “Callar la boca para que grite el corazón” (San Agustín).

Foto: jgda
jueves, 21 de febrero de 2019