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La Familia Extensa

La familia extensa

Por definición la familia es extensa; aunque en su fue y organización inicial sea “nuclear”.

Con estas dos afirmaciones constato que, toda familia tiene una fuente de organización primaria (que está en el núcleo del encuentro del hombre y la mujer) donde lo humano se ordena. Sin embargo, no es suficiente la fuente y organización; pues requiere de una realización, y ésta la encuentra en los distintos modos en que el núcleo se expande hacia todos aquellos miembros que en cierto modo son afines entre sí.

¿Por qué la familia es extensa en su realización?

Los datos estadísticos y la experiencia de quienes hemos nacido en suelos americanos nos hace decir que nunca es suficiente la educación de los hijos centrada únicamente en la Madre y el Padre. 

Por eso damos mucha importancia a la escuela, a la Iglesia, a las fiestas patronales, a los comités de vecinos; ya no digamos la del valor que damos a las fiestas familiares, a los eventos de solidaridad por enfermedad, por muerte u otras circunstancias, en los círculos de identidad por consanguinidad. 


A esos acontecimientos cotidianos se debe que hablemos de familia en otros términos, dado que son miembros de la familia aquellos que comparten la vida juntos.


En la cultura maya quekchí de Alta Verapaz: Mamá (qaná) y Papá (qawá) se traducen literalmente como "madre nuestra" o "padre nuestro". En esa vida cultural, ser padre o ser madre es asumir esa condición para toda la comunidad. Por eso, toda la comunidad la respeta con entera familiaridad.

La familia de sangre

Al referirnos estrictamente a la familia de sangre, los puntos de atención suelen ser más estrechos y contundentes. Por eso la figura de los abuelos es casi sagrada, pues, son el referente de quienes proveen los elementos y claves necesarios para realizar la vida familiar. Aquí, más que todo, es el desde donde definimos la familia como extensa.

Las familias se definen alrededor de los abuelos, ellos son el texto vivo que lleva cuenta de la historia vigente y de todos aquellos principios y valores indispensables para que la familia se realice.

En Guatemala y Centro América, la casa de los abuelos son el hito para iniciar y culminar toda actividad. Alrededor de ellos gira toda celebración o se curan las heridas que surgen de la crueldad que las relaciones humanas nos dejan.

Al desaparecer la figura de los abuelos, por fallecimiento o por otras razones, la familia se abre a otros círculos de ordenamiento y sentido. Por tales razones la familia jamás deja de configurarse en torno a ellos.

Los otros modos de familia

Con el surgimiento de otras modalidades de definir la familia, por ejemplo, las familias de padres solteros y aquellos que surgen por afinidad sexual, contrario a lo que muchos piensan, la familia se hace más fuerte, porque nos guste o no, esos modos nuevos sólo vienen a reafirmar aquello que el tiempo, y con ello la tradición, nos han llevado a entender qué es realmente la familia.

En la familia siempre hemos tenido tolerancia al aceptar los distintos modos de llevarla adelante, para que el ser humano crezca en humanidad; pero, aquellos modos que atenten con su idoneidad, como pasa en todo cuerpo orgánico, la composición del mismo organismo termina por expulsarlos o integrarlos, según lo requiera su propio proceso evolutivo.

Por eso, no debemos demorarnos en discusiones hepáticas, cuando nos obligan a ser o no tolerantes con uno u otro modo de ver la familia, pues, ella no es mía ni siquiera de quienes la definen en función de crear políticas públicas e internacionales que buscan salvaguardar algunas demandas.

La familia es patrimonio de la humanidad

No. La familia es patrimonio de la humanidad. Todo aquello que atente contra su fuerza dinamizadora de perfeccionamiento terminará por aniquilarse por sí mismo.

Por todo lo anterior, la familia siempre será numerosa. Será extensa. A la vez, siempre se configurará en la relación heterosexual. Será nuclear.

Tanto precisa esta afirmación que incluso llamamos familia a la comunidad, es decir, a todos aquellos que no comparten nuestra historia sanguínea o genética. Por eso, los padrinos los buscamos fuera de los círculos elementales; con eso hacemos más extensa la familia de lo que ya es y más nuclear en su configuración.

Por tanto, no admitir otros modos de ordenar la familia nos convierte no sólo en intolerantes sino en rancios e indiferentes a lo más sagrado y elemental de la familia. «Admitir» significa seguir siendo familia con sus perfecciones e imperfecciones. El tiempo y la tradición nos seguirán dando la razón. 

En cierto modo, al nacer en una familia nos convertimos en herederos de unos procesos ancestrales, de los cuales somos un matiz poco visible. 


Lo que nos queda es perfeccionar y recrear, aún más, aquello que hemos heredado, de acuerdo a las nuevas circunstancias, de tal modo que la familia siga siendo el hogar que asegure una vida digna para nuestra vejez y el techo a aquellos que aún están por venir y que nunca conoceremos. 

La familia es patrimonio de la humanidad y por definición es extensa y nuclear en su fuente.

Por: Guillermo Delgado OP
Foto: jgda
martes, 26 de marzo de 2019

CAMBIAR

CAMBIAR

Cambiar es convertir algo viejo en nuevo o dar forma diferente a una cosa cualquiera. Es hacer del barro una vasija.

Al hablar de personas, el paso de lo viejo a lo nuevo sólo llega con el tiempo. Nada se puede forzar como el alfarero moldea al barro. El tiempo pueden ser segundos o años. Sólo determinado por el amor.

Lo primero que sabemos de los cambios es que son propios de la naturaleza. Los cambios llegan solos -con el tiempo- porque forman parte de la evolución humana. Eso explica lo que los años hacen con la existencia humana, ya que la vida está en una permanente expansión. La vida inicia en segundos pero puede durar hasta cien años.

Lo segundo que sabemos es que los cambios son profundos. Los cambios profundos se caracterizan por que afectan la naturaleza, pueden cambiarla. Por ejemplo, el agua en la suavidad moldea a su capricho a la tosca piedra. Si eso ocurre entre la piedra y el agua, imagina lo que puede ocurrir entre dos o más personas.

Llamamos cambios profundos aquellos que se dan dentro o al interior de la persona. No son superficiales. Eso quiere decir que hay que llegar y habitar la profundidad de lo que deseamos cambiar. Por ser profundos no es dar forma como pasa con el barro ni moldear la piedra. Es transformar el llanto de muerte en silencio apacible o a las palabras destructivas en aquellas que edifican y acercan a las personas. 

¿Cómo ocurren los cambios profundos? Supongamos a una niña con un temperamento explosivo que la ha convertido para su entorno en antipática e "invivible". 

Si queremos cambiarla, eso sólo será posible en la transformación profunda. O sea, “desde dentro”. Como el jardinero es al rosal, los familiares y los amigos lo serán para esta pequeña.

¿Cómo? Si el cambio “debe” ser desde dentro, entonces hay que entrar en el interior de la niña. Habitar su corazón.

¿Eso es no cambiar nada para cambiarlo todo? Ciertamente. No cambiar nada porque no podemos forzar nada, y cambiarlo todo porque al respetar el modo de ser de la niña,  los cambios se impondrán en su debido momento. Sólo es cuestión de tiempo. Que pueden ser horas, días o muchos años.

Habitar el corazón de niña a quien queremos cambiar es comprenderla, amarla, tal como ella es, con su carácter explosivo. Comprender es cosa del amor. El amor la transformará desde dentro y a profundidad.

Los cambios profundos no siempre ocurren al capricho de quien los anhela, los cambios profundos son un capricho del amor, porque dependen de la fuerza del amor. Toca pues, amar, para hacer venir los cambios al modo en que el amor lo permita. 

Así por ejemplo, si los cambios son profundos y estables es indicación que vienen del amor. 

Por consiguiente, si amas a una persona la cambiarás, sin ni siquiera pretenderlo. El amor, cambia en dirección de la perfección.  Para eso, "debes" entrar y permanecer en el corazón de quien amas, ya que el único modo de amar es y será siempre entrar en el corazón de quien se ama.

Quien ama, ama porque ha logrado entrar y colocarse en el corazón (en el centro) de quien ama. Y quien ama, no solo cambia a la persona que ama, sino que cambia ella misma, y sin pretenderlo cambiará también a su entorno.

Así como el río encuentra su cauce, la persona que ama, como quien recibe amor, se transformará en aquello que ni siquiera sospecha, porque finalmente se transformara en aquello que el amor obligue.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
domingo, 17 de marzo de 2019

Jesús no es para todos



Lo propio del cristiano es “ser otro Cristo”


Por: Guillermo Delgado OP
Foto: El Cristo de Velásquez, Museo del Prado, Madrid.



La sabiduría divina no es ajena a la sabiduría humana. Es más, la sabiduría de Dios sólo es comprensible en el lenguaje y la experiencia humana. Dios es tan cercano al corazón humano, dado el origen divino del corazón humano.



Un río es río en su recorrido, al unirse al mar es mar. Los cristianos, lo somos en Cristo. El cristiano que no se hace uno en Cristo no es cristiano, quizás porque en el camino de su vida aún no ha encontrado el modo de fundir su vida a la de Cristo, tanto como el río al mar.



Jesús no es para todos porque su persona debe ser aceptada libremente, captada de tal modo que afecte el camino que cada uno lleva en la dirección de su final inevitable.



Los cristianos lo somos por el bautismo. Con el bautismo nos hicimos uno en Cristo, al participar de su muerte y resurrección. Aún más, participamos de ordinario, en su vida divina cada vez que escuchamos o leemos su evangelio y al participar de los sacramentos, por ejemplo, en la reconciliación, y sobre todo al unirnos a su mesa del pan eucarístico.



Sin embargo, en muchos casos, “ser cristiano” sólo es una potencialidad o una capacidad sin usar; como una semilla de un árbol de aguacate guardada en un frasco de cristal. O como un un barco anclado en el muelle. Seguro en el vaso o en el muelle, nunca llegará al ancanzar las metas para las cuales fue creado, y vino a este mundo. 



El barco está seguro en el puerto, pero es para navegar. Lo propio de la semilla es llegar a ser árbol y el barco lanzarse al mar. Del mismo modo la identidad del cristiano no es tener otro nombre que se guarda de lunes a viernes y se saca a pasear los fines de semana. Lo propio del cristiano es “ser otro Cristo”, tanto, como un modo de ser.



Jesús es para todos porque es dado a todos, pero no es para todos porque sólo unos pocos logran hacerse uno en él. Cómo el río se hace uno con el mar.



Tal experiencia no es sólo para las personas religiosas o de gran experiencia mística, sino para aquellos que quieran vivir una vida con sentido humano. Sabiendo que todo tiene un inicio y un final. Y mientras se toca cualquiera de los extremos, la vida sólo debiera ser de amor y en el amor, para que valga la pena. Eso es fundirse o hacerse uno en Cristo en la vida cotidiana.



Para que Jesús sea para todos, recomiendo tres prácticas que pueden insertarse en la vida cotidiana.



Primero. No posponer la práctica de la conversión. La conversión es volverse a lo mejor que hemos sido en el pasado, para recuperar el sentido de una vida presente y futura. Conversión es regresar al punto en que nos extraviamos. Los días felices que tuvimos nunca están perdidos para siempre, pueden volver a ser otra vez; todavía con más belleza, si los retomamos desde lo mejor de nosotros mismos. Más aún si logramos examinar lo mejor de las personas. Ahí nos enfrentaremos cara a cara con el mismo Cristo quien nos dijo: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.



Segundo. Oír la voz de Dios en la propia interioridad. La persona o sabe vivir en silencio y en soledad o es incapaz de atender las verdades que están dentro de ella misma y de los grandes maestros, como Jesús.



La voz eterna de Dios suena imponente en el silencio, sólo interrumpido por el llanto del niño que nace, por el silbo del aire nocturno, por la lluvia que golpea los techos de madrugada, por el anciano que muere confiado en un amor mayor.



Hay que bajarse del ruido del mundo para descender a tu interior donde Dios habla en lo secreto y como águila te eleva por las alturas para enseñarte a amar desde lo infinito.


Tercero. Vivir en austeridad, moderación o sobriedad. Significa no acumular cosas más allá de lo que necesitas para vivir. Es darse cuenta de lo poco que necesitas para tener una vida feliz. Casi siempre sólo llegamos a notarlo cuando una persona se despide de este mundo por fallecimiento o cuando enfermamos gravemente. Las despedidas y el regreso a casa nos dan ese sentido de comprensión.

Piensa, por un instante que te vas de viaje por seis meses: echa en la maleta sólo lo que necesitarás para ese tiempo. Luego considera, que viajas por un mes ¿qué pondrías en la maleta? O piensa que viajas por dos días solamente. ¿Y si te vas para siempre fuera del país?: ¿qué necesitas llevarte?

Te darás cuenta de que son pocas las cosas que necesitas. Seguramente harás una selección de lo que en verdad necesitarás.

La vida es un viaje breve hacia la eternidad. ¿De cuanto tiempo? Nadie puede saberlo.


Ir por la vida ligeros de equipaje es llevar consigo en la maleta lo que necesitas. Nada más.


Al salir de viaje y regresar, sabes que en casa hallarás lo que dejaste; en cambio traerás cosas nuevas como regalos para quienes se quedaron esperándote.


Las cosas que dejaste al irte siguen en el mismo lugar, sin mérito y con mucho olvido. Tú en cambio regresas renovado, con el brillo en los ojos de haberte ido y de haber regresado. 


Esos son los frutos de la austeridad, la sobriedad o la moderación. ¿Lo notaste?


Eso es vivir en Cristo. Eso es hacerte uno en Cristo. Es de pocos. No para todos.
lunes, 4 de marzo de 2019

El Plan de Dios



El Plan de Dios

Dios puede hacer cumplir su palabra con la fuerza de su aliento como cuando dijo: “haya luz”, y “hubo luz” (Gn 1, 3); pero, Dios respeta las leyes y los procesos de la naturaleza que él mismo creó. Eso le hace ser Dios. Pues, no es un dictador que incluso da ordenes en contra de lo que él mismo inició.

La naturaleza lleva un proceso lento, pero sin error. De ahí que en las leyes y comportamientos de la naturaleza encontremos sabiduría.

Así, por ejemplo, Dios está en cada paso de la germinación de la semilla, en su desarrollo, floración y fruto. Notemos, que cada paso tiene armonía de leyes. Es la música de Dios. Él danza y se deleita en su obra, llevándolo todo hacia un fin determinado: como de la semilla a la fruta. Así funciona el plan de Dios.

De donde extraemos una gran lección para nosotros:
¡Respeta las leyes de la vida y serás beneficiado por ella! ¡O sancionado si no las respetas! No olvides nunca que Dios está en el camino de tu vida, ese es su plan: crear, acompañar, trazar caminos hacia una meta definitiva y feliz.

Quien no capta la verdad de las cosas, donde Dios permanece, porque se cree tan autónomo e independiente, tiende a rebelarse contra todo aquello que aparente ser una amenaza para sus intereses. El resultado será siempre el mismo, se perderá en el laberinto del egoísmo y no alcanzará la sabiduría de la vida feliz.

Por naturaleza la persona necesita de un proceso para aprender. Por eso, Dios quiso trazar una línea recta inevitable que va de su nacimiento y a su la muerte. En ese camino la persona aprende el bien, aprende a esperar, a trazar metas y alcanzar todo lo que se propone.

Como en todo, hay que partir de un punto de origen. 

Para mirar lejos primero hay que posar la mirada donde descansan los pies. Juan el Bautista señaló el horizonte del Mesías para todos, pero sólo pudo ser visto por aquellos que lograron mirarse así mismos y cambiar su interior. El ojo se purifica primero para alcanzar la distancia.

En segundo lugar, alcanzar toda distancia es dejar que el tiempo sea movido por su autor, como al viento. Alcanzar es llegar allá donde Dios está. Es dejar a Dios ser Dios en tu vida. 

Por tales motivos, aquellas personas que cumplen sus palabras actúan en nombre de Dios.

Quien hace el bien es señalado como una persona buena y al mismo tiempo, como quien hace visible a Dios en el mundo. Porque sin quererlo ya es parte del Plan de Dios, pues al hacer el bien da cumplimiento a la palabra eterna y está llevando a plenitud la obra que Dios inició un día y confío a la persona humana para que la perfeccionara y la encaminara hacia su plenitud. Dejando claro, a la vez que, él estaría con nosotros hasta el final de los tiempos. Lo dijo Jesús, en estos términos: He aquí que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda

sábado, 2 de marzo de 2019