La persona madura es una persona inteligente
Por: Gvillermo Delgado OP
¿Qué es la madurez humana? Cuatro realidades la definen: La
responsabilidad como la condición de quien asume las consecuencias de sus actos
de principio a fin. El dominio de sí mismo como la capacidad de sostenerse en
lo más auténtico y santo. Las aspiraciones más profundas, como el
reconocimiento de que nada caduca en la propia necesidad y su goce. Y la
capacidad de crear ideas, que pone a toda persona sólo por debajo de Dios, como
quien crea y recrea su propio mundo.
Ninguna de estas características se limita a cierta edad,
condición religiosa, ni a capacidades intelectuales, sino estrictamente a la
condición humana en crecimiento.
1. La responsabilidad
La persona responsable es aquella que asume las
consecuencias de sus actos en todas sus manifestaciones.
La responsabilidad conecta con aquellas actuaciones que
inspiran a las demás personas relaciones de confianza; desata los nudos que atan
toda posibilidad de creer y dialogar.
A eso le llamo apertura, porque abre puertas hacia todo lo
que puede ser. Con la apertura la persona intuye las posibilidades de acción, descubriendo,
al mismo tiempo, señales de realización. Se nota cuando una persona abandona su
condición pasiva para convertirse en el dinamizador de las posibilidades que
tiene entre manos.
Así la responsabilidad hace visible el crecimiento humano. Cuando
la responsabilidad se ilumina en la persona, la persona es transparencia, y
autenticidad. No teme que lo desnuden en la verdad, tampoco teme a su propia
muerte.
Cuando eso ocurre estamos delante de la persona honesta.
Si encuentras a alguien con estas características por el camino, no pases de largo. Es una especie en extinción. Domesticarlo es un verdadero reto para la salud moral de tu alma. Detente. La creación entera te lo agradecerá, porque finalmente lo imitarás y otros tantos, te imitarán a ti.
2. El dominio de sí
mismo
Lo santo es por excelencia el dominio de sí mismo. Para
muchos de nosotros quizá sea una camisa que nos quede grande. Pero no. Porque
el dominio de sí mismo es poner en marcha el aprendizaje de la propia
experiencia, es la autoconsciencia de lo que uno ha llegado a ser, gracias a la
vida. En ese aprendizaje, la persona apunta a un destino que la conciencia
traza.
Si la persona adulta es aquella que se define en el dominio
de sí misma, eso significa que, en el lenguaje de la ética filosófica, es “virtuosa”,
y en el lenguaje religioso es “santa”. Estas alusiones del “ser perfecto”, que
se derivan del dominio de sí mismo, son indicios del ser “iluminado”. Eso es: mirar con la claridad del alma.
De ahí deviene la cualidad de la persona transparente. Esa persona
que se aconseja primero ella misma antes de aconsejar; no engaña, simplemente porque ella misma no se engaña.
En este nivel, la persona se concibe en el marco del "carácter de lo sagrado". Esto es la santidad de la persona, contagiada por Dios, que le define como inviolable; porque al mirarse en el espejo de sí mismo contempla el valor absoluto: el grado más alto que le coloca "casi" al lado de Dios.
3. Las aspiraciones
profundas
La madurez humana implica también la insatisfacción que la
convierte en soñadora de cosas grandes. Pues, se mide con lo alto y
“grandioso”; aspira persistir en lo más íntimo y “profundo”.
La insatisfacción apunta a la consideración de los orígenes
de donde el ser ha evolucionado, pues, se remite a la profundidad inconsciente
del alma con la cual construye su propia vida.
Estas cualidades hacen misteriosa a la persona. Son objeto
de inspiración, sin duda que de ser imitadas.
4. Crear ideas
Finalmente, la madurez humana tiene que ver con las ideas. Las
ideas son reales en la práctica porque crean la realidad. De otro modo, todo lo
existente es palabra porque son palabras del alma.
La madurez humana implica crear ideas que de suyo están
transformando su mundo inmediato, y las propone para trasformar la comunidad de
referencia.
Pero no son ideas que vienen de la nada. La persona madura medita,
por eso prefiere el silencio y la soledad al bullicio y la compañía; a ese punto
se llega a través de la lectura o el diálogo.
Así, por ejemplo, leer es ver las
ideas del alma, y, terminar un libro es liberar la nostalgia para transformar
el mundo propio y ajeno. Me pasa con frecuencia, siempre que leo o escribo
siento el inexorable sentimiento de nostalgia que me retiene o me libera. Esa
sensación de luz que el alma libera para ver o para cegar. Igual ocurre en el
diálogo, la otra persona revela algo de uno mismo y de la condición humana.
Las ideas son la noble expresión de la realidad. Sean
nuestras o no, las ideas, siempre apuntan a una acción o simplemente son su
expresión.
Quien se niega a no crear ideas está condenado a ser
enajenado. Ajeno a su propia libertad, jamás verá la luz de su propia alma, ni verá
por asomo el mundo que siempre soñó para él y su entorno.
Crear ideas es un aprendizaje que pasa por el tamiz de la propia
interpretación. En función de todo lo que merece ser cambiado. Los grandes
cambios son del pensamiento, de las grandes ideas que crean mundos. No hay
transformación sin ideas, ni creación sin un Dios que la pronuncie para llamarla a su existencia real.
Crear y recrear es propio de la madurez humana.
5. La inteligencia moral
La vida moral es la mejor síntesis de las virtudes antes descritas. De ahí la afirmación que "la persona madura es inteligente". Inteligencia que se expresa como empatía o "sensibilidad por el otro" en los principios universales básicos (las reglas de oro y en el mandamiento del amor). Que se aplican a los valores personales, metas y acciones, por tanto, definen a la persona por lo que es y por lo que hace, así:
- La integridad como capacidad de armonizar la conducta con "principios humanos universales", con el fin de orientar la vida hacia el fin de toda persona: la realización, la felicidad, vivir en el amor.
- La responsabilidad en tanto capacidad de asumir las consecuencias de las acciones como muestra que las acciones son concordes con los principios universales.
- La compasión como capacidad de preocuparse por las otras personas y expresar respeto por ellas;
- y el perdón como expresión de tolerancia hacia los errores, flexibilidad y capacidad de comprometerse para promover el bien de todos.