El virus y lo viral Hechos y Palabras sábado, 18 de abril de 2020 Sin Comentarios


El virus y lo viral

Hemos perdido el rumbo del universo. Al des-oír la voz interior de lo real cedimos con fascinación al encanto del desorden (el cáos de los griegos). Ahora sabemos que el orden (el cosmos de los griegos) debe reiniciarse. Lo real del cosmos debe imponerse sobre el cáos. Para eso estamos obligados a re-aprender los valores éticos que desde siempre hemos practicado al calor de la hoguera de la casa y del café compartido.

De: Gvillermo Delgado OP


Hasta hace pocos meses la palabra virus no era mala. Era sinónimo de moda, difusión de aquello que todos deben saber por ser relevante, de lo que nadie podía quedar excluido.

Lo viral estaba en las redes sociales. Del cual sacaban ventaja los partidos políticos, las cadenas de producción y mercadeo, la opinión pública, las religiones; en fin, los dueños de los medios de la comunicación masiva… esa realidad viral, declaró buenas las tendencias de las nuevas versiones tecnológicas y de comunicación, y definió obsoleta toda inversión de apenas meses o de escasos años atrás. Ya no digamos cómo invalidó las tradiciones ancestrales, la riqueza heredada visible en los valores morales, las relaciones tú y yo como eje de realización. Mirarnos a los ojos, era cosa del pasado.

Ese virus “era bueno”. Había que alimentarlo como a las mascotas de sala. Debíamos invertir en él nuestro dinero como consumidores acérrimos para asegurar un estatus social y virtual; desgastar nuestro tiempo en contemplar sus novedades para eternizar las horas felices. “La ética y la moral” se surtían de esos manantiales ficticios. Los nuevos movimientos religiosos, sociales, de género, ecológicos y el mercado a todo nivel, hacían venia a sus grandes catedrales e idolatraban a sus gurus.

Pero, ese mismo virus que en su origen histórico era malo, y que en “ese-ahora” es bueno, nos traicionó desde el inconsciente más lejano que dormita como príncipe en el colchón del alma. Porque aquello que por definición y por historicidad es malo, no puede nunca-jamás llegar a ser bueno. Una cosa no puede ser buena y mala al mismo tiempo y en el mismo sentido, decía Aristóteles.

La traición consiste en que “lo viral” volvió a convertirse en virus. Es decir, nunca fue bueno. Siempre fue un virus letal y no lo sabíamos. En esto hay consenso en los santos, los filósofos y científicos, ya que la fe, la verdad, la sabiduría y lo real, están en la mente y el corazón; basta con que veamos las cosas con la mente, las nombremos con la boca y las toquemos con las manos para que sean algo más que reales, del mismo modo como construimos una casa o hacemos volar un avión por las alturas a grandes distancias, o como aludimos a Dios a la hora de planear la vida sabiendo que no podemos someter al tiempo, al espacio, ni a nada a nuestro antojo. Por eso Dios es real, como todas las cosas que nombramos y tocamos.

En esto consiste la traición, en que llamamos bueno lo que nunca fue bueno y quisimos hacer con ello un mundo real y armónico. Pero eso jamás será posible, ya que lo real siempre se impone como la verdad. El virus siguió siendo virus. Lo sabía el alma, el inconsciente y la realidad total de las cosas.

Ahora nos toca aceptar con sentimiento frustrado que nadie tiene autoridad suficiente para declarar que es pecado o qué no es sólo para permitir decir y hacer lo que le conviene. Pero lo hicimos, violentando lo real e intentando esquivar a las leyes del universo. Ya sabemos que al traicionar lo real provocamos cáos; hacemos un descontrol descomunal, del que no podemos escaparnos por más que huyamos. No hay a donde ir.

Por no escuchar la conciencia interior a tiempo, ahora la conciencia universal y exterior se ha hecho sentir con sus “grandes voces silenciosas” que nadie oye, pero le aturden. !Es el virus¡

¿Qué nos queda? Nos queda volver a atender las voces internas de la conciencia, atender la verdad de lo real, atender las normas morales como expresión de los principios universales y los valores concretos.

No olvidemos-nunca que las relaciones humanas pasan primero por el pensamiento. Nos convertimos en lo que creemos o pensamos: “Las ideas, pensamientos y acciones se convierten en hábitos, y configuran la memoria colectiva” (así pensaba Jung). Eso determina el desarrollo de cualquier sociedad. De suerte que podemos conectarnos con los pensamientos de los demás. Somos herederos de genes, pensamientos y hábitos. Quiero decir que la memoria no está sola en el cerebro. La naturaleza y la cultura es memoria.

Es preciso recordar que en cada instante que respiramos y pensamos estamos resumiendo todos los siglos. Sheldrake decía que, “todo lo que pasó sigue pasando en cierto modo”. Por eso cuidar los sentimientos y los pensamientos es definitivo para reconstruir el universo y pasar del cáos al orden.

Para eso estamos obligados a re-aprender los valores éticos que desde siempre hemos practicado al calor de la hoguera de la casa y del café compartido.

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