El virus y lo viral
Hemos perdido el rumbo del universo. Al des-oír la voz interior de lo real cedimos con fascinación al encanto del desorden (el cáos de los griegos). Ahora sabemos que el orden (el cosmos de los griegos) debe reiniciarse. Lo real del cosmos debe imponerse sobre el cáos. Para eso estamos obligados a re-aprender los valores éticos que desde siempre hemos practicado al calor de la hoguera de la casa y del café compartido.
De: Gvillermo Delgado OP
Hasta hace pocos meses la palabra virus no era mala. Era sinónimo
de moda, difusión de aquello que todos deben saber por ser relevante, de lo que
nadie podía quedar excluido.
Lo viral estaba en las redes sociales. Del cual sacaban
ventaja los partidos políticos, las cadenas de producción y mercadeo, la
opinión pública, las religiones; en fin, los dueños de los medios de la comunicación
masiva… esa realidad viral, declaró buenas las tendencias de las nuevas versiones
tecnológicas y de comunicación, y definió obsoleta toda inversión de apenas
meses o de escasos años atrás. Ya no digamos cómo invalidó las tradiciones ancestrales, la riqueza heredada visible en los valores morales, las relaciones tú y yo como eje de realización. Mirarnos a los ojos, era cosa del pasado.
Ese virus “era bueno”. Había que alimentarlo como a las mascotas
de sala. Debíamos invertir en él nuestro dinero como consumidores acérrimos
para asegurar un estatus social y virtual; desgastar nuestro tiempo en
contemplar sus novedades para eternizar las horas felices. “La ética y la moral”
se surtían de esos manantiales ficticios. Los nuevos movimientos religiosos,
sociales, de género, ecológicos y el mercado a todo nivel, hacían venia a sus
grandes catedrales e idolatraban a sus gurus.
Pero, ese mismo virus que en su origen histórico era malo, y
que en “ese-ahora” es bueno, nos traicionó desde el inconsciente más lejano que
dormita como príncipe en el colchón del alma. Porque aquello que por definición
y por historicidad es malo, no puede nunca-jamás llegar a ser bueno. Una cosa
no puede ser buena y mala al mismo tiempo y en el mismo sentido, decía
Aristóteles.
La traición consiste en que “lo viral” volvió a convertirse
en virus. Es decir, nunca fue bueno. Siempre fue un virus letal y no lo
sabíamos. En esto hay consenso en los santos, los filósofos y científicos, ya
que la fe, la verdad, la sabiduría y lo real, están en la mente y el corazón;
basta con que veamos las cosas con la mente, las nombremos con la boca y las
toquemos con las manos para que sean algo más que reales, del mismo modo como
construimos una casa o hacemos volar un avión por las alturas a grandes
distancias, o como aludimos a Dios a la hora de planear la vida sabiendo que no
podemos someter al tiempo, al espacio, ni a nada a nuestro antojo. Por eso Dios
es real, como todas las cosas que nombramos y tocamos.
En esto consiste la traición, en que llamamos bueno lo que
nunca fue bueno y quisimos hacer con ello un mundo real y armónico. Pero eso jamás
será posible, ya que lo real siempre se impone como la verdad. El virus siguió
siendo virus. Lo sabía el alma, el inconsciente y la realidad total de las
cosas.
Ahora nos toca aceptar con sentimiento frustrado que nadie
tiene autoridad suficiente para declarar que es pecado o qué no es sólo para
permitir decir y hacer lo que le conviene. Pero lo hicimos, violentando lo real
e intentando esquivar a las leyes del universo. Ya sabemos que al traicionar lo
real provocamos cáos; hacemos un descontrol descomunal, del que no podemos
escaparnos por más que huyamos. No hay a donde ir.
Por no escuchar la conciencia interior a tiempo, ahora la conciencia
universal y exterior se ha hecho sentir con sus “grandes voces silenciosas” que
nadie oye, pero le aturden. !Es el virus¡
¿Qué nos queda? Nos queda volver a atender las voces
internas de la conciencia, atender la verdad de lo real, atender las normas morales
como expresión de los principios universales y los valores concretos.
No olvidemos-nunca que las relaciones humanas pasan primero por
el pensamiento. Nos convertimos en lo que creemos o pensamos: “Las ideas,
pensamientos y acciones se convierten en hábitos, y configuran la memoria colectiva”
(así pensaba Jung). Eso determina el desarrollo de cualquier sociedad. De
suerte que podemos conectarnos con los pensamientos de los demás. Somos
herederos de genes, pensamientos y hábitos. Quiero decir que la memoria no está
sola en el cerebro. La naturaleza y la cultura es memoria.
Es preciso recordar que en cada instante que respiramos y
pensamos estamos resumiendo todos los siglos. Sheldrake decía que, “todo lo que
pasó sigue pasando en cierto modo”. Por eso cuidar los sentimientos y los
pensamientos es definitivo para reconstruir el universo y pasar del cáos al
orden.
Para eso estamos obligados a re-aprender los valores éticos que
desde siempre hemos practicado al calor de la hoguera de la casa y del café
compartido.
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