Fortalecer la fe en tiempos de crisis
Toda crisis es el debilitamiento de lo humano, que se manifiesta cuando nuestras facultades racionales son insuficientes para enfrentar las dificultades. Es sentirnos obligados a aceptar con frustración que necesitamos ser asistidos por otras fuerzas.
Guillermo Delgado OP
07/04/2020
Si la crisis nos empuja en el debilitamiento a reconocer que
somos incapaces de superar las dificultades por nosotros mismos, entonces la fe
se nos revela como esa otra fuerza que necesitamos. De otro modo, la crisis es
la epifanía de la fe.
¿Dónde está la
fe? ¿Cómo la adquiero?
La fe se experimenta en lo humano. Eso quiere decir que lo
humano es el lugar de la fe, por eso la fe es humana y al mismo tiempo no lo
es. Por eso digo que "se experimenta en lo humano".
1. La fe es humana porque la persona individual necesita del tú.
Nadie se sostiene solo. Lo cual implica confiar y necesitar de las otras
personas. En tales términos la fe cala y fortalece a
la propia persona y le hace capaz de superar su debilitamiento. Por tanto, solo
se fortalece aquello que ya existe, pero está débil.
2. Al afirmar que la fe no sólo es humana, aceptamos que la fe
es divina. Aceptamos que lo divino sucede en lo
humano. Es decir, para que la fe divina acontezca necesita la fe humana.
Dios presupone lo humano para regalarnos la fe, como la semilla
requiere de la tierra fértil para germinar.
3. En ambos casos la fe es un regalo. Un regalo que no se exige a nadie y que nadie está obligado a dar. En la fe no se dan cosas, es uno mismo quien se dona o se regala.
Humanamente uno se entrega a los demás o jamás experimentará el amor. En cuanto a Dios, él se está donando permanentemente, es una fuente inagotable que no cesa. En ambos casos la fe es probada en donarse uno mismo por amor.
Sin el amor, como fruto de la fe, no hay conexión entre las personas ni con Dios; para apoyarse, para comunicarse, para no dejar de ser humanos, para combatir y encarar el devenir incierto de las cosas.
Sin el amor, como fruto de la fe, no hay conexión entre las personas ni con Dios; para apoyarse, para comunicarse, para no dejar de ser humanos, para combatir y encarar el devenir incierto de las cosas.
4. Las personas de fe fortalecemos las relaciones humanas,
encaramos con actitud toda situación, por difícil que sea. Sabemos plantarnos
en la adversidad y agradecer en los tiempos felices.
Las personas de fe sabemos anticiparnos a la derrota y a la
muerte, pues, aunque parezca contradictorio, siempre encontramos atisbos de luz
en la tiniebla. Ya que el debilitamiento extremo siempre nos muestra donde
están los demás personas y donde está Dios.
La fe es relación, confianza y certeza en la incertidumbre. Hace
decir: “yo confío en ti como en mí, y en esas otras fuerzas extraordinarias que
me aseguran aquello que busco”. Por consiguiente, la fe obliga descender al
sentimiento de indigencia y mostrar que somos seres necesitados.
La fe es el alma
del amor
La acción buena que recibimos, cualquiera que sea y de donde
sea que venga es lo que llamamos amor. El amor es expresión de la fe, porque la
fe es el alma del amor. El amor es el sentimiento más puro del alma que
experimentamos gracias a la fe. O sea que, la fe toca las vibras más profundas
de lo humano y las liras más lejanas de la alabanza divina.
Las personas de fe además de relacionarnos, esperar, confiar,
fortalecernos; también construimos, porque sabemos que esperamos “algo”. Nadie va al trabajo o a la escuela si no supiera que el futuro le pertenece.
En ese sentido la fe es alma del amor, pues nos hace construir cosas, construirnos como ciudadanos y cuidarnos mientras nos amamos. El amor es la acción movilizada por la fuerza de la fe. En cierto modo, el amor es la superación del debilitamiento de lo humano. Es "hacernos para" los demás y hacernos para lo divino.
En ese sentido la fe es alma del amor, pues nos hace construir cosas, construirnos como ciudadanos y cuidarnos mientras nos amamos. El amor es la acción movilizada por la fuerza de la fe. En cierto modo, el amor es la superación del debilitamiento de lo humano. Es "hacernos para" los demás y hacernos para lo divino.
El momento decisivo
de la crisis
La crisis pone al desnudo todo aquello que no tenemos
asegurado; activa los dispositivos del alma y nos ponen en estado de alerta
delante de lo que urge tener bajo control. La fe da ese control. Pero no como fuerza
que se impone, sino como luz que viene de lo alto y al mismo tiempo brota de la
misma persona.
La fe es la experiencia de agradecimiento por todo lo que recibimos
sin esperar nada a cambio. Es el abrazo de lo divino que disipa la
incertidumbre. Que, aunque no define el devenir con la claridad que quisiéramos,
la ilumina y eso nos basta.
En la crisis como debilitamiento ponemos en entredicho lo que
en otro tiempo no cuestionábamos. Por ejemplo, que las certezas del futuro
dependen del conocimiento racional, de la economía, de la tecnología, de las
capacidades humanas a todo nivel.
En el entredicho volvemos a los orígenes y a la indigencia. Volvemos al lugar
donde nos fundamos como seres necesitados. Es decir, gracias a las crisis aprendemos a depender de los
otros y de Dios. Extrañamente en esa relación de dependencia la muerte no se nos
revela como lo más trágico sino como quien orienta la vida que ahora vivimos. Esa
es la fe.
Foto: Ricardo Guardado OP
Foto: Ricardo Guardado OP
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