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El mandamiento del Amor

 




El mandamiento del Amor

Mateo 22


La vida tiene una dirección infinita,

un horizonte que le guiará siempre


 

Por: Gvillermo Delgado OP


Toda persona es un ser misterioso. ¿Por qué? Porque desde el primer día de su existencia crece y busca alcanzar “algo” que no está a su disposición. Y nunca logrará adquirirlo. Con lo cual vivirá con esa tensión permanente. Así transcurrirá toda la vida.


En consecuencia, queramos o no, la vida tiene una dirección infinita, un horizonte que te guiará siempre. Que te convierte en un ser espiritual.


Lo misterioso y espiritual son los resabios que existen en el alma humana de lo eterno. No cómo un indicio de su origen, sino de su condición creada por un ser superior a él.


De ahí que, quienes viven sin intentar ni siquiera pensarlo o creerlo, hacen de su vida un fin en sí mismo. Eso puede parecerles racional y suficiente, pero el hecho de que esas razones le arrastren hacia angustias y momentos mínimos de felicidad es un indicador que están en el error.


El rastro más significativo de lo misterioso es la intuición interior, que nos musita: que somos para lo eterno, cuya expresión más alta está en el amor. Con lo cual afirmamos que fuera del amor la persona “vive sin vivir”: estará condenada a la insatisfacción frustrante y triste.


Con razón Jesús dijo que amar es el mandamiento principal, y se ejerce no de cualquier modo. Se ejerce con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente. O sea, con todo lo que la persona es. Porque el amor acontece ahí, con todo y para todo. O no es amor. Así que aquellos que presumen no participar de Dios, jamás tendrán la capacidad de amar.


Quien niega lo que ha recibido como regalo, a la vez será negado por aquellos que aman en verdad. Quien niega el amor, lo eterno será un resabio de eternidad, nunca un hecho. De tal modo que cuando dicen amar, no hacen otra cosa que buscar amarse ellos mismos, y mantenerse vigentes mientras la muerte los arrebata de este mundo. Viven para morir, como las plantas y los animales.


Por eso digo que la persona se convierte en un ser misterioso cuando acepta haber recibido el amor primero que viene de aquel que es misterioso: Dios. Y se da cuenta al recibirlo, por eso ama como si fuera Dios mismo. Con lo cual descubre que ese misterio que crece día con día en él, le permite no solo abarcar el amor de otros, sino ampliar su alma hacia la plenitud. Por tanto, hallando amor en las personas, comprende su vida presente como un anticipo de su vida futura y definitiva que descansará en el misterio mayor que es Dios.


En resumidas cuentas, el ser humano misterioso sabe que a Dios no lo puede amar fuera del amor a las demás personas y que no existe amor a las demás personas que a su vez no esté orientado a Dios.


Por eso, quiso Jesús dejar el amor a Dios como el mandamiento principal, del mismo modo el amor al prójimo.


Fuera del amor nada somos, porque nada es posible. Todo en el amor, nada sin el amor.

lunes, 6 de noviembre de 2023

LO ETERNO Y LO TEMPORAL

 




Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo


Por: Gvillermo Delgado OP

16/12/2021

 

Las cosas se definen por sus características sensibles. Todas las cosas tienen color, olor, forma, textura, tamaño, espacio. Valen, se compran. Tienen un principio y un final. Tienen causas y efectos. O sea que las cosas hacen comprensible la realidad que se nos presenta a la vista.


De ellas partimos para explicar las realidades más complejas, aquellas que tienen características visibles e invisibles a la vez.


Un árbol no asombra como el nacimiento de un niño; un cuerpo por simétrico que sea no provoca tanta incertidumbre como la eternidad de la vida.


Lo explicable da satisfacciones, tranquilidad, seguridad, estabilidad; porque, en cierto modo podemos poseerlo, como a un par de zapatos. 


Lo inexplicable, como la vida “después de la muerte” se aísla como tema aparte, porque al intentar poseerla se escapa como un atardecer entre las montañas de diciembre.


Por eso, la persona insinúa conocer lo eterno sin poseerlo. Lo cual desata en su alma una serie de añoranzas y un futuro prometedor al que nunca llega.


Con facilidad pasamos del gusto al disgusto; distinguimos lo oscuro de la luz, el nacimiento de la muerte, la alegría de la tristeza, el bien del mal, el amor del odio, lo bueno de lo malo, al diablo de los ángeles, y al Dios eterno de lo pasajero del mundo.


Tenemos dos “cosas” imprescindibles para vivir, que extrañamente no podemos poseerlas, como a un teléfono para manipularlo al gusto. Ellas son: el tiempo y el espacio.


Nadie puede pausar un segundo o alargar un día feliz. El tiempo pasa implacablemente dejando huellas imborrables en “un-de-repente”; en un ¡zas! se convierte en recuerdo, describiendo nostalgias en la memoria. 


Mi madre a sus ochenta años, suele decir: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo pasa todo! ¡La vida se nos va!


Igual ocurre con el espacio. Tenemos un territorio, una patria y una casa. Tenemos un cuerpo que se calca en la sombra, como huella indeleble mientras avanzamos por los caminos, pero no podemos poseer el propio cuerpo ni a otro ajeno. Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo. El día que morimos, el espacio queda, la sombra se borra.


Es fácil entender la eternidad de lo temporal. Uno se posee, el otro a tientas.


La persona es el punto de equilibrio entre lo eterno y lo temporal. Sacia sus necesidades, tiene valores, se perfecciona en virtud de la felicidad; y, aunque a veces simula no saberlo, es consciente que todo eso pasará como su sombra por el camino de su juventud.


Cuando la persona se hace en la justicia o se transforma en un ser justo, entonces expresa resabios de eternidad. Pues, sabe que, solo puede definirse en el amor y hacia ahí se encamina, aunque no lo alcance nunca en su totalidad. El amor provoca en todo ser humano una sed eternidad.


De ahí, sabemos que poseemos el amor y que somos poseídos por él. Para asegurarlo salimos a buscarlo en las demás personas y en el mundo de las cosas creadas; pues, lo eterno sólo puede acontecer en el amor, aunque sea a tientas.


El amor se posee sólo mientras la persona ama o es amada. Nadie nació para un par de zapatos. Todos nacimos del amor y para el amor.

jueves, 16 de diciembre de 2021

¡Ay, de nosotros!

 



Vamos por la vida como barcos en alta mar de aguas apacibles o tormentosas, debido a un halo misterioso que nos define.

 

Por: Gvillermo Delgado OP


Los ayes y porqués del alma


De lo hondo del alma surgen permanentes voces de “ayes”, quejidos de pena y dolor, y “porqués” de incertidumbres como hontanar que emerge de montañas. Describiendo así el estado de miseria y misterio del que a menudo a atraviesa la vida de todo ser humano, en el ancho mar por donde define su existencia. Determinando de tal modo cada segundo del tiempo y la dirección del horizonte hacia donde se dirige.


Tal condición inspiró a Dante los relatos de la selva oscura en descenso al infierno en flanco contraste con el paraíso que le elevó a las moradas celestes.


Los lamentos y las preguntas provienen de ecos profundos que golpean los muros interiores del alma. Donde no podemos presumir ignorancia de sus causas y de las respuestas más auténticas; porque venimos de un mundo luminoso donde no podemos escondernos por más que lo intentemos.


Por ser estas, verdades sumergidas, dirán los maestros de psicología profunda, se manifiestan en sentimientos conscientes como tentáculos para alcanzar a quienes caminan a nuestro lado. Ocurre, que al no ser conscientes se exteriorizan simbólicamente en los sueños o en acciones espontáneas de las que no siempre tenemos control.


Lo mejor de todo de ese mundo interior de verdades es que ayudan a “conocernos a nosotros mismos” y a que los otros nos definan; para no perder el horizonte hacia donde marchamos.


Petróleo en el mar


Hay una tercera realidad que Hobbes miró monstruosa, parecida al Leviatán de los mares; representada en las instituciones sociales necesarias para poder convivir de modo racional. Con lo cual justificamos al Estado y sus mecanismos de control, a veces de violencia, coartando así la libertad individual con indolencia. Esa realidad a veces se nos presenta como petróleo derramado en nuestro mar.


¿Podremos un día erradicar ese monstruo y a sus profetas?


¡Ay, de nosotros! ¿Por qué avanzamos mar adentro y nunca abrazamos el horizonte que nos guía? ¡Ay, de las verdades que nos iluminan desde dentro!

lunes, 4 de octubre de 2021

Condición Misteriosa

 




Condición Misteriosa
Por: Gvillermo Delgado OP
26/08/2021

Existe una condición misteriosa, que tiene ver con el surgimiento de acciones espontáneas, a veces imprevistas, inesperadas en las personas.

Se trata de la búsqueda de los orígenes y del destino del ser humano, con el deseo de prolongar la dicha y desaparecer la desdicha, en el ahora mismo de la vida. El asunto tiene que ver con el modo en que esa búsqueda acontece. Es extraño . A veces se hace presente como un "deja vu", prolongado en el tiempo.

La condición misteriosa, con el tiempo se transforma en cíclica, como las estaciones o lineales como se ordenan los años en lustros, las décadas, las centurias, etc. Lo extraño de esta condición, también tiene que ver con el modo en que ocurre en la interioridad y en la exterioridad, por ejemplo, en cada persona y en los colectivos humanos.

Esa condición suele visibilizarse en los gustos que se imponen con las modas. Se expresa en las tendencias en el vestir, hablar con expresiones nuevas, marcas de perfume, o tan simple como la preferencia por los colores o el estilo en que llevamos el pelo. Además, esta condición se impone en los gustos artísticos, las expresiones religiosas, sociales, la ética y hasta en la política. En algunos casos, esa condición se queda por largo tiempo, años; otras veces a penas dura una temporada, como el verano o las vacaciones de la navidad.

Eso explica por qué a veces vemos surgir poetas, santos, héroes, científicos; hombre que construyen grandes obras, niños prodigio; y de repente sólo los echamos de menos. O, por otra parte, aparecen, como ola nos que nos pasa encima, los tiranos, los falsos profetas, guerras cruentas, terremotos, pestes y sueños truncados. A veces, todo acontece al mismo tiempo, mientras la vida persiste en ser vivida.

Cuando eso es tendencia y gusta tanto, nadie puede eximirse de participar en ello. En su defecto habita lo ridículo. Una vez pasa, se rechaza al extremo en que si alguien persiste en “habitarla” es una persona anticuada, un fuera de lugar. Cuando no gusta y por tanto es rechazada, por más que la evitemos nos toca sufrirla, sustraernos, más allá de la propia voluntad, mientras pasa.

La condición natural misteriosa no necesariamente tiene que ver con el estado de ánimo, las condiciones de salud, de pobreza, la coyuntura política, los cambios climáticos, o los ciclos del año. No. Es aquella realidad natural espontánea que emerge como de un sueño subterráneo, tal cual habitara en el propio interior y en el exterior al mismo tiempo. Con lo cual nos permite coincidir con el diferente, con lo diverso. ¿De dónde viene? ¿Qué ley la determina?

Al no saberlo del todo, simplemente nos toca vivirla. Asumirla. A veces nos obliga a trascender hacia el pasado con nostalgia y hacia el futuro con exagerado optimismo. Es un modo de escapamos de este mundo y de habitarlo al mismo tiempo.

Yo pienso que esa condición natural espontánea que llamo misteriosa no es otra cosa que una leve expresión de lo que llamamos humano, como quien ha salido de las aguas lustrales profundas para habitar la tierra y, desde entonces no puede más que intentar sumergirse nuevamente en esas aguas para saciar su propia sed de eternidad.


jueves, 26 de agosto de 2021

El misterio humano




el Misterio humano

Existe una cosa propia de la condición humana a la que llamamos misterio. Cuando se decanta a lo bueno y santo es preferida como ideal, cuando se inclina hacia lo retorcido es algo despreciable. Inclinados a uno u otro lado, es como transcurre la vida.

Guillermo Delgado, OP

Las ideas grandes mueven las obras grandes. Si por una de ellas fueras recodado después de tu muerte, entonces pensarás: que no sólo valió la pena la idea que hiciste valer para los demás y para ti, sino que te hiciste inmortal, ya que sin saberlo buscabas a Dios donde ni siquiera lo sospechabas.

Queramos o no aceptarlo, la grandeza o la pequeñez, lo mortal o lo inmortal nos definen. Hay una cosa propia de la condición humana que por no saber cómo explicar llamamos misteriosa. Por ejemplo, tiene que ver con la actitud que asumimos una vez probamos la derrota.

¿Por qué el fracaso pone al descubierto una debilidad y la potencializa al extremo del aniquilamiento? Se supone que quien fracasa luchando como quien se hunde en el fango avanzando en un camino bueno, que él mismo determinó, jamás perderá la dirección que traía, a no ser que esa debilidad le haga cambiar de dirección.

Hay otra cosa más sublime que hace original al humano. Tiene que ver con una fuerza que lo moviliza a lo radicalmente bueno.

No hay cosa más sublime que vivir sabiendo que somos originalmente buenos, y que ahí está el fundamento de todo lo que en esta vida podemos conquistar.

A la hora en que comprendemos que en nosotros existe esa fuerza extraordinariamente buena, que nos mueve, no sólo llegamos a definirnos como lo que somos, originariamente buenos, sino que llegamos a saber por fin cual es el móvil de la vida ética y feliz.

Sólo los años hacen comprender lo misterioso de lo humano. Quizá porque empezamos a encarar la condición mortal con realismo. Así es como las grandes lecciones se aprenden de las pequeñas cosas. A menudo aquello que nunca tuvo valor, ahora brilla como el sol que se asoma en el horizonte entre las montañas lejanas. Mientras más limitada es la vida más grande se muestra. Por ejemplo, la enfermedad nos traza el halo de lo eterno.

Las voces eternas se oyen, no en el ruido sino en el silencio. Ya que la “soledad” hace posible la generación de la voz más potente.

Ocurre que en los ensayos de muerte que vienen con el profundo sueño, la verdad se asoma. También aparece en el descubrimiento de ser- uno-mismo. Y aunque esa verdad no nos introduzca en aquel lugar al que nos dirigimos paso a paso, sin embargo, lo traza como camino para llegar a ser, mientras avanzamos, lo que al menos mínimamente siempre hemos soñado.

Somos herederos de un paraíso del que jamás podremos ser expulsados.


domingo, 7 de junio de 2020

La Luz del mundo






La Luz del mundo


El azar no es suerte irracional. Es dar lugar al misterio que vence lo irracional de las tinieblas mentales. Hemos aprendido que con miedo nadie llega lejos, hemos aprendido que la luz de la fe que abraza a la persona, le hace humano o algo más que humano.

 

Por: Gvillermo Delgado Acosta OP
23 de marzo del 2020.


En los tiempos de guerra se impone aquella incertidumbre, que dice: Nadie sabe qué pasará mañana y qué será de nosotros.

Por puro preconocimiento sabemos que: A pesar de lo incierto, no podemos quedarnos sin hacer nada. Hay que mirar las posibilidades que tenemos entre manos. Aunque estas sean pocas.

En la adversidad, de ordinario nos enfrentamos con muchos caminos, por ejemplo: Huir o quedarse, esconderse o combatir, sufrir con paciencia o renegar, orar o matar.

No queda más. Hay que tomar un camino (sin que por eso las otras salidas desaparezcan del todo). Necesitamos una dirección.

La dirección del camino consiste en esclarecer el horizonte que la oscuridad hace invisible.

1. Sin embargo, el miedo

El horizonte en tiniebla tiene lugar en la mente. Es el miedo. Con razón en la adversidad el miedo se impone de modo egoísta. Cada quien busca librarse por su cuenta. 

Protegerse con los demás es un aprendizaje pendiente de asumir, en cada situación. La expresión "peligro" activa la capacidad natural de del sobreviviente. Primero se atrinchera la persona individual, sólo después se percata de aquellos dejó atrás desprotegidos.  

Sin embargo, el miedo cuando es pensado, tiene una cosa a favor y es esto: nos “advierte” acerca de un riesgo cercano.  ¡Con esa señal de tomamos las medidas necesarias para no ser absorbidos por el peligro del agujero negro inminente!

2. Recordemos que

Toda persona perdida en las tinieblas que hace un recorrido interior terminará por encontrarse con “la Luz del mundo” (Jn 8,12). Ese encuentro cambiará su vida. Al punto de ser mirada como persona distinta. 

La certeza de la fe viene dada a sabiendas que "somos para luz". Igual somos para la belleza no para el cáos de la muerte. Lo entenderemos el día que emprendamos esto que llamo "El camino interior".

Otros, creyendo sólo en las capacidades humanas pueden cegarse por siempre. Cegarse en la frustración gigantesca de las pocas certezas que hallan en su mente. Es decir, viven del miedo y para el miedo. Ellos, serán ciegos sin horizonte. Habitados por las tinieblas, no tendrán jamás un Dios que les salve. 

3. No olvidar, nunca

El camino interior consiste en no olvidar, nunca, que todo cambio proviene de la necesidad ordinaria que combina “el re-inventarse uno mismo y re-iventar el propio mundo”

Cuando el miedo nace, por haber perdido la capacidad de autocontrol, lo obvio consiste en que debemos tomar el control de todo. ¿Cómo lo haremos? 

Hay que volverse sobre uno mismo, no en el sentido egoísta, sino desde la pasión que conmueve el alma, desde lo racional y el espíritu con el que buscamos ir al fundo y alcanzar altura. 

Empecemos por enfrentarnos con la aceptación de que somos necesitados y dependientes, que este es el ahora de cambios profundos. Estos que jamás vendrán solos: hay que encararlos.

Resistirse a cambiar es darle lugar al miedo. Una persona de negocios o pierde el miedo o jamás tendrá éxito. Debe gobernar la adversidad, o dejar que la suerte de la calamidad le gobierne.

Con justicia el día que vencemos el miedo, nos vemos como personas nuevas. De repente no sólo descubrimos las capacidades que teníamos durmiendo sino, sobre todo, de lo tan iluminados que ahora somos. 

4. Lo que llamamos misterio

Por eso, cuando cunda el pánico, avancemos, aunque sea a tientas. Hagamos camino, otros nos seguirán. 

Pero mucho cuidado con las falsas pretensiones. Ya que humano se define por el uso de la razón. Por mucho tiempo hemos creído que lo racional es suficiente para diferenciarnos de los seres inferiores.

De ahí deviene el orgullo, que nos hace presumir que sólo lo racional es real. Lo demás no. Ni siquiera Dios. Luego nos topamos con que lo racional sí explica la realidad externa, pero no puede ni siquiera explicarse ella misma.

Los estudiosos afirman que el cerebro humano es un misterio, que no conocemos ni el diez por ciento de su estructura y funcionalidad. ¿Cómo es eso, que quien conoce el universo de las cosas y hasta otros mundos, luego no pueda conocerse el mismo?

Quiere decir que no es para tanto la presunción de lo cerebral. 

Veamos. Un virus solo visible en un microscopio es suficiente para poner a la humanidad entera en el paredón de su muerte.

La gran frustración del “Homo Sapiens Sapiens” consiste en no saber qué hacer ante la muerte. El desarrollo de la bomba nuclear no puede contra un invisible enemigo que viaja por el aire y anida en alguna parte oscura de los pulmones.

O sea, a pesar de todo, la razón siempre nos deja en el desamparo de las tinieblas. Entonces, la frustración mayúscula del ser humano es ya no saber presumir de nada.

Hoy sólo queda abrirse a la opción del camino y de la luz, de donde, sin duda vino, la levedad de la luz que habita nuestra razón.

Lo más racional será, entonces, como Afirma Antonio Pagola (2014, 132) “reconocer que nuestra vida se mueve humildemente en el horizonte de lo desconocido”.

5. La persona de fe

Extrañamente, lo desconocido es el horizonte de las personas de fe. Porque se descubren necesitados, como “el ciego que busca la luz” en una piscina de agua (Jn 9). 

Lo humano es una realidad necesitada de cambios. Eso es el paso de las tinieblas a la luz. Desde donde la muerte, el miedo, la peste, el dolor, la incertidumbre, todo, todo, todo, es vencido. Sí. Vencido. 

La persona de fe sabe de su condición de “ser necesitado”, sabe que  puede ser saciado en lo desconocido y al mismo tiempo quedarse en un tremendo vacío, para dar lugar a lo nuevo. Descubre también que en él siempre habrá un resquicio de oscuridad para avanzar por el camino interior hacia la luz. 

¿No es eso lo que experimenta el enamorado que pasa la noche despierto pensando en su ser amado? ¿Por qué le pasa eso? Porque la persona enamorada ha tenido la valentía de enfrentar a un misterio mayor, que ha descubierto en lo que ha llamado su amor. Debe ser, sin duda alguna, porque sabe que en el gran horizonte existe algo desconocido y conocido al mismo tiempo, al que llamamos Dios.

Cansado de esperanzas vacías y falsas seguridades, no nos queda más que ser humildes. Ponernos de rodillas. Es el único modo de alcanzar altura o llegar lejos como las águilas.

Así es como el ciego mira y cambia de actitud al sentirse invadido por la tiniebla del miedo, así las almas confiadas en su búsqueda descubren la luz misteriosa de lo alto y lo profundo.

Así, lo grandioso de la persona humana no será nunca descubrirse  ella misma en un misterio egoísta, sino habitando el más grande de los misterios. 

Para entonces, ya no habrá lugar al miedo. Será la hora de la luz.

Algo grande está por venir. Una epifanía está a la puerta. ¿Qué será? ¡Sólo deja que el “azar” del misterio imponga su carga!




lunes, 23 de marzo de 2020