LO ETERNO Y LO TEMPORAL Hechos y Palabras viernes, 17 de diciembre de 2021 Sin Comentarios

 




Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo


Por: Gvillermo Delgado OP

16/12/2021

 

Las cosas se definen por sus características sensibles. Todas las cosas tienen color, olor, forma, textura, tamaño, espacio. Valen, se compran. Tienen un principio y un final. Tienen causas y efectos. O sea que las cosas hacen comprensible la realidad que se nos presenta a la vista.


De ellas partimos para explicar las realidades más complejas, aquellas que tienen características visibles e invisibles a la vez.


Un árbol no asombra como el nacimiento de un niño; un cuerpo por simétrico que sea no provoca tanta incertidumbre como la eternidad de la vida.


Lo explicable da satisfacciones, tranquilidad, seguridad, estabilidad; porque, en cierto modo podemos poseerlo, como a un par de zapatos. 


Lo inexplicable, como la vida “después de la muerte” se aísla como tema aparte, porque al intentar poseerla se escapa como un atardecer entre las montañas de diciembre.


Por eso, la persona insinúa conocer lo eterno sin poseerlo. Lo cual desata en su alma una serie de añoranzas y un futuro prometedor al que nunca llega.


Con facilidad pasamos del gusto al disgusto; distinguimos lo oscuro de la luz, el nacimiento de la muerte, la alegría de la tristeza, el bien del mal, el amor del odio, lo bueno de lo malo, al diablo de los ángeles, y al Dios eterno de lo pasajero del mundo.


Tenemos dos “cosas” imprescindibles para vivir, que extrañamente no podemos poseerlas, como a un teléfono para manipularlo al gusto. Ellas son: el tiempo y el espacio.


Nadie puede pausar un segundo o alargar un día feliz. El tiempo pasa implacablemente dejando huellas imborrables en “un-de-repente”; en un ¡zas! se convierte en recuerdo, describiendo nostalgias en la memoria. 


Mi madre a sus ochenta años, suele decir: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo pasa todo! ¡La vida se nos va!


Igual ocurre con el espacio. Tenemos un territorio, una patria y una casa. Tenemos un cuerpo que se calca en la sombra, como huella indeleble mientras avanzamos por los caminos, pero no podemos poseer el propio cuerpo ni a otro ajeno. Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo. El día que morimos, el espacio queda, la sombra se borra.


Es fácil entender la eternidad de lo temporal. Uno se posee, el otro a tientas.


La persona es el punto de equilibrio entre lo eterno y lo temporal. Sacia sus necesidades, tiene valores, se perfecciona en virtud de la felicidad; y, aunque a veces simula no saberlo, es consciente que todo eso pasará como su sombra por el camino de su juventud.


Cuando la persona se hace en la justicia o se transforma en un ser justo, entonces expresa resabios de eternidad. Pues, sabe que, solo puede definirse en el amor y hacia ahí se encamina, aunque no lo alcance nunca en su totalidad. El amor provoca en todo ser humano una sed eternidad.


De ahí, sabemos que poseemos el amor y que somos poseídos por él. Para asegurarlo salimos a buscarlo en las demás personas y en el mundo de las cosas creadas; pues, lo eterno sólo puede acontecer en el amor, aunque sea a tientas.


El amor se posee sólo mientras la persona ama o es amada. Nadie nació para un par de zapatos. Todos nacimos del amor y para el amor.

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