EL VACÍO EXISTENCIAL Hechos y Palabras viernes, 18 de diciembre de 2015 Sin Comentarios


El vacío existencial es aquello que no tiene contenido ni es sostenido por nada. 


Sentir vacío es sentir la nada. La nada es "la náusea", esa sensación de abandono y de muerte anticipada; en tal caso, la persona se siente, sin quererlo, inclinada al desprecio de sí misma en la sensación acre de hallarse con su muerte. 


Quien experimenta el vació fija su alma simbólicamente en el pasado, se ancla en un punto fijo. Se inmoviliza. La existencia no tiene rumbo. El ser es opaco, no se ilumina. 


Sin embargo, el vacío como extremo de vaciamiento, puede ser indicación que lo humano “debe alzar vuelo”. Lo humano, dado su origen, no puede ser para la muerte. La muerte física, cuando se percibe, abre puertas a otras experiencias, antes desconocidas. 


El vacío existencial es la pérdida de sentido que puede ser reivindicado a partir de la soledad, y el encuentro. Porque la soledad es algo más que el vacío. La soledad es la sensación profunda de que algo está por venir. Sensación que avizora la llegado de algo o alguien. El pueblo judío lo entendía como el momento de la visión (Ap 8, 1). Visión que requiere de la soledad y del silencio.


La soledad empuja al silencio, que hace crecer en la persona el anhelo de escuchar, con el afán de atender aquello "siempre mayor" que viene. Es la impresión de sentirse en búsqueda y a la vez encontrado. Porque la soledad no está centrada simbólicamente en el pasado sino en el silencio y la intuición. Es la pasión anticipada que hace venir lo grandioso. Esa pasión que afecta todo el ser y todo el entorno habitado. 


En justicia la soledad hace experimentar de modo extraordinario aquello que está en la conciencia en grado ínfimo; por eso, hace venir a las ciencias, las expresiones simbólicas del misterio, las voces del viento que anuncian la belleza. La soledad, impulsa desde las profundidades del alma, hacia lo que cada quien sabe que debe llegar a ser, porque está hecho para "esas cosas grandes". Sobre todo la soledad mueve al encuentro de lo que puede ser amado y no está siendo amado. 


La soledad es la madre de la esperanza, la esperanza que hace dialogante a la persona; pone a uno delante de lo otro para desvelar lo más humano posible. Es la plataforma de eso que llamamos felicidad. Con lo que inevitablemente se ha de vivir la vida en el "eterno presente". Es el impacto inesperado de "ese de repente" que nos pone delante de lo que ni siquiera imaginabas un día; pero que siempre nos puso en movimiento


Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Fotografía: Luis Ixim.


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