Soy fruto de la decisión. Lo que
ahora mismo soy es consecuencia de lo que en su momento decidí sobre mi vida, para bien o
para mal.
Quienes me conocen pueden definirme sin mucho esfuerzo. Con facilidad
me doy a conocer realmente, sin ambigüedad. Los que saben de mí, me definen por
lo que aparento y por aquello que expreso más allá de las apariencias. Me definen
por lo que piensan que soy y por lo que soy realmente. Las palabras y las
circunstancias son determinantes para esta conceptualización.
Cuando fui
adolescente y quise superar los criterios de mis padres y maestros, fui yo quien
se hizo cargo de la vida y asumí "la realidad" sobre mis hombros. De ese modo reforcé lo que ya era, e hice llegar a mí, al ser
humano que ya desde entonces quería ser.
Cualquier decisión que
ahora tome es móvil que modificará mis días venideros.
¿Cómo quiero ser en 10 o
20 años? Eso sólo depende de las modificaciones genéticas que haga de mi
espacio vital.
Si quienes fueron los responsables de mi niñez y
tomaron decisiones sobre mi vida, con el fin de hacer una mejor versión de
ellos mismos, y si más tarde yo me propuse asumir mi propia vida, entonces
lo que soy ahora no debiera contener ni siquiera una pizca de desencanto.
Al contrario, lo que ahora soy es lo que da contenido a mi ser responsable.
Si fuera el caso en que no estuviera conforme con lo que he llegado a ser, no me quedaría más que modificar cada pieza de este segundo, alterar cada átomo de mi
materia gris, provocar mutaciones en mi entorno social y reorientar el flujo de
sangre de mi aorta a otro ventrículo, para que lo mejor que está por venir llegue a mi centro y determine todo el entorno de mis relaciones; con el objeto de llegar a ser más real y menos etéreo.
En el Dios en quien creo y fundamento mi vida, afirmo que toda acción suya es de misericordia, y esa acción consiste
en cambiar lo que puede ser cambiado y amar desde la raíz aquello que sólo
puede ser amado, para que sea el amor quien me muestre lo mejor de
sí.
Así actúa Dios. Así actuamos quienes creemos en él. Así ama Dios, así
amamos quienes amamos como él. Ω
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