El Sueño de la Humanidad
Al estar hecho de Dios, no de
materia ni de carne solamente, el hombre es un ser espiritual, por lo que se ha
convertido en un buscador incansable de
aquel espíritu que sondea su alma.
A ese espíritu lo busca dentro de
él mismo, y lo busca fuera, en su mundo.
Por ser espiritual, está fuera en
todo lo que ve, y tan dentro, en lo que no ve. Con razón se apasiona de lo que le
deviene de dentro, y anhela poseer todo lo que está fuera. En ese anhelo se
desgarra y sufre a muerte, y en la pasión desata todas sus potencialidades e
inventa sus propios sueños.
En los sueños, por aquello que no
ve, define lo más bello que busca en lo que sí ve, para explicar su propio
misterio y origen divino.
Quiere decir que, al crear al hombre,
Dios tuvo que hacerlo con el único afán de mostrar su bondad infinita en la
bondad finita; al amar al hombre, quiso decirnos de qué está hecho Dios y el
hombre; y, al darle a ese ser una imagen semejante a la suya, pretendió mostrar
al mundo su propia belleza de Dios.
Sin embargo, tanto bien creado,
tanto amor y tanta belleza mostrados, nunca alcanzó a realizarse en el hombre
solitario, hasta que Dios sacó del sueño, de aquel hombre, a la mujer. Ocurrió
cuando el Señor Dios hizo caer sueño sobre el hombre, y se adormeció (Gn 2, 21).
Desde entonces, la historia de la
humanidad es un continuo despertarse, como le ocurre a la semilla respecto a la
vida, o a la brasa al volverse fuego.
La fuerza espiritual de esta
realización corresponde al sueño que Dios puso en Adán al dormirle, que sólo se materializó
en la mujer que quiso para él (en donde la expresión “costilla” tiene que ver
con la materialización de tal sueño).
En cierto modo, la mujer es la
fuerza espiritual del hombre, por ser con quien todo sueño puede ser realizado.
Tal interpretación, podría ser
absurda y para muchos parcial, sino fuera porque aquel sueño del que nos habla
el Génesis, no se refiere únicamente al de Adán-y-Eva, sino a la Mujer que más
tarde quiso Dios crear como Virgen, de donde
nace la vida de un modo nuevo (como lo vemos en cada niño que nace),
como Madre de la humanidad (que contiene las razones de las búsquedas) y como Señora
que rige el curso de las cosas (pues, humanamente, todo continúa desde un
punto de partida hacia una realización).
Precisamente, a eso es lo que el
Ángel llama “la llena de Gracias” (Lc 1, 28), gracias, una vez derramada en ella,
como lluvia, fertiliza a toda la humanidad.
En consecuencia, ella es el sueño, del que
despertamos para Dios, y la dirección de la búsqueda en que el espíritu humano se
sostiene.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda (Museo de Caleruega, 2016).
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