en la procesión anual de los días que acaban
vengo a declararme en la memoria de los pueblos
y en la sangre antigua de todas las razas del universo.
Mi deseo primero
consiste en que todos
los que han venido a oírme
arranquen de mis palabras un trozo de silencio,
y que sepan de una vez por todas
que conozco los profundos secretos
de la espera
y la precisión.
Qué alguien conoce
mis caminos,
Que sigo vivo,
Que la libertad es
ruta sin final.
Que puedo, al menos,
decir una palabra
más allá de lo
supuesto.
Que si bien traigo raíces
humilladas en sequía,
tengo la fuerza en la
voz
pues, vivo de
manantiales profundos.
Debo decir también,
que regalo canciones
rupestres
desde los campos de
concentración
y toques de queda
a los enamorados
que se suben al medio
día
a calcular sus años
amando.
Además,
que todavía hay gente
que
no usa el derecho de
hablar,
que son paredones de
otras voces.
Que se puede volver
de la maldición
para quedarse en el
ara de los altares,
y depositar en otros
labios
la ofrenda de
azahares de la madrugada.
al que hoy subo
debe decirle a todos
los que me oyen:
- Que soy encomendero
del amor
- Que nada es mío
- Que tengo la
ternura de los árboles vetustos
- Que traigo el agua
vertida de las piedras
y la sal de los collados
- Que odio desde el
sacrificio
- Que en la ternura habla quien calla
- Que en la ternura habla quien calla
- Que ahora estoy
en el refugio silente
de altísimas alas
envuelto de ungüentos
sagrados,
y al salir del agua lustral
vengo rompiendo las
palabras últimas
para decir
a todos ustedes,
desde este pórtico:
¡que el barro de mi hechura es de amor!
¡que la dignidad no sólo es un derecho,
es consustancial a lo divino!
¡Que la última palabra es la que me sostiene
y está contenida en el templo sagrado
en la que todos fuimos formados,
y esa última palabra aún está por decirse!
¡El que tenga oídos que oiga!
Por: Gvillermo Delgado
Fotos: JD&MM
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