LA ESPERANZA HUMANA
Guillermo Delgado OP
La frustración pone al descubierto lo susceptible que es la persona a todos los males y a todos los bienes.
Nunca la felicidad se extraña
tanto como en los momentos del infortunio, que desatan los nudos del
sufrimiento en el muro sin salida de la frustración. Cuando se expone la
dura realidad, la felicidad se echa de menos.
Paradójicamente, en los días felices, la libertad se define como la posibilidad de abrirse al mal, lejos de toda conciencia; hasta que esta empieza a morder y a despedazar lo más sensible del alma.
Paradójicamente, en los días felices, la libertad se define como la posibilidad de abrirse al mal, lejos de toda conciencia; hasta que esta empieza a morder y a despedazar lo más sensible del alma.
La persona acongojada por sus propios males
intenta de todo. Baja a su propio infierno a traer las flores del consuelo. Angustiada
reza a dioses inexistentes y es golpeada con sus propias palabras.
Convertido en reo de sí mismo, ¿quién
puede salvar lo humano? Demasiado lejos suena aquella canción de la banda
Scorpions, de los 90:
«Listening to the wind of change… The future in the air… Blowing with the wind of change».
¿Qué esperar?
Hay que partir de “un lugar
presente”, y esforzarse para que el futuro no implique sólo una espera confiada.
Este lugar presente sólo puede serlo la persona humana: ella es el terreno fértil desde dónde toda religión, toda ética, todo el arte, todo el pasado y toda realización adquiere vitalidad.
Este lugar presente sólo puede serlo la persona humana: ella es el terreno fértil desde dónde toda religión, toda ética, todo el arte, todo el pasado y toda realización adquiere vitalidad.
La persona es el “sueño verdadero”
que se realiza en la comunión, porque se asume así mismo y asume a los demás.
Realiza su sueño en la imagen del otro, como su otro yo, y en el universo de
todo lo creado. Pero eso no es todo.
La esperanza es la realización
del sueño humano por haberse posesionado en otra imagen distinta a la suya con quien le gusta medir su propia
estatura, o sea la divina. De ese modo la esperanza ya no es puro
acontecimiento de un sueño, sino “realización”. Ya que delante de esa otra imagen, distinta de la suya, la persona descubre su propia belleza, a pesar de las frustraciones de su mundo.
La esperanza libera a la persona de
su indigencia, haciendo habitable su entorno inmediato. Aristóteles definió la esperanza como "el sueño de los hombres despiertos".
La esperanza es el lugar del nacimiento
y del alma que está en el porvenir, siempre mayor, hacia
donde está referida. Aunque parezca contradictorio, también la esperanza acontece en el presente consciente. Ya que la esperanza eleva lo
humano hacia la altura de sí mismo, desde su propia raíz, siempre misteriosa.
La persona de esperanza vive en el
aquí y ahora cada fragmento de su futuro. La esperanza es realización presente y a la vez por llegar. Con justicia,
la esperanza se reanima a cada instante, en la angustia, en lo trivial, permitiendo que la persona se reconstruya siempre en algo nuevo; gracias a aquella Imagen Mayor hacia donde está dirigido su corazón.
Asumida la esperanza en el aquí y ahora, al llegar la tribulación como la alegría, sitúan lo humano en la profundo y lo más alto. Sabiendo que entre la frustración y los anhelos está la razón del tiempo que pasa y del espacio que habita. No en el vacío sino en la espera confiada de algo mayor. Lo mejor siempre está por manifestarse.
Asumida la esperanza en el aquí y ahora, al llegar la tribulación como la alegría, sitúan lo humano en la profundo y lo más alto. Sabiendo que entre la frustración y los anhelos está la razón del tiempo que pasa y del espacio que habita. No en el vacío sino en la espera confiada de algo mayor. Lo mejor siempre está por manifestarse.
Foto: jgda
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