AMAR EN LIBERTAD Hechos y Palabras sábado, 26 de agosto de 2017 Sin Comentarios


La libertad es fuente de Amor porque ha nacido del amor, es como una madre que es fuente de vida por haber nacido de la vida.

 O sea que, la libertad se recrea en el amor, por tener al amor como su fuente y como su meta. Ya que nada nace fuera del amor y nada avanza sin orientarse hacia el amor.

Antes de la libertad siempre estuvo el amor. El amor es anterior a todo lo que existe: es la gran fuente de todo lo que puede ser conocido y experimentado en este mundo.

Pero para ser experimentados humanamente, el amor y la libertad deben encontrarse, como se abrazan la justicia y la paz o el cielo con la tierra. El amor y la libertad se funden en una sola realidad. Uno es la fuente y fuerza, y el otro es energía y camino que moviliza toda la maquinaria hacia un fin definitivo.

En el momento en que la libertad brota como agua en movimiento, y se expande a lo largo de la vida, en que ella misma se ha transformado, da origen a la misteriosa condición humana que le permite navegar y beber de ese manantial. Es lo que llamamos “gracia”.

 La gracia es ese regalo, que nadie merece y que se entrega gratuitamente, a través del cual el amor puede ser experimentado. Fuera de la gracia el amor no es experimentado y tampoco se puede permanecer en él. Por eso, la afirmación de que “el amor es todo”; ya que nos permite no sólo “tener amor” sino “habitar en el amor”.

“Dentro del amor”, nada tiene fecha de caducidad, todo perdura más allá de la temporalidad. En el amor no hay “cosa” pequeña, todo es grande. Ahí, lo pequeño muestra su grandiosidad. Es así como, un gesto de amabilidad trasciende hacia la amistad, una sonrisa abre las puertas hacia la felicidad compartida.

Con justa razón afirmamos que Dios nos crea libres para amarnos, haciéndonos personas dispuestas al diálogo. Sólo en la libertad llegamos al “amor del otro” y el otro accede al “amor nuestro”. Y como ese amor es un amor dado, sin nosotros merecerlo y sin nosotros pedirlo, es así, como habitamos la profundidad del amor en todas sus manifestaciones humanas, y a la vez, alcanzamos el amor divino.

Hemos dicho que la libertad crea el amor y que a la vez es creada por el amor, o sea que, el amor como fuente es fuerza de la vida, y la libertad energía que la moviliza.

La persona regresa como el ciervo a reconocer su fuente de agua para saciar la sed, y, a veces vuelve queriendo distanciarse sabiendo que dentro de sí hay una fuerza que al parecer le hace dependiente de todo, y que le encamina hacia aguas más profundas; pero en realidad no hace otra cosa que volver a su punto de partida para atarse a él; con la diferencia que ahora lo hace en libertad y en plenitud.

Para eso le ha servido la libertad. O sea, el amor libera y ata, y la libertad busca al amor en aquello que lo realiza. Misteriosamente el amor y la libertad no pueden ser sino fundiéndose el uno con el otro: el “tú con el yo”, para dar lugar al “nosotros”.

Fundidos, libertad y amor, hacen una fuerza única como vía de acceso a Dios. Pero a Dios no se puede llegar como quien avanza hacia el cerro más alto para alcanzar altura. A  Dios sólo se accede a través de “del tú” de la otra persona, en la fuerza y la energía del amor y la libertad quemantes. Es entonces cuando, lo que llamamos realización, hace única a la persona a quien amamos; tanto, como al mismo Dios.

Dios y “la otra persona” sólo pueden ser uno e idénticos a nosotros. Sólo así, es como nos fundimos en el amor, nos hacemos Luz, podemos ser alcanzados, en definitiva, ser libres. Amar. Amar en libertad.

De Gvillemo Delgado OP
Foto: De Sara Delgado, Eclipse de Sol, Texas, agosto, 2017.
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