La libertad es fuente de Amor
porque ha nacido del amor, es como una madre que es fuente de vida por haber
nacido de la vida.
O sea que, la libertad se recrea en el amor, por
tener al amor como su fuente y como su meta. Ya que nada nace fuera del amor y
nada avanza sin orientarse hacia el amor.
Antes de la libertad siempre
estuvo el amor. El amor es anterior a todo lo que existe: es la gran fuente de
todo lo que puede ser conocido y experimentado en este mundo.
Pero para ser experimentados
humanamente, el amor y la libertad deben encontrarse, como se abrazan la
justicia y la paz o el cielo con la tierra. El amor y la libertad se funden en
una sola realidad. Uno es la fuente y fuerza, y el otro es energía y camino que
moviliza toda la maquinaria hacia un fin definitivo.
En el momento en que la libertad
brota como agua en movimiento, y se expande a lo largo de la vida, en que ella
misma se ha transformado, da origen a la misteriosa condición humana que le
permite navegar y beber de ese manantial. Es lo que llamamos “gracia”.
La gracia es ese regalo, que nadie merece y
que se entrega gratuitamente, a través del cual el amor puede ser
experimentado. Fuera de la gracia el amor no es experimentado y tampoco se
puede permanecer en él. Por eso, la afirmación de que “el amor es todo”; ya que
nos permite no sólo “tener amor” sino “habitar en el amor”.
“Dentro del amor”, nada tiene
fecha de caducidad, todo perdura más allá de la temporalidad. En el amor no hay
“cosa” pequeña, todo es grande. Ahí, lo pequeño muestra su grandiosidad. Es así
como, un gesto de amabilidad trasciende hacia la amistad, una sonrisa abre las
puertas hacia la felicidad compartida.
Con justa razón afirmamos que Dios
nos crea libres para amarnos, haciéndonos personas dispuestas al diálogo. Sólo
en la libertad llegamos al “amor del otro” y el otro accede al “amor nuestro”.
Y como ese amor es un amor dado, sin nosotros merecerlo y sin nosotros pedirlo,
es así, como habitamos la profundidad del amor en todas sus manifestaciones humanas,
y a la vez, alcanzamos el amor divino.
Hemos dicho que la libertad crea
el amor y que a la vez es creada por el amor, o sea que, el amor como fuente es
fuerza de la vida, y la libertad energía que la moviliza.
La persona regresa como el ciervo
a reconocer su fuente de agua para saciar la sed, y, a veces vuelve queriendo
distanciarse sabiendo que dentro de sí hay una fuerza que al parecer le hace
dependiente de todo, y que le encamina hacia aguas más profundas; pero en
realidad no hace otra cosa que volver a su punto de partida para atarse a él;
con la diferencia que ahora lo hace en libertad y en plenitud.
Para eso le ha servido la libertad. O sea, el amor libera y ata, y la libertad busca al amor en aquello que lo realiza. Misteriosamente el amor y la libertad no pueden ser sino fundiéndose el uno con el otro: el “tú con el yo”, para dar lugar al “nosotros”.
Para eso le ha servido la libertad. O sea, el amor libera y ata, y la libertad busca al amor en aquello que lo realiza. Misteriosamente el amor y la libertad no pueden ser sino fundiéndose el uno con el otro: el “tú con el yo”, para dar lugar al “nosotros”.
Fundidos, libertad y amor, hacen
una fuerza única como vía de acceso a Dios. Pero a Dios no se puede llegar como
quien avanza hacia el cerro más alto para alcanzar altura. A Dios sólo se accede a través de “del tú” de la
otra persona, en la fuerza y la energía del amor y la libertad quemantes. Es
entonces cuando, lo que llamamos realización, hace única a la persona a quien
amamos; tanto, como al mismo Dios.
Dios y “la otra persona” sólo
pueden ser uno e idénticos a nosotros. Sólo así, es como nos fundimos en el
amor, nos hacemos Luz, podemos ser alcanzados, en definitiva, ser libres. Amar.
Amar en libertad.
De Gvillemo Delgado OP
Foto: De Sara Delgado, Eclipse de Sol, Texas, agosto, 2017.
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