El valor del trabajo
Por: Gvillermo Delgado OP
Nadie debe vivir para trabajar solamente. El trabajo dignifica, en su defecto esclaviza.
El trabajo dará múltiples
satisfacciones, siempre. Si no las da, pregúntate: ¿Por qué?
Una
probable respuesta a esa pregunta consiste en que te has fiado sólo de tus
capacidades intelectuales y habilidades adquiridas. Si eso fuera verdad:
¿No crees que has dejado de lado
a Dios, cuando en realidad él es el fin último de todas las búsquedas, que en
cierto modo se esclarecen con el trabajo?
Dejando a
Dios fuera de todo quehacer, sin quererlo excluyes a las personas que dices amar;
para dar satisfacción de modo exclusivo a tus "necesidades" personales. Tal cosa
puede ser peligrosa, pues estarías atentando contra ti mismo.
Con lo cual: ¿En qué te diferencias de quien trama el mal para satisfacer "necesidades"?
Ni siquiera
las aves del campo atentan al orden natural de las cosas, pues al cantar atraen a
las otras aves, al tiempo que embellecen el campo y dan sosiego a nuestras
almas.
A eso
refiere Jesús cuando dice: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga (Mt 16, 24).
De tal modo
que tu vida sea una ofrenda permanente, agradable a Dios, a las personas que
amas y a la sociedad que sirves.
Bajo este
criterio, el trabajo jamás será maldición ni esclavitud sino la bendición
necesaria para que vivir una vida digna.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina
su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? (Ibid, 26).
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