Al pedir el pan para hoy lo aseguramos para mañana
Por: Gvillermo Delgado OP
14/01/2023
El pan es el sustento, la fuerza para mantenernos en pie.
Desde tiempos remotos hemos evolucionado gracias al trabajo, intentando
hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.
Aprovechamos la luz del día para ir por el mundo a buscar ese
pan, que luego será compartido en medio de la comunidad de la familia. Gracias a
esas búsquedas, hemos adaptado las fuerzas secretas de las leyes de la
naturaleza a las capacidades humanas de crear, al extremo de creer que el universo está
bajo nuestra soberanía.
El hambre y el anhelo de asegurar el pan para hoy y para mañana nos iguala a todos, parecido a lo que hace la muerte con nuestras vidas.
Buscándolo migramos, haciéndonos extranjeros en el propio territorio.
Con el fin de salvaguardar el pan, con frecuencia somos apreciados o despreciados. Miserables o dueños de la riqueza. Nos convertimos en mascota de sala o simplemente depredadores de la selva indómita. De uno u otro modo, nos hacemos incapaces de interpretar las leyes de la naturaleza y de compartir aquello que fue dado a todos.
Jesús hablaba con el Padre en oración diciendo: Dadnos hoy el
pan de cada día. Con igual actitud, nosotros, al pedir el pan y buscarlo al modo de las aves del campo, lo aseguramos para hoy. Pero no somos simplemente “animales inteligentes” como suele decirse, si no
criaturas amadas por Dios, al pedir el pan y asegurarlo para hoy lo aseguramos al mismo tiempo para mañana. Pedir el pan de cada día no tiene nada que ver con la despreocupación de las
aves del cielo y las bestias del campo por el mañana. En el afán de cada día, el
creador perfecciona su obra y la encamina a su plenitud, contando con nuestras limitadas fuerzas.
Con razón, no sólo buscamos el pan con el trabajo para mantenernos en
pie solamente, sino para desarraigarnos de la tierra que nos sostiene, si es necesario, y salir al encuentro de aquellos que en el mismo sentido buscan e interpretan la
presencia de Dios en las luchas cotidianas.
La comunión en el trabajo nos hace capaces de cuidarnos compartiendo ese pan que, desde los orígenes fue querido para todos. Cuando eso ocurre la oración de Jesús al pedir el Pan de cada día se transforma en alimento verdadero.
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