María Magdalena y la doctrina de las lágrimas de Santa Catalina de Siena
Santa
Catalina de Siena en la doctrina de las lágrimas dice que: el deseo más grande
del alma es alcanzar la perfección. El alma avanza hacia ese estado a través de
las lágrimas que nacen del corazón. El corazón se manifiesta en los ojos,
porque todas las lágrimas son de corazón: el corazón es vasija de donde sale
toda lágrima.
Por
eso, a toda lágrima se le llama “lágrimas de corazón”. Así, cuando se
ama, el dolor duele tanto. La persona llora cuando está privada de lo que
ama.
Dios le manifestó a Santa Catalina de
Siena la verdad en cinco clases de lágrimas imperfectas, fundadas en el temor. Según
ella, se parte del temor del alma.
Si el alma se ejercita en la virtud, para
alcanzar la bondad de Dios, empieza a perder el temor. El alma se va elevando
hacia la alegría, eso es moverse en un amor espiritual. Cuando se mezcla el
dolor de la culpa con la esperanza de la vida misericordiosa, van apareciendo
poco a poco los consuelos espirituales.
En la meditación de la doctrina de las
lágrimas seguimos de cerca la vida y el camino espiritual que María Magdalena
hizo a partir de su pecado, del reconocimiento del mal, del descubrimiento del
Señor, de su apostolado y finalmente de como ella alcanza lo que todos
buscamos: unirnos profundamente con la divinidad. No haremos mención explícita
de su vida en relación con las lágrimas, sólo lo sugerimos para tí, en la
comprensión de esta doctrina, no sólo te encuentres a tí mismo sino que te unas
a la gran apóstol: Santa María Magdalena, la patrona de los predicadores.
Estados de las
lágrimas y su distinción
PRIMERA
LÁGRIMA.
Se caracteriza por ser lágrimas de culpa, condenación o de muerte. Se trata de quienes
se encuentran en pecado mortal. Esas lágrimas proceden del dolor de corazón que
viene de la pena por el pecado cometido. Son lágrimas de las personas malvadas.
Dice, la Santa: “Como la raíz del afecto
de donde vienen las lágrimas estaba corrompida por eso el llanto sale
corrompido y miserable, como todas sus obras”. El dolor tiene origen en los
sentidos. Derraman lágrimas de muerte, que engendran la muerte. Proceden de un
corazón que ama desordenadamente, sin tener relación con Dios. Denota gravedad
de la culpa, por temor de pena. Es el mar tempestuoso.
SEGUNDA
LÁGRIMA.
Se caracteriza por ser lágrimas de temor, que empiezan a dar vida. Son las de
los que comienzan a conocer sus males por medio de la propia pena que sigue a
la culpa. Lágrimas que se levantan del pecado por temor a la pena, y por temor
lloran. El alma se aparta de los pecados, se entrega al servicio de Dios.
Sienten dolor por las ofensas cometidas. A diferencia de las primeras lágrimas,
que aunque se ejerciten en el llanto no alcanzan perfección, las segundas
lágrimas son más aptas para alcanzar el estado de perfección.
TERCERA
LÁGRIMA.
Se caracteriza por ser lágrimas de dulzura y por la caridad para con el
prójimo. Son las de quienes se levantan del pecado y empiezan a tener gusto de
Dios. Lloran con dulzura y comienza a servir a Dios. Pero aún son lágrimas de
imperfección, aunque hayan superado el temor, y alcanzado el amor y la
esperanza. Con sus lágrimas satisfacen los sentimientos del corazón. Se
ejercitan a la luz del conocimiento de Dios. El alma se aborrece a sí misma
para acoplar su voluntad con la voluntad divina. Empieza a experimentar la
compasión y la alegría a través de la compasión al prójimo. La caridad para con
el prójimo por medio del conocimiento de sí mismo. La caridad que procede de
Dios. Según Santa Catalina, el Señor nos dice:
“Deben amar con
el amor puro con que yo los amo, y esto porque los amé sin ser amado y sin
interés alguno… el amor me movió a crearlos a mi imagen y semejanza, y como un
amor de este género no me lo pueden tener, por eso deben otorgárselo a las criaturas
racionales, amándolas sin ser amados por ellas…”
CUARTA
LÁGRIMA.
Lágrima de perfección. Es llanto de amor por sí mismo por la ofensa cometida. Lágrimas
de quienes han alcanzado la perfección en la caridad con el prójimo. De quienes
aman sin interés. El alma se une a la voluntad divina, por estar revestidos de
amor al prójimo, gusta de la divinidad. Conoce la naturaleza divina venida a la
humanidad. Se mueve al estado unitivo. En este estado el alma descansa en al
mar de la tranquilidad.
QUINTA
LÁGRIMA.
Son lágrimas de dulzura. Que mueven hacia el “dulce y glorioso estado unitivo”.
Lágrimas derramadas con gran suavidad. Las lágrimas de dulzura se alcanzan en
el momento de la “unicidad con Dios”.
Esas lágrimas son “leche que alimenta el alma en la verdadera paciencia”. Son ungüento oloroso que derrama un perfume
de gran suavidad.
Dice Santa Catalina:
“Los ojos que están bien orientados se
ingenian para satisfacer lo que procede del corazón, y así derraman lágrimas… La
percepción de los sentidos se encuentra dominada y la voluntad está muerta por
la unión realizada con Dios”.
En este estado, dulce unión del alma, permite ver secretos, en la que muchas veces
recibe el espíritu de profecía para conocer las cosas venideras. Es un estado
de perfección en el amor que se acrecienta en el estado tercero. De esta
perfección huye el demonio que no puede herir el alma, pues se ha hecho
paciente en las injurias y aborrece los consuelos con verdadera humildad. El
alma no consiente al demonio. El demonio que nunca duerme incita a dormir. Pero
no puede arrebatar el ardor de la caridad, es por eso que el demonio: “huye
como las moscas de la olla hirviendo, por el miedo que tiene al fuego”. Tampoco
puede soportar el olor de la unión que el alma ha efectuado del don Dios, Mar
de paz. El alma no puede ser engañada mientras esté unida a Dios.
LÁGRIMAS
DE FUEGO.
Lágrimas para consolar a los que muchas veces desean lágrimas y no las pueden
tener. El Espíritu Santo llora delante del Padre (Rm 8, 26-27). Estas lágrimas son
del verdadero santo, santidad realizada por medio del perfecto amor. Es de
quienes quieren derretir su vida en llanto por medio del aborrecimiento a sí a
la salvación de las almas. El Espíritu santo llora en la presencia de Dios por
ellos y por su prójimo. La divina caridad enciende al alma con su llama para
ofrecer el deseo de estar en la presencia de Dios, sin lágrimas en los ojos. Ante
la imposibilidad de llorar con los ojos se abren los ojos del entendimiento.
Estos estados del alma a través de las
lágrimas se elevan a partir del temor hacia el amor perfecto. Para alcanzar la
verdad de las lágrimas: “Sumérgete en la sangre de Cristo, humilde, torturado e
inmaculado cordero… para que en ti se fortalezca el fuego de mi divina
caridad”. Y como eso no se alcanza así no más, todas las lágrimas dan vida si
son derramadas en la virtud. Recuerda que por las palabras vienen los cambios,
las palabras entran a lo íntimo del corazón.
El alma siempre ansía vivir en la
caridad. La razón por lo que no puede saciar ese deseo es porque siempre
apetece las cosas finitas. Y el alma es infinita en cuanto al ser. Y como la
persona está por encima de todas las cosas y todas las criaturas, por eso no
puede saciarse ni hallar quietud sino en las cosas superiores a él. Ahí está
Dios, quien puede saciar el alma.
La mejor manera de comprender la
doctrina de las lágrimas es hacer un ejercicio donde tú mimo o tu misma te
sientas migrando de un estado a otro hacia uno de más perfección, o haciendo
una relación de comparación entre tu vida con la vida de Santa María Magdalena.
En ella se describen estos pasos, ella que llegó a abrazar la unicidad del amor
y la verdad en el conocimiento de Cristo el Señor. María Magdalena es ejemplo
para comprender los estados de perfección de las lágrimas.
Por: Gvillermo Delgado OP
Fotos: Prestadas de diferentes autores. La imagen es del Templo de Santo Domingo, Guatemala. Excepto una que es de la Pasión (película) de Mel Gibson y otra pintura de Dacinvi.