Aunque
la iconografía de la virgen de Fátima no lleva consigo al niño, como es propio
en la Virgen-Madre, ella es la siempre Virgen y Madre del Redentor. Ella misma
se identifica como tal a los pastorcitos. Ella es la Virgen fecunda que ha dado
luz a quien es la luz, por eso aparece iluminada sobre el árbol de la vida. La
ausencia del niño lo encontramos en la ternura que se despliega en los pequeños
pastores. La madre no sólo da a luz al Hijo sino que ejerce tal condición con
todos los hijos de la humanidad. Al modo de Abrahán ella es “la madre de todos”
por quien Dios nos bendice y hace
fecundos (Gn 12, 1-4; 1, 26-28).
El niño no sólo crece con la leche de la madre sino que se alimentará toda la vida con el agua de su sabiduría y ternura; de tal modo que la Virgen Madre de Fátima ha sido dada para mí (en condición de hijo).
Es así como Dios-Hijo nos acerca a su madre, cuya realidad trasciende lo simbólico, ya que es realidad histórica y al mismo tiempo realización futura, pues él nos la ha dado como Madre para salir junto a ella a su encuentro al final de los tiempos.
De José G. Delgado, OP
Foto: de web.
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