María Magdalena es un buen referente de lo perfecto, ya que buscando alimentar su alma en “las cosas terrenas” descubrió
que su insaciabilidad estaba en el amor. Un amor que ella desconocía. Pero un día halló en su propio camino. Llegó del modo que nunca pudo imaginar. Una mirada fue suficiente para que el
amor impregnara su alma. Dio un vuelco empezando por revisar su propia historia de vida. El "vuelco", lo comprendemos a partir de "las lágrimas, que no nacen de lo superficial de un sentimiento, sino de lo profundo del corazón. Así, las lágrimas de María Magdalena que al inicio fueron de arrepentido se transformaron en lágrimas de amor luminoso.
¿Dónde estaban las razones que animaron el cambio en esta mujer?
El alma movida por la fuerza
del amor se eleva hacia lo más alto de lo divino y desciende a lo más profundo
de su fuente y su raíz. Con razón el amor perfecto no
se alcanza así no más, requiere ser alimentado de fuentes profundas o pulido en
el fuego divino. Las lágrimas son el canal por el que fluye "esa
agua" de perfección, que viene del corazón, que finalmente hacen fuerte a la persona. Al llegar la fortaleza a la persona "la virtud" entra en acción, quiere decir que el camino de la perfección está en marcha.
Las lágrimas que beben
de una fuente profunda, definen el grado de la perfección con que el alma vive y
el tipo te interés que le mueve. Si su alimento es divino, entonces su interés
tiene que ser la búsqueda de la unidad; y al darse cuenta que su origen es
divino descubre que sus deseos nunca serán saciados mientras viva en este mundo.
¿De qué son tus lágrimas? ¿De
pesadumbre por haber permitido libremente el mal a tu alma, cuando entraste en
relación con otras almas? ¿Tu lágrima es de alegría por la amistad que has
alcanzado con otras almas? ¿Lloras en el gozo de servir y entregar tu vida
pensando en el bien de las demás almas? ¿Cómo es tu lágrima delante de tu bien
amado? ¿Cómo es tu lágrima cuando otros lloran por ti, sobre todo cuando el
amor ha desbordado las fronteras de tu alma?
Lo perfecto se
alimenta de lo perfecto, que está en lo profundo del alma. En ese sentido, el
alma es el manantial donde el amor sacia su sed. Las lágrimas perfectas son
aquellas que expresan hondura, frescura, alegría, paz; llegan a los ojos con la
mirada y las palabras.
Si estás amando o viviendo en
el amor, pero aún sientes que no alcanzas a poseer la totalidad de ese amor (por
experimentar inquietudes extrañas de temor) eso se debe a que el alma siempre
ansía vivir en el amor perfecto.
A veces, o casi siempre, el alma humana tiende
a querer saciar ese deseo de totalidad en las “cosas finitas”. Pero el alma por
su origen es infinita. El hecho que el alma una vez creada haya sido puesta por
encima de las cosas finitas, no puede saciarse ni hallar quietud sino en las
cosas superiores a ella. Sólo Dios puede saciar el alma. De ahí que la persona
que ama a otra persona, sólo busca alcanzar al alma eterna.
El alma humana que busca a Dios
halla el amor perfecto en las personas a quienes ama. Y a la vez es sorprendida
en el amor eterno.
Pocos tenemos la suerte de
encontrar a personas que estén por encima del deseo apasionado de "vivir para
las cosas”. Quienes tenemos la dicha de conocer y vivir cerca de personas que
buscan la perfección, hemos experimentado el amor divino. Como le pasó a María
Magdalena.
Yo puedo presumir de esta gracia,
de la virtud de perfección en cierto modo, sobre todo por las personas que me
aman, que son muy pocas.
Cuando las virtudes están
cimentadas en ese amor, entonces el alma es embellecida. Sólo las personas que
aman en la virtud son bellas, porque tienden a lo perfecto y se sienten
incapaces de hacer “algo malo”.
El amor, aún aquel que no es
perfecto, es el aroma que lo embellece todo porque en el amor no hay lugar para
el azufre de lo feo.
La figura de María Magdalena es
la mejor indicación de la belleza porque es amada y ama; envuelta por el fuego
eterno del amor divino, amó hasta el final. Sus lágrimas son la mejor expresión del amor perfecto.
Por: José Gv. Delgado
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