El Dios verdadero está en el silencio, en la palabra que nunca se dice. |
¿Para qué pueden servir las instituciones y las personas, aunque construyan casas para Dios, si se estancan en concepciones absurdas? Deben cambiar. Sin esa exigencia, es imposible que su dios (con minúsculas) se haga presente y salve. Aunque digan palabras "bellas" en sus cultos y ritos. El Dios Verdadero (con mayúscula), no compite con dioses y sus promotores. Lo verdadero es lo contrario a lo falso e idolátrico.
La idolatría amparada en dioses falsos es reconocida por las acciones malas que parecen buenas, por el odio disfrazado de buenas intenciones, por la aniquilación de la persona para apartarla del camino y hacerse con el poder; justifica la lujuria a cambio de ofrecer bendiciones. La idolatría es reconocida en la gente que promueve a los demonios [sin disimulo], viste como ángeles medievales [con disimulo], vuelan a media altura y deambulan por las noches al acecho de nuevas aventuras orgiásticas [cuando nadie los ve]. La idolatría tiene sus "fieles". Se ve en quienes a veces leen "las sagradas escrituras" y las lleva consigo para elaborar sus apologías.
El verdadero Dios, en cambio es siempre nuevo, totalmente presente. Totalmente otro. Impronunciable e imprevisible. Porque es todo y nada a la vez. Camina con quienes aman. Está en el silencio, en la palabra que nunca se dice. El verdadero Dios raya el amanecer con su dedo luminoso. Habita el corazón sincero de los limpios de corazón. De quienes, quizá no siempre vayan a Misa, ni se confiesen los domingos. Los limpios de corazón simplemente transparentan lo auténtico, lo divino, porque habitan el corazón de Dios. Son habitado por Dios. No se visten de nada, son revestidos de luz.
Por: Gvillermo D.
Foto: Miriam Aragón (Mimita).
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