Ser virtuosos a la luz de las prácticas de fe
La persona virtuosa es aquella que actúa no para ser compensada por lo que hace, sino
porque la fe da sentido a toda su vida.
El sentido de la vida ayuda a vivir alegremente y a superar con esperanza las dificultades más grandes, aún aquellas que impliquen la muerte. Entonces es cuando brillan las virtudes. Aristóteles decía que en "en las adversidades sale a la luz la virtud."
Nunca actúes ni te comprometas religiosamente si lo que buscas hacer a este nivel no da sentido a tu vida.Es decir, si la fe no te ayuda a responder a la pregunta ¿para qué vivir? No estás en el camino correcto.
El sentido de la vida ayuda a vivir alegremente y a superar con esperanza las dificultades más grandes, aún aquellas que impliquen la muerte. Entonces es cuando brillan las virtudes. Aristóteles decía que en "en las adversidades sale a la luz la virtud."
Es
virtuosa la persona que sigue la voz interior de su conciencia y la voz de Dios. La
conciencia se forma a la luz de la experiencia propia y ajena.
Ser virtuosos a la luz de las prácticas de fe es aceptar libremente las disciplinas propias de la vida, en función del sentido de la vida. Por ejemplo, practicar ejercicios concretos en función de la obediencia. Saber obedecer nos libera.
Por eso dijo Jesús que, la verdad nos hará libres (Jn 8, 32). Aceptar la verdad es enfrentar los embates diversos que esa aceptación contrae. Sólo será posible a partir de la constancia, la disciplina, las convicciones de fe y la propia experiencia.
Toda lucha como práctica de la virtud en el buen entendido de lo que la persona busca, le convierte tarde o temprano en virtuosa.
Ser virtuosos a la luz de las prácticas de fe es aceptar libremente las disciplinas propias de la vida, en función del sentido de la vida. Por ejemplo, practicar ejercicios concretos en función de la obediencia. Saber obedecer nos libera.
Por eso dijo Jesús que, la verdad nos hará libres (Jn 8, 32). Aceptar la verdad es enfrentar los embates diversos que esa aceptación contrae. Sólo será posible a partir de la constancia, la disciplina, las convicciones de fe y la propia experiencia.
Toda lucha como práctica de la virtud en el buen entendido de lo que la persona busca, le convierte tarde o temprano en virtuosa.
Por: Fr. Gvillermo Delgado
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