¿Qué hacer con la “mediocridad espiritual” de la Iglesia de nuestro tiempo? Para que el pentecostés sea un acontecimiento nuestro, urge la experiencia interior de Dios. Cinco actitudes humanas pueden ayudarnos a descender a esa condición.
1. Aprender a callar
es aprender a dialogar. Dios que habla y yo que escucho. Las grandes cosas
vienen del silencio. Cuando las palabras desaparecen el diálogo aparece. No
necesitar palabras es darle cabida a lo grande. A Dios. Dios crea en el
silencio. El artista necesita silencio. El filósofo requiere de la soledad. El
hombre de ciencia debe encerrarse, trasnochar. Sólo los mediocres hacen ruido,
lo necesitan, ruido interior ruido exterior. ¿Y qué puede salir de ahí?
2. Saber estar
“en el mismo lugar”
con quienes venimos haciendo camino. Donde acontece la acción de
Dios (El Espíritu de Dios). Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu. Creados
con un mismo Espíritu. Movidos por un mismo Espíritu.
3. Reconocer los dones
propios y ajenos. Para contar con los otros y que los otros cuenten
conmigo. Dios distribuye sus dones de acuerdo a la unidad de los creyentes,
para favorecer la unidad. Lo que Dios te ha dado a ti es porque los otros lo
necesitan. Lo que los otros tienen y tú no tienes es porque Dios sabe que lo
necesitas. Saber necesitar unos de otros, es propio del Espíritu, es una
cualidad de Dios, Dios no es un ser solitario…
4. Saber recibir
de Dios lo que él me ofrece en función de su misma Misión. Con el
Espíritu quedamos capacitados para perdonar o no perdonar. Ser misericordiosos
a la manera suya. Perdonar y ser perdonados.
5. Convertirnos en portadores alegres de la paz de Dios. Como quienes hemos visto al Señor. Desde nuestra
experiencia interior y desde la exterioridad de la vida cotidiana.
Por: Fr. Guillermo Delgado
Imagen: prestada
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