Suena el ángelus de las seis de la tarde en el campanario
de la vieja Ermita.
Las calles que llevan al calvario
lucen limpiecitas
como después de una noche de lluvia.
Pasa un avión y se pierde entre las montañas lejanas.
Inmutables y silentes las paredes de las
calles y avenidas
se vistes con mapas de grietas y musgos, carcomidas de dolor.
A esa misma hora
van en procesión los mártires de la guerra civil.
Y otros en vigía,
aparte de vos y yo,
cercan el atrio de la Catedral metropolitana,
cuando los muertos van solitos a su valle de
lágrimas...
Las puertas acurrucadas
rechinan en murmullo su bostezo penumbroso.
Y, vos que me mirás con largavistas
desde alguna esquina alta
te ausentás como relámpago estruendoso
para espiarme a lo lejos.
Mientras otro día aparece tibiecito en otro ángelus.
Me entero que amanece
simplemente, porque:
Un árbol despunta del humus de mi pecho.
Por: Fr. Gvillermo Delgado
Fotos: Kevin Cuz
Sin Comentarios
¿Qué piensas de esta reflexión? Dame tu opinión.