La tolerancia es ceder el lugar a la otra persona, tal y como lo
merece, para que se exprese, crezca, eche raíces desde su propia alma y florezca
en el aroma de las relaciones humanas. Para aceptar o querer a una persona, no
tenemos que imponer un modo de ser. Debes sentirte obligado a decir: nadie tiene que ser como
yo soy, pensar como yo pienso, ni siquiera que crea lo que yo creo.
Para abrir las puertas de la
felicidad sólo necesitamos abrir las puertas que la intolerancia a veces no
permite. Hemos de saber que para vivir en la felicidad de-la-comunión-de- los- hermanos no necesitamos mucho. Sólo que nos acepten como somos. Igualmente
dejar a Dios ser Dios, porque Dios mismo nos ama tal como somos, no condiciona
nada para querernos. Al punto de buscarnos cuando estamos en pecado, porque
necesita abrazarnos. Ante eso, el pecador no resiste, y él mismo se va
sintiendo obligado a abandonar su condición envilecida. Simplemente por quererle a pesar
de ese estado, que a veces se torna despreciable.
No olvidemos nunca que somos para el hermano como somos para Dios. La comunión es nuestra vocación más propia. Esa es una de las cualidades que mejor definen a Dios. Por eso, el hijo consumó su proyecto de amor en la mesa. En la fracción del Pan. quedándose él mismo como alimento. Alimento de comunión.
Por: Gvillermo Delgado
Foto: prestada
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