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crecimiento Humano




Toda relación humana comienza en el encuentro de la atracción, de las cuales algunas perduran hasta el final de la vida; otras, al ser adquiridas a la sombra de la familia exigen un esfuerzo extra en la compenetración de valores que se fundamenten en el amor, fuente y motor de toda relación y perfección humana. Ambos tipos requieren de una comprensión apropiada.

Explico esa tarea en cuatro “estadios de la persona” o etapas por las que se promueve a la persona hasta constituirse en “ser plena”.

1. El primer estadio de la responsabilidad
La responsabilidad es “hacerse cargo” de las propias acciones, define el alto grado en que la libertad acontece. La atracción y aceptación de las personas tiene que ver con ese grado de libertad.

La persona libre “seduce” con la simple atracción. Dado que quien “se hace cargo” de sí mismo es “capaz asumir lo otro”. En esta etapa la persona toma altura o penetra en la profundidad de los sueños, a tal punto de beber del puro amor. Se hace atractivo. De ahí, le deviene “la atracción de la simple mirada”.

¿Quién en este mundo no desearía ser parte de un ser libre que le envuelva en el amor, para cuidarle y dejarse cuidar al mismo tiempo?

2. El segundo estadio de la integridad
Del aire ni los aviones se sostienen, las aeronaves requieren de bases profundas, de leyes de la naturaleza cuyas fuerzas están más allá de ellas mismas, que les hacen capaces de “generar”, renovarse en nuevas fuerzas y advertir toda consecuencia.

La integridad se define como unificación del todo en la parte, cuya base está en el interior del ser y en las leyes de alcance universal. Básicamente una persona integral es sostenida por esa integración, que fortalece su vida interior.

La vida interior es como el silente amanecer que va creciendo indefectiblemente en el permanente despertar del “ahora mismo”. La vida interior define a las personas despiertas. Define a quienes viven en el asombro del amanecer y celebran cada instante maravilladas por el latir de su corazón.

Las personas despiertas están conectadas con la naturaleza de las cosas. Al comprender las causas y la finalidad de las leyes de la vida (que es el amor mismo), todo lo que hacen, lo definen como un gesto de agradecimiento. No alaban a Dios en vano.

Por consiguiente, la persona integral no necesita “duplicar” su personalidad. Para ellas la mentira, por ejemplo, no es requerida. La persona integral habita su propio lugar, existe para sí misma, no es aparente, no es enajenada. Al ser sostenida por la ley del amor, sostiene todo amor venga de donde venga, e integra la naturaleza de las cosas que tiende a lo bueno y bello.

3. El tercer estadio de la bondad
La bondad es lo más propio hacia donde tiende la naturaleza humana, negarle sería negar el origen más santo de todo ser, como matar el sueño, fumigar la flor y su fragancia, o ahogar para siempre el fuego de la luz.

La persona que ya asimiló los valores hasta en el inconsciente, vive en su tiempo, sabe que existe para lo justo y para el amor misericordioso.

Llegado a este punto, la mirada de la justicia ilumina lo bueno. La persona no tiene que esforzarse por hacer el bien, ya que es dominada por esa fuerza de ese amor interior. Delante de las personas, como delante de su Dios, hace suya las palabras del poeta cuando dice:
 «Siempre estás tú delante de mí y saltan de alegría todas mis glándulas. ¡Aun de noche mientras duermo, y aun en el subconsciente, te bendigo!» Ernesto Cardenal (1998).

4. El cuarto estadio de la belleza
La belleza es consecuencia de la responsabilidad, la integridad y la bondad. Lo bello es lo bueno por excelencia, el grado más alto del crecimiento humano, es el ser encaminado hacia la felicidad, o quien ya la habita.

La persona bella es algo más que atractiva, es apetecible. No por la bondad que emana de ella, sino por los fundamentos en que se asienta, porque ese tipo de belleza llega hasta la base de sus orígenes, que es lo santo, bello y lo bondadoso en todo su esplendor.
«La belleza está en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios» (1 Pdr 3, 3-4).
Con razón quien desea “tu belleza” no es que quiera poseerte a ti, sino al amor y a la fuente de ese amor. Y al no estar esas fuentes en ti mismo, te convierte en referencia del gran Amor que rige toda tu vida. Si alguien te dice que eres el amor de su vida, no te lo creas del todo, piensa tan solo que te has convertido en la mejor referencia de la belleza.

Es por eso por lo que, la persona bella irradia belleza en todo lo que dice y hace. Le embellece todo. Y no sólo es bella, además es justa, compasiva, autónoma, responsable, moral, etc.

En ese estado y culmen, dime: ¿quién no quisiera ser ese amigo bello, por quien apostar una vida entera?

Por: José G. Delgado OP
Foto:

lunes, 5 de febrero de 2018

El miedo y el Temor de Dios


El miedo y el Temor de Dios

Si por alguna razón llega el miedo a tu vida, déjalo entrar, que penetre en todos tus nervios; eso sí, ponle límites. Dale un tiempo para que haga lo suyo en ti. Pero cuéntale los segundos, que no sean más de diez. De ese modo nunca perderás el control de la “situación”, mejor dicho: Para que la “situación” no te controle a ti.

Luego, prosigue tu vida. Tu tiempo es más breve de lo que supones. No permitas nunca que, las circunstancias invadan toda la existencia, más allá de lo requerido. Los límites los pones tú.

El miedo psicológico es un factor inevitable que inmoviliza a la persona a actuar en libertad, que pronto se convierte en tu aliado, como combustible para sobreponerse a toda adversidad. En este sentido el miedo es necesario como advertencia, que nos ayuda a posponer ciertas acciones.

Bien asumido el miedo, nos obliga a hacer un alto en el camino: como luces de advertencias, indicando la proximidad de un peligro. Con ese "alto" podremos pensar ordenadamente y retomar la dirección que traemos. 

Al decretar OMS al Coronavirus como pandemia (el 11 de marzo del 2020)  nos obliga a hacer giros hacia otros puntos de atención, por ejemplo el cuidado de la salud integral y la calidad de las relaciones humanas a nivel global. 

Las advertencias interiores, esos chispazos que señalan la finalidad de la conducta, están en la raíz del alma: son marca registrada que traemos desde el momento de nacer, para protegernos de todo mal, donde el miedo es la voz de alarma.

El miedo y la valentía

Gracias al miedo, la valentía entra en escena en la actuación humana. Así valoramos la salud y las relaciones humanas. Nos medimos acerca de lo que somos capaces, para enfrentar cualquier situación, real o imaginaria, de manera equilibrada. 

La valentía como valor o coraje es la luz verde que nos mueve al otro lado del miedo; que, como al miedo, también, hay que darle su tiempo.

Por consiguiente, "no hay que temer al miedo", tampoco al valor o valentía. No evadas una ni otra de esas señales del alma. Es la mejor pedagogía con que nos gobierna el inconsciente. Sólo tráelo al nivel superior de lo consciente.

El miedo y la valentía son mensajeros fáciles de interpretar, muchas veces simbolizados como aviso de las grandes cosas que pueden darse, según actúes.

El temor de Dios

La voz de Dios está en la advertencia y en el coraje para vencer en los peligros. Esa voz es la certeza de que, aquello que está por venir se determina por una fuerza divina profunda donde el mismo Dios actúa junto a ti. Los griegos le llamaban a esa fuerza, Daimon o el Ángel bueno que impulsa a la persona hacia la felicidad.

Con justa razón sostenemos que el “temor de Dios” no es miedo a Dios, sino la impronta de su presencia, que no puede ser negada, sino integrada en el amor, para actuar en los modos que sólo el amor entiende y obliga.

Cuando Dios asiste, en lo que llamamos "temor de Dios", nos libra de todo juicio ético (a modo de condena), para que actuemos sólo en función de aquello que nos hace buenos delante de él y de delante de las personas. Hacemos el bien porque esa es nuestra naturaleza, nunca para buscar un premio o por miedo al castigo.  

El temor de Dios, fundamentalmente tiene que ver con el amor; ya que el amor es la fuente primaria de cualquier actuación. 

Por lo mismo, el amor es esa fuerza, esa luz de advertencia o de permiso para dar el paso siguiente hacia el fin al que nos movemos.

Actuar en el temor de Dios tiene que ver con el amor gratuito, desinteresado. Por eso, ese temor es la superación de todo miedo.

Quien ama sólo teme al amor, que va más allá de cualquier seguridad. Quien teme a Dios vive en la tensión permanente de no fallar al gran amor que profesa. 

Quien ama dice: temo porque te amo, no te amo por que te temo. Amar por temor sería lo mismo que sentir miedo o pánico a algo o alguien (incluso a lo imaginario). La fórmula perfecta es temer por amor. 

Por: Gvillermo Delgado OP
domingo, 21 de enero de 2018

un Proyecto de Vida


Proyecto de vida

Alcanzar aquello que uno se propone tiene que ver con la elaboración de razones que puedan ser implementadas como un bien amado. Eso es un Proyecto de Vida.

Los razonamientos válidos son construidos a partir de otras razones, propias o ajenas, y puestas a prueba repetidas veces, hasta el infinito.

En las razones están las fuerzas del movimiento. La acción exige constancia en dos ejes: la fuerza interna que está en la razón y la fuerza externa que es el movimiento. 

Las grandes ideas, como los sueños son la base de toda revolución científica. Del mismo modo, nuestra existencia, primero tuvo que ser una idea en el corazón de Dios, y en el de nuestros padres.

Una persona razonable, sustenta sus pensamientos y acciones en un proyecto. 

Quiero decir que, los propósitos como las razones obligan a creer, confiar, en uno mismo. 

Es frecuente escuchar decir: Yo no tengo nada que no me lo haya dado yo mismo. Todo cae en el marco de mis propias posibilidades.

Este argumento puede sonar a “exceso de autonomía” y lo es; sin embargo, es el punto de arranque y el motor que mueve hacia a todas las direcciones y metas. 

Partimos de la confianza en uno mismo. Luego, nos extendemos a todas aquella direcciones que las relaciones nos permitan. 

Dios está en entre esas relaciones. La más valiosa. Abiertos a Dios es lo mismo que asegurar que la meta trazada nunca será una tarea inútil. La energía, la dirección, el aliento y todo lo demás, vienen de las relaciones y del amor que tiene su fuente en Dios.

Aquellas personas que no tienen proyecto se abandonan en su propia miseria.

Imbuidos en el miedo y las acechanzas del mal, frustran las iniciativas propias y ajenas. Ese tipo de personas, suelen ser poco racionales y atractivas. Definidas por Alberto Cortés como “la masa”. 

La diferencia entre “la masa” y “la persona” es el proyecto y las razones que lo han puesto en movimiento.

Fíjate bien que, las personas sin proyecto, sin propósitos; aluden a las razones y propósitos de otros, repiten hasta el cansancio aquello que justifica “su modo de ser”; suelen ser gente con pocas posibilidades de apertura a los cambios; estáticos esperan que la suerte los sorprenda un día por el camino.

Por consiguiente, cada vez que emprendamos un nuevo año, por la razón que sea, te propongo que consideres tu propia vida a partir de un proyecto; que aprendas a contar con las personas y las cosas; que pienses en lo breve que es la vida; te animo a que no olvides que, las potencialidades si no se ejecutan se frustran al punto de entumecer los sueños; finalmente, no olvides nunca que una persona sin sueños es una persona miserable.

Si eres un soñador como yo, vas a tener tantas frustraciones como las estrellas del firmamento; si no lo eres, serás tan amorfo como el mar después de la tormenta; de uno y otro modo, lo que importa es que tengas un proyecto, que sueñes y que cuentes conmigo.

Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
miércoles, 3 de enero de 2018

El Sueño de la Humanidad

El Sueño de la Humanidad

Al estar hecho de Dios, no de materia ni de carne solamente, el hombre es un ser espiritual, por lo que se ha convertido en un buscador incansable de aquel espíritu que sondea su alma.

A ese espíritu lo busca dentro de él mismo, y lo busca fuera, en su mundo.

Por ser espiritual, está fuera en todo lo que ve, y tan dentro, en lo que no ve. Con razón se apasiona de lo que le deviene de dentro, y anhela poseer todo lo que está fuera. En ese anhelo se desgarra y sufre a muerte, y en la pasión desata todas sus potencialidades e inventa sus propios sueños.

En los sueños, por aquello que no ve, define lo más bello que busca en lo que sí ve, para explicar su propio misterio y origen divino.

Quiere decir que, al crear al hombre, Dios tuvo que hacerlo con el único afán de mostrar su bondad infinita en la bondad finita; al amar al hombre, quiso decirnos de qué está hecho Dios y el hombre; y, al darle a ese ser una imagen semejante a la suya, pretendió mostrar al mundo su propia belleza de Dios.

Sin embargo, tanto bien creado, tanto amor y tanta belleza mostrados, nunca alcanzó a realizarse en el hombre solitario, hasta que Dios sacó del sueño, de aquel hombre, a la mujer. Ocurrió cuando el Señor Dios hizo caer sueño sobre el hombre, y se adormeció (Gn 2, 21).

Desde entonces, la historia de la humanidad es un continuo despertarse, como le ocurre a la semilla respecto a la vida, o a la brasa al volverse fuego.

La fuerza espiritual de esta realización corresponde al sueño que Dios puso en Adán al dormirle, que sólo se materializó en la mujer que quiso para él (en donde la expresión “costilla” tiene que ver con la materialización de tal sueño).

En cierto modo, la mujer es la fuerza espiritual del hombre, por ser con quien todo sueño puede ser realizado.

Tal interpretación, podría ser absurda y para muchos parcial, sino fuera porque aquel sueño del que nos habla el Génesis, no se refiere únicamente al de Adán-y-Eva, sino a la Mujer que más tarde quiso Dios crear como Virgen, de donde nace la vida de un modo nuevo (como lo vemos en cada niño que nace), como Madre de la humanidad (que contiene las razones de las búsquedas) y como Señora que rige el curso de las cosas (pues, humanamente, todo continúa desde un punto de partida hacia una realización).

Precisamente, a eso es lo que el Ángel llama “la llena de Gracias” (Lc 1, 28), gracias, una vez derramada en ella, como lluvia, fertiliza a toda la humanidad.

En consecuencia, ella es el sueño, del que despertamos para Dios, y la dirección de la búsqueda en que el espíritu humano se sostiene.

Por: Gvillermo Delgado OP

Foto: jgda (Museo de Caleruega, 2016).
viernes, 8 de diciembre de 2017

Célula Primigenia


La semilla de la célula primigenia
tuvo que posar por el costal de la flor
para encubar la vida. 

Ahí estaba yo... 
no lo puedo recordar,
por más que lo intente.

Aquello fue un acto lejano
indeleble al alma.

Pero también estabas vos conmigo, 
apartando espacio entre la espesura
para dar lugar al único amor en el que nos fundamos.

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda
miércoles, 22 de noviembre de 2017

Cántico Esencial


Soy sobreviviente de una guerra reciente,
Árbol azul de mariposas misteriosas.
El olvidado pregón de los pájaros tempraneros.

Soy pordiosero de tus mensajes,
quien inmóvil por la mañana
mira pasar la brisa lenta
que lleva la silueta
de los movimientos que a tu paso dejaste
en el camino de arenas.

Soy quien,
atrapado en los años indemnes de los rezos,
por el silencio de las flores de la tarde,
por el grito abatido de las estrellas nocturnas,
por las auroras de avemarías,
se levanta cada día
en el impulso de las semillas
que despiertan del sueño primordial.

Soy gigante que busca la altura lejana de su Dios,
desde el patíbulo que el amor obliga.
Quien atrapa el murmullo de los segundos en agonía
Sobre la antigua montaña de los olivos.

Enano que engulle el espacio de la fruta nueva,
quien se sustenta de cada sorbo de las palabras
con el hondo amor de las raíces.

Y es que todos conocen
los secretos de mi condición,
la gravedad de mis búsquedas,
el ruidal reprimido de mi agonía
que apunta al corazón del alma:
sagrado hontanar donde el amor abraza.

De Gvillermo Delgado OP
Foto arte: prestada de Web.
viernes, 17 de noviembre de 2017

Aprender a Ser Humanos


Aprender a ser humanos

Quienes dichosamente vivimos este siglo, somos testigos de una nueva civilización de lo humano. Todo se examina y define a partir de esa nueva compresión.

De: Gvillermo Delgado OP


Desde que se impusieron los cambios científicos y sociales emprendidos en los años 60s el lenguaje que comunica la nueva realidad ha mostrado el rostro renovador de los anhelos humanos, cuya utopía lejos de ser una quimera se ha expresado en hechos como en la ternura, la solidaridad, la justicia, el cuidado, y los valores que definen los orígenes de la vida, que a su vez atisban su devenir.

Tales expresiones son auténticas luchas, que salvaguardan el equilibrio del cosmos en contraposición al caos del que veníamos llegando.

La persona-en-relación se comprende así misma en lo sublime de sus orígenes y su destino, en la dualidad de lo masculino y lo femenino, en los contrastes de sus inclinaciones instintivas y la perfección del alma racional, y en la imagen original y primaria de sus ancestros: los abuelos y las abuelas.

Históricamente, tal comprensión es posible gracias a la simbolización de lo femenino que se realiza y anima interiormente en los esbozos del alma de los mesopotámicos, en las expresiones de lo bello y eterno de los egipcios, en el culto a la razón de la persona civilizada de los griegos y romanos, en el hombre-divinizado de la cultura cristiana que universalizó la maternidad y la paternidad en el abrazo de la palabra que crea la realidad histórica.

Sin embargo, la persona de la cultura actual no sale del estupor y el desencanto al considerar que el misterio del encuentro del todo en la parte, lo masculino y lo femenino, lo humano y lo divino, no pueden ser retenidos en lo efímero, sino que implica entrega y devoción de toda la vida.

Esta generación ha logrado concluir, que volver a los orígenes remotos biológicos y culturales e interiorizar la realidad mítica simbolizada en las relaciones comunes del día a día, significa encontrar las preferencias y gustos de todo aquello que expresa la belleza, la bondad, el espíritu como génesis de la vida (el ruaj hebreo) y todas las realidades en la humana condición femenina (más aun en quienes nacimos hombres).

Así pues, el encanto de nuestra época tiene que ver con los vertiginosos cambios, que de no ser simbolizados en los principios elementales de la vida perdería fácilmente su norte, para que eso no ocurra al hombre postmoderno sólo le queda un camino:  redescubrirse en lo más sublime de sus orígenes. 

Foto: Mimita Aragón.
miércoles, 15 de noviembre de 2017

El Rostro de la Pobreza


La pobreza no existe. Existen los pobres. Al no ser la pobreza un concepto sino una realidad social, los pobres la definen en las diversas problemáticas que se expresan en la desigualdad y la violencia, el racismo y las guerras, la religión y las culturas. Es así como la pobreza explica, por ejemplo, el fenómeno demográfico, de los nacimientos, la migración y la diferenciación de la esperanza de vida de las personas.

Por ser una realidad, la pobreza, enmarca a las poblaciones respecto a otras en estancamiento fatalista o en proceso de desarrollo económico y cultural.

Mientras los pobres sigan siendo parte del paisaje exótico para la explotación turística, industrial y ecológica, estarán condenados a ser objetos de consumo, la fuerza motriz y el combustible que mueve las locomotoras de las inmensas producciones industriales, en los nuevos y diversos modos de esclavismo.

Explotados, los pobres se convierten inevitablemente en escoria, quienes habitan los guetos, los suburbios, las zonas rojas de las grandes ciudades, o los cordones de miseria de las áreas rurales; donde sea que moren, son caldo de cultivo de los problemas más acuciantes y sin solución del planeta; no por ser pobres sino por ser empobrecidos, no por ser el sector más vulnerable de las sociedades sino por ser vulnerados.

La pobreza sólo existe, si logra definir el rostro de quienes la conforman, desvelando la inequidad como deuda social de los estados y herencia de la diversidad cultural a lo largo de los siglos, con el objeto de re-humanizar las sociedades y advertir el futuro de un planeta en proceso de involución, dada la aniquilación de sus recursos y la degradación de las relaciones humanas.

El grado de deshumanización ha llegado al extremo de afirmar que la pobreza es un mal necesario para el desarrollo de unos pueblos respecto a otros. Quienes se benefician de tal principio lo razonan diciendo que la pobreza es un mal social y que se erradica en la medida que la riqueza se distribuye en la creación de nuevos empleos como vaso que rebalsa y esparce el agua en su entorno. Sin embargo, la riqueza describe la codicia ilimitada que penetra en la condición humana hasta el tuétano, ampliando el precipicio infranqueable que separa a unos de otros.

Mientras la lógica de la estulticia subsista, la pobreza será un mal endémico generador de focos de miserias, no solo material, que aniquilará a toda la raza humana. El día que los recursos del planeta toquen fondo, y con ello la condición humana, quizá lleguemos a un consenso que permita aceptar las causas y consecuencias de los males que abrazan a todos por igual, pero será demasiado tarde.

La pobreza es causa y efecto al mismo tiempo de la frustración y de la perdida de sentido, que se manifiestan en las relaciones más próximas y cotidianas que lesionan a las familias y los proyectos de quienes aspiran realizar un proyecto de vida.

No contar con las posibilidades mínimas para satisfacer las necesidades elementales de un niño o un joven en tan solo un día o de las familias a lo largo de una semana, reproduce las causas de los males infinitos que impiden el normal desarrollo humano, lo deterioran y hunden en el fatalismo de infravaloración.

¿Qué debemos hacer quienes tenemos la posibilidad de comprender esta realidad social? De nada sirve inventar rezos, quejarnos o pedir a Dios que nos otorgue capacidades extraordinarias para soportar las consecuencias de tantos males.

Cada uno de nosotros, a nombre propio, tiene la obligación moral de erradicar la complicidad del engaño a partir del rol que ejerce, hacer prevalecer la equidad en los pequeños círculos de influencia, dignificar el trabajo en tanto responsabilidad social de cooperación con la creación en su conjunto haciendo uso debido de la propia voluntad, o tendremos que empezar por aceptar nuestro retraso racional poco evolucionado de homo sapiens que nos coloca en la determinación incontrolada de los instintos animales Ω.

Por: José G. Delgado-Acosta OP

Foto: jgda
miércoles, 8 de noviembre de 2017