Aprender a ser humanos
Quienes dichosamente vivimos este siglo, somos testigos de una nueva civilización de lo humano. Todo se examina y define a partir de esa nueva compresión.
De: Gvillermo Delgado OP
Desde que se impusieron los
cambios científicos y sociales emprendidos en los años 60s el lenguaje que
comunica la nueva realidad ha mostrado el rostro renovador de los anhelos
humanos, cuya utopía lejos de ser una quimera se ha expresado en hechos como en
la ternura, la solidaridad, la justicia, el cuidado, y los valores que definen
los orígenes de la vida, que a su vez atisban su devenir.
Tales expresiones son auténticas luchas, que salvaguardan el equilibrio del cosmos en contraposición al caos del que veníamos llegando.
Tales expresiones son auténticas luchas, que salvaguardan el equilibrio del cosmos en contraposición al caos del que veníamos llegando.
La persona-en-relación se comprende así misma en lo sublime de sus
orígenes y su destino, en la dualidad de lo masculino y lo femenino, en los
contrastes de sus inclinaciones instintivas y la perfección del alma racional, y
en la imagen original y primaria de sus ancestros: los abuelos y las abuelas.
Históricamente, tal comprensión
es posible gracias a la simbolización de lo femenino que se realiza y anima
interiormente en los esbozos del alma de los mesopotámicos, en las expresiones de
lo bello y eterno de los egipcios, en el culto a la razón de la persona
civilizada de los griegos y romanos, en el hombre-divinizado de la cultura
cristiana que universalizó la maternidad y la paternidad en el abrazo de la
palabra que crea la realidad histórica.
Sin embargo, la persona de la
cultura actual no sale del estupor y el desencanto al considerar que el misterio del encuentro del todo en la
parte, lo masculino y lo femenino, lo humano y lo divino, no pueden ser
retenidos en lo efímero, sino que implica entrega y devoción de toda la vida.
Esta generación ha logrado
concluir, que volver a los orígenes remotos biológicos y culturales e interiorizar
la realidad mítica simbolizada en las relaciones comunes del día a día,
significa encontrar las preferencias y gustos de todo aquello que expresa la
belleza, la bondad, el espíritu como génesis de la vida (el ruaj hebreo) y todas las realidades en
la humana condición femenina (más aun en quienes nacimos hombres).
Así pues, el encanto de nuestra
época tiene que ver con los vertiginosos cambios, que de no ser simbolizados en
los principios elementales de la vida perdería fácilmente su norte, para que
eso no ocurra al hombre postmoderno sólo le queda un camino: redescubrirse en lo más sublime de sus
orígenes.
Foto: Mimita Aragón.
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