Viendo "Posts antiguos"

La vida en Dios

 




La vida en Dios es dulzura y amabilidad


Por: José Guillermo Delgado OP


La vida en Dios

Es distinto hablar de alguien que darlo a conocer. Hablar define y visibiliza a ese alguien según la idea que tenemos de él. Darlo a conocer es manifestar su presencia. Esto es revelarlo tal cual es.

Jesús no habla del Padre, sino que revela al Padre. Manifiesta su gloria. La cruz no es un lugar de tortura sino el momento para manifestar el gran amor que fluye entre él y el Padre. De ahí que él se entrega por amor. Todo lo que hace lo hace en nombre de su Padre, porque todo lo que tiene o ha recibido lo ha recibido de él. Por eso él nos da lo que a su vez ha recibido.

En Jesús ocurre algo parecido a lo que les pasa a los niños respecto a sus padres en la psicología evolutiva: el niño adquiere primero la conciencia de su padre que de sí mismo. En el niño esto se debe al defecto de su autoconciencia, en Jesús es por sobreabundancia.

En el caso nuestro...

En Jesús hay una relación profunda de pertenencia con el Padre. Afirmó: Todo lo mío es tuyo. Todo lo tuyo es mío. Mi voluntad es cumplir la tuya.

La vida en Dios es permanecer en su amor. Dentro. En ese amor que sólo es de Dios. En ese amor hacer el camino. ¿Cuál? En el que es “el camino la verdad y la vida”.

Es pertenecer. Ser en él. Dar lo que a su vez hemos recibido. De la misma manera en que pertenecemos a él, de ese mismo modo pertenecemos a los hermanos. De ese modo nos condonamos a ellos. De ahí devienen la calidad de las actitudes en el trato a las personas.

 

Dulzura

La dulzura es un grado óptimo de relación. Es un superlativo que pasa de ser considerado verbalmente a tratar a Dios y a los hermanos según esa comprensión. No es adulación ni un dulzón empalagoso que más bien incomoda. Es un modo óptimo de entender y de ser, para tratar a los demás. Es trasladar el tipo de relación que tenemos con Dios para con los hermanos. Es la coherencia cristiana.

En el lenguaje bíblico no existen los superlativos para calificar una realidad, por eso se usa el recurso de la repetición de un adjetivo. De Dios, por ejemplo, se dice que es santo y para exaltarlo por encima de todo decimos que es santo, santo, santo. De otro modo, Dios es santísimo. Igual podemos decir que es dulce, bello, justo, misericordioso.

Santa Catalina de Siena se refería a Dios como: Mi amado o amantísimo Señor, amadísimo esposo. Lo califica como dulce o dulcísimo Señor mío. Amor dulcísimo. Dulcísimo esposo.

Con la expresión dulzura se refiere a una íntima y profunda relación con el Padre. Que es a su vez una relación de pertenencia. Como quien dice: Él es mío. Yo soy de su propiedad. 

Asimismo, nos protegemos en la oración a la madre, como: Vida dulzura y esperanza nuestra.

Muchas jovencitas llevan el nombre de Dulce. Muchas lo son. Muchos somos referencia ética de este modo de ser y estar con Dios.

En quienes no hay distinción de preferencia para tratar a una persona respecto a otra, es porque así lo entienden y así viven su relación con el mismo Dios.

 

La amabilidad

¿Hay entre vosotros quien tenga sabiduría o experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría (Santiago 3, 13). Esa es la amabilidad.

La dulzura es la amabilidad en el trato. Que es efecto de la sabiduría y la experiencia y al mismo tiempo la multiplicación de virtudes. Como aquellas que brotan del amor en la lista que san Pablo enumera en Cor 13. El amor disculpa todo, es servicial…

 

La vida en Dios

La vida en Dios es conocerle a él. Conocer es el principio necesario para que el amor se manifieste. Nadie ama lo que no conoce. Con razón santo Tomás decía que nacemos con dos defectos: la ignorancia y el pecado. Ambos son impedimento para conocer a Dios y amarle y amar a los hermanos. 

Habitar en Dios es permanecer en él. Santa Teresa de Calcuta afirmó que lo difícil no es llegar a la meta, sino permanece en ella.

Vivir en Dios es dar todo aquello que a su vez hemos recibido de él. La gracia consiste en recibir sin merecer nada, y a la vez dar a otros lo que a su vez hemos recibido.

Dar lo que a su vez he recibido me convierte en aquel que ha conocido y permanece en Dios. 

Esa es la vida de los cristianos: El quinto evangelio.

martes, 22 de febrero de 2022

Rezando en el campanario

 

Por: José Gvillermo Delgado OP

A mi hermano Leonel Delgado en su cumpleaños.


En cada Ave María

suenan voces ausentes

retenidas en algún lugar infinito.


Escucho gritos a voz en cuello

en las sombras de los edificios

agonizantes,

luchando,

contra las fuerzas de luz.


En la altura del campanario

me revisto de gravedad 

con la alegría tenaz

de los libros retenidos 

en sus letras grises.


Aquí o allá, 

donde sea:

bebo a sorbos 

a esos pájaros diminutos y mustios,

a los volcanes impávidos 

en desfiles nupciales 

bajo la tarde del domingo.


En esta altura mortal

puedo ser Andrómeda, 

el Ío solitario de júpiter

en el telescopio de Galileo Galilei,

o,

a la ves,

volcán voluptuoso,

 engreído,

deshabitado,

quien apunta con su dedo de fe;

o

quien con la edad aprende 

a morir  con el Amazonas

en el abrazo eterno 

de la sal de los mares.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Claves para identificar la propia vocación

 


Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción

Por: José Gvillermo Delgado


No existe persona en el mundo que no se sienta convocada a construir y participar de un mundo feliz, ya que la vocación primera y última consiste en alcanzar aquello que cada uno experimenta en la propia existencia. Esto es la vocación.

 

La vocación es responder al llamamiento que cada persona presiente a través de una voz interior, para orientar y definir su futuro. No hacerlo sería atentar contra sí mismo en un fluir de frustraciones.

 

El lugar de ese futuro no es sólo el más allá del ahora, sino el espacio que cada uno habita en sus acciones presentes, para definir el propio destino, como punto de llegada.

 

Por tanto, con la vocación aprendemos a formular las experiencias y a determinar las decisiones con sabiduría.

 

De tal modo que, la vocación apunta a la construcción de un mundo de relaciones, a un horizonte abierto a cosas mayores; como indicación de que somos seres en camino hacia un más allá, y a la vez constructores de un mundo feliz en el más acá de lo cotidiano.

 

Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción, y nos pondrá en una actitud de búsqueda permanente, en dirección del perfeccionamiento. A esto llamamos misterio.

 

Esbozamos ahora algunas claves para definir la propia vocación.

 

Primero, si la vocación es una llamada, un futuro y un destino que orienta hacia la felicidad o a la realización, saber cuál es mi vocación equivale a preguntarse: ¿Cuál es mi destino y a qué futuro soy convocado? Con frecuencia la enfermedad, la edad y las frustraciones nos llevan a decir que no tenemos futuro o que ya no tenemos esa capacidad de búsqueda.

 

Una vida sin futuro será siempre una vida sin presente, en cambio una vida con futuro es cauce por donde fluye el amor en todo momento.

 

Segundo, nada acontece por azar, todo corresponde a un plan. Nos definimos por lo que hacemos y por lo que queremos llegar a ser. Esto es tener un proyecto de vida. Tal proyecto consiste en lanzarse hacia adelante con el fin de alcanzar algo o llegar a ser alguien en la vida. Sólo quien tiene un proyecto puede decir, al modo de San Pablo: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).

 

Si lo determinante de un proyecto tiene que ver con el hacer, este se anima desde una base de valores. Con lo cual, cada persona debe priorizar su propia escala de valores y responder: ¿Cuáles son los valores más importantes para amar o relacionarme por vocación?

 

Tercero, si la vocación es una convocatoria para atender una llamada que emerge del interior, como quien escucha una voz que le ordena y destina hacia un futuro; entonces esa voz no se puede obviar por ser de la naturaleza humana. No atenderla sería atentar contra el propio destino. Para no equivocarse debemos identificar las señales que conectan el universo espiritual con el mundo de las cosas sensibles exteriores.

 

Con frecuencia las señales se simbolizan en acontecimientos, experiencias, personas, eventos de júbilo o de sufrimiento. Reflexionar sobre esas señales es clave para conocer la realidad y orientar las decisiones según lo que debo hacer y lo que debo esperar. Eso es corresponder a la vocación.

 

Cuarto, el llamamiento es corresponder a ser uno mismo. No existe modo alguno de llegar a serlo sin interrogarse sobre el futuro que con frecuencia negamos, cuando sabemos que corresponden a las grandes verdades del territorio del alma, por ejemplo, la muerte. Corresponder a esa realidad y no negarla es descubrir el ser auténtico.

 

La vocación nos permite sobreponernos al propio temor de interrogarse sobre la propia muerte que todos llevamos estampada en el alma desde el día en que nacemos. Así es como enfrentamos la muerte y le damos sentido a la vida, quedando para siempre determinada nuestra vocación en todas las direcciones, hacia el mundo, hacia las otras personas y hacia Dios.


Publicado en prensa Libre, 28/02/2022, sección Buena Vida, p. 26. 

lunes, 10 de enero de 2022

HOMBRE ÁRBOL

 





HOMBRE-ARBOL


 Por: José Gvillermo Delgado


Los hombres crecen

como los árboles,

florecen de vez en cuando:

desgajan sus ramas

y dan brotes nuevos.

 

Los hombres y los árboles

hunden sus raíces

donde nadie las mira,

para sorprendernos con la vida.

 

Los hombres y los árboles

Crecen por las mañanas,

recuentan sus frutos por las tardes.


Fluyen continuamente

en sangre y savia,

toda su vida

 

Emigran en sus hojas a tiempos nuevos;

atajan el vuelo de los vientos

con sus ramas de manos abiertas.

 

Lloran cuando les mutilan la vida...

Y mueren cuando les cortan las alas.

 

Viven igual en distancia;

son fruto del jardín.

 

Van juntos siempre:

el hombre y el árbol.

jueves, 6 de enero de 2022

LO ETERNO Y LO TEMPORAL

 




Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo


Por: Gvillermo Delgado OP

16/12/2021

 

Las cosas se definen por sus características sensibles. Todas las cosas tienen color, olor, forma, textura, tamaño, espacio. Valen, se compran. Tienen un principio y un final. Tienen causas y efectos. O sea que las cosas hacen comprensible la realidad que se nos presenta a la vista.


De ellas partimos para explicar las realidades más complejas, aquellas que tienen características visibles e invisibles a la vez.


Un árbol no asombra como el nacimiento de un niño; un cuerpo por simétrico que sea no provoca tanta incertidumbre como la eternidad de la vida.


Lo explicable da satisfacciones, tranquilidad, seguridad, estabilidad; porque, en cierto modo podemos poseerlo, como a un par de zapatos. 


Lo inexplicable, como la vida “después de la muerte” se aísla como tema aparte, porque al intentar poseerla se escapa como un atardecer entre las montañas de diciembre.


Por eso, la persona insinúa conocer lo eterno sin poseerlo. Lo cual desata en su alma una serie de añoranzas y un futuro prometedor al que nunca llega.


Con facilidad pasamos del gusto al disgusto; distinguimos lo oscuro de la luz, el nacimiento de la muerte, la alegría de la tristeza, el bien del mal, el amor del odio, lo bueno de lo malo, al diablo de los ángeles, y al Dios eterno de lo pasajero del mundo.


Tenemos dos “cosas” imprescindibles para vivir, que extrañamente no podemos poseerlas, como a un teléfono para manipularlo al gusto. Ellas son: el tiempo y el espacio.


Nadie puede pausar un segundo o alargar un día feliz. El tiempo pasa implacablemente dejando huellas imborrables en “un-de-repente”; en un ¡zas! se convierte en recuerdo, describiendo nostalgias en la memoria. 


Mi madre a sus ochenta años, suele decir: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo pasa todo! ¡La vida se nos va!


Igual ocurre con el espacio. Tenemos un territorio, una patria y una casa. Tenemos un cuerpo que se calca en la sombra, como huella indeleble mientras avanzamos por los caminos, pero no podemos poseer el propio cuerpo ni a otro ajeno. Todo se escapa en el mismo momento en que intentamos poseerlo. El día que morimos, el espacio queda, la sombra se borra.


Es fácil entender la eternidad de lo temporal. Uno se posee, el otro a tientas.


La persona es el punto de equilibrio entre lo eterno y lo temporal. Sacia sus necesidades, tiene valores, se perfecciona en virtud de la felicidad; y, aunque a veces simula no saberlo, es consciente que todo eso pasará como su sombra por el camino de su juventud.


Cuando la persona se hace en la justicia o se transforma en un ser justo, entonces expresa resabios de eternidad. Pues, sabe que, solo puede definirse en el amor y hacia ahí se encamina, aunque no lo alcance nunca en su totalidad. El amor provoca en todo ser humano una sed eternidad.


De ahí, sabemos que poseemos el amor y que somos poseídos por él. Para asegurarlo salimos a buscarlo en las demás personas y en el mundo de las cosas creadas; pues, lo eterno sólo puede acontecer en el amor, aunque sea a tientas.


El amor se posee sólo mientras la persona ama o es amada. Nadie nació para un par de zapatos. Todos nacimos del amor y para el amor.

jueves, 16 de diciembre de 2021

El valor de las lágrimas y las sonrisas

 




La misericordia es la práctica del amor 

que define a cualquier persona adulta


Por: Gvillermo Delgado OP

02/12/2021

La vida acontece entre alegrías y tristezas. A simple vista, cualquier mortal que intente sobreponerse al sufrimiento estará siempre cuesta arriba. Con razón la civilización occidental encontró en la paradoja cimentada en la muerte, el martirio y la religión, un refugio seguro para encarar las miserias y proyectar su futuro.


Es de la naturaleza social anhelar progreso y realizaciones creando aventuras de cambios; ya que siempre nos hemos sentido obligados a transformar los modos de ver el mundo y las actuaciones sobre él. Haciendo con ello inevitable las lágrimas y las sonrisas, el luto y el sueño como si fueran las alas de un pájaro en vuelo.


Abordar la tristeza y el sufrimiento como augurios seguros de muerte, buscando aplacar sus impactos, es posible si miramos en los otros aquello que es inevitable en nosotros. Es frecuente ver pasar de largo a la muerte sino no toca nuestras puertas y a la debilidad del cuerpo mientras tenemos salud. Por eso no es una fatalidad decir: “se acerca el final de mi vida mientras avanzo”, más bien fortalece el sentido de la existencia y permite abordar con realismo emocional las dificultades más acuciantes y cotidianas.


Ser misericordiosos -como quien siente la miseria del otro y lo auxilia- al modo en que lo enseñó el Maestro de Nazareth y lo practicó la Madre Teresa de Calcuta, nos cuesta tanto porque es normal aprender sólo aquello que experimentamos en la propia piel. Y no siempre tenemos la actitud para ser tan siquiera empáticos con quien no es a fin a nuestros intereses. Por eso, es necesario hacer esfuerzos por “apoyar a aquellos que apoyan” a las personas vulneradas en la comunidad. La misericordia se ancla en el alma cuando imitamos los buenos ejemplos de otros. La misericordia es la práctica del amor que define a cualquier persona adulta, de tal manera que aliviando los males de los otros curamos nuestras propias dolencias.


Los tiempos fuertes del ciclo anual como el inicio del verano, los tiempos de navidad, el aniversario del fallecimiento de la abuela, los recuerdos de una tempestad, etc., se configuran y rehacen continuamente evocando aquellos días, ya sean de lágrimas o sonrisas. De ahí que es indispensable dedicarles suficiente tiempo a esos sucesos del pasado, con símbolos construidos por nosotros mismos, por ejemplo: con comidas al gusto, en lugares de referencia, invitar a familiares y amigos a reunirnos; con el fin de cantar los cantos de siempre, hacer los rezos colectivos, comulgar en todo lo que nos hace afines; de tal modo de enjugar las lágrimas o incorporarlas para convertirlas, también, en expresiones de alegría y memorias edificantes.


Las experiencias propias o ajenas que fluyen del entramado y ensamble del sufrimiento y de las alegrías, configuran el carácter ético, en tanto estilo de vida. Con lo cual encaramos las dificultades, sobreponiéndonos a ellas y aprendiendo a celebrar dulcemente lo que puede ser festejado. Así, con las experiencias nos definirnos en valores; y, al priorizamos sobre las cosas, aprendemos, también, a elaborar criterios y a fortalecer los sistemas de normas, como instrumentos indispensables de comportamientos debidos; para “salir a flote” de las crisis, escuchando las aflicciones con los oídos del espíritu, y transformándonos en personas adultas en construcción permanente.


Este artículo fue publicado en Prensa Libre el día lunes 29 de noviembre de 2021, en la sección Buena Vida, p. 22. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

Alcanzar el éxito

 



El éxito nunca será nuestro en su totalidad

Por: Gvillermo Delgado Acosta OP

El éxito como expresión de la felicidad es alcanzar metas, ser alguien; es compartir con quienes hacemos valer el horizonte que se cerró en el pasado y que se abre al futuro.

Como felicidad el éxito se muestra en el ahora mismo y transciende en el tiempo. De no ser así, lo más probable es que se frustre y se quede como marca o estigma doloroso para toda la vida.

El éxito abre las puertas hacia cualquier realización ya sean académicas, laborales, familiares y de vida social. La realización tiene que ver con la capacidad de hacer real aquello que se empieza con un entusiasmo mínimo, siendo apenas un sueño imaginado.

Como tal se convierte en una tarea permanente. Afirmando con eso que toda persona se construye día con día como quien pone un ladrillo en su propia casa, para que el que éxito persista en el tiempo. Santa Teresa de Calcuta decía que es fácil llegar a la meta, lo difícil es perseverar en ella.

Decir que el éxito es expresión de la felicidad, indica, además, que no seremos felices sólo aquel día que lleguemos a una meta trazada. La felicidad como realización es aquí y ahora (hic et nunc) o nunca será. De ahí que las luchas por costosas que sean no deben frustrarnos, Gandhi decía: “El fin se aleja continuamente de nosotros. Cuanto más avanzamos, más tenemos que admitir nuestra nulidad. Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.

El éxito es para todos

El éxito nunca será nuestro en su totalidad. Lo hermoso siempre se nos escapa cuando creemos tenerlo entre manos, porque no es sólo nuestro, ni tampoco se retiene para siempre con una sola acción. Debiéramos decir siempre: Mi éxito es el de todos. Con razón los padres y los amigos se inventan fiestas para celebrar “nuestros triunfos”.

Eso obliga a demorarnos en su diseño, construcción y mantenimiento. Significa, aprender a pensar, a tomar decisiones para actuar. Pensar es orientar las ideas, discernir es anticiparse a los resultados y actuar es dar trámite al pensamiento y al discernimiento.

En el entramado de las relaciones actuales decidir no es fácil, dadas las diversas opciones que se nos presentan delante. Pensemos en una paleta de colores azules, optar es vernos obligados a escoger un solo matiz, ni siquiera dos. O frustramos las luchas propias y ajenas.

Un buen discernimiento da certezas para actuar. Ayuda a no errar sobre la marcha en dirección o búsqueda de las realizaciones permanentes, y no convertirnos en un barco a la deriva corroído por los arrecifes de coral en el pacífico mar, suena exótico y hasta poético, pero eso es inútil para una vida de realizaciones, pues el barco se hizo para navegar en dirección de horizontes siempre nuevos y no para anclarse en la seguridad de su puerto.

Publicado en Prensa Libre, sección Buena Vida, 1 de noviembre del 2021, p. 18.

lunes, 1 de noviembre de 2021

¡Ay, de nosotros!

 



Vamos por la vida como barcos en alta mar de aguas apacibles o tormentosas, debido a un halo misterioso que nos define.

 

Por: Gvillermo Delgado OP


Los ayes y porqués del alma


De lo hondo del alma surgen permanentes voces de “ayes”, quejidos de pena y dolor, y “porqués” de incertidumbres como hontanar que emerge de montañas. Describiendo así el estado de miseria y misterio del que a menudo a atraviesa la vida de todo ser humano, en el ancho mar por donde define su existencia. Determinando de tal modo cada segundo del tiempo y la dirección del horizonte hacia donde se dirige.


Tal condición inspiró a Dante los relatos de la selva oscura en descenso al infierno en flanco contraste con el paraíso que le elevó a las moradas celestes.


Los lamentos y las preguntas provienen de ecos profundos que golpean los muros interiores del alma. Donde no podemos presumir ignorancia de sus causas y de las respuestas más auténticas; porque venimos de un mundo luminoso donde no podemos escondernos por más que lo intentemos.


Por ser estas, verdades sumergidas, dirán los maestros de psicología profunda, se manifiestan en sentimientos conscientes como tentáculos para alcanzar a quienes caminan a nuestro lado. Ocurre, que al no ser conscientes se exteriorizan simbólicamente en los sueños o en acciones espontáneas de las que no siempre tenemos control.


Lo mejor de todo de ese mundo interior de verdades es que ayudan a “conocernos a nosotros mismos” y a que los otros nos definan; para no perder el horizonte hacia donde marchamos.


Petróleo en el mar


Hay una tercera realidad que Hobbes miró monstruosa, parecida al Leviatán de los mares; representada en las instituciones sociales necesarias para poder convivir de modo racional. Con lo cual justificamos al Estado y sus mecanismos de control, a veces de violencia, coartando así la libertad individual con indolencia. Esa realidad a veces se nos presenta como petróleo derramado en nuestro mar.


¿Podremos un día erradicar ese monstruo y a sus profetas?


¡Ay, de nosotros! ¿Por qué avanzamos mar adentro y nunca abrazamos el horizonte que nos guía? ¡Ay, de las verdades que nos iluminan desde dentro!

lunes, 4 de octubre de 2021

El éxito desde la familia

 




El éxito es una tarea permanente 

Por Gvillermo Delgado OP
28/09/2021

La familia es nuclear por su origen y extensa en su realización. Las relaciones más íntimas y profundas son el núcleo como el de un átomo, desde donde se desbordan las energías. Al mismo tiempo la familia es fuerza implosiva hacia donde se dirigen todas las energías. ¿Qué otra posibilidad puede haber para realizarse en la familia?


El termómetro del éxito se mide en la vida de familia. Es por lo que el trabajo y la vida social exigen grados íntimos o de confianza en los valores familiares. De lo contrario nos convertimos, por ejemplo, en trabajadores esclavos que se van consumiendo hacia el no-ser-nadie conforme se pierden las capacidades físicas e intelectuales.


No ser máquinas ni esclavos quiere decir que somos humanos para el éxito; por lo que, si el éxito nos realiza ahora mismo, seguiremos siendo útiles y necesarios para los demás, aun cuando hayamos perdido capacidades para el trabajo.


Quienes se resisten a comprender esta realidad aceptan con resignación que no les queda otra alternativa que vivir para la necesidad y el aburrimiento.


El éxito es, por tanto, el equilibrio entre lo que fue y lo que será. Es el aquí y ahora o el nunca de la vida. Es la realización que dinamiza aquello por lo que vivimos. Es una tarea permanente.


Eso es alcanzar éxito.


martes, 28 de septiembre de 2021

Alcanzar el éxito académico

 







Por Gvillermo Delgado OP

La motivación inicial de una realización académica consiste en anticiparse a la meta. Quien visualiza el punto de llegada de sus esfuerzos sabe que las dificultades no son dificultades en sí mismas sino retos y tareas necesarias para medir las capacidades de las que está hecho.

Entender así la vida académica es saber que ya somos potencialmente aquello que pretendemos alcanzar.

Por tanto, no seremos exitoso el día que nos llamen entre las filas para presentarnos como profesionales, sino ahora mismo.

Un profesional exitoso es un estudiante exitoso.

lunes, 27 de septiembre de 2021