El sentido de la vida Hechos y Palabras domingo, 8 de septiembre de 2013 Sin Comentarios



Reflexionando sobre la vida.
Para los hermanos y amigos.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.

Hablar del sentido de la vida es identificar las razones que como persona tengo para vivir. Las razones pueden manifestarse cuando respondo al por qué vivir y cómo vivir la vida.

El sentido exige crear una ruta que orienta, en todo momento y lugar de la existencia. Es el horizonte que tiene que ver con la manera de enfrentar las dificultades por difíciles que sean. Abordar el pasado como referente, el futuro como dirección, y el presente como el lugar en que se realiza todo. En cierto modo es realizar el presente. Quien no realiza la vida en el ahora mismo, no la realizará nunca.

El Sentido hace comprensible lo humano como construcción permanente. Nada está hecho. En tanto personas, estamos en la tensión permanente de hacernos. Cosa que obliga a estar siempre abiertos a los cambios. Será el discernimiento ético quien irá diciendo qué convine o no. Lo humano siempre debe ser nuevo. Lo nuevo siempre nos hace explotar la paz interior e imaginar lo bueno. Ese es el sentido.


La vida como tal "en estado puro", debiera estar al margen de la artificialidad a la que con frecuencia está siendo sometida, esa artificialidad que pasa por la alimentación, los bienes de consumo y hasta las relaciones humanas. Lo artificial nos hace artificiales. Eso mata, mata el sentido de vivir la propia vida, y se agrava cuando apunta la vida de "los otros". Sin embargo, existen mecanismos naturales para vivir, que vienen y están en la "naturaleza pura" como el agua, la luz, el olor, el color, la divinidad, la sangre, la altura, el tiempo, el movimiento...

La naturaleza tiene sus leyes, hay que entenderlas y seguirlas, para que no nos sometan otras leyes que no emanan ni del corazón de la persona, ni de la naturaleza, ni de la vida. O sea que la realidad hay que entenderla y vivir, convivir, con ella.

Que no nos parezca extraño que cuando se pierde el humor y la capacidad de vivir en la realidad tal como ella es, aparecen muchas señales indicando que hemos perdido la alegría de vivir. Con frecuencia esas señales vienen con enfermedades, que arrancan del alma, del espíritu, lo mejor de nosotros; y pronto supuran en la tristeza, el dolor de cabeza, en el desánimo, en la pérdida de la sonrisa, en dejar de ser niños, en la no aceptación de los años.

El discernimiento del sentido de la vida a partir del por qué vivir, que a su vez nos señala el cómo vivir, empieza por hacer visible 1) el sentido común, como lo más común de los sentidos 2) el humor: el homo ludem, en tanto, lo más propio de Dios y de lo humano y 3) la aceptación de la realidad, nos capacita a querer aquello que no podemos cambiar y cambiar lo que sí podemos cambiar.

La gran novedad de Jesús está en caer en la cuenta del sentido común, la alegría y la realidad. Por eso su evangelio, que arranca en las bienaventuranzas (Mt, 5), destella con fuerza en lo más sublime: la ley fundamental del amor. Finalmente el sentido debe ser el amor mismo porque nos da orientación, capacidades, potencialidades de ser: ser más. Caminar con dignidad, con altura.

Por: Gvillermo Delgado
Fotos: varias
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