Reflexionando sobre la vida.
Para los hermanos y amigos.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.
A: Marcela en plena adolescencia,
y Argelia en su condición de madre.
Hablar
del sentido de la vida es
identificar las razones que como persona tengo para vivir. Las razones pueden
manifestarse cuando respondo al por qué
vivir y cómo vivir la vida.
El sentido exige crear una ruta que
orienta, en todo momento y lugar de la existencia. Es el horizonte que tiene
que ver con la manera de enfrentar las dificultades por difíciles que sean.
Abordar el pasado como referente, el futuro como dirección, y el presente como
el lugar en que se realiza todo. En cierto modo es realizar el presente. Quien no realiza la vida en el ahora mismo, no la realizará nunca.
El Sentido hace comprensible lo
humano como construcción permanente. Nada está hecho. En tanto personas,
estamos en la tensión permanente de hacernos. Cosa que obliga a estar siempre
abiertos a los cambios. Será el discernimiento ético quien irá diciendo qué
convine o no. Lo humano siempre debe ser nuevo. Lo nuevo siempre nos hace
explotar la paz interior e imaginar lo bueno. Ese es el sentido.
La vida como tal "en estado
puro", debiera estar al margen de la artificialidad a la que con
frecuencia está siendo sometida, esa artificialidad que pasa por la alimentación,
los bienes de consumo y hasta las relaciones humanas. Lo artificial nos hace
artificiales. Eso mata, mata el sentido de vivir la propia vida, y se agrava
cuando apunta la vida de "los otros". Sin embargo, existen mecanismos
naturales para vivir, que vienen y están en la "naturaleza pura" como
el agua, la luz, el olor, el color, la divinidad, la sangre, la altura, el
tiempo, el movimiento...
La naturaleza tiene sus leyes, hay
que entenderlas y seguirlas, para que no nos sometan otras leyes que no emanan
ni del corazón de la persona, ni de la naturaleza, ni de la vida. O sea que la
realidad hay que entenderla y vivir, convivir, con ella.
Que no nos parezca extraño que
cuando se pierde el humor y la capacidad de vivir en la realidad tal como ella
es, aparecen muchas señales indicando
que hemos perdido la alegría de vivir. Con frecuencia esas señales vienen con enfermedades, que arrancan del alma, del
espíritu, lo mejor de nosotros; y pronto supuran en la tristeza, el dolor de
cabeza, en el desánimo, en la pérdida de la sonrisa, en dejar de ser niños, en
la no aceptación de los años.
El discernimiento del sentido de la vida a partir del por qué vivir, que a su vez nos señala el cómo vivir, empieza por hacer visible
1) el sentido común, como lo más
común de los sentidos 2) el humor: el
homo ludem, en tanto, lo más propio de Dios y de lo humano y
3) la aceptación de la realidad, nos
capacita a querer aquello que no podemos cambiar y cambiar lo que sí podemos
cambiar.
La gran novedad de Jesús está en caer en la cuenta del
sentido común, la alegría y la realidad. Por eso su evangelio, que arranca en
las bienaventuranzas (Mt, 5), destella con fuerza en lo más sublime: la ley
fundamental del amor. Finalmente el sentido debe ser el amor mismo porque nos
da orientación, capacidades, potencialidades de ser: ser más. Caminar con
dignidad, con altura.
Fotos: varias
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