El mal y el sufrimiento humano Hechos y Palabras lunes, 9 de septiembre de 2013 2 Comentarios



Ante la inminente guerra contra Siria,
Ante la la irracionalidad justificada.

Cuando una persona muere algo de todo lo humano muere. Ante una amenaza de guerra, toda la humanidad es amenazada. En el sufrimiento humano, personas con nombre y apellido sufren dolor. Guatemala siente en este momento concreto el dolor. 11 indígenas asesinados el día de ayer, 08 de septiembre, en San Pedro Ayampu, y ahora, 48 personas mueren en accidente de bus en Chimaltenango. ¿Qué decir ante esto? ¿Cómo hablar de Dios en estas circunstancias?

En el sufrimiento humano el silencio de Dios se hace más insoportable, incluso para la persona buena. Es necesario encontrar un sentido a ese sufrimiento para soportarlo y  transformarlo en esperanza.

El mal trae consigo el sufrimiento. Todo lo que Dios creó, lo hizo bueno, al hombre inclusive, lo hizo a su imagen y semejanza, dándole dignidad. Con lo cual la persona libre adquiere buena cuota de autonomía, aún delante de Dios. Por aquí algunas pistas para entender el mal y el sufrimiento.

¿Puede Dios evitar el mal, quitar el sufrimiento de las personas? Sobre todo ¿puede o no puede evitar el sufrimiento de los más pobres, de las víctimas inocentes? Si respondemos a estas preguntas terminamos cuestionando a Dios en su poder y su amor. Sin embargo, las “características de la personalidad de Dios” no podemos entenderlas desde nuestras “experiencias mundanas”, proyectando en ellas nuestra imaginación.

En Jesús vemos un “extraño” poder de Dios, notamos la “debilidad divina” (1 Cor 2,23-25). Ahí está el poder y la debilidad. Dios es amor. El amor es la realidad pura donde conviven el poder y la debilidad. Dios no impone su poder de las formas humanas; en su amor quiere vencer el dolor y el mal, pero no a la manera humana, sino como Dios. A Dios hay que dejarle que sea Dios. El poder del amor es un poder desarmado, vulnerable. Lo vemos en Cristo, que muere humillado en la Cruz. Ahí está la muestra más grande del amor.

¿Nos basta esta reflexión para comprender el sufrimiento? Creo que no. El mal, y por tanto el sufrimiento acontecen en el lugar de lo humano. En la persona está la posibilidad del mal, porque el mal cae en el misterio del ser creado. La persona creada es imperfecta, perfectible, pues, podría ser o estar mejor. La imperfección solo Dios puede superarla y por tanto al mal, y lo haría aniquilando la imperfección. De hacerlo, vendría sería la nada. Ante eso es mejor ser imperfecto que ser nada. La persona, creada finita, no puede tenerlo todo, no puede serlo todo, no puede ser perfecta. Sólo lo absoluto, Dios creador, puede coincidir con lo perfecto.

Aunque nos parezca raro, pero, “un mundo sin sufrimiento sería un mundo deshumanizado. Dios creó a la persona con libertad y dignidad. Dios se retira de la persona, para darle sitio a la persona. Esa no es ausencia o abandono. Simplemente también Dios quiere dejar a lo humano ser humano. Las implicaciones de “esta dignidad humana” traen los abusos del hombre, ya que se atreve a negar al mismo Dios, y el mismo Dios acepta ser negado. Ahí el origen del mal. En este caso, Dios podría quitar el mal, lo cual significaría quitar también la libertad. Pero la persona ya no sería persona, quedaría anulada.

Si el mal y el sufrimiento viene por el “mal uso de la libertad”, eso quiere decir que sólo se soluciona con cambio de mentalidad, que permite crecer en dignidad y en el reconocimiento de la condición de ser criatura. Sartre decía que el “el hombre está condenado a su propia libertad”. Sin embargo, es desde ahí donde se eleva a su condición plena ser humano. La persona debe evolucionar en el amor, si quiere aniquilar al mal y sus consecuencias.

El dolor puede ser expresión de humanización y de sentido humano, porque nos abre al amor. El dolor nos sensibiliza hacia la solidaridad con los que más sufren. El amor transforma a las personas. La personas amada es una persona feliz. Por eso lo contrario de la felicidad no es el dolor o el sufrimiento sino el vacío. Cuando experimentamos el amor no estamos eximidos del dolor, orientamos el sufrimiento de otra manera y lo transformamos. Luchamos con el sufrimiento, pero no nos hundimos con él ni por él.

¿Qué hay de los niños inocentes que sufren las consecuencias de la maldad de los adultos, o qué hay del sufrimiento de quienes sufren los embates de una guerra entre sus dirigentes rivales? ¿Qué podemos hacer?

Ciertamente podemos hacer prácticas de resistencia ante el mal. La mejor manera de hacerlo es tomar partido en favor del bien. Jesús nunca estuvo de acuerdo con el sufrimiento: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Esa es la práctica de “resistencia”, dirigiendo toda la vida, propia y ajena, hacia el bien. Cuando Dios está de nuestra parte, no podemos menos que hacer el bien y oponernos con todas nuestras fuerzas a todas las fuerzas de las opresiones, la violencia, las guerras, la mentira; todo lo que acarrea el mal y sufrimiento. Quien tiene a Dios sólo puede ser persona de bien y para el bien.

Para los cristianos el sufrimiento se comprende desde la Cruz de Cristo, pues Dios aparece solidario, unido, con la persona que sufre. Ahí está el gran amor de Dios. Aun en el “aparente silencio” del Padre Dios, que no hace nada ante el grito desesperado de su Hijo en la Cruz. El creyente que se une a Cristo encuentra un sentido al sufrimiento, porque en la Cruz de Cristo se esconde el último y definitivo sentido que tiene el sufrimiento, que es la resurrección: es dar futuro a aquello que parece no tenerlo. Esa es nuestra esperanza. 

Por: Gvillermo Delgado
Fotos: varias
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