Viendo "Posts antiguos"

ORAR ES DIALOGAR CON DIOS



  1. Orar no es rezar, ni sólo pedir. Rezar es como repetir palabras: oraciones hechas o formuladas. Y pedir salud, bendiciones, etcétera, puede ser de los aspectos más pobres de la oración.
  2. Orar es dialogar, lo cual supone escuchar, y para ello hace falta silencio y tiempo para dárselo de manera exclusiva a quien uno ama.
  3. El silencio para oír. Crear silencio es el principio de toda oración y de toda sabiduría. Eso es ya una forma de orar. Hay que buscar un ambiente adecuado, apagar la tele, apagar los teléfonos, no sólo dejarlos en vibrador; no dejar nada pendiente por hacer.
  4. Dejarse guiar en la oración. En algunos casos alguien debe dirigir este momento, para que nos ayude a sentir la presencia de Dios. En otros casos es mejor estar totalmente en solitario: por ejemplo, en la Capilla del Santísimo de un templo.
  5. Encuentrar una postura cómoda y adecuada. Para estar inmóviles por unos minutos. Cerrar los ojos y estar en quietud, sin mover las manos ni los pies. No temas incluso dormirte. Cuando niño me quedaba dormido rezando el rosario. Mi Madre siempre toleró ese comportamiento porque sabía que mis últimas palabras y pensamientos antes de dormirme eran hacia Dios.
  6. Quietud física y mental. Busca una postura relajada: sentado, de rodilla, inclusive caminando. Eso es, alistarse  para escuchar. No hacer otra cosa. Ponte en actitud presente. Intenta no preocuparte por el pasado o por lo que hay que hacer más adelante. Debes estar presente de alma y cuerpo. Tú, entero.
  7. Escuchar los ruidos lejanos. Comienza por escuchar los ruidos que vienen del ambiente de la calle, la gente que pasa, el aire. Pero no te entretengas en ello.
  8. Escuchar los ruidos cercanos. Escucha los ruidos más cercanos, por ejemplo, los de la habitación, el respirar de quien está a tu lado o los impulsos del aire que golpean las ramas del árbol.
  9. Oír los latidos del corazón. Escucha tu cuerpo. Considera las emociones y las sensaciones internas y externas: el calor al sentarte, los dedos, el movimiento de tu respiración. Escucha los latidos de tu corazón.
  10. Escucha el silencio de tu alma. La conciencia es Tu yo más personal, por tanto, es posarte desnudo frente a tu alma ¿Qué dices de ti mismo? Así por unos minutos. Siente tu alma y habítala como tu propia casa.
  11. Descansar en el amor.  ¡Por fin, haz llegado al momento más sublime de la oración para descasar en el amor puro! Habla con el Padre, con tu Señor; puesto en sus manos o dentro de su corazón, déjate arropar por él, sostenerte por él. Es un momento privilegiado, por ser tiempo de encuentro con el amado.
  12. Dialogar. Si haces oración con otras personas, hay que invitarles a compartir “lo escuchado” o dialogado. Así darás paz y recibirás paz. Ya están orando y viviendo en oración.

Por: Gvillermo Delgado, OP
Foto: jgda

martes, 25 de julio de 2017

El Abandono



Escrito para Dafne
¿Qué es el abandono?

1. El "abandono existencial" es el sentimiento de pérdida de aquello que no hemos poseído nunca. También es la aceptación de un vínculo profundo de “algo más”, que con frecuencia sólo puede hacerse comprensible en lo más leve y cercano de lo cotidiano del día o de la noche.

2. En otras circunstancias llamamos letargo al abandono, en tanto estado anímico que subiste después de leer un libro de filosofía, o al regresar de un largo viaje. Es la sensación extraña que el alma retiene mientras el conocimiento se desinhibe (esto me pasa cuando me obliga la premura de saber).

3. El abandono en esta fase de la existencia mueve a la inseguridad, al no saber enfrentar el futuro incierto por sí mismo. Es el gran desconsuelo del niño ante la ausencia de su madre o la tristeza del amante por la partida del amor de su vida. Se parece a la condición de viudez que podría acabar con una persona, pero que se restablece con el tiempo, porque el abandono, en estos términos, no mata, sólo es un estado temporal del alma, como es la lluvia para las plantaciones del campesino. 

4. Por lo mismo, sólo hay que esperar que el sentimiento se asiente, como el atardecer al escampar la tormenta. Eso es. El asunto es saber esperar, soportar, aguantar "ese sentimiento terrible" que "oprime al corazón". La certeza sin igual consiste en que eso "pasará", y que no puede quedar retenido, oprimiendo al corazón. ¡Otras tormentas vendrán! pero deja que sean sobre otros territorios de tu alma. Sobre nuevos sueños.


¿Qué debemos entender por abandono?

1. Un atardecer, una sonata de Mozart, los olores del bosque entre los pinos, los caminos en tiempos de invierno, el trinar de los pájaros en la mañana o los grillos en la noche de verano, son indicios de un "rumor" lejano y profundo del alma. Por el cual, "sentimos" que estamos reverentemente "obligados" a ser encontrados, por ese algo o alguien. Obligados, también, a ir en su búsqueda. Aunque no sepamos dónde ir o qué esperar.

2. Lo propio del abandono es la espera de algo (alguien) o su búsqueda en una dirección definida y una meta de la que nunca puede la mirada apartarse. En ese sentido, el temor se define de otra manera, que empieza por dirigir la mirada en el horizonte hacia donde está inclinado espíritu y tus grandes anhelos. Cuando llegas a este punto, ya han desaparecido aquellas personas o situaciones que en el pasado fueron tus opresores, como pequeños demonios que bailaban en el patio limpio de tu mente.

3. El abandono es en cierto modo, ese "temor" de reverencia y admiración que se activa en la soledad silenciosa cuando el amor empieza a "manifestarse" de un modo no acostumbrado. Entonces, las palabras sobran, porque todo el universo se convierte en la palabra que “expresa” lo que el alma no puede ni siquiera balbucear.

¿Qué debemos esperar del abandono?

1. Cuando eso ocurre, la naturaleza y sus mutaciones se convierten en la expresión de lo que puede estar pasando dentro; porque somos uno con el universo. En esos días sabemos que estamos "orientados" a fundirnos en la unidad de un ser superior. De ahí que, el abandono se convierte en esa fuerza motora que nos capacita para "buscar", aquello que nos unifica; que en cierto modo se nos aparece en las personas y en todas las cosas que decimos amar.

2. Paradójicamente, sólo en el amor somos capaces o incapaces de entender esto. Ya que el amor es el alma universal que abraza a la persona desde fuera y lo inunda desde su profundidad.

3. Del abandono lo sabemos todo y al mismo tiempo no sabemos nada, pues, hay verdades que el alma conoce, pero no pueden ser expresadas con palabras, porque está anclado en la "esperanza" que da las "razones" del para qué vivir la vida. Y eso no explica con palabras sino con la vida misma.

4. O sea que, lo que el alma anhela, no lo sabremos nunca en su totalidad, a no ser que nos encaminemos a la unidad en el amor. Si avanzamos paso a paso a ese encuentro, seremos reconocidos como lo que somos. Pero sólo será posible mando a otros, amándonos a nosotros mismos, como lo hace el atleta cuando se equipa para su competencia y gana en salud y entusiasmo. 

5. En este momento interior de encuentro, decimos: “yo me abandono en ti”, “confío ciegamente en ti”, “sólo en ti espero”; tanto, como yo mismo confío y espero en mi.

Lo propio del abandono

1. Por fin hemos definido el abandono como encontrarnos cara a cara: saber que tú eres yo y que yo soy tú: que somos “nosotros”. Somos uno. Somos el amor.

2. Mientras vivamos en este mundo sólo el amor nos definirá, porque sólo él nos unifica en lo que anhelamos. El amor es la razón por el cual vivimos y existimos en este mundo. Lo demás está demás, porque nos quita fuerzas en lugar de darnos. La mejor manera de considerar lo que  vale, es la "calidad". Nos permite avanzar, ser más... 

De Gvillermo Delgado OP
Foto: Hun-ahpu.

sábado, 24 de junio de 2017

re-Imaginar la Identidad

Las identidades se construyen y reimaginan desde las propias culturas, los sujetos culturales y la realidad social de cambios.
En la diversidad, cada grupo cultural se representa desde sus narraciones ancestrales míticas. Los pueblos de Guatemala, como es el caso de Rabinal, conservan en su memoria histórica una identidad que les otorga sentido.
El baile-drama Rabinal Achí, y sus personajes, define y re-define la identidad geográfica de sus habitantes en la cotidianidad y en las practicas rituales conmemorativas, con lo cual resuelven el sentido de sus vidas y sus necesidades básicas, aún en los momentos álgidos como fueron los tiempos del enfrentamiento armado interno que tanto afectó a este municipio, o explican las permanentes movilizaciones que les define como pueblo migrante y toda la vida cotidiana.

Por: Gvillermo Delgado, OP
Foto: Carlos Grave
martes, 13 de junio de 2017

Amor Imponente

Imponente
en medio de la profunda noche,
así es el Amor.
Es Luz,
no claridad.

La Verdad,
no posibilidad.
Es el movimiento,
no la inercia.
El espacio en el tiempo,
no la casualidad.
El alma expandida,
no la noche breve.
La hora del encuentro,
no la búsqueda.
Lo Eterno que abraza.
Quien vino para quedarse.
Por: Guillermo Delgado, OP
Foto: jgda
martes, 16 de mayo de 2017

Nuestra Señora del Rosario en Fátima

En las distintas apariciones en Fátima, María es identificada como “Señora del cielo” y por su Inmaculado Corazón. Con estas referencias queda explicitada su maternidad y virginidad.

Es, pues, la Madre-Virgen, Nuestra Señora del Rosario.

Esas alusiones definen el prototipo de lo humano íntegro, así salido de las manos del Creador. 

Simboliza la vida en su estado de inmortalidad y nacimiento no contaminado por el tener y ser tenido. 

Ella es el ofrecimiento como flor a punto de abrirse, como fragancia a punto de expandirse por el aire fresco, como la idea buena que se hace palabra y acción.

Ello es la Virgen. Virginidad no estéril sino fecunda. Apertura que hace surgir nuevas realidades.

Por eso es Virgen-Madre, novia y esposa a la vez. Es la creación santa delante del misterio absoluto, posibilidad de nuestro futuro y la razón última de nuestra existencia.

La madre no sólo da a luz al Hijo sino que ejerce tal condición con todos los hijos de la humanidad. Al modo de Abrahán ella es “la madre de todos” por quien Dios nos bendice y hace fecundos (Gn 12, 1-4; 1, 26-28).

De Guillermo Delgado OP
Foto: jgda
lunes, 8 de mayo de 2017

Tiempo de Gracia

La espiritualidad mariana es prisma de lo femenino, por el cual la creación entera es revitalizada, inclusive más allá del cristianismo. Tal fuerza espiritual es dinamizadora de la búsqueda del equilibrio y la justicia, de la realización de lo humano y de la experiencia de lo divino. Al parecer, asistimos a una época de gracia y de encuentro con lo trascendente, en donde “la misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado” (Sal 85,10). María, la Virgen Madre, es además punto de referencia, como Espejo de la justicia, Trono de sabiduría, Vaso espiritual, Casa de oro, Arca de la Alianza, y Consuelo de los afligidos… (Letanías luaretanas).

Extrañamente esta espiritualidad se ha universalizado desde las diversas experiencias sobre Dios; en algunos casos en expresiones no necesariamente religiosas, pero que finalmente lo refieren sin explicitarlo. Esto explica el surgimiento de diversos movimientos sociales que buscan reivindicar derechos, mostrando, así, las enormes fortalezas de lo femenino en el mundo.

Estamos convencidos de que tal evento histórico no es fruto de la casualidad sino consecuencia del devenir histórico, por el cual buscamos consumar lo esencial de lo humano en quien es el principio y el fin de cuanto existe (Ap 22,13). Como bien sabemos, tal potencialidad no descansa sólo en las posibilidades de la libertad humana.

En esta época de cambios, la persona se re-interpreta a partir de las relaciones con los demás como imagen de Dios. Lo hace con el símbolo más decisivo de la Santa Madre, la Virgen María. Porque ella representa la humanidad; pues al aceptar la palabra del Padre, con limpio corazón y “dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la Iglesia… tomó como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural” (Prefacio a la Santísima Virgen María). Tal suceso e intercambio de amor tiene lugar en el actuar continuo de Dios en todos los tiempos y lugares de la vida, hasta que él vuelva.

Con justa razón la admiración que la Santa Madre provoca en la comunidad de los creyentes tiene que ver con el reconocimiento de lo mejor que de sí mismos hacen los hermanos, haciendo de ese reconocimiento el camino hacia lo más querido.

De Guillermo Delgado, OP
Fotos: jgda. Virgen del Rosario (Caleruega, España).
miércoles, 12 de abril de 2017

El Lugar Más Iluminado de la Noche


Confieso que he amado.

Deseo convertirme en lo que fui
desde antes de la creación del mundo,
y reencontrarte en cada paso,
para que mi universo sea el que otros anhelen. ‬

Mejor dicho,
confieso que he sido amado:
en el amor he sido encontrado
y convertido en el lugar más iluminada de la noche.

En resumen,
he sido iluminado.

De José G. Delgado, OP
Foto: jgda. Claustro de Santo Domingo de Silos (Caleruega, España).
jueves, 6 de abril de 2017

El Perdón



Guillermo Delgado OP

Si eres de las personas que dicen ¿Por qué no soy feliz? 

Examina tus pensamientos. No todos los pensamientos son saludables para el alma, algunos hay que cambiarlos.

¡Toma una postura en favor de la felicidad!

Esto es decisivo porque las ideas que reposan en el interior del alma pronto se traducen en realidades visibles.

Las ideas impulsan las acciones de las manos. En las manos se materializan las ideas que explican la felicidad.

Por eso hay que cuidar los pensamientos y las palabras. De eso depende el bien o el mal que mueve tus acciones.

¿Qué pasa si en plena conciencia te mueves hacia el mal? y ¿Haces del tiempo que posees para ser feliz, un caldo de cultivo para el pecado?

Recuerda esto: Una vez caído en pecado, sólo te queda una alternativa: emprender el camino del perdón, que es el de la felicidad.

Pero, para llegar al momento del perdón, debes primero alcanzar la conversión. Perdón y conversión son los dos ojos que miran en dirección de la felicidad deseada.

La conversión es retornar al camino que en algún momento dejaste. Ese “retornar” es radical cuando la persona se posesiona de sí misma delante de otra persona, para ser alcanzada en el amor, ya que sólo la persona que se siente amada se dirige a la otra persona para amarla.

Quien está en pecado no puede mirar a la otra persona cara a cara, no puede amarla.

En pocas palabras, el pecado es romper en el amor. Por consiguiente, de esa lesión es de donde hay que partir para convertirse y experimentar el perdón.

La “lesión” del pecado, no es un sentimiento de culpa moral como fruto de la ruptura de una norma. No. Es algo más. Es un atentar contra el amor; por tanto, un atentado contra Dios. 

Al considerar el pecado como un atentado contra Dios, como gravísimo, sólo queda una salida, esa es, volver al amado.

La experiencia del mal como fruto del pecado es aquella fuerza que arrastra al pecador sin tener control de sí mismo, como lo hace el río a la rama después de la tempestad.

Esta miseria no es tolerable, porque no es fácil controlarla, ya que pecar, es también faltar a la razón, a la verdad, a la  conciencia recta, en tanto, faltar al amor verdadero para con Dios y con “el otro”. Es romper el hilo de oro que nos une con lo más sagrado.

El pecado provoca un hastío de pena anticipada. Es vivir sentenciado en la larga noche del dolor que no se repara así nomás.

Hay que “hacer algo”, eso, que nadie puede hacer en lugar tuyo. “Debes” hacerlo tu mismo. 

¡Mejor si es ¡ahora!

No queda de otra, hay que "re-tomar el camino", volver al punto del extravío. Allá donde se rompió en el amor.

Sólo aquella hora en que "vuelvas", experimentarás el perdón.

Entonces, verás brillar el amor, como tu gran tesoro. El ser feliz.

Por: De Guillermo Delgado-Acosta, OP

Foto: en red.

sábado, 1 de abril de 2017

La Virgen-Madre de Fátima

Aunque la iconografía de la virgen de Fátima no lleva consigo al niño, como es propio en la Virgen-Madre, ella es la siempre Virgen y Madre del Redentor. Ella misma se identifica como tal a los pastorcitos. Ella es la Virgen fecunda que ha dado luz a quien es la luz, por eso aparece iluminada sobre el árbol de la vida. La ausencia del niño lo encontramos en la ternura que se despliega en los pequeños pastores. La madre no sólo da a luz al Hijo sino que ejerce tal condición con todos los hijos de la humanidad. Al modo de Abrahán ella es “la madre de todos” por quien Dios nos bendice y hace fecundos (Gn 12, 1-4; 1, 26-28).

El niño no sólo crece con la leche de la madre sino que se alimentará toda la vida con el agua de su sabiduría y ternura; de tal modo que la Virgen Madre de Fátima ha sido dada para mí (en condición de hijo).

Es así como Dios-Hijo nos acerca a su madre, cuya realidad trasciende lo simbólico, ya que es realidad histórica y al mismo tiempo realización futura, pues él nos la ha dado como Madre para salir junto a ella a su encuentro al final de los tiempos.


De José G. Delgado, OP

Foto: de web.
viernes, 17 de marzo de 2017

Los Amigos



Los amigos


 Por: Gvillermo  Delgado Acosta OP

Foto: jgda, de un árbol que planté hace unos años

El amor recíproco define a La Amistad. La reciprocidad se caracteriza por la «preocupación» entre los amigos y por el modo de amarse uno mismo. Amar a ese nivel perfecciona el alma de quienes aman, haciendo extensivo el amor a todos los ambientes de la vida, sin ser conscientes. De ese modo, el amor se convierte en aroma que abraza a todo, incluso lo despreciable.

La mistad perfecciona al ser humano. Cualquier cosa que haga el amigo por la persona que ama se convierte en una práctica de perfeccionamiento, ya que el amigo amplia todo su ser en el ser que ama, al punto de «hacerse uno con el todo». Haciéndose ambos inmortales, porque «el amor nunca pasará» (1ª. Cor 13, 8). En estas experiencias se fundan las grandes narraciones mitológicas de todos los tiempos y culturas, convirtiéndose en el gran ideal por el que se vive la vida y se aspira escalar la propia alma para alcanzar la “felicidad”. Por eso, los amigos siempre son punto de referencia, a veces objeto de envidia y odio (porque quienes no aman no soportan a quienes sí aman).

La amistad es el mejor de los sentidos de la vida. La razón de vivir está en los amigos. «Sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, porque la prosperidad no sirve de nada si se está privado de la posibilidad de hacer el bien, la cual se ejercita, sobre todo, respecto de los amigos» (Aristóteles). La persona amiga es bella, pues se reviste del bien y se encamina siempre al amor. Es como el pastor solitario, quien en la montaña lejana, sabe que avanza hacia un amor que le espera.

Ser amigo de sí mismo. El amigo empieza siéndolo de sí mismo, por eso llega a decir: contemplándote a ti salgo de mi anonimato y hago del amor propio el amor que me perfecciona, perfeccionándote a ti.

La amistad más allá de todo deseo humano. El amigo dice: «no pretende poseer nada de ti, sólo quiere darte lo mejor de sí, porque es el único modo en que puede saciar su sed de eternidad. Nunca antes fui tan grande e importante, sólo a partir de aquel día en que el río de la amistad nos fundió en el agua profunda del amor. Entonces empecé a ser yo mismo a partir de ti. Con razón cada vez que te cuido me cuido a mí mismo».

Aristóteles decía que el amigo es otro yo. Por su parte, Santo Tomás de Aquino afirmaba que: «Quien ama pretende no tanto al amado como su amor. Al punto que, si el amor no es recíproco se extingue» (Santo Tomás de Aquino). De ahí que la esencia de la amistad consiste en contemplarse en las palabras del amigo. La palabra del amigo es la voz del amor.

El amigo verdadero es quien sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo (Leonardo Da Vinci); te reprende en secreto y te alaba en público (Louis Pasteur), los amigos “beben del mismo pozo” (Gustavo Gutiérrez) y sostenidos por un mismo tronco echan raíces profundas. Así pues, pretender la amistad es pretender habitar lo infinito.
martes, 7 de febrero de 2017