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Morir con Cristo
MORIR CON CRISTO
Hemos muerto con Cristo, dice San Pablo (Col 3,3).¿Qué es morir en Cristo? A caso es:
¿La posibilidad de no ceder a las debilidades humanas?, ¿O vivir como el sordo que no es afectado por el ruido exterior, o como el ciego quien no percibe los olores fétidos o exquisitos? ¿Es vivir desconectados de las realidades temporales?
Si la debilidad se ve como problema no es porque sea mala sino porque no está integrada al conjunto del ser humano.
¿Qué es integrar la debilidad a lo humano? Integrar lo débil es apostar por el dominio de sí mismo y por ser constantes. Por ejemplo, perdonar una ofensa no debe entenderse como un «gesto momentáneo» sino como una «acción permanente».
Perdonar tiene que ver con «arrancar la ofensa». Emprender un modo diferente de tratar y ser tratado, de amar y ser amado. Sólo con el Amor, el pecado puede ser arrancado.
Los hábitos pueden modificarse, y los vicios erradicarse. Quiero decir que, la vida debilitada puede ser cambiada desde la recta conciencia y convertirla en fortaleza como punto de apoyo.
En las debilidades hay capacidades ocultas que se traducen en fuerzas, porque las debilidades son «semillas de fuego», como brasas envueltas en sus propias cenizas. A la manera de San Pablo, hay que «presumir» de las debilidades, «porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Cor 9-10).
Pasar de la debilidad al «dominio de sí mismo» implica modificar los modos de pensar y de hablar, cambiar los tipos de relaciones humanas, ser valientes para decir Sí o No; es dedicar tiempo para la salud interior. A eso llamo integrar la debilidad al ser de la persona.
La persona integrada tiene la virtud para mirar primero lo bueno antes que lo malo, se anticipa a las consecuencias de las propias acciones o ajenas.
Nadie vive para la debilidad o para la muerte que acaba con todo cuando no tiene alcances mayores en el tiempo. Más bien, todos nos movilizamos hacia la realización de la comunión que tiene su centro en las relaciones humanas y su culmen en Dios que trasciendo la temporalidad.
¡Si es para siempre, Mejor!
Sabiendo que Dios habita la profundidad de nuestras almas, mientras nosotros habitamos las profundidades de Dios, porque somos de la estirpe divina. Ahí encontramos las capacidades para morir y vivir en el amor.
El Amor y la Esperanza
Ante la muerte
porque del Amor venimos
y al Amor volvemos.
porque todo lo que cambia apunta
hacia aquello que nunca es perdido.
A no ser que fuera para volver
a la Fuente de la Vida.
que es lo mismo extrañar
eternamente toda felicidad posible.
Mientras vivas,
el cambio es necesario para vivir eternamente.
Por: Guillermo Delgado OP
Foto: jgda (Santa María Magdalena en el paso liminar de la Verdad, en San Esteban de Salamanca).
La Muerte
Por: Fr. Gvillermo Delgado.
Foto: jgda (Castilla, España).
El Pensamiento Honesto
Y si la conciencia no acepta el acervo de la razón, puede constituirse en una simple manipulación sentimental que enajena a la persona en su libertad.
La razón o la conciencia en sí misma movilizada por cualquier tipo de «autoridad», ya sea religiosa, política o económica, con propósitos interesados y egoístas, alienan a la persona; disponen al ser humano a la irresponsabilidad, habilitándolo para acciones crueles (como fueron los soldados nazis, cono son los miembros de las sectas religiosas, o los consumidores empedernidos de estos días).
Comprender tal realidad nos hace “menos hipócritas” y “más honestos”. Sobre todo si adherimos ambas realidades, elevándolas a la altura del espíritu.
El pensamiento honesto, iluminado por la conciencia, es lo que define a la persona espiritual.
En este punto ganamos todos. Pues nos obligamos a callar ante la posibilidad de enjuiciar la conducta de otros.
Un punto más favorable es que nos ahorra a “los predicadores ambulantes” (esos que con cinismo hablan en nombre de “su dios”, sosteniendo discursos que ni ellos mismos creen, porque saben, según su propia razón, que es imposible vivir eso que anuncian); en el mismo orden se ubican los políticos y otros tantos que habitan la ciudad para sacar provecho de los recursos ajenos y de las personas. Pasan por encima de las necesidades elementales de los ciudadanos, y convierten «la plaza del intercambio mutuo» en un «mercado de necesidad ilimitadas».
Vivir lo que predican, cumplir lo que prometen, saciar la necesidad que dicen resolver, eso, todo eso, sería denunciarse así mismo, porque saben que sus palabras en gran parte se fundamentan en argumentos falsos. En un supuesto que eso pasara, entonces, los predicadores, los políticos y el comerciante no tendrían más alternativa que callar.
Con razón, la sabiduría de los maestros iluminados es extraída del silencio, la meditación, el estudio y la oración. Ellos dirán que la palabra es lo último que se dice.
El escrito sagrado de la carta a los Gálatas, expresa: «al llegar la plenitud de los tiempos nos envió a su propio hijo» (4, 4), de otra manera, se manifestó en su Palabra. Con razón, dice en otro pasaje, que: «el verbo se hizo hombre y acampo entre nosotros» (Jn 1, 14).
Esa es la honestidad: La voz en el silencio de los siglos, que al hacerse visible en la historia, manifiesta la verdad de Dios y la verdad de lo humano.
Por: Guillermo Delgado OP
Lo santo y lo demoníaco
La manera de diferenciar a un santo de un demonio es fácil. El santo obra de tal modo que todo lo que dice y hace, lo hace bello, y esa “belleza perdura en el tiempo” (Aristóteles) porque afecta a las generaciones presentes y venideras. Pues al buscar lo eterno deja huellas aún en las pequeñas cosas que hace, porque las inunda del significado de lo bello, señalando las realidades infinitas. Sin embargo, lo demoníaco es lo efímero, inútil y aparente; por más que persista en hacerse notar en lo bello, recae en lo feo, ridículo y apestoso.
Lo demoníaco se parece a la flor de medio día que fenece al atardecer. Mientras que lo bello, lo santo, es como el árbol plantado junto a las corrientes de agua que da frutos a su tiempo (Sal 1).
La Libertad
El Adviento
Ustedes mismos saben perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Pero ustedes hermanos no vivan en la oscuridad, para que ese día no los sorprenda como ladrón, pues ustedes son hijos de la luz e hijos del día (1 Tes 5, 2. 4-5).
Adviento es renovarme con las mimas alegrías con que empecé el proyecto que ahora hago realidad en la familia. Es renovar los propósitos de mi vida. Es retomar mis sueños con nuevas fuerzas, porque muchas de las cosas que fueron importantes ahora ya no lo son. Es el tiempo de renovarme personalmente para presentarme dignamente delante de la comunidad de quién soy parte, y permanecer listo para cuando el Señor me llame a su presencia".Por: Gvillermo Delgado OP
Fotos: jgda (Antiguo convento del Monasterio de la Santa Espina, Castilla).
El Valor del Tiempo
Si el final
de un año es a la vez el inicio de otro, quiere decir que el tiempo es cíclico
como el de las estaciones determinadas por las fuerzas de atracción del sol y
la luna. El tiempo se mide por la influencia de las relaciones
profundas de las personas entre sí (en la amistad), con la naturaleza (en la cultura)
y con Dios (en la religión). Lo demás se encuadra en lo que llamamos historia y en la eternidad, pero ni de uno ni de otro tenemos control ni pleno conocimiento.
Lo esencial acontece en el aquí y ahora mismo, gracias a la amistad (el amor),
la cultura (el mundo y la naturaleza) y la religión (Dios).
Con el cierre
de un ciclo de tiempo, las personas perciben los límites de la existencia, y el
tiempo se considera a la luz de la vida. En una mirada retrospectiva en el tiempo se valoran
las personas que han conformado tu círculo afectivo inmediato, algunos de los
cuales ya no están, ya sea porque “fueron llamados a la casa del Padre” o porque
rompieron el cerco de las relaciones afectivas inmediatas; mientras que otras
se han unido al clan familiar y de las amistades.
Pensar en
tales realidades desde el propio “yo soy” (un tanto lejos de la heteronomía
mundana) ayuda a valorar la vida como materialización de los sueños, a
considerar “tu derecho de piso en este planeta”, y a considerar las propias capacidades
que permitan sostener la calidad de vida que crees tener, de las cuales dependes.
Sin embargo “el
yo soy” no es suficiente para asegurar esa calidad de vida; necesitas los
límites que definen a las libertades (más allá del “yo soy”), también necesitas de las determinaciones misteriosas (de esas fuerzas fascinantes que dan razones
a las impotencias de los límites). Así pues, la calidad de vida está sumergida
en las aguas profundas de las relaciones temporales cimentadas en las razones que enfocan la mirada en lo que llamamos futuro.
La vida se
abre y cierra imaginalmente en ciclos que cada vez más se elevan hacia un sueño
que jamás logras esclarecer (¿el futuro?), pero que no cesas de buscar con
ilusión. Es un punto de plenitud que en cierto modo define la felicidad, al que
quieres despertar de una vez para siempre en el mundo de las relaciones
preferidas.
Cuando un niño
despierta a los años juveniles, el mundo se le presenta como una gran quimera
por conquistar, donde el tiempo se figura en una pompa de jabón que se escapa
mientras se diluye; pero cuando el mundo de la juventud empieza a escaparse realmente, el
tiempo se siente como la fuerza imponente de los años, que deja una huella indeleble de desazón disgustante en el alma como señal de que el tiempo se ha ido para siempre. En esos estados del alma, el
tiempo aparece como la gran membrana que recubre la vida que te sostiene a
pesar de lo perdido. Entonces, la memoria se ancla en los recuerdos de la
infancia como resistencia inconsciente para no dar paso de modo pacífico a los
años benditos de la senectud.
Como ventanas
que airean tu alma, si mañana por la mañana abres un ciclo nuevo de vida, por las razones que sean, no te
olvides nunca que ese es el inicio de la realización de un sueño eterno, tampoco
olvides que no estás determinado por las fuerzas gravitacionales del sol o de
la luna solamente, sino que dependes de tus relaciones fundamentales.
Finalmente,
está prohibido olvidar que la fuerza determinante del tiempo sólo puede ser y
estar en el amor, en el que todos somos uno (Jn 17)∎
Por: Gvillermo Delgado OP
Fotos: jgda
Ser como Niños
Cuando el conocimiento racional (en tanto comprensión de la realidad) se topa con el muro de lo absurdo (la no-comprensión de la realidad) ocurre un descenso del sentido de la convivencia y la persona cae en el abismo de las aguas turbias de la frustración, que le obligan sin control a que el cerebro reptil (MacLean, 1970) haga prevalecer esa parte oscura de «la irracionalidad del alma» (Aristóteles). Entonces emergen distintos grados de violencia, por ejemplo, visceralmente justificados.
Ahora bien, ¿Qué les parece si hacemos «flashback» sobre la propia vida (metidos en el pantaloncito de tirantes o en los zapatos rosados de princesita) y atendemos la voz del Maestro cuando dijo: «de quienes son como niños es el Reino de los cielos»? Sabiendo que «esos locos bajitos» (como dice JM Serrat) caminan frecuentemente con los pies de la razón y de la realidad.
Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda