Recientemente
regresé de un viaje inesperado por España (para unos la Madre Patria para otros
la tierra de los conquistadores; más allá de la historia es la tierra de los
amigos y los hermanos). Fue inesperado porque no pude suponer desde los inicios
que estar por aquellas latitudes implicaría considerar las posibilidades de la comprensión
de la realidad del mundo desde los tiempos originarios. Pisar tantas sendas
vetustas me permitió sentir los modos en que se abrazan la mítica Grecia,
Visigoda, Romana, con los ancestros mayas de Guatemala, en un solo lugar. Esa
conexión dio lugar al vaciamiento de prejuicios y al juicio interpretativo que
termina por alumbrar la verdad. Lo que ciertamente no fue tan inesperado fue la
razón que me motivó realizar tal viaje. Desde varios años atrás tenía atravesado
en el alma un proyecto sin concluir, cerrarlo en aquella tierra en la euforia
del buen vino y el encuentro de los amigos fue el gran motivo del periplo. Sí.
Allá defendí mi tesis doctoral en ciencias políticas y sociología. Ser llamado por
mi nombre para defender una tesis con ingredientes míticos entre el bullicio y
la confusión de las sociedades modernas pareciera un absurdo, pero no lo es ni
lo será; sobre todo cuando finalmente te llaman y dicen: aquí tiene su acta definitiva como Doctor, por la prestigiosa Universidad
de Salamanca, tan centenaria como la misma Orden de los Frailes Dominicos, tal
cosa, hace de un viaje por el mundo algo más que un viaje inesperado.
Por:
José G. Delgado
Foto:
jgda
lunes, 2 de mayo de 2016