La Amistad
Por: Gvillermo Delgado Acosta OP
Foto: jgda.
La amistad descansa en
el amor y se regula por la virtud (Sócrates). Dónde la reciprocidad es la maquinaria que pone en
movimiento la virtud de la amistad. Por tal razón, el mejor empeño de la amistad
consiste en procurar el bien a quien amas. Quien hace el bien al
amigo procura el bien para sí mismo (Aristóteles).
Cualquier cosa que la persona haga por la persona que ama se convierte en una práctica de perfeccionamiento, por ser prolongación de su propia alma. Este modo de proceder crea nexos infinitos en aquellas personas que ni siquiera conoces, al punto que la amistad se hace infinita, cuyos límites sólo pueden ser infinitos.
Decía el filósofo que “sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, porque la prosperidad no sirve de nada si se está privado de la posibilidad de hacer el bien, la cual se ejercita, sobre todo, respecto de los amigos” (Aristóteles). Esa es la medida para la felicidad de toda persona.
La persona se embellece haciendo el bien a los amigos. Como quien dice: contemplándote a ti, salgo del anonimato de mi egoísmo y hago del amor propio, el amor que me perfecciona, perfeccionándote a ti.
Más aún si tal amor se alimenta del agua profunda del mismo pozo, instintivamente se agarra del tronco firme que te sostiene a ti y a mí. Te interrogas: ¿Humanamente, fuera de la amistad, alguien puede alcanzar una felicidad mayor?
Nunca antes fui tan grande e importante, sólo a partir de aquel día en que el río de la amistad nos fundió en el amor; entonces, empecé a hacerme para ti, y cada vez que te cuido me cuido a mi mismo.
De ahí que la persona inmersa en el egoísmo se moverá en la condena del péndulo contradictorio. Contradicción activa en la amistad por interés o placer. Esta amistad recae en lo imperfecto y es fácil de disolver; cuando ya no es útil o agradable el uno para el otro.
La esencia de la amistad consiste en el compartir, en el conversar y en el compenetrarse.
Aristóteles sostiene que el amigo es otro yo. Santo Tomás de Aquino llega a decir que, quien ama pretende no tanto al amado como su amor. Al punto que, si el amor no es recíproco se extingue.
Con justa razón el auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo (Leonardo Da Vinci); es quien te reprende en secreto y te alaba en público (Louis Pasteur). La amistad cimentada en el amor “nunca pasará” (San Pablo), porque los amigos “beben del mismo pozo” (Gustavo Gutiérrez) y sostenidos por un mismo tronco echan raíces profundas. Así, la amistad construye a las personas en el tiempo, con el afán de prevalecer eternamente. Es decir, pretender la amistad es pretender habitar lo infinito Ω
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