Viendo "Posts antiguos"

LA AMISTAD



La Amistad



Por: Gvillermo Delgado Acosta OP
Foto: jgda.


La amistad descansa en el amor y se regula por la virtud (Sócrates). Dónde la reciprocidad es la maquinaria que pone en movimiento la virtud de la amistad. Por tal razón, el mejor empeño de la amistad consiste en procurar el bien a quien amas. Quien hace el bien al amigo procura el bien para sí mismo (Aristóteles).

Cualquier cosa que la persona haga por la persona que ama se convierte en una práctica de perfeccionamiento, por ser prolongación de su propia alma. Este modo de proceder crea nexos infinitos en aquellas personas que ni siquiera conoces, al punto que la amistad se hace infinita, cuyos límites sólo pueden ser infinitos.


Decía el filósofo que “sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, porque la prosperidad no sirve de nada si se está privado de la posibilidad de hacer el bien, la cual se ejercita, sobre todo, respecto de los amigos” (Aristóteles). Esa es la medida para la felicidad de toda persona.


La persona se embellece haciendo el bien a los amigos. Como quien dice: contemplándote a ti, salgo del anonimato de mi egoísmo y hago del amor propio, el amor que me perfecciona, perfeccionándote a ti.


Más aún si tal amor se alimenta del agua profunda del mismo pozo, instintivamente se agarra del tronco firme que te sostiene a ti y a mí. Te interrogas: ¿Humanamente, fuera de la amistad, alguien puede alcanzar una felicidad mayor?


La mejor acción concluyente de la amistad se alcanza cuando finalmente digo: no pretendo poseer nada de ti, sólo quiero darte lo mejor de mí, porque es el único modo que puedo saciar mi sed de eternidad.

Nunca antes fui tan grande e importante, sólo a partir de aquel día en que el río de la amistad nos fundió en el amor; entonces, empecé a hacerme para ti, y cada vez que te cuido me cuido a mi mismo.

De ahí que la persona inmersa en el egoísmo se moverá en la condena del péndulo contradictorio. Contradicción activa en la amistad por interés o placer. Esta amistad recae en lo imperfecto y es fácil de disolver; cuando ya no es útil o agradable el uno para el otro.

La esencia de la amistad consiste en el compartir, en el conversar y en el compenetrarse.


 

Aristóteles sostiene que el amigo es otro yo. Santo Tomás de Aquino llega a decir que, quien ama pretende no tanto al amado como su amor. Al punto que, si el amor no es recíproco se extingue.

 

Con justa razón el auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo (Leonardo Da Vinci); es quien te reprende en secreto y te alaba en público (Louis Pasteur). La amistad cimentada en el amor “nunca pasará” (San Pablo), porque los amigos “beben del mismo pozo” (Gustavo Gutiérrez) y sostenidos por un mismo tronco echan raíces profundas. Así, la amistad construye a las personas en el tiempo, con el afán de prevalecer eternamente. Es decir, pretender la amistad es pretender habitar lo infinito 


martes, 2 de febrero de 2016

EL HOMBRE Y LA MUJER

El hombre al no saber a dónde ir, sale a buscar lo mejor de sí mismo, y en muchos casos encuentra a la mujer. La mujer se deja encontrar por el hombre, sólo porque primero se ha encontrado ella misma en aquello mayor que empieza a ser conocido en su intelecto, que por alguna razón no sabe definir con claridad, pero sí experimentar.
Una vez el hombre y la mujer se descubren uno delante del otro, nunca se cierran a otras posibilidades de búsqueda; abren todas las puertas para dejar entrar a su interior racimos de  luz y a la vez surten de su adentro, con luz, a quienes tienen su fuego apagado. La apertura les permite descubrirse ellos mismos en los hijos o en las amistades. Ese es el momento fecundo, pues hacen un mundo diferente al ya conocido. En esta alegría emprenden caminos, a veces inesperados, por donde avanzan, ya no sólo para realizarse ellos mismos sino para que todo lo que se presente delante de ellos realice lo que aún permanece en estado de semilla dormida. Así es como van por el basto universo de la vida.

Más grande todavía es el misterio del encuentro del hombre y de la mujer cuando al descubrirse como semejantes lo que miran no es sólo su propia imagen sino otra más grande, la divina. A esa compenetración de encuentro inesperado es lo que llaman amor. Amor nunca limitado en nada, porque a partir de entonces el amor es la señal que indica por donde transitar para dar cumplimiento a esa inquietud insaciable. Con razón al atinar con tal realidad nunca más quisieran apartarse el uno del otro hasta consumar ese encuentro en el abismal amor divino.
Una vez en el mundo, el hombre empieza a crecer y a entender el universo para encontrar a la mujer. La mujer avanza sin quererlo por senderos inhóspitos para abrazarse ella misma en el gran amor. No es cualquier dirección por la que cada quien avanza, pues buscando lo grandioso, el hombre descubre a su otra parte en la mujer y la mujer al hombre, y al complementarse, sin ellos sospechar encuentran  a Dios. 
No existe frustración más grande para el ser humano que perder lo que un día encontró. Por ser lo mejor de sí mismo, su propia perfección. ¿Qué puede hacer el hombre una vez encuentra su otro yo, y lo pierde? ¿A dónde irá la mujer si se extravía del gran amor? ¿A quién le podrá recitar los cantos tristes en la parte que dice: que el gran amor "ya pasó" y vivo en el gran extravío? ¿Ahora el hombre ya no es esencial y la mujer encantadora? ¿A dónde ir en esa condición miserable?
En cierto modo son felices los hombres y las mujeres cuando aún no han encontrado al gran amor de su vida. Son tan felices como son felices los niños que viven del amor genuino. Alguien me decía, ¿Es preferible no buscar o no dejarse encontrar por nadie? Con atrevimiento, dije, entonces: ¿Para qué viniste a este mundo? ¿A qué responde tu condición de mujer y de hombre? ¡El Señor te quiso hombre y mujer!
Y me quedé pensando, mientras veía las olas ir y venir envueltas sobre sí mismas. Esas mismas olas se deslizaban suavemente para acariciarse con la arena...

Por: Gvillermo Delgado
Fotos: Prestadas de la web.
domingo, 27 de diciembre de 2015

LAS DECISIONES



Por: Gvillermo Ddelgado OP

Soy fruto de la decisión. Lo que ahora mismo soy es consecuencia de lo que en su momento decidí sobre mi vida, para bien o para mal. 

Quienes me conocen pueden definirme sin mucho esfuerzo. Con facilidad me doy a conocer realmente, sin ambigüedad. Los que saben de mí, me definen por lo que aparento y por aquello que expreso más allá de las apariencias. Me definen por lo que piensan que soy y por lo que soy realmente. Las palabras y las circunstancias son determinantes para esta conceptualización.


Si cuando fui niño mis padres hubieran influido sobre mi pensamiento y sobre los modos de experimentar los afectos, de un modo diferente al que me "impusieron", lo más probable es que yo fuera una persona distinta a lo que ahora soy. Sin duda que con muchas personas no nos hubiéramos conocido nunca. La implementación de los valores y creencias de mis padres y mis hermanos mayores, determinó el futuro desde aquellos años infantiles.

Cuando fui adolescente y quise superar los criterios de mis padres y maestros, fui yo quien se hizo cargo de la vida y asumí "la realidad" sobre mis hombros. De ese modo reforcé lo que ya era, e hice llegar a mí, al ser humano que ya desde entonces quería ser.

Si esta afirmación que dice que “yo soy fruto de las decisiones que un día tomé sobre mi vida” es demostrable, entonces, ahora mismo puedo cambiar el porvenir. 

Cualquier decisión que ahora tome es móvil que modificará mis días venideros. 

¿Cómo quiero ser en 10 o 20 años? Eso sólo depende de las modificaciones genéticas que haga de mi espacio vital.

De ese modo, no hay frustración que valga. 

Si quienes fueron los responsables de mi niñez y tomaron decisiones sobre mi vida, con el fin de hacer una mejor versión de ellos mismos, y si más tarde yo me propuse asumir mi propia vida, entonces lo que soy ahora no debiera contener ni siquiera una pizca de desencanto. Al contrario, lo que ahora soy es lo que da contenido a mi ser responsable. 

Si fuera el caso en que no estuviera conforme con lo que he llegado a ser, no me quedaría más que modificar cada pieza de este segundo, alterar cada átomo de mi materia gris, provocar mutaciones en mi entorno social y reorientar el flujo de sangre de mi aorta a otro ventrículo, para que lo mejor que está por venir llegue a mi centro y determine todo el entorno de mis relaciones; con el objeto de llegar a ser más real y menos etéreo.

De momento soy esto que ves. No hay más. Soy fruto de la decisión. Podría ser mejor o podría estar peor, no lo sé. Lo único que sé es que puedo amar, sentir, pensar, ser parte de este mundo, ser palabra y opinión para que "las cosas" que me insatisfacen sean mejor orientadas.

En el Dios en quien creo y fundamento mi vida, afirmo que toda acción suya es de misericordia, y esa acción consiste en cambiar lo que puede ser cambiado y amar desde la raíz aquello que sólo puede ser amado, para que sea el amor quien me muestre lo mejor de sí. 

Así actúa Dios. Así actuamos quienes creemos en él. Así ama Dios, así amamos quienes amamos como él.
viernes, 25 de diciembre de 2015

ESTACIÓN




Al Tío Chilano Delgado
En el día de su partida definitiva

De la estación
hacia el campo de concentración
llevo la tristeza en vagones inertes.

Por las ventanas diviso
mi estatura de pájaro
y las paredes de piel.

Voy soportando el aliento grisáceo de las fábricas
que desgastan los engranajes de los nervios
envejeciendo los párpados de las miradas
para prolongar el silencio de los panteones.

A esta hora que voy hacia ese campo,
la luz huye a otras campiñas,
me envuelvo de sombras calladas.

En esta cúspide triste
hago la venia a la noche
entre sollozos de estrellas...

(Mientras avanzo lentamente a mi punto,
despierto en el vagón de mi última estación...)

y aunque descubro clorofila en mis venas,
la tristeza es comején
de mi corazón de árbol madrecacao.

jgda
Fotos: Mimita Aragón
viernes, 18 de diciembre de 2015

EL VACÍO EXISTENCIAL


El vacío existencial es aquello que no tiene contenido ni es sostenido por nada. 


Sentir vacío es sentir la nada. La nada es "la náusea", esa sensación de abandono y de muerte anticipada; en tal caso, la persona se siente, sin quererlo, inclinada al desprecio de sí misma en la sensación acre de hallarse con su muerte. 


Quien experimenta el vació fija su alma simbólicamente en el pasado, se ancla en un punto fijo. Se inmoviliza. La existencia no tiene rumbo. El ser es opaco, no se ilumina. 


Sin embargo, el vacío como extremo de vaciamiento, puede ser indicación que lo humano “debe alzar vuelo”. Lo humano, dado su origen, no puede ser para la muerte. La muerte física, cuando se percibe, abre puertas a otras experiencias, antes desconocidas. 


El vacío existencial es la pérdida de sentido que puede ser reivindicado a partir de la soledad, y el encuentro. Porque la soledad es algo más que el vacío. La soledad es la sensación profunda de que algo está por venir. Sensación que avizora la llegado de algo o alguien. El pueblo judío lo entendía como el momento de la visión (Ap 8, 1). Visión que requiere de la soledad y del silencio.


La soledad empuja al silencio, que hace crecer en la persona el anhelo de escuchar, con el afán de atender aquello "siempre mayor" que viene. Es la impresión de sentirse en búsqueda y a la vez encontrado. Porque la soledad no está centrada simbólicamente en el pasado sino en el silencio y la intuición. Es la pasión anticipada que hace venir lo grandioso. Esa pasión que afecta todo el ser y todo el entorno habitado. 


En justicia la soledad hace experimentar de modo extraordinario aquello que está en la conciencia en grado ínfimo; por eso, hace venir a las ciencias, las expresiones simbólicas del misterio, las voces del viento que anuncian la belleza. La soledad, impulsa desde las profundidades del alma, hacia lo que cada quien sabe que debe llegar a ser, porque está hecho para "esas cosas grandes". Sobre todo la soledad mueve al encuentro de lo que puede ser amado y no está siendo amado. 


La soledad es la madre de la esperanza, la esperanza que hace dialogante a la persona; pone a uno delante de lo otro para desvelar lo más humano posible. Es la plataforma de eso que llamamos felicidad. Con lo que inevitablemente se ha de vivir la vida en el "eterno presente". Es el impacto inesperado de "ese de repente" que nos pone delante de lo que ni siquiera imaginabas un día; pero que siempre nos puso en movimiento


Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Fotografía: Luis Ixim.


jueves, 17 de diciembre de 2015

EL DIÁLOGO


Si examinamos nuestra condición humana a partir de lo puramente  “biológico-natural” descubriremos sin mayor esfuerzo que ahí hay algo más que indicios que explican por qué siempre estamos ansiosos  por alcanzar metas más grandes y lejanas. Y por qué siempre necesitamos dialogar, encontrarnos cara a cara delante de quien sólo puede ser semejante a uno mismo.
Fijémonos en este simple dato, a los pocos días de nacer, toda niña o niño empieza a balbucear expresiones no siempre comprensibles, como: “maammma, paaaappa”. Con esas palabras de bebés, todos, sin excepción, aprendimos a identificar a nuestra madre y a nuestro padre del resto de las personas. Quiere decir que tales impulsos "originales” nos mueven desde siempre a la unidad, que sólo con el tiempo vamos recreando y perfeccionando en el amor y la ternura.
 ¡Qué grandioso misterio! 
El misterio es la belleza universal que se recrea en las personas a partir de las pequeñas cosas, que luego se expande a todo lo humano; es el sueño con el que nacemos y aspiramos cosas mayores, es llegar a tener lo que no tenemos, buscar lo que sabemos que no alcanzaremos pero que nos mantiene en tensión de espera. El misterio es el mejor impulso para aprender a amarnos, es la inquietud querida por la que construimos la casa que habitamos dónde nos quedamos amando en el tiempo, para amar lo que una vez amamos, pues lo que se ama una vez se ama para siempre. El misterio es aprender a no dudar nunca que haya maldad en el bien amado. Es movilizarse con "todas las fuerzas" en el gran amor. Y no esperar nada más allá de lo que sólo el amor provee.

En éstas experiencias de pleno amor "nos atrevemos a decir" que Dios mismo habita en las profundidades del alma. Que Dios es la fuerza con la que nos perfeccionamos delante de quien es nuestro semejante, a quien sólo elegimos en la libertad que brota del amor más puro. Así es como aprendemos a hablar, no sólo a llamar a nuestros padres por su nombre, sino a ser llamados, a descubrirnos dialogando delante de "alguien". Basta con que hagamos un tantito de silencio para escuchar la voz del amado o de la amada, o hablar en el silencio eterno del amado, cuando el amor acontece.

“Las cosas existen en forma de palabras…
Al cosmos él lo creó cantando.
Por eso todas las cosas cantan…
Y toda cosa es palabra,
palabra de amor…
Las personas son palabras.
Y uno no es si no es diálogo.
Y así pues todo uno es dos
o no es.
Toda persona es para otra persona…
(La persona sola no existe.)
Te repito, mi amor:
Yo soy tú y tú eres yo.
Yo soy: amor.” 

(Ernesto Cardenal: “la palabra” en Canto cósmico).

Por: Gvillermo D.
Fotos: jgda
martes, 8 de diciembre de 2015

LA SOLEDAD

La soledad

1. El vacío es la experiencia interior de la nada, lo que no tiene sentido para la vivir la vida. La nada es aquella realidad que no da contenido al intelecto ni a la pasión humana; al punto de llegar a creer que la persona es nada o “menos que nada”. 

Desde la nada la vida no vale la pena ya que impone el deseo incómodo de la mala conciencia de que es mejor arrancarla y diluirla entre las cenizas.

2. En cambio la soledad tiene que ver con el presentimiento de que alguien o algo está muy ausente, pero requerimos de su cercanía para existir. 

A ese alguien hay que hacerlo venir a nuestro lado. 

Precisamente en esta soledad la persona se experimenta ella misma como “alguien”. En ese posible vacío provocado por la ausencia de ese algo o alguien, toda persona descubre la fuerza vehemente del amor necesario sin el cual no es posible vivir la vida, porque entonces sería vacío o nada.
3. Aunque parezca extraño solamente delante de la soledad la persona descubre la esperanza. La esperanza es la materialización de la soledad. En esa hora la soledad se siente, se toca, se manifiesta. Es la fuerza que moviliza a la persona hacia la conquista de lo grandioso. 

Esta soledad ya no es vacía, porque está sustentada “en la espera de que tanto el intelecto como la pasión” nos pondrán, más temprano que tarde, delante de aquel bien amado que de algún modo estuvo perdido. Por el cual ahora existo. Es "ese de repente" de estar delante de mi-ser semejante.

4. O sea, la esperanza es la fuerza interior que permite descubrir que nada estaba perdido; cuando eso acontece en el alma, el intelecto se simboliza en palabras y gestos para salir al encuentro de lo amado. Y la “pasión oprimida por el vacío” se transforma en amor apasionado. Eso es despertar en el amor. Ya lo decía el filósofo que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”.

5. El sueño más grande de la persona consiste en alcanzar lo grandioso. Toda persona se sabe necesitada de un lugar propio y otro ajeno que le oriente hacia adelante. Así, quien espera, como quien ama, nunca cesa en la búsqueda de algo mayor de lo ya alcanzado.

La insatisfacción es indispensable para la vida y sólo es comprendida afectiva y racionalmente desde la soledad.

6. Es verdad que de la nada nada puede surgir, no así de la soledad. Porque la soledad es origen y meta. La soledad tiene que ver con quienes esperan porque tienen mucho que dar y mucho que recibir. Quienes habitan la soledad nunca están vacíos.

Es en la soledad donde siempre se espera a ese “alguien amado” para darle lo mejor de sí, o para entregarse uno mismo, como alguien que se "dona". Por eso la soledad es el silencio más tenaz que empieza por encontrarse con uno mismo en el diálogo.
7. La persona no se entrega en el vacío sino en la soledad de la “pasión". Es por eso que el amado siempre está descubriendo “cosas nuevas” y "entregándose" de  forma nueva. El ser que ama o es amado, orienta toda su existencia en la dirección del misterio infinito como quien no sacia nunca su sed.

El ser amado está lanzado a “ese otro ser” para amarle sin el afán de hacerlo de su propiedad, sino para darle todo, alcanzarlo todo, hacerse uno con el todo y diluirse en él, como el río lo hace frente al mar. Ese es el sentido de la vida o la vida con sentido. 

El sentido es alcanzarse a sí-mismo en el tú-mismo. Es estar en plena soledad delante de ti, lleno de ti. Es descubrirse uno mismo como salido de la fuente de donde brota el agua de la vida, es beber y dar de beber al mismo tiempo.

Por: Gvillermo D.
Fotos: jgda

jueves, 3 de diciembre de 2015

AUTOESTIMA

A: esas personitas que amo y me aman, de quienes digo todas estas cosas que escribo, sin duda que, sin ellas seria incapaz de estas experiencia de amor divino. Por quienes realmente soy humano, busco el perfeccionamiento. Por lo que "podría ser mejor."
1. La más alta autoestima sucede en el abrazo de quienes se sienten amados. Hay que creer radicalmente que no hay mejor manera de sentir el amor que amar sin esperar nada a cambio, también creer en que  aquello que no se exige en ningún ámbito de las relaciones humanas desata espontáneamente lo más sublime de lo inimaginable. Te conviertes en casa de puertas abiertas por donde el amor sale de ti y entra en ti, sin forzar nada. Es la experiencia más grande del ser humano. No de creerlo solamente, sino de serlo. Nunca una persona es tan grande que cuando ama, nunca tan digna que cuando es amada. Cosa que no depende sólo de la persona. ¡No! ¡Jamás! Debes "entender", que esa experiencia acontece en un Amor Mayor, del que no siempre eres consciente, y que sólo es manifestado en quienes aman.
2. La autoestima posibilita los grandes sueños y su realización; hacer proyectos pequeños o grandes que ponen en juego toda la creatividad que viene de la pasión (del corazón que no deja  nada fuera de sí mismo sin que sea afectado), que viene de la fuente del conocimiento del bien (del intelecto como cosa esencial del Homo sapiens), y viene de las fuerzas profundas del alma, de las fuerzas espirituales. Llegado a este punto, la persona descubre las enormes capacidades que tiene de  crear, y no lo sabía. Se sorprende de todo lo que es capaz. Incluso presume de sí-mismo, a veces se siente un dios (con minúscula).
3. La autoestima convence a la persona que el trabajo es una acción necesaria de perfeccionamiento, no de condena. Porque es el mejor modo de crear, amando. La persona que trabaja así nos hace expresar con asombro que: ¡todo es amor! Pues la persona trabaja hacia sí misma y para las otras personas, con el fin de humanizar las cosas, y darle la impronta divina a cualquier gesto humano. Todo trabajo no tiene sentido en sí mismo sino en vistas del perfeccionamiento.
4. La mejor autoestima es dejar que Dios intervenga en tu cuerpo, tu alma, tu ser. Dios está dentro de ti, y se manifiesta hacia fuera de ti.
5. La autoestima es permitir que las demás personas amen a Dios amándote a ti. Es amar lo divino amando lo humano. O sea, quien busque a Dios te encontrará a ti, pues lo humano revela el misterio de la divinidad. Para que eso acontezca con naturalidad, tu no debieras consentir el mal en tu alma (al odio, a la envidia, a los resentimientos… a esas cosas que opacan la luz del amor divino que está infundido en ti). Retener el mal en ti, como cosa no-necesaria, es un esfuerzo extra, como soportar una pena por represión o mostrar que das lugar a una virtud, no siéndolo. Para atajar el mal y liberar lo auténtico, que ya está en ti, sólo debes dejar crecer lo bueno dentro de ti, permitir que la condición original de tu naturaleza se manifieste con todas sus fuerzas, para que se exprese aquello que realmente es real y verdadero; dejar que la belleza destelle en ti (porque ya está en ti). Eso es oler a belleza, ser visto en la belleza, hablar en la belleza; ser bella, ser bello. Dar lugar a la belleza divina que está en lo más profundo de tu alma y en cada expresión externa de tu cuerpo. Esa es la mayor autoestima.

Por: Gvillermo D.
Foto: Prestada

martes, 24 de noviembre de 2015

ARIES

I
Entonces fui yo. 

II
Te veía 
mientras me hacías salir de ti misma. 

Te miraba, 
me mirabas. 

No había otro modo de existir, 
más que ese.

Después insistí en quedarme fuera de ti
y no pude. 

Seguí con la nostalgia de haberte perdido. 

No me podía enderezar sin ti. 

Algo andaba mal. 

III
Te veía venir,
 y no terminabas de aparecer. 

Comencé a esperarte
a intentar encontrarte... 
Estabas demasiado dentro de mi.

IV
[Entonces te mire y dije:]

"Ahora sí.
Por fin llegaste". 

Yo empezaba a ser completo. 

[Aunque] Vos sólo me mirabas 
Empecé a ser parte del todo
 de lo que creaste en mi entorno. 

Por eso quise hacerme responsable
de la parte de ti que dejaste en mi. 

V
No puedo más,
no puedo más. 

Debo volver al costal de tu corazón: 
Aries, la célula madre... 
en lo más recóndito
y abismal del amor.

VI
Ahí estamos. 
Viéndonos mutuamente... 

VII
"Por favor tómale una foto al río".
Cuando empecé a existir, 
a respirar, 
a mirar,
a andar,
a descansar, 
a decir estas cosas.

Por: Gvillermo D.
Fotos: 1 prestada, 2 jgda (rivera del río Motagua).
domingo, 22 de noviembre de 2015

LA ENVIDIA

La culpa del mal y de la muerte es la envidia del diablo. Así se expresa el libro de la Sabiduría (2,24), interpretando el texto del Génesis sobre el primer pecado de la humanidad. La última raíz del pecado, según este texto, no estaría en la desobediencia del ser humano, sino en la envidia del diablo que habría movido al ser humano a desobedecer a Dios.
Envidioso es el que mira al otro como un rival. En la medida en que yo solo pienso en mi mismo, me encierro en mi mismo y me busco a mi mismo, en esta medida me incapacito para encontrar al otro como otro. Los otros solo existen en la medida en que me sirven, en la medida en que puedo utilizarlos para mi propio provecho. Como esto nunca es así, porque los otros existen por sí mismos y para sí mismos, el envidioso ve rivales por todas partes y está continuamente pensando que lo que los otros tienen debería tenerlo él. El envidioso entiende la vida en términos de posesión y no en términos de don. Lo triste es que la posesión no llega nunca. Pues como dice la carta de Santiago (4,2) “envidiáis algo y no podéis alcanzarlo”. Y al no conseguirlo, el envidioso vive permanentemente defraudado.
Al afirmar que el pecado entró en el mundo por envidia del diablo, el libro de la Sabiduría ofrece una interpretación del mito del Génesis. Allí, la serpiente tentadora no se contenta con decir a la pareja humana: “seréis como dioses”. Lo que hay detrás de esta afirmación es: “Dios tiene miedo de que seáis como él”. El tentador presenta a Dios como el rival del ser humano. El origen del pecado está ahí, en considerar a Dios como un rival y no como el dador de toda vida. Si es un rival, es mi enemigo. Lo mejor que puedo hacer es alejarme de él.
Los evangelistas cuentan que Pilato era bien consciente de la inocencia de Jesús: “yo no encuentro en este hombre culpa alguna” (Lc 23,4.14). Pero añaden que Pilato también era consciente de que los sumos sacerdotes habían entregado a Jesús “por envidia” (Mc 15,10). Consideraban a Jesús como un rival. Pues su presencia abolía el privilegio que ellos se arrogaban de ser los intermediarios entre Dios y su pueblo. La envidia no es solo causa de enemistades entre los humanos. Hay algo peor: puede provocar el más terrible de los malentendidos, el de pensar que Dios es nuestro rival.

Por: Martín Gelabert  Ballester, OP
http://nihilobstat.dominicos.org/articulos/la-envidia
Foto: Miriam Aragón Mancilla (Mimita)
jueves, 22 de octubre de 2015