Según nos cuenta San Pablo, la noche del Señor
(1Cor 11, 23-26) es aquella cena de pascua en la que él participó y ofreció su propia vida, dejando atrás
para siempre los años severos de la opresión del pueblo. Esa comida ya no consiste sólo en ofrecer el cordero, como una cena más, sino en ofrecerse él mismo como el Cordero de
Dios, expresados en el Pan y el vino. A partir de entonces esta es la Nueva Alianza:
alimento que nos fortalece mientras esperamos su retorno definitivo.
La entrega de la vida del Maestro “por los
amigos”, es la más grande indicación del amor extremo (Jn 13, 1-15) que
acontece en el momento oportuno, “llegada la hora”. O sea, al reunirse los
amigos para contemplarse cara a cara, y celebra la vida en una Cena. Sin
embargo, también esa es la hora del gran tentador, que se filtra entre “los de
confianza”: ataca desde el centro, entró en corazón de Judas”, para combatir
desde dentro. El Maestro, puede más, henchido
de amor “lavó los pies a los discípulos”, porque “el amor siempre encuentra
su camino” (Ana Frank).
Cuando el amor se impone, "el infiltrado" se asfixia atosigado de odio.
Los amigos se fortalecen para siempre en el Vino exquisito y el Pan sabroso que perdura haciendo fuertes los vínculos de Alianza.
Cuando el amor se impone, "el infiltrado" se asfixia atosigado de odio.
Los amigos se fortalecen para siempre en el Vino exquisito y el Pan sabroso que perdura haciendo fuertes los vínculos de Alianza.
Por: Guillermo D.
Arte: Prestado.
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