Viendo "Posts antiguos"

Descripción

Este escrito es de una tarde cualquiera de julio del año 2004. Yo estaba en Cahabón.

Montaña de carbón
que remoja el pan en pétalos transparentes.
Clavos largos, largos y agudos atravesando la piel.
Montaña elevada en el puño apretado del odio amargo
del café frío, sin mano, sin boca.
Campana desbocada por el hambre
como serpiente lastimada,
de música atorada en el absurdo y sordo amor de invierno.

¡Por qué nadie lamenta en su canto
que la sangre hierve en peroles de odio maldecido
o que el plomo endurecido de las palabras
arrastradas por la tempestad
de una tarde desesperada
avanza como soldado a la trinchera de una absurda noche de muertes!

No llueve sobre los pantanos negros,
no llueve en la calle gris.
Las chorchas manchan de amarillo la tarde,
los Zenzontles al cantar “piden lluvia”,
lluvia verde, dicen los campesinos.
Las montañas rezan inmóviles
mirando al cielo intenso de azul:
musitan palabras en ramas verdes.

Los frailes con estolas bordadas a mano
madrugan a la misa
y reciben dolores de corazón en sus manos.

Sin distinguir si lejanos o cercanos,
solos se oyen ladrar los perros con acento ausente.
Suenan los gallos sus trompetas a los mártires anónimos
tras segundos de silencio.
Los niños lloran acurrucados por el calor.
Más lejos que cerca, aún:
Los zumbiditos de los carros rayan la calle hacia Lanquín
Invisibles en los polvazales.
La escuela se atraganta de los gritos de las muchachas
Que juegan como urracas en las ramas de los guayabales.


Y no llueve,
no llueve,
no llueve!

(No dejo de sentir penetrante
tu mirada de vuelo bajo:
en tus ojos que me aguardan sin pestañear).
miércoles, 26 de agosto de 2009

Llega la hora



La gloria de los grandes hombres se mide por la lucha que han hecho durante toda su vida al hacer sus tareas, y no por los triunfos que han alcanzado. “La mayor satisfacción está en el esfuerzo y no en los resultados” (Gandhi).

Esos hombres se parecen a los árboles que en el verano tienen que votar sus hojas para mantenerse vivos, y sobrevivir para el próximo invierno. Pero es entonces, sí en verano, cuando florecen, exponen sus mejores galas, como si murmuraran: que no hay esfuerzo sin belleza. Por eso, dicen que las flores más bonitas son las del desierto, pues pintan de colores la soledad (Rubén Blades).

Como el campesino que disfruta la sombra después varias horas bajo el sol. En la sombra medita la cosecha que espera, cosecha que no será para sí únicamente, sino para compartirla. El campesino piensa en su mujer y sus hijos. En cosas tan pequeñas como estas se mide la gloria de los grandes hombres.
Hemos oído decir a Jesús: Ha llegado la hora en que el hijo del hombre sea glorificado. (Jn 12,23)

¿Esa hora y esa gloria, tienen que ver con la llegada de la muerte? Pienso que sí.

La hora tiene que ver con ese día. El día que nadie quiere, pero al que cada día nos aproximamos, en cada año que pasa, en cada segundo que queda atrás. La muerte no llega de repente. Porque hemos avanzado hacia ella al caminar y vivir. Quien avanza, como Jesús por los caminos que van de Galilea a Jerusalén, o como don Gonzalo de Cobán a Guatemala, construye su propia historia, y nunca será sorprendido repentinamente por la muerte. La muerte sólo sorprende a aquellos que nunca hicieron un camino propio, ni amaron mientras andaban, o a aquellos que se apartaron de quienes amaron antes.

Dice el Maestro que esa hora es para ser glorificado . Pero para ser glorificado habrá que saber morir. Sabe morir quien no se aferra a la vida, o mejor dicho a la no- vida. La no vida tiene que ver con el sufrimiento de vivir sin vivir, y más triste aún de morir sin haber vivido. Muere sin haber vivido quien se muere (o se desvive) por las cosas, quien se cosifica porque se hace uno con esas cosas ajenas a la vida (aquello que no es humano o que se coloca lejos de lo divino). Quien es glorificado como Jesús, da su vida, y se reproduce así mismo como las estacas de la bugambilia o veranera, y extiende su belleza a otros patios. Da su vida a través del servicio, sabe qué es cargar con la realidad y el sufrimiento ajeno. La máxima agustiniana: el que no vive para servir, no sirve para vivir, es la razón para Vivir, y ser glorificado por ella misma, aquí y ahora, entre ustedes y delante de Dios.

Si alguien pudiera afirmar de mi o de Don Gonzalo, que somos glorificados, por lo que somos o hemos hecho, ya podríamos tranquilizar nuestras conciencias. Sabríamos que no vivimos sin vivir, y que atisbamos una vida más allá de las cosas a partir de las cuales a menudo nos definimos.

Ahora nuestra alma está turbada, como pasó con Jesús, cuando llegó su hora. ¿Pero esa turbación que nos aflige es porque el morir ahora es pensar de otro modo y valorar menos lo que merece menos valor? ¿O como Santa Teresa, porque anhelamos la vida divina? Eso quiere decir, que toda vida es como la semilla del maíz, que ya no vuelve a ser la misma cuando se entrega al silencio de la tierra que la abraza.

Si yo hubiera muerto físicamente esta tarde, y, después de dejarme solito como semilla en la tierra, ¿Ustedes regresarían, a sus casas, retornarían sus trabajos de vida cotidiana? Desde luego que sí, porque la vida sigue. Pero ante la experiencia de la muerte del otro, algo debe cambiar en los demás. Ya que toda muerte nos recuerda nuestra propia muerte. Conscientes de ello tendríamos que vivir una vida que valga la pena vivirla, como personas gloriosas. Esa es nuestra grandesa.
sábado, 22 de agosto de 2009

Hambre de DIOS


Mundo sin centro
Comparemos los días actuales con los pasados. Revisemos algunos tópicos de esta vida nuestra. Con apenas cinco o diez años atrás, ahora todo puede ser accesible gracias a la fuerza de la tecnología y la comunicación. La independencia al unísono con la desobediencia se iza cada vez más alto. La producción creadora está a favor de suscitar consumo por consumo y “necesidades innecesarias”. Ahora es más posible “ser más iguales” sin ser hermanos, donde la sensación efímera del clik fascina. La mentira encanta como si fuera verdad, y todo fluye, fluye, fluye. Todo esto a unas velocidades a penas sentidas. Mientras cabalgamos la cresta de la ola, sin percatarnos de lo que permanece, de lo tenemos o es posible. Esto es vivir en un mundo sin centro. ¿A caso el mundo tiene centro? O ¿Necesitamos la centralidad o “ese algo” que nos de seguridad?

En consecuencia, el código de la autonomía se posa en el atril de cada persona, sin más. Nos dicen: “vístete de hombre nuevo”. Y, “renovados” galanteamos en bronce y oropel. Quien consume es consumido. El peor enemigo puede ser, aquel quien me conoce a fondo. La familia y los amigos “son útiles”, y mediaciones necesarias. La institución familiar es una casa con arranque de barro. Importa vivir ahora, ayer o mañana son palabras de sinónimas de padecimiento. Los fantasmas nos acechan sobre el asfalto, con poder de dioses. La imaginación mítica y legendaria tradicional agrícola se desvanece en la ética individualista y solipsista, que priva de sentido la existencia y la pertenencia a la creación de la que somos parte.

No es preciso afirmar que “los valores se han perdido, pues no existen nuevos valores, nadie en soledad es capaz de crearlos, sólo reinterpretamos los valores permanentes de acuerdo a “la necesidad” e “intereses” presentes. O sea que los valores aprendidos en la tradición, en las riquezas ancestrales, son interpretados a la luz de la necesidad, mientras crecemos.

Búsqueda de un centro
La cultura, como cosa humana y sólo humana, da sentido e identifica. Nos conocemos así mismos y nos re-conocemos delante de los demás. Jesú, el Mestro, pregunta a los suyos: quién dice la gente que soy yo; y para avanzar en el conocimiento de sí y de los otros, insiste, con más prontitud: y ustedes quién dicen que soy yo. Las cuestiones del Maestro, no acontecen porque él fuera inconsciente de su misión e identidad, sino para revelar el ser uno mismo en lo más íntimo del otro.

En algo hay que creer

Mejor si creemos en alguien. Los Cristianos católicos nos fortalecemos en el hontanar de la Eucaristía. Por gracia de la fe, afirmamos la presencia real y salutífera del Señor, en ese evento. De ese modo, el alimento para la vida fortalece la confianza en “los otros” y en el “completamente otro y trascendente”. Participamos de la mesa de los amigos y en la Mesa del Amigo. Comemos y nos alimentamos. La salvación nos envuelve en salud de alma y cuerpo: como personas, que hemos visto la divinidad humana de Dios, y que somos espiadas en la humanidad divina del Señor Jesús. Que por lo mismo, nos hemos integrado a ese misterio de amistad trascendental. En lo humano-divino: creemos, vivimos lo creído a partir de nuestra propia profanidad, en el ámbito de la mesa familiar de los amigos. "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20). Cenaré con él. Con él.

En el epicentro
En la Mesa de la Misa, hemos probado el alimento que sustenta el espíritu de todo sentido, que nos direcciona a la consumación del amor, en Dios, más allá de la finitud. Pues, ese es el lugar y el acontecimiento, que funda la acción de gracias y dinamiza al espíritu.

Jesucristo “es el pan de vida”. Tenemos hambre de sentido, de eternidad: queremos al amor verdadero, buscado en toda relación humana, en las cosas creadas, ahí donde describimos huellas de la divinidad. El hombre tiene hambre de Dios, y no le basta el rábano de mesa.

Nuestra hambre
Muchas cosas humanas han cambiado, es verdad, como buen signo; pero no debemos permitir que la cosificación abrace lo humano. En todo caso, que el letargo de la prisa que impone la innovación del consumo, que “lleva maravilla y el error”, no nos permita olvidar nunca que “la cosa humana” es cosa divina.

“Oír misa” es misionar: estar/ser consigo/uno mismo y moverse hacia el otro. Hacerse señal de Dios, ser consciente que soy altar de lo divino, alimento de vida, en la Mesa común. Nuestra hambre es de Dios en la Mesa, porque nuestra hambre es de ser humanos, tan humanos como sólo él puede serlo, en aquel que es rostro humano de Dios y rostro divino de lo humano.

martes, 18 de agosto de 2009

Justicia

Disculpen la molestia
armados contra los pobres


Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o Los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes. enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

POR: EDUARDO GALEANO
07/07/09
lunes, 20 de julio de 2009

Mujer

Mujer
y globalización

El proceso de globalización refuerza las desigualdades de las mujeres. La alta demanda a las empleadas del hogar en las naciones ricas contrasta con los bajos salarios. Dos consideraciones de análisis:

1. División internacional de la atención al hogar (DITD)
a. Las mujeres migrantes asisten a otras mujeres, de clase alta, que a sus vez transfieren el cuidado de los suyos (en cascada hacia abajo). La diferencia entre una y otra reside en el pago y la condición social.
b. La calidad de vida de la familia experimenta deterioro conforme avanza la cadena de la DITD.
2. División tradicional del trabajo Doméstico (DTTD)
a. Aumenta el trabajo remunerado para las mujeres (casadas en ascenso y jóvenes en descenso, en el caso de Italia). Sin modificar la división tradicional de las tareas del hogar (las mujeres deben hacer doble trabajo, sumado al poco apoyo de asistencia social de los países donde trabajan v.g.: EU:)
b. Cuanto menos se responsabilizan los estados de la familia más se necesita del trabajo de las asistentas extranjeras. Los países anfitriones no garantizan la asistencia social y la participación de la vida política de a las mujeres empleadas del hogar desde sus intereses económicos.
c. Mantienen así fuentes de trabajo barato –con “trabajadoras huespedes”- quienes pueden ser repatriadas si la economía del país no marcha bien.
d. La creciente demanda del trabajo doméstico evidencia la irresponsabilidad de los varones y las entidades públicas (respecto a la familia).

Propuestas
I. Para gargarizar la igualdad entre los géneros, en el contexto de una economía global, las mujeres de los países ricos deben abogar a favor de los derechos de unas mejores condiciones laborales para las empleadas del hogar que viven en los países más pobres.
II. Si aumentara la participación de las mujeres en los ambientes económico políticos podrían garantizarse mayores garantías sociales a favor de las familias. Las mujeres tienen más influencia en los hijos. Las mujeres invierten más en la familia que los hombres. La ética feminista de la liberación propone elaborar una ética universal desde abajo, partiendo de igualdad (lectura bíblica). Se trata de consolidar derechos para sustentar la propia vida y el acceso a los medios para cubrir las necesidades básicas de forma sostenible. Se trata de construir una base de empoderamiento desde la mujeres en la toma de decisiones.
III. La teoría económica necesita desarrollar una justicia económica (normas universales) que responda a la igualdad, de echo y de derecho, de todos los seres en el mundo globalizado. Desafíos neoliberales:
∞ Velar por una economía justa: hacer accesible el mercado a los pobres (no sólo colocarlos en la categoría de explotados o fuera de ello)
♫ La distribución de los recursos es tarea propia de la economía política y de los políticos.
jueves, 25 de junio de 2009

Ser persona. Según Fray Bartolomé de las Casas



Ser persona 
Según Fray  Bartolomé de las Casas


Por: Gvillermo Delgado Acosta OP


Fray Bartolomé de las Casas fue testigo y parte de las reflexiones y discusiones que se estaban haciendo en Europa a favor de la persona humana. En la Europa del siglo XVI, la persona humana y los pueblos feuron pensados como naturaleza humana. O sea como comunidad que tiene unas características propias y normas de conducta desde donde se rigen, mueven y actúan los miembros que la conforman.


Este modo de comprender a la persona tiene su inspiración en el cristianismo de ese entonces: donde la persona es el centro del universo, vive en una sociedad de jerarquías y tiende a la convivencia en comunidad. Pero cerrados en el círculo del ser comunitario. Así, cualquier cosa que venga de fuera será tenida como extraña. 

Los indígenas por ser distintos a los europeos, de aquel entonces, parecían demasiado extraños, al punto de no ser reconocidos, tan siquiera, como personas. Fue Fray Bartolomé quien concilia lo extraño y diferente con la común pertenencia a la misma naturaleza humana. Su concepto de persona estuvo expresado en el concepto "del indio" en el marco de las nocioens de culturas y pueblos.

El modo de conciliar aquello significó, para el fraile, hacer una explicación de los pueblos indígenas como quienes tienen y viven una cultura propia. 

Por tanto, estos pueblos tienen una identidad. Y la diferencia con los europeos sólo puede ser cultural, no humana.

Todos somos humanos. Dirá: “Estos también son hombres y tiene alma racional”.

Se rompe así, la idea falsa que justificaba el hecho de que unos son inferiores y otros superiores, unos esclavos y otros esclavistas, porque así es la vida de la naturaleza social y religiosa.

Con esta manera nueva de presentar al ser humano, el indígena fue considerado como persona racional, capaz de hacer política y gobernar la ciudad. 

En todo caso, si hay que decir que tenía un nivel de retrazo, comparado con los europeos, habrá que afirmar que éste no es de "su naturaleza” sino de los modos de descifrar las leyes de la naturaleza y transformarla para ponerla al sevicio de su desarrollo. 


Aún cuando los españoles que traían los estandartes de una nueva cultura, en muchos casos, carecían "de cultura educativa". En eso nunca estuvieron por encima de los nativos americanos.

El mismo Las Casas sostenía que los españoles no son culturalmente superiores a los indios, sino más bien verdaderos idólatras, pues imponían su codicia por encima del reconocimiento de la persona.



En consecuencia para Las Casas el indio ya no es una “persona natural” sino “persona cultural”, que vive "en" la naturaleza de la humanidad; aunque carezca del nivel educativo europeo, que fue presentado como el ideal de la persona civilizada. En consecuencia, Bartolomé de las Casas nos presenta un nuevo concepto de persona y dignidad, en las características siguientes:

En primer lugar, admite el Fraile, que la persona humana es identificada como igual desde el reconocimiento de grupos culturales diferentes; en ese marco de semejanza y diferencia los nativos están llamados a ser cristianos y por naturaleza tienen una dignidad y derechos, aunque no sean cristianos bautizados.

En segundo lugar, el hombre indígena no puede ser considerado inferior a ningún otro ser humano. Es un ser social, político y capaz de hacer todo aquello que es propio de la persona humana.

Y, por último, el indígena es sujeto de derecho a la vida, y este derecho está por encima de una salvación del alma acompañada de la muerte del cuerpo. O sea que la vida del nativo americano es más plena, sagrada y verdadera que cualquier otro valor religioso.