Descripción Hechos y Palabras jueves, 27 de agosto de 2009 Sin Comentarios

Este escrito es de una tarde cualquiera de julio del año 2004. Yo estaba en Cahabón.

Montaña de carbón
que remoja el pan en pétalos transparentes.
Clavos largos, largos y agudos atravesando la piel.
Montaña elevada en el puño apretado del odio amargo
del café frío, sin mano, sin boca.
Campana desbocada por el hambre
como serpiente lastimada,
de música atorada en el absurdo y sordo amor de invierno.

¡Por qué nadie lamenta en su canto
que la sangre hierve en peroles de odio maldecido
o que el plomo endurecido de las palabras
arrastradas por la tempestad
de una tarde desesperada
avanza como soldado a la trinchera de una absurda noche de muertes!

No llueve sobre los pantanos negros,
no llueve en la calle gris.
Las chorchas manchan de amarillo la tarde,
los Zenzontles al cantar “piden lluvia”,
lluvia verde, dicen los campesinos.
Las montañas rezan inmóviles
mirando al cielo intenso de azul:
musitan palabras en ramas verdes.

Los frailes con estolas bordadas a mano
madrugan a la misa
y reciben dolores de corazón en sus manos.

Sin distinguir si lejanos o cercanos,
solos se oyen ladrar los perros con acento ausente.
Suenan los gallos sus trompetas a los mártires anónimos
tras segundos de silencio.
Los niños lloran acurrucados por el calor.
Más lejos que cerca, aún:
Los zumbiditos de los carros rayan la calle hacia Lanquín
Invisibles en los polvazales.
La escuela se atraganta de los gritos de las muchachas
Que juegan como urracas en las ramas de los guayabales.


Y no llueve,
no llueve,
no llueve!

(No dejo de sentir penetrante
tu mirada de vuelo bajo:
en tus ojos que me aguardan sin pestañear).
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