Llega la hora Hechos y Palabras domingo, 23 de agosto de 2009 2 Comentarios



La gloria de los grandes hombres se mide por la lucha que han hecho durante toda su vida al hacer sus tareas, y no por los triunfos que han alcanzado. “La mayor satisfacción está en el esfuerzo y no en los resultados” (Gandhi).

Esos hombres se parecen a los árboles que en el verano tienen que votar sus hojas para mantenerse vivos, y sobrevivir para el próximo invierno. Pero es entonces, sí en verano, cuando florecen, exponen sus mejores galas, como si murmuraran: que no hay esfuerzo sin belleza. Por eso, dicen que las flores más bonitas son las del desierto, pues pintan de colores la soledad (Rubén Blades).

Como el campesino que disfruta la sombra después varias horas bajo el sol. En la sombra medita la cosecha que espera, cosecha que no será para sí únicamente, sino para compartirla. El campesino piensa en su mujer y sus hijos. En cosas tan pequeñas como estas se mide la gloria de los grandes hombres.
Hemos oído decir a Jesús: Ha llegado la hora en que el hijo del hombre sea glorificado. (Jn 12,23)

¿Esa hora y esa gloria, tienen que ver con la llegada de la muerte? Pienso que sí.

La hora tiene que ver con ese día. El día que nadie quiere, pero al que cada día nos aproximamos, en cada año que pasa, en cada segundo que queda atrás. La muerte no llega de repente. Porque hemos avanzado hacia ella al caminar y vivir. Quien avanza, como Jesús por los caminos que van de Galilea a Jerusalén, o como don Gonzalo de Cobán a Guatemala, construye su propia historia, y nunca será sorprendido repentinamente por la muerte. La muerte sólo sorprende a aquellos que nunca hicieron un camino propio, ni amaron mientras andaban, o a aquellos que se apartaron de quienes amaron antes.

Dice el Maestro que esa hora es para ser glorificado . Pero para ser glorificado habrá que saber morir. Sabe morir quien no se aferra a la vida, o mejor dicho a la no- vida. La no vida tiene que ver con el sufrimiento de vivir sin vivir, y más triste aún de morir sin haber vivido. Muere sin haber vivido quien se muere (o se desvive) por las cosas, quien se cosifica porque se hace uno con esas cosas ajenas a la vida (aquello que no es humano o que se coloca lejos de lo divino). Quien es glorificado como Jesús, da su vida, y se reproduce así mismo como las estacas de la bugambilia o veranera, y extiende su belleza a otros patios. Da su vida a través del servicio, sabe qué es cargar con la realidad y el sufrimiento ajeno. La máxima agustiniana: el que no vive para servir, no sirve para vivir, es la razón para Vivir, y ser glorificado por ella misma, aquí y ahora, entre ustedes y delante de Dios.

Si alguien pudiera afirmar de mi o de Don Gonzalo, que somos glorificados, por lo que somos o hemos hecho, ya podríamos tranquilizar nuestras conciencias. Sabríamos que no vivimos sin vivir, y que atisbamos una vida más allá de las cosas a partir de las cuales a menudo nos definimos.

Ahora nuestra alma está turbada, como pasó con Jesús, cuando llegó su hora. ¿Pero esa turbación que nos aflige es porque el morir ahora es pensar de otro modo y valorar menos lo que merece menos valor? ¿O como Santa Teresa, porque anhelamos la vida divina? Eso quiere decir, que toda vida es como la semilla del maíz, que ya no vuelve a ser la misma cuando se entrega al silencio de la tierra que la abraza.

Si yo hubiera muerto físicamente esta tarde, y, después de dejarme solito como semilla en la tierra, ¿Ustedes regresarían, a sus casas, retornarían sus trabajos de vida cotidiana? Desde luego que sí, porque la vida sigue. Pero ante la experiencia de la muerte del otro, algo debe cambiar en los demás. Ya que toda muerte nos recuerda nuestra propia muerte. Conscientes de ello tendríamos que vivir una vida que valga la pena vivirla, como personas gloriosas. Esa es nuestra grandesa.
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2 Comentarios

Anónimo

ta bueno padre esta muy bien su pagina le deseo lo mejor desde el propedeutico de Coban adios

Anónimo

esta muy bueno su documento espero que escriva siempre por que es de mucha utilidad a los que navegan por internet