Viendo "Posts antiguos"

Cántico Esencial

 


Por: Gvillermo Delgado

26/12/2022

 

Soy sobreviviente de una guerra reciente,

Árbol azul de mariposas misteriosas.

El olvidado pregón de los pájaros tempraneros.

 

Soy pordiosero de tus mensajes,

quien inmóvil por la mañana

mira pasar la brisa lenta

que lleva la silueta

de los movimientos que en tu paso dejaste

en el camino de arenas.

 

Soy quien,

atrapado en los años indemnes de los rezos,

por el silencio de las flores de la tarde,

por el grito abatido de las estrellas nocturnas,

por las auroras de avemarías,

se levanta cada día

en el impulso de las semillas

que despiertan del sueño primordial.

 

Soy gigante que busca la altura lejana de su Dios,

desde el patíbulo que el amor obliga.

Quien atrapa el murmullo de los segundos en agonía

Sobre la antigua montañas de los olivos.

 

Enano que engulle el espacio de la fruta nueva,

quien se sustenta de cada sorbo de las palabras

en el hondo amor de las raíces.

 

Y es que todos conocen

los secretos de mi condición,

la gravedad de mis búsquedas,

el ruidal reprimido de mi agonía

que apunta al corazón del alma:

hontanar sagrado donde el amor abraza.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Superar el odio

 


Cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno.

Por: Gvillermo Delgado OP

07/12/2022

Si no estás de acuerdo con la opinión y conducta de otras personas no intentes corregirlas como es usual. Solo compréndelas. Si puedes, ámalas. Eso te hará mejor persona, y todo lo que antes notabas mal en los demás lo corregirás en ti. Verás que no tendrás impulsos de abalanzarte para imponer tus razones, sino para aceptarlas tal cual son. Eso es hacer camino.

He aprendido que el odio es veneno que sólo daña a quien lo ingiere. Si odias a una persona el primer afectado eres tú. Suele suceder que, el odiado, ni se entera del veneno que está haciendo estragos en ti. A veces crees que dañas a otros, cuando en realidad sólo te estas consumiendo en la miseria de sus efectos nocivos.

Desintoxicarse del odio es posible, cultivando hábitos buenos; a tres niveles.
En la base, y por eso elementales, están los hábitos físicos que consisten en adiestrarte como un atleta para conseguir metas cortas y largas; para eso debes cuidar tu cuerpo, por ejemplo, comer bien, y hacer ejercicios.

Otro nivel acontece en los hábitos emocionales, que tienen que ver con las relaciones humanas. Es puro aprendizaje que empieza por cultivar los buenos pensamientos en dirección de las otras personas. Los buenos pensamientos te transforman en la persona que cuida y sana a los demás. Para eso, debes ser consciente que el punto de partida eres tú, no la otra persona. Con lo cual, debes convertirte en prójimo de ti mismo. Sólo después serás prójimo de los demás. Permitir que los otros sean los más próximos a ti, te obliga, por ejemplo, a que antes de perdonar te perdones; antes de corregir, te corrijas; antes de amar, te ames. Una vez verifiques tal cosa, verás que las relaciones se fundan en ti, y que a su vez los otros te fundan.

Finalmente, en el nivel más alto, están los hábitos espirituales. No es doctrina religiosa. Lo espiritual es lo trascendente. En lo trascendente te descubres como quien está relacionado con Dios, con los demás y con todo lo creado, en un vínculo profundo, alto y difícil de romper. Al cultivar hábitos a ese nivel descubres que ya estás relacionado con algo más grande que tú, con ese alguien que te da las pautas y la conciencia de que estás en una relación seria, que perfecciona tus pensamientos y emociones. Lo trascendente eleva a unos niveles de relación que surgen del alma racional con la cual miras, sientes como tuyo todo lo que existe, pero con un sentido de posesión de que has recibido todo eso como un regalo que no mereces. Cultivar estos hábitos, al modo, por ejemplo, de cuidar la naturaleza, te convierte en jardinero; cuidar de los demás, te convierte en maestro; cuidar de tu intimidad más profunda, te convierte en un místico; cuidar de tu cuerpo te convierte en persona con una clara identidad y con buen carácter ético.

Los hábitos muestran que la felicidad es una conquista que emerge a cada instante de ti como sol que ilumina. Eso que no da lugar a ningún tipo de odio, sólo al amor; porque cuando dejas atrás el odio, lo único que queda e invade el alma es lo bueno que hay en ti y en los demás.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

LA PERSONA FUERTE Y SEGURA

 


¿Cómo convertirse en una persona fuerte y segura?

 

Por: Gvillermo Delgado OP


La persona segura de sí misma se construye a fuerza de valores. Se edifica según los lugares que habita y las relaciones que establece.

 

Como árbol con raíces profundas. La persona fuerte y segura se construye desde sí misma. Crece, al mismo tiempo que fortalece sus raíces.

 

A diferencia de los Baobabs del principito, el hombre es un árbol con raíces profundas que camina. Por eso, avanza poco a poco como río hacia lo grandioso del mar. Mar al que nunca se abrazará en su totalidad. Porque el mar es el punto de llegada del que nadie debe ni puede apartarse. Porque está debajo de las raíces, adelante en el horizonte que se abre y arriba como el inmenso cielo infinito.

 

Mientras se avanza hacia allá, la seguridad implantada de sí mismo obliga a dos acciones indistintas: a perseverar en la dirección que ya traemos, y al mismo tiempo cambiar sin temores, dado que el cambio es parte de la naturaleza que nos hace fuerte en cada paso. 


La perseverancia abliga a definir y a decidir sobre la dirección que le daremos a la vida. Como el tren encarrilado que no se aparta  de su propio camino. Llegar a un destino, a veces no es tan complicado; lo complicado suele ser, más bien, mantenernos con firmenza en lo que hemos alcanzado con esfuerzos. Con frecuencia, ahí andan los líos de los matrimonios, las profesiones, las vocaciones religiosas, y mantener la vida feliz.


Por otro lado, está el cambio sin temores. Todo cambia. Decidamos o no, los cambios se imponen tarde o temprano. Por eso, es mejor abrirse uno mismo a hacerlo. Hay que hacerlo empezando por el cambio de mente. 


Quien no cambia de mentalidad no podrá alcanzar las grandes cosas y corregir los defectos del camino. El cambio es apertura de mente. Dado que en el cerebro, está el alma, las emociones, la voluntad, el espíritu y todo desde donde gobernamos el cuerpo. Quien dominana la mente, se conoce, se domina así mismo, se perfecciona; cambia su mundo y el mundo de los demas. Quien cambia su mente, asegura su destino. Sabe enfrentar la adversidad. Se hace fuerte.


Si la perseverancia y el cambio caracterizan tu vida, puedes profetizar el futuro, sabrás enfrentar tu presente, y asumir tu pasado sin rencores. 


De todo lo anterior surgen como flores del ápices de las ramas, innumerables valores cuya síntesis se recoge en uno solo: la integridad. Ese es el epicentro donde nos definimos. Por ser el puente seguro que nos llevará al otro lado. Hacia donde avanzamos.


La integridad es espíritu o coraje que anima desde dentro de nuestro ser. La integridad es el conjunto de todos los valores. Como aquello que determina el carácter para actuar, en dirección de lo bueno y deseado. De la integridad definimos el "sí" o el "no" de las decisiones. De la integridad surgen las fuerzas para sobreponernos a las adversidades. De la integridad viene la paz y la recta conciencia de cada día. 


Por el puente de la integridad llegaremos a la meta que queremos llegar, a la felicidad, al cielo, a la vida eterna, a la consumación del amor.

lunes, 29 de agosto de 2022

LA INTEGRIDAD DE LAS PERSONAS

 


La persona íntegra vive del asombro que le provocan las pequeñas cosas

Por: Gvillermo Delgado OP


La integridad establece la identidad de toda persona. A su vez,  la identidad define las relaciones que sentimos necesarias para existir, hacia las personas y al universo de las cosas. Y como resultado tenemos a la persona moral y ética o  la persona cabal, tal como se traduce de los idiomas mayas.


Desde mi experiencia, la persona íntegra debe definirse al menos por siete capacidades o responderse a la pregunta: ¿cómo sé si soy una persona íntegra? 


Ya que la persona íntegra:


1.  Es libre. Capaz de hacerse cargo de sus acciones, y en algunos casos responder por los demás.


2.  Es pacífica. Por ser capaz de ser paciente ante la adversidad. La persona pacífica, extrae sus fuerzas para resistir a las adversidades en el silencio y la soledad.


3.  Es independiente y dependiente al mismo tiempo. Es capaz de comprender las normas que rigen su propia conciencia, haciéndolas valer al relacionarse con los demás y con los múltiples universos. Con lo cual, ama y permite ser amado.


4.  Ama. Por ser capaz de cuidar y dejarse cuidar por los otros.


5.  Crea y recrea. Es capaz de cooperar con sus propios talentos a que el mundo se mejore. Esto le hace sentise como si fuera un pequeños dios.


6.  Vive del asombro que le provocan las pequeñas cosas. Por ser capaz de salir de sí mismo para fundirse con lo diferente.


7.  Al reconocerse así mismo reconoce a Dios en su mundo. Pues es capaz de ser feliz con lo poco que tiene. Y si aspira a algo mayor, ha de ser al modo de Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, los filósofos y artistas, los abuelos y los niños. Sabe que el ser más nunca pasa por poseer las cosas, sino por amar desde las cosas y alcanzar gracias a ello, todo aquello por el cual existe.

jueves, 18 de agosto de 2022

Qué son las virtudes

 


Por: Gvillermo Delgado OP


Las virtudes no se heredan, son forjadas por cada persona a base de esfuerzo y constancia. 


Con las virtudes, vivimos un estilo de vida,  donde las actitudes correctas definen el comportamiento y la vida moral de cualquier persona.


Por eso son perfecciones y hábitos que ayudan a llevar una vida buena. Constituyen el mundo de las excelencias y los valores. 
En pocas palabras, las virtudes, son camino de perfeccionamiento.


Y como todo aprendizaje exigen adiestramiento, disciplina y amor al arte.


Son utópicas. Pues nos elevan a horizontes cada vez más altos y abiertos. 


Su función consiste en desinstalarnos y obligarnos a andar. Como la estrella que nunca alcanzaremos, pero nos orienta para llegar a un destino trazado. 


Son sugerencias permanentes entre lo que se piensa y se hace, ahora mismo, para no instalarnos en la mera utopía, sino para avanzar de modo permanente, realizando en cada paso lo que buscamos más allá del horizonte. 


La identidad de los bautizados cristianos se define a partir de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad infundidas sobrenaturalmente por Dios en el bautismo.


Sin embargo, dichas virtudes deben ser asumidas humanamente para que determinen el actuar de las personas. Por esa vía se entienden y realizan los caminos espirituales y la vida de santidad.


Si las virtudes no son una herencia sino tareas que cada uno asume para realizar su vocación humana, también son un regalo de la naturaleza divina con la cual la persona se realiza y alcanza la vida feliz que, se prolonga más allá de los alcances que este mundo nos permite.

viernes, 29 de julio de 2022

LA IMPORTANCIA DEL MIEDO

 


En todas las circunstancias de la vida lo desconocido turba la mente e impide enfrentar el futuro con claridad.


Por: José Guillermo Delgado

29/04/2022.


Una actitud absurda en cualquiera de nosotros es ser presa fácil de la adversidad. Con frecuencia los males tienen control de nosotros, y no al revés.

El miedo es esa actitud absurda que al imponerse nos perturba e inhibe las capacidades normales para asumir lo adverso como aprendizaje. Con razón decía Tito Livio: el miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peores de lo que son.

El miedo saca a flote una de las mayores debilidades humanas: el temor a la muerte. De acuerdo con la antropología cristiana eso explica el pecado y todos los males.

En todas las circunstancias de la vida lo desconocido turba la mente e impide enfrentar el futuro con claridad. En tales circunstancias las reacciones emocionales paralizantes son normales. En ese sentido el miedo es una advertencia necesaria frente a esa debilidad.

Dado que los males existen, es normal sentir miedo cuando acechan. Y que, como indicios de muerte, nublen la visión con estelas espesas de incertidumbres, turbando la mente con imágenes creadas de un inminente mal desastroso.



El miedo, un maestro interior

Sin embargo, el miedo es el maestro interior que nos frena a no actuar con arrebatos. Nos obliga a posponer acciones, pues advierten acerca de las consecuencias. Es por lo que sólo al salir del miedo tendemos a socializarlo como aprendizaje.

Propongo, no tenerle miedo al miedo. Empezando por desterrar de la parte blanda de las emociones, aquello que decía Montaigne: de nada tengo más miedo que del miedo. Se trata de sacar provecho al miedo dando lugar al miedo.

Esto es: dejar que invada lo más recóndito de la existencia. De todas maneras, como decía Cicerón: el terror expulsa de mi ánimo toda sabiduría. Así al volver la calma, porque sabemos que volverá, haya en nosotros algo más que cordura; haya sabiduría perdurable en dirección de la virtud y el buen vivir, según el ideal que cada persona busque.

Por eso, darle lugar al miedo es ponerle límites, por ejemplo, a que no vaya más allá de diez segundos. Se trata de imponer control sobre él, pues los límites los impone uno mismo.

Así, el miedo es aliciente para hacer un alto en el camino. Como emoción protectora impele a evitar los males. Es luz en rojo que advierte sobre consecuencia fatales. Los segundos en rojo permiten ordenar los pensamientos y retomar la ruta que traíamos de manera confiada, hasta que como relámpago en la noche oscura apareció el miedo, obligándonos a repensar la vida.

 


El miedo para refundar el amor

Con el miedo analizamos los valores, refundamos el amor que es lo más santo y sagrado de lo humano.

Teológicamente el pecado mueve a lo irracional, a lo falso y atenta con la conciencia recta. Con lo cual, pecar es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo. Según san Pablo, darle lugar al pecado es darle lugar a la muerte (Rm 5, 12).

La muerte, como ausencia del amor verdadero, explica la muerte psicológica, causa de otros infinitos males que atentan contra la vida feliz, evidenciados en el miedo.



Por consiguiente, abordar el miedo de modo positivo no es sólo un esfuerzo resiliente, sino refundar la vida en valores como la confianza y la responsabilidad que, obligan mirar hacia la profundidad de nosotros mismos: beber de nuestro propio pozo y a la vez saciar la sed de aquellos que se aproximan a nuestro brocal. Desde luego, eso no es vencer la muerte y con ello los miedos, pero nos habilitan para asumir con actitud saludable las miserias humanas, a partir de “uno mismo”, los demás y la divinidad.

Publicado en Pren Libre, 2 de mayo del 2022. Sección Buena Vida. 
viernes, 29 de abril de 2022

La vida en Dios

 




La vida en Dios es dulzura y amabilidad


Por: José Guillermo Delgado OP


La vida en Dios

Es distinto hablar de alguien que darlo a conocer. Hablar define y visibiliza a ese alguien según la idea que tenemos de él. Darlo a conocer es manifestar su presencia. Esto es revelarlo tal cual es.

Jesús no habla del Padre, sino que revela al Padre. Manifiesta su gloria. La cruz no es un lugar de tortura sino el momento para manifestar el gran amor que fluye entre él y el Padre. De ahí que él se entrega por amor. Todo lo que hace lo hace en nombre de su Padre, porque todo lo que tiene o ha recibido lo ha recibido de él. Por eso él nos da lo que a su vez ha recibido.

En Jesús ocurre algo parecido a lo que les pasa a los niños respecto a sus padres en la psicología evolutiva: el niño adquiere primero la conciencia de su padre que de sí mismo. En el niño esto se debe al defecto de su autoconciencia, en Jesús es por sobreabundancia.

En el caso nuestro...

En Jesús hay una relación profunda de pertenencia con el Padre. Afirmó: Todo lo mío es tuyo. Todo lo tuyo es mío. Mi voluntad es cumplir la tuya.

La vida en Dios es permanecer en su amor. Dentro. En ese amor que sólo es de Dios. En ese amor hacer el camino. ¿Cuál? En el que es “el camino la verdad y la vida”.

Es pertenecer. Ser en él. Dar lo que a su vez hemos recibido. De la misma manera en que pertenecemos a él, de ese mismo modo pertenecemos a los hermanos. De ese modo nos condonamos a ellos. De ahí devienen la calidad de las actitudes en el trato a las personas.

 

Dulzura

La dulzura es un grado óptimo de relación. Es un superlativo que pasa de ser considerado verbalmente a tratar a Dios y a los hermanos según esa comprensión. No es adulación ni un dulzón empalagoso que más bien incomoda. Es un modo óptimo de entender y de ser, para tratar a los demás. Es trasladar el tipo de relación que tenemos con Dios para con los hermanos. Es la coherencia cristiana.

En el lenguaje bíblico no existen los superlativos para calificar una realidad, por eso se usa el recurso de la repetición de un adjetivo. De Dios, por ejemplo, se dice que es santo y para exaltarlo por encima de todo decimos que es santo, santo, santo. De otro modo, Dios es santísimo. Igual podemos decir que es dulce, bello, justo, misericordioso.

Santa Catalina de Siena se refería a Dios como: Mi amado o amantísimo Señor, amadísimo esposo. Lo califica como dulce o dulcísimo Señor mío. Amor dulcísimo. Dulcísimo esposo.

Con la expresión dulzura se refiere a una íntima y profunda relación con el Padre. Que es a su vez una relación de pertenencia. Como quien dice: Él es mío. Yo soy de su propiedad. 

Asimismo, nos protegemos en la oración a la madre, como: Vida dulzura y esperanza nuestra.

Muchas jovencitas llevan el nombre de Dulce. Muchas lo son. Muchos somos referencia ética de este modo de ser y estar con Dios.

En quienes no hay distinción de preferencia para tratar a una persona respecto a otra, es porque así lo entienden y así viven su relación con el mismo Dios.

 

La amabilidad

¿Hay entre vosotros quien tenga sabiduría o experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría (Santiago 3, 13). Esa es la amabilidad.

La dulzura es la amabilidad en el trato. Que es efecto de la sabiduría y la experiencia y al mismo tiempo la multiplicación de virtudes. Como aquellas que brotan del amor en la lista que san Pablo enumera en Cor 13. El amor disculpa todo, es servicial…

 

La vida en Dios

La vida en Dios es conocerle a él. Conocer es el principio necesario para que el amor se manifieste. Nadie ama lo que no conoce. Con razón santo Tomás decía que nacemos con dos defectos: la ignorancia y el pecado. Ambos son impedimento para conocer a Dios y amarle y amar a los hermanos. 

Habitar en Dios es permanecer en él. Santa Teresa de Calcuta afirmó que lo difícil no es llegar a la meta, sino permanece en ella.

Vivir en Dios es dar todo aquello que a su vez hemos recibido de él. La gracia consiste en recibir sin merecer nada, y a la vez dar a otros lo que a su vez hemos recibido.

Dar lo que a su vez he recibido me convierte en aquel que ha conocido y permanece en Dios. 

Esa es la vida de los cristianos: El quinto evangelio.

martes, 22 de febrero de 2022

Rezando en el campanario

 

Por: José Gvillermo Delgado OP

A mi hermano Leonel Delgado en su cumpleaños.


En cada Ave María

suenan voces ausentes

retenidas en algún lugar infinito.


Escucho gritos a voz en cuello

en las sombras de los edificios

agonizantes,

luchando,

contra las fuerzas de luz.


En la altura del campanario

me revisto de gravedad 

con la alegría tenaz

de los libros retenidos 

en sus letras grises.


Aquí o allá, 

donde sea:

bebo a sorbos 

a esos pájaros diminutos y mustios,

a los volcanes impávidos 

en desfiles nupciales 

bajo la tarde del domingo.


En esta altura mortal

puedo ser Andrómeda, 

el Ío solitario de júpiter

en el telescopio de Galileo Galilei,

o,

a la ves,

volcán voluptuoso,

 engreído,

deshabitado,

quien apunta con su dedo de fe;

o

quien con la edad aprende 

a morir  con el Amazonas

en el abrazo eterno 

de la sal de los mares.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Claves para identificar la propia vocación

 


Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción

Por: José Gvillermo Delgado


No existe persona en el mundo que no se sienta convocada a construir y participar de un mundo feliz, ya que la vocación primera y última consiste en alcanzar aquello que cada uno experimenta en la propia existencia. Esto es la vocación.

 

La vocación es responder al llamamiento que cada persona presiente a través de una voz interior, para orientar y definir su futuro. No hacerlo sería atentar contra sí mismo en un fluir de frustraciones.

 

El lugar de ese futuro no es sólo el más allá del ahora, sino el espacio que cada uno habita en sus acciones presentes, para definir el propio destino, como punto de llegada.

 

Por tanto, con la vocación aprendemos a formular las experiencias y a determinar las decisiones con sabiduría.

 

De tal modo que, la vocación apunta a la construcción de un mundo de relaciones, a un horizonte abierto a cosas mayores; como indicación de que somos seres en camino hacia un más allá, y a la vez constructores de un mundo feliz en el más acá de lo cotidiano.

 

Cualquier vocación dejará siempre un halo de insatisfacción, y nos pondrá en una actitud de búsqueda permanente, en dirección del perfeccionamiento. A esto llamamos misterio.

 

Esbozamos ahora algunas claves para definir la propia vocación.

 

Primero, si la vocación es una llamada, un futuro y un destino que orienta hacia la felicidad o a la realización, saber cuál es mi vocación equivale a preguntarse: ¿Cuál es mi destino y a qué futuro soy convocado? Con frecuencia la enfermedad, la edad y las frustraciones nos llevan a decir que no tenemos futuro o que ya no tenemos esa capacidad de búsqueda.

 

Una vida sin futuro será siempre una vida sin presente, en cambio una vida con futuro es cauce por donde fluye el amor en todo momento.

 

Segundo, nada acontece por azar, todo corresponde a un plan. Nos definimos por lo que hacemos y por lo que queremos llegar a ser. Esto es tener un proyecto de vida. Tal proyecto consiste en lanzarse hacia adelante con el fin de alcanzar algo o llegar a ser alguien en la vida. Sólo quien tiene un proyecto puede decir, al modo de San Pablo: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).

 

Si lo determinante de un proyecto tiene que ver con el hacer, este se anima desde una base de valores. Con lo cual, cada persona debe priorizar su propia escala de valores y responder: ¿Cuáles son los valores más importantes para amar o relacionarme por vocación?

 

Tercero, si la vocación es una convocatoria para atender una llamada que emerge del interior, como quien escucha una voz que le ordena y destina hacia un futuro; entonces esa voz no se puede obviar por ser de la naturaleza humana. No atenderla sería atentar contra el propio destino. Para no equivocarse debemos identificar las señales que conectan el universo espiritual con el mundo de las cosas sensibles exteriores.

 

Con frecuencia las señales se simbolizan en acontecimientos, experiencias, personas, eventos de júbilo o de sufrimiento. Reflexionar sobre esas señales es clave para conocer la realidad y orientar las decisiones según lo que debo hacer y lo que debo esperar. Eso es corresponder a la vocación.

 

Cuarto, el llamamiento es corresponder a ser uno mismo. No existe modo alguno de llegar a serlo sin interrogarse sobre el futuro que con frecuencia negamos, cuando sabemos que corresponden a las grandes verdades del territorio del alma, por ejemplo, la muerte. Corresponder a esa realidad y no negarla es descubrir el ser auténtico.

 

La vocación nos permite sobreponernos al propio temor de interrogarse sobre la propia muerte que todos llevamos estampada en el alma desde el día en que nacemos. Así es como enfrentamos la muerte y le damos sentido a la vida, quedando para siempre determinada nuestra vocación en todas las direcciones, hacia el mundo, hacia las otras personas y hacia Dios.


Publicado en prensa Libre, 28/02/2022, sección Buena Vida, p. 26. 

lunes, 10 de enero de 2022

HOMBRE ÁRBOL

 





HOMBRE-ARBOL


 Por: José Gvillermo Delgado


Los hombres crecen

como los árboles,

florecen de vez en cuando:

desgajan sus ramas

y dan brotes nuevos.

 

Los hombres y los árboles

hunden sus raíces

donde nadie las mira,

para sorprendernos con la vida.

 

Los hombres y los árboles

Crecen por las mañanas,

recuentan sus frutos por las tardes.


Fluyen continuamente

en sangre y savia,

toda su vida

 

Emigran en sus hojas a tiempos nuevos;

atajan el vuelo de los vientos

con sus ramas de manos abiertas.

 

Lloran cuando les mutilan la vida...

Y mueren cuando les cortan las alas.

 

Viven igual en distancia;

son fruto del jardín.

 

Van juntos siempre:

el hombre y el árbol.

jueves, 6 de enero de 2022