El cumplimiento de las promesas Hechos y Palabras lunes, 25 de febrero de 2019 Sin Comentarios




El cumplimiento de las promesas

Por: Gvillermo Delgado OP
Foto: jgda


En un plano geométrico, la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. En el plano de las relaciones humanas la distancia más corta la encontramos entre la palabra que se promete y su cumplimiento.


Al no cumplirse lo que se promete se rompe el plano de lo humano que fundamenta los grandes principios éticos.


Quiero decir que, cuando no hay rectitud en la distancia entre lo que se promete y su cumplimiento hallamos una falta grave.
La persona que falta a sus palabras miente y como consecuencia pierde la credibilidad que un día tuvo. En adelante, no será más una persona confiable, porque no es fácil volver a creer en la persona que miente. La persona que miente decepciona. Muchas veces, para siempre.


Cuando apelamos a “la palabra de Dios” o cuando “juramos” en su nombre para hacer creíble nuestra palabra es porque de entrada no tenemos la credibilidad que quisiéramos tener. Con eso damos por sentado que la Palabra de Dios es por definición cumplimiento. Como quien dice: “Cuando Dios promete, cumple”. Pero, no siempre podemos decir lo mismo de una persona cualquiera.


Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, notaremos que, todo lo que vemos es obra de Dios. Sin embargo, cualquiera de nosotros podría negar esta afirmación argumentando que la mayoría de las cosas que vemos son realización humana, pero ¿de dónde viene el ser humano y sus capacidades? Entonces, no nos queda más que ver las huellas de Dios en todo cuanto existe.


Todo lo que existe contiene detrás una palabra, o es sostenido por una palabra. Eso explica el por qué todo tiene un nombre. Aquello que no tiene nombre, no existe. Lo que no existe no puede ser pronunciado jamás.


La palabra que le da forma a todas las cosas es la distancia más corta entre un punto y otro. Piensa en una nube, un árbol, un durazno o un niño recién nacido, y contempla la belleza como expresión de la palabra y su forma, en lo que miras.
Al captar toda belleza se nos revela con claridad la realidad de las cosas, como le pasa a los colores con el sol de la mañana. 


Entonces pasamos a describir con vergüenza las enormes crisis éticas que atraviesan las sociedades del mundo presente. No sólo en quienes somos parte de una religión determinada por romper la línea recta entre la palabra que se proclama en los templos y lo que hacemos en la vida práctica, lo vemos también, en los discursos engañosos gestados en los ámbitos de los poderes gubernamentales para saquear las arcas de los estados.


La gravedad de esos males, desde donde queramos verlos, toca techo cuando alcanza a la gente de a pie o a los niños, quienes imitan tales modelos, y creen tener el permiso para hacer lo mismo. Entonces lo que tenemos es una sociedad hipócrita hundida en el caos. Y del caos ¿Qué podemos esperar?

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