Viendo "Posts antiguos"

ESTACIÓN




Al Tío Chilano Delgado
En el día de su partida definitiva

De la estación
hacia el campo de concentración
llevo la tristeza en vagones inertes.

Por las ventanas diviso
mi estatura de pájaro
y las paredes de piel.

Voy soportando el aliento grisáceo de las fábricas
que desgastan los engranajes de los nervios
envejeciendo los párpados de las miradas
para prolongar el silencio de los panteones.

A esta hora que voy hacia ese campo,
la luz huye a otras campiñas,
me envuelvo de sombras calladas.

En esta cúspide triste
hago la venia a la noche
entre sollozos de estrellas...

(Mientras avanzo lentamente a mi punto,
despierto en el vagón de mi última estación...)

y aunque descubro clorofila en mis venas,
la tristeza es comején
de mi corazón de árbol madrecacao.

jgda
Fotos: Mimita Aragón
viernes, 18 de diciembre de 2015

EL VACÍO EXISTENCIAL


El vacío existencial es aquello que no tiene contenido ni es sostenido por nada. 


Sentir vacío es sentir la nada. La nada es "la náusea", esa sensación de abandono y de muerte anticipada; en tal caso, la persona se siente, sin quererlo, inclinada al desprecio de sí misma en la sensación acre de hallarse con su muerte. 


Quien experimenta el vació fija su alma simbólicamente en el pasado, se ancla en un punto fijo. Se inmoviliza. La existencia no tiene rumbo. El ser es opaco, no se ilumina. 


Sin embargo, el vacío como extremo de vaciamiento, puede ser indicación que lo humano “debe alzar vuelo”. Lo humano, dado su origen, no puede ser para la muerte. La muerte física, cuando se percibe, abre puertas a otras experiencias, antes desconocidas. 


El vacío existencial es la pérdida de sentido que puede ser reivindicado a partir de la soledad, y el encuentro. Porque la soledad es algo más que el vacío. La soledad es la sensación profunda de que algo está por venir. Sensación que avizora la llegado de algo o alguien. El pueblo judío lo entendía como el momento de la visión (Ap 8, 1). Visión que requiere de la soledad y del silencio.


La soledad empuja al silencio, que hace crecer en la persona el anhelo de escuchar, con el afán de atender aquello "siempre mayor" que viene. Es la impresión de sentirse en búsqueda y a la vez encontrado. Porque la soledad no está centrada simbólicamente en el pasado sino en el silencio y la intuición. Es la pasión anticipada que hace venir lo grandioso. Esa pasión que afecta todo el ser y todo el entorno habitado. 


En justicia la soledad hace experimentar de modo extraordinario aquello que está en la conciencia en grado ínfimo; por eso, hace venir a las ciencias, las expresiones simbólicas del misterio, las voces del viento que anuncian la belleza. La soledad, impulsa desde las profundidades del alma, hacia lo que cada quien sabe que debe llegar a ser, porque está hecho para "esas cosas grandes". Sobre todo la soledad mueve al encuentro de lo que puede ser amado y no está siendo amado. 


La soledad es la madre de la esperanza, la esperanza que hace dialogante a la persona; pone a uno delante de lo otro para desvelar lo más humano posible. Es la plataforma de eso que llamamos felicidad. Con lo que inevitablemente se ha de vivir la vida en el "eterno presente". Es el impacto inesperado de "ese de repente" que nos pone delante de lo que ni siquiera imaginabas un día; pero que siempre nos puso en movimiento


Por: Fr. Gvillermo Delgado OP
Fotografía: Luis Ixim.


jueves, 17 de diciembre de 2015

EL DIÁLOGO


Si examinamos nuestra condición humana a partir de lo puramente  “biológico-natural” descubriremos sin mayor esfuerzo que ahí hay algo más que indicios que explican por qué siempre estamos ansiosos  por alcanzar metas más grandes y lejanas. Y por qué siempre necesitamos dialogar, encontrarnos cara a cara delante de quien sólo puede ser semejante a uno mismo.
Fijémonos en este simple dato, a los pocos días de nacer, toda niña o niño empieza a balbucear expresiones no siempre comprensibles, como: “maammma, paaaappa”. Con esas palabras de bebés, todos, sin excepción, aprendimos a identificar a nuestra madre y a nuestro padre del resto de las personas. Quiere decir que tales impulsos "originales” nos mueven desde siempre a la unidad, que sólo con el tiempo vamos recreando y perfeccionando en el amor y la ternura.
 ¡Qué grandioso misterio! 
El misterio es la belleza universal que se recrea en las personas a partir de las pequeñas cosas, que luego se expande a todo lo humano; es el sueño con el que nacemos y aspiramos cosas mayores, es llegar a tener lo que no tenemos, buscar lo que sabemos que no alcanzaremos pero que nos mantiene en tensión de espera. El misterio es el mejor impulso para aprender a amarnos, es la inquietud querida por la que construimos la casa que habitamos dónde nos quedamos amando en el tiempo, para amar lo que una vez amamos, pues lo que se ama una vez se ama para siempre. El misterio es aprender a no dudar nunca que haya maldad en el bien amado. Es movilizarse con "todas las fuerzas" en el gran amor. Y no esperar nada más allá de lo que sólo el amor provee.

En éstas experiencias de pleno amor "nos atrevemos a decir" que Dios mismo habita en las profundidades del alma. Que Dios es la fuerza con la que nos perfeccionamos delante de quien es nuestro semejante, a quien sólo elegimos en la libertad que brota del amor más puro. Así es como aprendemos a hablar, no sólo a llamar a nuestros padres por su nombre, sino a ser llamados, a descubrirnos dialogando delante de "alguien". Basta con que hagamos un tantito de silencio para escuchar la voz del amado o de la amada, o hablar en el silencio eterno del amado, cuando el amor acontece.

“Las cosas existen en forma de palabras…
Al cosmos él lo creó cantando.
Por eso todas las cosas cantan…
Y toda cosa es palabra,
palabra de amor…
Las personas son palabras.
Y uno no es si no es diálogo.
Y así pues todo uno es dos
o no es.
Toda persona es para otra persona…
(La persona sola no existe.)
Te repito, mi amor:
Yo soy tú y tú eres yo.
Yo soy: amor.” 

(Ernesto Cardenal: “la palabra” en Canto cósmico).

Por: Gvillermo D.
Fotos: jgda
martes, 8 de diciembre de 2015

LA SOLEDAD

La soledad

1. El vacío es la experiencia interior de la nada, lo que no tiene sentido para la vivir la vida. La nada es aquella realidad que no da contenido al intelecto ni a la pasión humana; al punto de llegar a creer que la persona es nada o “menos que nada”. 

Desde la nada la vida no vale la pena ya que impone el deseo incómodo de la mala conciencia de que es mejor arrancarla y diluirla entre las cenizas.

2. En cambio la soledad tiene que ver con el presentimiento de que alguien o algo está muy ausente, pero requerimos de su cercanía para existir. 

A ese alguien hay que hacerlo venir a nuestro lado. 

Precisamente en esta soledad la persona se experimenta ella misma como “alguien”. En ese posible vacío provocado por la ausencia de ese algo o alguien, toda persona descubre la fuerza vehemente del amor necesario sin el cual no es posible vivir la vida, porque entonces sería vacío o nada.
3. Aunque parezca extraño solamente delante de la soledad la persona descubre la esperanza. La esperanza es la materialización de la soledad. En esa hora la soledad se siente, se toca, se manifiesta. Es la fuerza que moviliza a la persona hacia la conquista de lo grandioso. 

Esta soledad ya no es vacía, porque está sustentada “en la espera de que tanto el intelecto como la pasión” nos pondrán, más temprano que tarde, delante de aquel bien amado que de algún modo estuvo perdido. Por el cual ahora existo. Es "ese de repente" de estar delante de mi-ser semejante.

4. O sea, la esperanza es la fuerza interior que permite descubrir que nada estaba perdido; cuando eso acontece en el alma, el intelecto se simboliza en palabras y gestos para salir al encuentro de lo amado. Y la “pasión oprimida por el vacío” se transforma en amor apasionado. Eso es despertar en el amor. Ya lo decía el filósofo que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”.

5. El sueño más grande de la persona consiste en alcanzar lo grandioso. Toda persona se sabe necesitada de un lugar propio y otro ajeno que le oriente hacia adelante. Así, quien espera, como quien ama, nunca cesa en la búsqueda de algo mayor de lo ya alcanzado.

La insatisfacción es indispensable para la vida y sólo es comprendida afectiva y racionalmente desde la soledad.

6. Es verdad que de la nada nada puede surgir, no así de la soledad. Porque la soledad es origen y meta. La soledad tiene que ver con quienes esperan porque tienen mucho que dar y mucho que recibir. Quienes habitan la soledad nunca están vacíos.

Es en la soledad donde siempre se espera a ese “alguien amado” para darle lo mejor de sí, o para entregarse uno mismo, como alguien que se "dona". Por eso la soledad es el silencio más tenaz que empieza por encontrarse con uno mismo en el diálogo.
7. La persona no se entrega en el vacío sino en la soledad de la “pasión". Es por eso que el amado siempre está descubriendo “cosas nuevas” y "entregándose" de  forma nueva. El ser que ama o es amado, orienta toda su existencia en la dirección del misterio infinito como quien no sacia nunca su sed.

El ser amado está lanzado a “ese otro ser” para amarle sin el afán de hacerlo de su propiedad, sino para darle todo, alcanzarlo todo, hacerse uno con el todo y diluirse en él, como el río lo hace frente al mar. Ese es el sentido de la vida o la vida con sentido. 

El sentido es alcanzarse a sí-mismo en el tú-mismo. Es estar en plena soledad delante de ti, lleno de ti. Es descubrirse uno mismo como salido de la fuente de donde brota el agua de la vida, es beber y dar de beber al mismo tiempo.

Por: Gvillermo D.
Fotos: jgda

jueves, 3 de diciembre de 2015

AUTOESTIMA

A: esas personitas que amo y me aman, de quienes digo todas estas cosas que escribo, sin duda que, sin ellas seria incapaz de estas experiencia de amor divino. Por quienes realmente soy humano, busco el perfeccionamiento. Por lo que "podría ser mejor."
1. La más alta autoestima sucede en el abrazo de quienes se sienten amados. Hay que creer radicalmente que no hay mejor manera de sentir el amor que amar sin esperar nada a cambio, también creer en que  aquello que no se exige en ningún ámbito de las relaciones humanas desata espontáneamente lo más sublime de lo inimaginable. Te conviertes en casa de puertas abiertas por donde el amor sale de ti y entra en ti, sin forzar nada. Es la experiencia más grande del ser humano. No de creerlo solamente, sino de serlo. Nunca una persona es tan grande que cuando ama, nunca tan digna que cuando es amada. Cosa que no depende sólo de la persona. ¡No! ¡Jamás! Debes "entender", que esa experiencia acontece en un Amor Mayor, del que no siempre eres consciente, y que sólo es manifestado en quienes aman.
2. La autoestima posibilita los grandes sueños y su realización; hacer proyectos pequeños o grandes que ponen en juego toda la creatividad que viene de la pasión (del corazón que no deja  nada fuera de sí mismo sin que sea afectado), que viene de la fuente del conocimiento del bien (del intelecto como cosa esencial del Homo sapiens), y viene de las fuerzas profundas del alma, de las fuerzas espirituales. Llegado a este punto, la persona descubre las enormes capacidades que tiene de  crear, y no lo sabía. Se sorprende de todo lo que es capaz. Incluso presume de sí-mismo, a veces se siente un dios (con minúscula).
3. La autoestima convence a la persona que el trabajo es una acción necesaria de perfeccionamiento, no de condena. Porque es el mejor modo de crear, amando. La persona que trabaja así nos hace expresar con asombro que: ¡todo es amor! Pues la persona trabaja hacia sí misma y para las otras personas, con el fin de humanizar las cosas, y darle la impronta divina a cualquier gesto humano. Todo trabajo no tiene sentido en sí mismo sino en vistas del perfeccionamiento.
4. La mejor autoestima es dejar que Dios intervenga en tu cuerpo, tu alma, tu ser. Dios está dentro de ti, y se manifiesta hacia fuera de ti.
5. La autoestima es permitir que las demás personas amen a Dios amándote a ti. Es amar lo divino amando lo humano. O sea, quien busque a Dios te encontrará a ti, pues lo humano revela el misterio de la divinidad. Para que eso acontezca con naturalidad, tu no debieras consentir el mal en tu alma (al odio, a la envidia, a los resentimientos… a esas cosas que opacan la luz del amor divino que está infundido en ti). Retener el mal en ti, como cosa no-necesaria, es un esfuerzo extra, como soportar una pena por represión o mostrar que das lugar a una virtud, no siéndolo. Para atajar el mal y liberar lo auténtico, que ya está en ti, sólo debes dejar crecer lo bueno dentro de ti, permitir que la condición original de tu naturaleza se manifieste con todas sus fuerzas, para que se exprese aquello que realmente es real y verdadero; dejar que la belleza destelle en ti (porque ya está en ti). Eso es oler a belleza, ser visto en la belleza, hablar en la belleza; ser bella, ser bello. Dar lugar a la belleza divina que está en lo más profundo de tu alma y en cada expresión externa de tu cuerpo. Esa es la mayor autoestima.

Por: Gvillermo D.
Foto: Prestada

martes, 24 de noviembre de 2015

ARIES

I
Entonces fui yo. 

II
Te veía 
mientras me hacías salir de ti misma. 

Te miraba, 
me mirabas. 

No había otro modo de existir, 
más que ese.

Después insistí en quedarme fuera de ti
y no pude. 

Seguí con la nostalgia de haberte perdido. 

No me podía enderezar sin ti. 

Algo andaba mal. 

III
Te veía venir,
 y no terminabas de aparecer. 

Comencé a esperarte
a intentar encontrarte... 
Estabas demasiado dentro de mi.

IV
[Entonces te mire y dije:]

"Ahora sí.
Por fin llegaste". 

Yo empezaba a ser completo. 

[Aunque] Vos sólo me mirabas 
Empecé a ser parte del todo
 de lo que creaste en mi entorno. 

Por eso quise hacerme responsable
de la parte de ti que dejaste en mi. 

V
No puedo más,
no puedo más. 

Debo volver al costal de tu corazón: 
Aries, la célula madre... 
en lo más recóndito
y abismal del amor.

VI
Ahí estamos. 
Viéndonos mutuamente... 

VII
"Por favor tómale una foto al río".
Cuando empecé a existir, 
a respirar, 
a mirar,
a andar,
a descansar, 
a decir estas cosas.

Por: Gvillermo D.
Fotos: 1 prestada, 2 jgda (rivera del río Motagua).
domingo, 22 de noviembre de 2015

LA ENVIDIA

La culpa del mal y de la muerte es la envidia del diablo. Así se expresa el libro de la Sabiduría (2,24), interpretando el texto del Génesis sobre el primer pecado de la humanidad. La última raíz del pecado, según este texto, no estaría en la desobediencia del ser humano, sino en la envidia del diablo que habría movido al ser humano a desobedecer a Dios.
Envidioso es el que mira al otro como un rival. En la medida en que yo solo pienso en mi mismo, me encierro en mi mismo y me busco a mi mismo, en esta medida me incapacito para encontrar al otro como otro. Los otros solo existen en la medida en que me sirven, en la medida en que puedo utilizarlos para mi propio provecho. Como esto nunca es así, porque los otros existen por sí mismos y para sí mismos, el envidioso ve rivales por todas partes y está continuamente pensando que lo que los otros tienen debería tenerlo él. El envidioso entiende la vida en términos de posesión y no en términos de don. Lo triste es que la posesión no llega nunca. Pues como dice la carta de Santiago (4,2) “envidiáis algo y no podéis alcanzarlo”. Y al no conseguirlo, el envidioso vive permanentemente defraudado.
Al afirmar que el pecado entró en el mundo por envidia del diablo, el libro de la Sabiduría ofrece una interpretación del mito del Génesis. Allí, la serpiente tentadora no se contenta con decir a la pareja humana: “seréis como dioses”. Lo que hay detrás de esta afirmación es: “Dios tiene miedo de que seáis como él”. El tentador presenta a Dios como el rival del ser humano. El origen del pecado está ahí, en considerar a Dios como un rival y no como el dador de toda vida. Si es un rival, es mi enemigo. Lo mejor que puedo hacer es alejarme de él.
Los evangelistas cuentan que Pilato era bien consciente de la inocencia de Jesús: “yo no encuentro en este hombre culpa alguna” (Lc 23,4.14). Pero añaden que Pilato también era consciente de que los sumos sacerdotes habían entregado a Jesús “por envidia” (Mc 15,10). Consideraban a Jesús como un rival. Pues su presencia abolía el privilegio que ellos se arrogaban de ser los intermediarios entre Dios y su pueblo. La envidia no es solo causa de enemistades entre los humanos. Hay algo peor: puede provocar el más terrible de los malentendidos, el de pensar que Dios es nuestro rival.

Por: Martín Gelabert  Ballester, OP
http://nihilobstat.dominicos.org/articulos/la-envidia
Foto: Miriam Aragón Mancilla (Mimita)
jueves, 22 de octubre de 2015

ANAWIN



Los Anawin, nunca necesitan nada, sólo el amor y a Dios

Por: Gvillermo Delgado, OP


1. Hay personas en este mundo que no tiene nada para vivir su amor y a Dios. Son los
Anawin; las personas que sólo tienen a Dios y el amor como refugio. Ellos no tienen nada material, no tienen  un lugar para cultivar y cosechar; no tienen una casa en herencia, un título de propiedad y ni un grado académico. Son los desheredados de la la tierra. En la primera hora, al nacer, sólo traían el llanto, y al morir el lamento. Traían, las manos empuñadas, pues vinieron unidos, agarrados de lo eterno; al irse, de este mundo, abriran sus puños ya que "lo que pudieron tener", lo dejaron para quienes lo necesiten. Los Anawin, nunca necesitan nada, sólo el amor y a Dios. Por eso no ambiciona otra cosa que no sea tener a Dios y el amor para compartir.
2. Los Anawin están siempre al margen - son los marginados-. Es fácil de reconocerlos. Por eso, se apartan del camino para que pasen los herederos, quienes dicen tenerlo todo. Los Anawin, saben que el único camino que los mueve es la dirección del cielo.
3. Los Anawin tienen las manos agrestes y la piel curtida por el tiempo, no miran de frente, pues, temen caer en mayor desgracia, por aquellos que a menudo los excluyen de sus asociaciones y bares, de sus cofradías y empresas. Morirán sin nada. En el día de su partida no tendrán  a nadie que responda por ellos. Sólo a Dios. A veces, ellos "son la escoria", "los parásitos" del vecindario, pues por "su misma desgracia", mienten y asaltan la tienda del pan. Son como las aves del campo y las flores silvestres al lado del camino. Son pecadores, para mayor desgracia; por lo mismo, también son excluidos por la religión. Nunca por su Dios. No tienen ofrenda para el pastor, ni un boleto para un turno exclusivo en el baile de los ídolos.
4. Los Anawin son los preferidos de Dios porque lo tienen a Él. A Él le cantan y hablan en todo momento; lo buscan durante toda su vida; si se enferman claman a Él en los quejidos del dolor; si tienen hambre deambulan confiados en su clamor, sabiendo que serán escuchados. Su alabanza es como el pájaro de la mañana en las ramas más altas, su incienso, el humo de sus fogones donde cocinan sus alimentos; su Biblia la vida apegada al primer libro escrito por su creador: ser parte de la naturaleza entera. Por eso, aunque no tienen nada, festejan la siembra en la tierra fértil y los frutos de los graneros de otros; al final de la jornada, descansan esperando siempre un nuevo amanecer.
5. Los Anawin nos ponen a prueba al atravesar el umbral de las puertas y al encontrarnos con "el prójimo", pues nos recuerdan al amor verdadero y al Altísimo de Universo. 

Recordemos al autor de la carta a los Hebreos (13,2), cuando dijo: "no se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella, algunos sin saberlo, hospedaron ángeles". A Dios sólo llegamos por el prójimo. Así me dijo Stella María Valverde: "Lo tenemos a Él... Nos fundimos en Él y Él se funde en nosotros. Por eso nos corresponde hacer la diferencia con Amor".

jueves, 8 de octubre de 2015