Por: fr. Guillermo D.
Foto: jgda
Si vamos a un estando y buscamos con la mirada a una persona entre la multitud, al encontrarla las demás personas parecieran no existir; existe sólo la persona buscada. Todas las luces se apagan para los demás e iluminan a la persona que he hemos encontrado. Porque esa persona encontrada es la amada, ella es el vínculo inmediato de La Gran Amistad.
Lo divino es reconocido en lo humano cuando un corazón está dirigido a otro corazón.Si somos amigos de Dios no existe juicio alguno que se imponga sobre el verdadero amor, dado que el amor es uno -es divino-. Los amigos de Dios gozan del privilegio de ser elegidos, ellos nunca buscan a nadie en plena plaza pública, ellos son encontrados primero. Ω
En más de una oportunidad he afirmado: Me engrandece la no-verdad que alguna persona pueda desprender de mis palabras.
Quienes mienten desconocen el cimiento de la verdad. Como dijo Sócrates de quienes actúan mal: son inocentes, por ser ignorantes. En lugar de castigarles hay que educarlos en la virtud.
Caer en halagos puede ser peligroso. Las adulaciones son arena movediza. Estacionarse en ellas es perder el horizonte de lo lo bello y lo bueno.
Esa es mi verdad concreta, que puede ser falseada, pero nunca erradicada.
Puedo decir con fervor: puedes no aceptar mi verdad. No cambia nada. De no hacerlo, yo seguiré donde siempre he estado.
Lo que hace la diferencia entre usted y yo es que usted se ha perdido la oportunidad de ser una persona verdadera; se ha privado de estacionarte conmigo aquí donde el bien se toca con las propias manos; la belleza se mira en todo y está determinada por la libertad. Aquí donde pasa Dios.
Yo que soy palabra pronunciada, palabra hecha, a la manera de hechos y palabras. Permanezco en la verdad concreta. Que lo diga la realidad, o yo también miento.